Referentes | Patricia Hill Collins: “Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro” (tercera parte)
“Más que generar conciencia, el pensamiento feminista negro afirma, rearticula y proporciona un vehículo para expresar una conciencia que ya existe.”
Práctica feminista negra y pensamiento feminista negro
Un tercer rasgo distintivo del pensamiento feminista negro concierne a las conexiones entre las experiencias de las mujeres negras estadounidenses como una colectividad heterogénea y cualquier conocimiento grupal o punto de vista asociado. Una razón clave por la que los puntos de vista de los grupos oprimidos son reprimidos es que los puntos de vista auto-definidos pueden estimular la resistencia. Annie Adams, una mujer negra del Sur, describe cómo se involucró en el movimiento por los derechos civiles:
Cuando fui por primera vez al molino, las fuentes de agua estaban segregadas [...] Lo mismo ocurrió con los retretes. Tenía que limpiar los retretes para la inspección del cuarto y entonces, cuando yo tenía que ir al baño, debía recorrer todo el camino hacia el pie de las escaleras hasta el sótano. Así que le pregunté a mi jefe: “¿Cuál es la diferencia? Si puedo ir ahí y limpiarles los retretes, ¿por qué no puedo usarlos?”. Finalmente, empecé a usar ese retrete. Decidí que no iba a caminar una milla para ir al baño.1
En este caso Annie Adams encontró inadecuado el punto de vista de su “jefe”, desarrolló el suyo propio y actuó al respecto. A nivel individual, sus acciones ilustran las conexiones entre las experiencias vividas y la opresión, el desarrollo de un punto de vista propio respecto a esas experiencias, y los actos de resistencia que pueden surgir. Una relación similar caracteriza el conocimiento grupal de las mujeres afroamericanas. Sus experiencias históricas colectivas con la opresión pueden estimular un punto de vista que a su vez promueva su activismo.
“Los cambios en el pensamiento pueden producir acciones distintas y que la transformación de las experiencias puede a su vez estimular un cambio de conciencia.”
Como miembros de un grupo oprimido, las mujeres negras estadounidenses han generado prácticas y conocimientos alternativos diseñados para promover su empoderamiento grupal. En contraste con la relación dialéctica que conecta opresión y activismo, una relación dialógica caracteriza las experiencias colectivas y el conocimiento grupal. En ambos niveles, individual y de grupo, una relación dialógica indica que los cambios en el pensamiento pueden producir acciones distintas y que la transformación de las experiencias puede a su vez estimular un cambio de conciencia. Para las mujeres negras estadounidenses como colectividad, la lucha por un feminismo negro auto-definido se produce a través de un diálogo en curso a través del cual la acción y el pensamiento se dan forma el uno al otro.
El propio feminismo negro estadounidense ilustra esta relación dialógica. Por un lado, la práctica feminista negra estadounidense surge en el contexto de la experiencia vivida. Cuando se organiza y visibiliza, esa práctica toma la forma de los movimientos sociales feministas negros abiertamente dedicados al empoderamiento de las mujeres negras estadounidenses.
Dos momentos especialmente destacados caracterizan la visibilidad del feminismo negro. El primero tuvo lugar en el cambio de siglo a través del movimiento asociativo de mujeres negras, el cual apuntó muchas de las cuestiones claves todavía hoy en día. El segundo, o movimiento feminista negro moderno, fue estimulado por los movimientos de justicia social de las mujeres y los movimientos antirracistas de los años sesenta y setenta y continúa hasta el presente.
Sin embargo, estos periodos de activismo manifiesto en los que las mujeres afroamericanas salen a la arena política en nuestro propio nombre siguen siendo poco corrientes. Parecen inusuales al yuxtaponerlos con los patrones más típicos de inactividad de las mujeres negras.
Patrones distintivos del activismo feminista negro
El activismo feminista negro demuestra patrones distintivos de acuerdo con la historia de la segregación racial estadounidense. Los afroamericanos han sido durante mucho tiempo relegados a ambientes segregados, por lo que la práctica feminista negra estadounidense, a menudo, ha dedicado sus esfuerzos, al desarrollo de una comunidad negra y a otros proyectos inspirados en el nacionalismo negro.
El nacionalismo negro surge junto a la segregación racial ―si los negros estadounidenses vivieran en una sociedad racialmente integrada es probable que vieran menos necesidad de un nacionalismo negro. Como filosofía política, el nacionalismo negro está basado en la creencia de que la gente negra constituye un pueblo o una “nación” con una historia y un destino comunes. La solidaridad negra, la creencia de que los negros tienen intereses comunes y deberían apoyarse los unos a los otros, ha calado durante mucho tiempo en la filosofía política de las mujeres negras. De este modo, el camino de las mujeres negras hacia una conciencia “feminista” a menudo ha tenido lugar en proyectos de justicia social antirracista, muchos de ellos influidos por las ideologías nacionalistas negras.
