Silvia Cezar Miskulin y la historia de la cultura cubana

“En sus libros, Silvia Cezar Miskulin se adentra en un tiempo marcado por el totalitarismo y la represión a los intelectuales cubanos.”

| Escrituras | 26/03/2025
Silvia Cezar Miskulin, historiadora y profesora brasileña.
Silvia Cezar Miskulin, historiadora y profesora brasileña.

Conocí a Silvia Cezar Miskulin en el año 2023. Ambas habíamos sido invitadas por un amigo común, el poeta y ensayista Jesús Barquet, a la presentación de un libro de este, que tuvo como escenario una librería en São Paulo. En la espera, Barquet me comentó que quería que conociera a Silvia porque ella había investigado y publicado sobre uno de los segmentos más difíciles y censurados de la historia de la cultura cubana postrevolucionaria. Se refería Barquet a la posición de los intelectuales cubanos en relación con la política cultural de la isla entre 1961 y 1975, además de su estudio sobre Lunes de Revolución y otros temas candentes de la época.

Para esas fechas, yo estaba inmersa en la investigación para mi segundo libro sobre Sara Gómez y aquellos temas podían ser cruciales para mi trabajo. Conectamos de inmediato. Comenzamos a intercambiar textos de interés común. Nos visitó una tarde en el apartamento en que vivíamos entonces en Moema y tuvimos una charla larga que, en lo personal, fue un verdadero aprendizaje para mí. Entre tazas de café y bolo de chocolate, me entregó como regalo sus dos libros Os intelectuais cubanos e a política cultural da Revolução 1961-1975 y Cultura ilhada. Imprensa e Revolução Cubana (1959-1961). Esos textos fueron fundamentales para mi trabajo de investigación sobre Sara Gómez.

Silvia Cezar Miskulin es, hoy por hoy, una de las investigadoras brasileñas que más ha aportado a los estudios de la cultura cubana en el período comprendido entre 1959 y 1975. Este es un segmento de la historia, en general, muy poco estudiado por la crítica insular. Cezar Miskulin ha publicado también una serie de ensayos acerca del llamado “caso Padilla” y la repercusión de este hecho en la prensa mexicana, especialmente, en las revistas Vueltas y Plural publicaciones dirigidas por Octavio Paz. Igualmente, sus indagaciones sobre el controvertido narrador cubano Reinaldo Arenas y otros textos sobre el devenir de la cultura insular han aparecido en importantes publicaciones académicas brasileñas y en México.

Si algo caracteriza la labor de esta investigadora parte de asumir la cultura como un proceso. Allí evidencia su sólida formación como historiadora. No es posible, pues, establecer rígidas separaciones entre historia y cultura. Ese es el eje sobre el cual la autora ha llevado a cabo su trabajo. Entonces, en su estudio acerca de Lunes de Revolución no lo interpreta como un hecho aislado ni separado de los acontecimientos históricos. Tuvo en cuenta, por el contrario, los antecedentes de de publicaciones literarias previas a 1959 como Orígenes y Ciclón, sin dejar de mencionar otras revistas anteriores a la década de los cincuenta. Esto es importante, porque los hechos culturales, donde quiera se estudien, no pueden verse al margen de su contexto