Al describir cómo este fenómeno afecta a las mujeres negras en un contexto global, Andree Nicola McLaughlin sostiene: “Entre mujeres negras activistas, generalmente se reconoce que la lucha nacionalista provee una rica arena para desarrollar una conciencia de mujer”.2 Intentar encontrar al feminismo negro buscando mujeres que se identifiquen como tales, como “feministas negras”, pasa por alto la complejidad con la que opera la práctica feminista negra.3
“El camino de las mujeres negras hacia una conciencia «feminista» a menudo ha tenido lugar en proyectos de justicia social antirracista, muchos de ellos influidos por las ideologías nacionalistas negras.”
Se han expresado opiniones parecidas acerca del feminismo de las mujeres en África. Cuando una colega le pidió a Obioma Nnaemeka que describiera la definición que daban las feministas africanas del feminismo africano, su respuesta espontánea fue: “La mayoría de las mujeres africanas no están obsesionadas con «articular su feminismo»; simplemente lo practican”. En opinión de Nnaemeka:
Es lo que hacen y cómo lo hacen lo que provee el “marco”; el “marco” no es llevado al teatro de la acción como una herramienta definitoria [...] Los intentos de moldear el “feminismo africano” en una “bola de boniato” fácil de digerir no solo despierta preguntas definitorias sino que crea dificultades para establecer parámetros organizacionales y para desentrañar modos complejos de compromiso.4
Aquí Nnaemeka proporciona un argumento persuasivo respecto a la interconexión de experiencias e ideas, uno que difiere marcadamente de los modelos aceptados sobre cómo se definen los movimientos de justicia social. Su modelo hace referencia a la relación dialógica y señala un modo diferente de pensar sobre el pensamiento feminista negro en tanto conocimiento. En concreto, la práctica feminista negra requiere del pensamiento feminista negro, y viceversa.
Cuando hablamos de la relación dialógica del feminismo negro estadounidense, por otro lado, podemos entenderlo como teoría social crítica. Una teoría social crítica implica teorizar sobre lo social en defensa de la justicia económica y social. Como teoría social crítica, el pensamiento feminista negro abarca cuerpos de conocimiento y conjuntos de prácticas institucionales que lidian activamente con las cuestiones centrales que enfrentan las mujeres negras estadounidenses como grupo. Dicha teoría reconoce que estas constituyen un grupo entre muchos otros situados de formas diferentes dentro de contextos de injusticia. Lo que hace “crítica” a la teoría social crítica es su compromiso con la justicia, para el propio grupo y para otros.
Experiencias vitales y pensamiento feminista negro
Dentro de estos parámetros, el conocimiento por el conocimiento no es suficiente ―el pensamiento feminista negro debe tanto estar ligado a las experiencias vividas de las mujeres negras como aspirar a mejorar esas experiencias de alguna manera. Cuando tal pensamiento está lo suficientemente fundado en la práctica feminista negra, refleja esta relación dialógica.
El pensamiento feminista negro abarca el conocimiento general que ayuda a las mujeres negras estadounidenses a sobrevivir en, sobrellevar, y resistir a nuestro trato diferencial. También incluye conocimiento más especializado que investiga las cuestiones y los retos específicos en un cierto periodo de tiempo. En cambio, cuando las mujeres negras estadounidenses no ven las conexiones entre los temas que atraviesan al pensamiento feminista negro y aquellos que tienen influencia en sus vidas cotidianas, debemos cuestionar la fuerza de esta relación dialógica.
Además, es también razonable cuestionar la validez de esa expresión particular del pensamiento feminista negro. Por ejemplo, durante la esclavitud, un tema esencial dentro del pensamiento feminista negro fue la violación institucionalizada de las mujeres negras esclavas y cómo esta operaba como mecanismo de control social. Durante el periodo en el que las mujeres negras trabajaban principalmente en la agricultura y en el servicio doméstico, oponerse al acoso sexual de las trabajadoras domésticas internas ganó especial importancia.
“El pensamiento feminista negro debe tanto estar ligado a las experiencias vividas de las mujeres negras como aspirar a mejorar esas experiencias de alguna manera.”
Pueden dibujarse claras conexiones entre el contenido y la intención del pensamiento feminista negro y las cuestiones importantes en las vidas de las mujeres negras. La relevancia potencial del pensamiento feminista negro va mucho más allá de demostrar que las mujeres afroamericanas pueden ser teóricas. Como la práctica feminista negra, que pretende reflejar y que busca promover, el pensamiento feminista negro puede crear una identidad colectiva sobre la base de un punto de vista común a las mujeres negras. A través de un proceso de rearticulación, el pensamiento feminista negro puede ofrecer a las mujeres afroamericanas una visión diferente de nosotras mismas y nuestros mundos.5
Al afrontar cuestiones importantes desde el punto de vista de las mujeres negras y llenarlas de nuevos significados, el pensamiento feminista negro puede estimular una nueva conciencia que utilice el conocimiento cotidiano, menospreciado. Más que generar conciencia, el pensamiento feminista negro afirma, rearticula y proporciona un vehículo para expresar en público una conciencia que bastante a menudo ya existe. Más importante aún, esta conciencia rearticulada aspira a empoderar a las mujeres afroamericanas y a estimular la resistencia.
Feminismo y feminismo negro
En su ensayo “Considering Feminism as a Model for Social Change” [Considerar el feminismo como un modelo para el cambio social], Sheila Radford-Hill hace hincapié en la importancia de la rearticulación como un ingrediente imprescindible de una teoría feminista negra que empodere. Al evaluar si las mujeres negras deberían propugnar los programas feministas, Radford-Hill apunta:
La pregunta esencial que las mujeres negras han de confrontar a la hora de evaluar una posición feminista es la siguiente: “Si yo, como mujer negra, «me hago feminista», ¿qué herramientas básicas voy a ganar para resistir frente a mi opresión individual y de grupo?”
Para Radford-Hill, la relevancia del feminismo como vehículo para el cambio social debe ser evaluada en términos de su “capacidad de extender entre las mujeres negras y otras mujeres de color concepciones alternativas de poder y las consecuencias de su uso”.6 Así, el pensamiento feminista negro como teoría social crítica aspira a ayudar en la lucha de las mujeres afroamericanas contra las opresiones interseccionales.
A primera vista, estas conexiones entre la práctica feminista negra y el pensamiento feminista negro podrían indicar que solo las mujeres afroamericanas pueden participar en la producción de pensamiento feminista negro y que solo las experiencias de las mujeres negras pueden formar el contenido de ese pensamiento. Esto, sin embargo, debilitaría el modelo de feminismo negro como perspectiva crítica, al ser dependiente de solo aquellas que son mujeres y negras biológicamente.
Las definiciones excluyentes del feminismo negro que restringen “la crítica feminista negra a la crítica de las artistas negras que representan mujeres negras”7 resultan inadecuadas porque son inherentemente separatistas. Sin embargo, las conexiones de las que hablamos aspiran a la autonomía. Dada esta necesidad de auto-definición y autonomía ―un objetivo importante en “una tradición intelectual que hasta hace veinticinco años no existía en la academia”―,8 ¿cuál es la importancia de las mujeres intelectuales negras en el pensamiento feminista negro?
Prácticas dialógicas y mujeres intelectuales negras
Un cuarto rasgo distintivo del pensamiento feminista negro concierne a las contribuciones esenciales de las intelectuales afroamericanas. La existencia de un punto de vista común a las mujeres negras no implica que las afroamericanas, académicas o no, aprecien su contenido, vean su relevancia o reconozcan su potencial como catalizador para el cambio social. Una tarea clave para las intelectuales negras de diversas edades, clases sociales, formaciones académicas y ocupaciones consiste en hacer las preguntas adecuadas y en investigar todas las dimensiones del punto de vista de las mujeres negras con y para las mujeres afroamericanas.
Históricamente, las intelectuales negras se han posicionado en una relación especial con la gran comunidad de mujeres afroamericanas, una relación que hizo del pensamiento feminista negro una teoría social crítica. Que esta relación persista depende, irónicamente, de la habilidad de las mujeres intelectuales negras para analizar sus propias posiciones sociales.
Tipos muy diferentes de “pensamiento” y “teoría” surgen cuando el pensamiento abstracto se une a la acción pragmática. Al rechazar las posiciones de eruditas y escritoras, que hubieran permitido enfatizar los asuntos puramente teóricos, el trabajo de la mayoría de las intelectuales negras se ha visto influenciado por una mezcla de acción y teoría.
Las actividades de intelectuales negras del siglo diecinueve tales como Anna J. Cooper, Frances Ellen Watkins Harper, Ida B. Wells-Barnett y Mary Church Terrell ejemplifican esta tradición de unión del trabajo intelectual y el activismo. Estas mujeres analizaron las opresiones interseccionales que limitaban las vidas de las mujeres negras y trabajaron por la justicia social. El movimiento asociativo de mujeres negras que crearon fue un esfuerzo tanto activista como intelectual.
“Las intelectuales negras se han posicionado en una relación especial con la gran comunidad de mujeres afroamericanas, una relación que hizo del pensamiento feminista negro una teoría social crítica.”
Las mujeres negras de clase trabajadora también se involucraron en la combinación paralela de ideas y activismo. Pero como a ellas se les negó la educación escolar, la forma de su activismo así como el contenido de las ideas que desarrollaron difería de aquellas de las mujeres negras de clase media. Las actuaciones en directo de las cantantes negras del blues clásico de los años veinte pueden verse como un espacio importante, en el que las mujeres de clase trabajadora se reunían y compartían ideas especialmente vinculadas con ellas.9
En la actualidad, muchas intelectuales negras continuamos esta tradición, aplicando las acciones y experiencias del día a día en nuestro trabajo teórico. La historiadora feminista negra Elsa Barkley Brown describe la importancia que las ideas de su madre tuvieron en el conocimiento que generó sobre las mujeres lavanderas afroamericanas. Inicialmente Brown utilizó las lentes proporcionadas por su formación como historiadora y vio su grupo de muestra como trabajadoras devaluadas del servicio doméstico. Pero con el paso del tiempo llegó a ver a las lavanderas como empresarias. Al llevar la colada a casa de la que tuviera la cocina más grande, creaban una comunidad y una cultura. Al explicar el cambio de perspectiva que le permitió reexaminar esta porción de la historia de las mujeres negras, Brown observó:
Fue mi madre quien me enseñó cómo hacer las preguntas adecuadas ―y todas las que intentamos hacer esta cosa llamada investigación somos totalmente conscientes de que hacer las preguntas adecuadas es la parte más importante del proceso.10
Conocimiento común y conocimiento especializado
Esta relación especial de las intelectuales negras con la comunidad de mujeres afroamericanas es análoga a la existencia de dos niveles interrelacionados de conocimiento.11 El conocimiento común, menospreciado, compartido por las afroamericanas, que proviene de nuestras acciones y pensamientos diarios, constituye el primer y más fundamental nivel de conocimiento. Las ideas que comparten las mujeres negras unas con otras, de manera informal, cotidiana, sobre temas tales como los peinados, las características de los hombres negros “buenos”, las estrategias para tratar a la gente blanca y las habilidades para conseguir lo que quieren proporcionan los cimientos para este conocimiento no valorado.
Las expertas o especialistas que participan en y surgen de un grupo producen un segundo tipo de conocimiento, más especializado. Sean de clase trabajadora o clase media, cultas o no, famosas o corrientes, la gama de intelectuales negras […] es un ejemplo de estas especialistas. Sus teorías, que facilitan la expresión del punto de vista de las mujeres negras, forman el conocimiento especializado del pensamiento feminista negro.
Los dos tipos de conocimiento son interdependientes. Mientras que el pensamiento feminista negro articula el a menudo menospreciado conocimiento compartido por las afroamericanas como grupo, la conciencia de las mujeres negras puede ser transformada por dicho pensamiento. Muchas intérpretes negras de blues han cantado durante largo tiempo sobre la situación de las mujeres negras estadounidenses, unas experiencias a menudo minusvaloradas. A través de su música, no solo representaban su realidad, también aspiraban a darle forma.
Al tener más oportunidades para lograr la alfabetización, las mujeres negras de clase media han tenido también más recursos para formar parte de la erudición feminista negra. Educación no significa necesariamente alienación según esta relación dialógica. Las acciones de las mujeres negras cultas dentro del movimiento asociativo son representativas de esta relación especial entre un segmento de las mujeres intelectuales negras y la más amplia comunidad de afroamericanas:
Es importante reconocer que mujeres negras como Frances Harper, Anna Julia Cooper e Ida B. Wells no eran figuras aisladas de genialidad intelectual; ellas se formaron en y ayudaron a dar forma a un movimiento de mujeres afroamericanas más amplio. Con esto no se quiere afirmar que fueran representativas de todas las mujeres negras: ellas y sus homólogas eran parte de una élite culta, intelectual; una élite que, sin embargo, intentó desarrollar y aportó una perspectiva cultural e histórica que fue orgánica a la condición más amplia de la feminidad negra.12
La obra de estas mujeres es importante porque ilustra una tradición que aúna saberes y activismo. Al vivir a menudo en el mismo barrio que los negros de clase trabajadora, las mujeres de las asociaciones del cambio de siglo vivieron en una sociedad civil negra donde esta relación dialógica era más fácil de establecer. Vieron los problemas. Participaron en las instituciones sociales que estimularon las soluciones. Promovieron el desarrollo de “una perspectiva cultural e histórica que fue orgánica a la condición más amplia de la feminidad negra”.
Retos de las intelectuales negras
Las intelectuales negras, en la actualidad, se enfrentan a retos semejantes para promover el diálogo, pero lo hacen bajo condiciones sociales muy distintas. Si bien la segregación racial estaba diseñada para mantener oprimidos a los negros estadounidenses, también promovió una forma de solidaridad racial que floreció en todos los barrios negros. Ahora que los negros viven en barrios económicamente heterogéneos, lograr la misma solidaridad racial plantea nuevos retos.
Las intelectuales negras son centrales para el pensamiento feminista negro por varias razones. Primero, nuestras experiencias como mujeres afroamericanas nos proporcionan una perspectiva singular en relación a la feminidad negra, una perspectiva no disponible para otros grupos; hay que aceptarlo. Es más probable que las mujeres negras, como miembros de un grupo oprimido, tengan una compresión más crítica sobre la condición de nuestra opresión que aquellas que viven fuera de estas estructuras.
Uno de los personajes de la novela de Frances Ellen Watkins Harper de 1982, Iola Leroy, expresa esta creencia con una visión especial propia de aquellos que han experimentado la opresión:
Señorita Leroy, de la raza han de llegar sus propios pensadores y escritores. Autores pertenecientes a la raza blanca han escrito buenos libros, por lo que estoy profundamente agradecida, pero parece casi imposible para un hombre blanco ponerse completamente en nuestro lugar. Ningún hombre puede sentir el hierro que penetra el alma de otro hombre.13
Solo las afroamericanas ocupan ese lugar y pueden “sentir el hierro” que penetra en el alma de las mujeres negras, porque, aunque las experiencias de las mujeres negras estadounidenses se parecen a otras, tales experiencias siguen siendo únicas. Su liderazgo en la producción de un pensamiento feminista negro no implica que otras mujeres no puedan participar. Significa que la responsabilidad primaria en la definición de una cierta realidad recae en las personas que viven esa realidad, quienes realmente tienen esas experiencias.
Segundo, es menos probable que las intelectuales negras, tanto dentro como fuera de la academia, se alejen de la lucha de las mujeres negras, aún cuando a veces los obstáculos parecen enormes o disminuyen las recompensas por quedarse. Al hablar de la implicación de las mujeres negras en el movimiento feminista, Sheila Radford-Hill señala la importancia de pasar a la acción por el bien de una misma:
Ahora las mujeres negras se dan cuenta de que parte del problema en el movimiento era la insistencia de las mujeres blancas para/con nosotras en lo que debíamos hacer para/con nosotras: a saber, enmarcar nuestra propia acción alrededor de nuestra propia agenda para el cambio [...] fundamental para este debate es el derecho a organizarse en nombre de una misma [...] la crítica de las feministas negras debe reafirmar este principio.14
Para la mayoría de las mujeres negras estadounidenses, involucrarse en la investigación y el saber feministas no es una moda pasajera: son asuntos que afectan tanto a la vida cotidiana contemporánea como a realidades intergeneracionales.
“La responsabilidad primaria en la definición de una cierta realidad recae en las personas que viven esa realidad, quienes realmente tienen esas experiencias.”
Tercero, las intelectuales negras, sean del grupo social que sean, han de insistir con fuerza en la cuestión de la auto-definición, porque hablar por una misma y trabajar una agenda propia es esencial para el empoderamiento. Tal y como la socióloga feminista negra Deborah K. King plantea sucintamente: “El feminismo negro afirma la auto-determinación como algo esencial”.15
El pensamiento feminista negro no puede desafiar las opresiones interseccionales sin empoderar a las afroamericanas. La auto-definición es clave para el empoderamiento individual y grupal y, por ello, ceder ese poder de auto-definición a otros grupos (no importa cuán bien intencionados sean o cuánto apoyo presten a las mujeres negras), en esencia, reproduce las jerarquías de poder existentes. Como señala Patrice L. Dickerson: “Una persona llega a ser y se conoce a sí misma por sus logros; alcanza esos logros a través de sus esfuerzos por llegar a ser y a conocerse a sí misma”.16
Como Dickerson, durante mucho tiempo, las mujeres afroamericanas han desplegado, de forma individual, diferentes tipos de conciencia respecto a nuestro punto de vista compartido. Cuando estas expresiones individuales de conciencia se articulan, argumentan, refutan y agregan de forma que reflejan la heterogeneidad de la feminidad negra, se hace posible una conciencia grupal colectiva que resista la opresión.
La habilidad de las mujeres negras para forjar estas expresiones individuales de la vida diaria, a menudo no articuladas pero potencialmente poderosas, en un punto de vista colectivo, auto-definido, articulado, resulta clave para nuestra supervivencia. Como Audre Lorde señala: “Es axiomático que si nosotras mismas no nos definimos a nosotras mismas, seremos definidas por otros ―para su uso y en nuestro detrimento”.17
Cuarto, las intelectuales negras somos centrales en la producción de pensamiento feminista negro porque solo nosotras podemos promover la autonomía necesaria para luego promover coaliciones efectivas con otros grupos. Recuérdese que no tenemos necesidad de ser de clase media, cultas, de mediana edad o reconocidas como tales por la academia u otras instituciones; constituimos un grupo muy diverso.
Más que asumir que somos la versión femenina del “décimo talentoso” de William E. B. Du Bois18 ―una común percepción errónea potenciada por algunos académicos de elite que aparentemente tienen dificultades para imaginar a las mujeres negras corrientes como intelectuales fiables―,19 el tipo de liderazgo intelectual imaginado aquí requiere de la colaboración entre mujeres negras diversas, con el fin de pensar detenidamente lo que constituiría su autonomía. Además, aunque el pensamiento feminista negro se origina en las comunidades de mujeres negras, no puede florecer aislado de las experiencias e ideas de otros grupos.
Autonomía y separatismo en el pensamiento feminista negro
Las intelectuales negras debemos encontrar una forma en la que situar nuestras propias experiencias y conciencias heterogéneas en el centro de cualquier esfuerzo serio para desarrollar el pensamiento feminista negro sin que nuestro pensamiento se haga separatista o excluyente.
Esta autonomía es bastante distinta de las posiciones separatistas por las que ciertas mujeres negras se apartan de otros grupos y se involucran en políticas excluyentes. En su introducción a Home Girls: A Black Feminist Anthology [Nuestras chicas: Una antología feminista negra], Barbara Smith describe esta diferencia:
Autonomía y separatismo son diferentes en sus fundamentos. Mientras que la autonomía viene de una posición de fuerza, el separatismo viene de una posición de miedo. Cuando somos verdaderamente autónomas podemos tratar con otros tipos de personas, con una multiplicidad de asuntos y con la diferencia, porque hemos formado una base sólida de fuerza.20
Como madres, directoras universitarias, activistas de base, profesoras, músicas y ejecutivas de empresa, las intelectuales negras que contribuimos a la articulación de un punto de vista autónomo y auto-definido estamos en posición de examinar la utilidad de las coaliciones con otros grupos, tanto intelectuales como activistas, con el fin de desarrollar nuevos modelos para el cambio social.
“Debemos encontrar una forma en la que situar nuestras propias experiencias y conciencias heterogéneas en el centro de cualquier esfuerzo serio para desarrollar el pensamiento feminista negro sin que nuestro pensamiento se haga separatista o excluyente.”
Autonomía para desarrollar un análisis auto-definido, independiente, no implica que el pensamiento feminista negro tenga relevancia solo para las mujeres afroamericanas ni que debamos confinarnos para analizar nuestras propias experiencias. Tal y como Sonia Sanchez señala: “Yo siempre he sabido que si escribes desde una experiencia negra, también estás escribiendo desde una experiencia universal [...] Sé que no tienes que blanquearte para ser universal”.21
Al defender, refinar y diseminar el pensamiento feminista negro, individuos de otros grupos que están involucrados en proyectos de justicia social similares ―hombres negros, mujeres africanas, hombres blancos, latinas, mujeres blancas y miembros de otros grupos raciales/étnicos estadounidenses, por ejemplo― pueden identificar puntos de conexión que favorecen los proyectos de justicia social de todos.
Diálogos y coaliciones
Muy a menudo, no obstante, involucrarse en el tipo de coalición imaginada aquí requiere que los individuos “traicionen” los privilegios que les proporcionan su raza, su clase, su género, su sexualidad o su estatus de ciudadanía. Por ejemplo, en Memoir of a Race Traitor [Memorias de un traidor a su raza],22 Mab Segrest cuenta que asumir su identidad lesbiana le ayudó a reconocer los privilegios inmerecidos que le otorgaba su blancura. A diferencia de la mayoría de mujeres blancas estadounidenses, Segrest dio la espalda a este privilegio, abrazó su nueva identidad como “traidora a su raza” y llegó a entender que su papel era confrontar la injusticia social.23
De modo similar, el saber antirracista del sociólogo Joe Feagin ejemplifica un rechazo similar a los privilegios inmerecidos de la blancura. Feagin decide utilizar los beneficios que pueden corresponderle como hombre blanco para involucrarse en un conocimiento colaborativo con hombres negros24 y con mujeres negras.25 Mientras muchos pueden ver a Segret y Feagin como “traidores a su raza”, su obra intelectual ilustra cómo podría operar la construcción de una coalición que potenciara el pensamiento feminista negro.
Así como las mujeres afroamericanas que aspiran a potenciar el feminismo negro como un proyecto de justicia social pueden apoyar otros proyectos de justicia social ―por ejemplo, mujeres negras estadounidenses respetuosas con la importancia de la autonomía latina para sus proyectos de justicia social pueden estudiar, aprender de, investigar y enseñar sobre las latinas si lo hacen de manera no opresora― también otros pueden aproximarse al pensamiento feminista negro de modo similar. Así, el pensamiento feminista negro estadounidense efectivo es una empresa colaborativa. Ha de estar abierto a la construcción de coaliciones con individuos involucrados en proyectos de justicia social parecidos.
La construcción de una coalición como esta requiere de diálogos, simultáneos si no prioritarios, entre mujeres intelectuales negras y dentro de la comunidad más grande de mujeres afroamericanas. Explorar los temas comunes desde el punto de vista de las mujeres negras es un primer paso importante. Buscar la manera de tratar el disenso interno es también especialmente importante para construir comunidades intelectuales de mujeres negras.
Evelynn Hammonds ha señalado que mantener un frente unido contra los blancos aplasta el pensamiento: “Lo que necesito es cuestionar mi pensamiento, crecer. En las publicaciones blancas a veces siento que estoy sosteniendo el estandarte de la feminidad negra. Y eso no me permite ser tan crítica como me gustaría”.26
Cheryl Clarke ha apuntado que ella mantiene dos diálogos: uno con el público y otro, privado, en el que se siente libre para criticar la obra de otras mujeres negras. Clarke afirma que estos diálogos privados “han cambiado mi vida, han dado forma a cómo me siento... han resultado muy importantes para mí”.27
“El pensamiento feminista negro estadounidense efectivo es una empresa colaborativa. Ha de estar abierto a la construcción de coaliciones con individuos involucrados en proyectos de justicia social parecidos.”
La construcción de una coalición también requiere diálogo con grupos involucrados en proyectos de justicia social parecidos. Las intelectuales negras podemos utilizar nuestra posición “fuera-dentro” para construir coaliciones efectivas y estimular el diálogo con otras que están situadas de manera similar. Barbara Smith sugiere desarrollar diálogos desde un “compromiso con las coaliciones por principios, basado no en la conveniencia, sino en nuestra verdadera necesidad de las otras”.28
Los diálogos entre, y las coaliciones con, diversos grupos, cada uno con su conjunto distintivo de experiencias y su pensamiento especializado inserto en esas experiencias, forman un campo más amplio y más general de discurso intelectual y político, necesario para promover el feminismo negro. A través de los diálogos que exploran cómo se mantiene y se transforma la dominación, los paralelismos entre las experiencias de las mujeres negras y otros grupos se convierten en el centro de la investigación.
Los diálogos asociados con la construcción de una coalición por principios, ética, crea posibilidades para nuevas versiones de verdad. La respuesta de Alice Walker a la pregunta de cuáles sentía ella que eran las principales diferencias entre la literatura de las afroamericanas y la de las blancas ofrece una mirada provocadora sobre los tipos de verdad que podrían surgir a través de las epistemologías que abrazan el diálogo y la construcción de coaliciones.
Walker no invirtió mucho tiempo en considerar esta pregunta, en tanto que no era la diferencia entre ellas lo que le interesaba, sino, más bien, el modo en que las escritoras negras y las escritoras blancas parecían estar escribiendo una historia inmensa, partes diferentes de una historia que vienen de una multitud de perspectivas diferentes. En una conversación con su madre, Walker refina esta perspectiva epistemológica:
Creo que la verdad sobre cualquier tema solo aparece cuando se juntan todas las partes de la historia, y todos sus significados, diferentes, se hacen uno nuevo. Cada escritora escribe una parte de la historia que le falta a otra escritora. Y la historia entera es lo que yo soy después.29
La respuesta de su madre a esta perspectiva sobre las posibilidades de diálogo y de coaliciones insinúa la dificultad para sustentar dichos diálogos a través de las diferencias de poder: “«Bueno, yo dudo de que puedas conseguir alguna vez las partes que faltan de la verdad en algo que venga de la gente blanca», mi madre dice suavemente, para no ofender a la camarera que está limpiando cerca de la mesa; «ellos se han sentado en la verdad durante tanto tiempo que han echado la vida fuera de ella».”30
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1 Victoria Byerly, Hard Times Cotton Mills Girls, Ithaca (NY), Cornell University Press, 1986, p. 134.
2 McLaughlin, “The Impact of the Black Consciousness…”, op. cit., 1995, p. 80.
3 Collins, “Black Feminism in the Twentieth Century”, en Black Women in the United States: An Historical Encyclopedia, Nueva York, Carlson, 1993.
4 Obioma Nnaemeka, “Introduction: Reading the Rainbow”, en Sistehood, Feminism, and Power…, op. cit., 1998, p. 5.
5 Michael Omi y Howard Winant, Racial Formation in the United States: From the 1960s to the 1990s, Nueva York, Routledge, 1994, p. 99.
6 Sheila Radford-Hill, “Considering Feminism as a Model for Social Change”, Feminist Studies / Critical Studies, op. cit., 1986, p. 160.
7 Hazel Carby, Reconstructing Womanhood: The Emergence of the Afro-American Woman Novelist, Nueva York, Oxford University Press, 1987, p. 9.
8 Bárbara Omolade, The Rising Song of African American Woman, op. cit., 1994, p. ix.
9 Angela Davis, Blues Legacies and Black Feminism, Nueva York, Vintage, 1998.
10 Cynthia Brown, Ready from Within: Septima Clark and the Civil Rights Movement, Navarro (Cal.), Wild Trees Prees, 1986, p. 14.
11 Peter Berger y Thomas Luckmann, The Social Construction of Reality, Nueva York, Doubleday, 1966 [ed. cast.: La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1995].
12 Carby, Reconstructing Womanhood…, op. cit., 1987, p. 115.
13 Ibídem, p. 62.
14 Radford Hill, «Considering Feminism as a Model for Social Change», Feminist Studies / Critical Studies, op. cit., 1986, p. 162.
15 Deborah K. King, “Multiple Jeopardy, Multiple Consciousness: The Context of a Black Feminist Ideology”, Signs, vol. 14, núm. 1, 1988, p. 72.
16 Bette Dickerson, correspondencia personal, 1988.
17 Audre Lorde, Sister Outside, op. cit., 1984, p. 45.
18 El “décimo talentoso” [The Talented Tenth] fue un término difundido por W. E. B. Du Bois en un influyente ensayo del mismo nombre, que se publicó en septiembre de 1903 en The Negro Problem, una colección de ensayos escritos por líderes afroamericanos. La idea era ofrecer educación superior a una décima parte de la población de negra de EEUU con el objeto de convertirlos en líderes y motores del cambio social. [N. de E.]
19 Véase Gilroy, The Black Atlantic..., op. cit., 1993, p. 53.
20 Barbara Smith, “Introduction”, op. cit., 1983, p. xl.
21 Claudia Tate (ed.), Black Women Writers at Work, Nueva York, Continuum Publishing, 1983, p. 142.
22 Mab Segrest, Memoir of a Race Traitor, Boston, South End Press, 1994.
23 Ciertamente las mujeres blancas de clase media y todas las que reconocen la importancia de que los miembros de grupos oprimidos hablen por sí mismos y que comparten la misión global del pensamiento feminista negro pueden apoyar el desarrollo del pensamiento feminista negro. Ejemplos de tal trabajo ya existen y constituyen contribuciones importantes al pensamiento feminista negro.
Muchas académicas blancas de Estados Unidos han generado conocimientos útiles sobre mujeres negras. Por ejemplo, la historia de las mujeres negras y el trabajo de la historiadora Jacqueline Jones, Labor of Love, Labour of Sorrow: Black Women, Work, and the Family from Slavery to the Present, Nueva York, Basic Books, 1985; el análisis del feminismo estadounidense de Nancie Caraway, Segregated Sisterhood: Racism and the Politics of American Feminism, Knoxville, University of Tennesee Press, 1991; el estudio sobre la maternidad negra activista de Nancy Naples, “«Just What I Needed to Be Done»: The Political Practice of Women Community Workers in Low-Income Neighborhoods”, Gender and Society, vol. 5, núm. 4, 1991, y “Activist Mothering: Cross-Generational Continuity in the Community Work of Women from Lo-Income Urban Neighborhoods”, en Race, Class, and Gender: Common Bonds, Different Voices, Thousand Oaks (Cal.), Sage, 1996; el análisis sobre el uso de la Venus de Hottentot de Anne Fausto-Sterling, “Gender, Race and Nation: The Comparative Anatomy of «Hottentot» Women in Europe, 1815-1817”, en Deviant Bodies: Critical Perspectives on Difference in Science and Popular Culture, Bloomington, Indiana University Press, 1995; y los estudios sobre la construcción social de la blancura de Jessie Daniels, White Lies, Nueva York, Routledge, 1997, y de Abby Ferber, White Man Falling: Race, Gender, and White Supremacy, Lantham (MD), Rowman & Littlefield, 1998.
Todas hicieron contribuciones significativas al pensamiento feminista negro. Lo que distingue su trabajo es una comprensión básica de los rasgos distintivos del feminismo negro. Ellas ven las conexiones entre conocimiento y poder, entre el poder de definir conocimiento y las opresiones interseccionales. Estas conexiones no son periféricas a su trabajo sino centrales.
24 Joe Feagin y Melvin Sikes, Living with Racism, op. cit., 1994.
25 St. Jean y Feagin, Double Burden, op. cit., 1998.
26 Clarke et al., “Conversations and Questions: Black Women on Black Women Writers”, op. cit., 1983, p. 104.
27 Ibídem, p. 103.
28 Barbara Smith, “Introduction”, en Home Girls: A Black Feminist Antologhy, op. cit., 1983, p. xxxiii.
29 Alice Walker, In Search of Our Mother’s Gardens, Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, 1983, p. 49.
30 Ibídem.
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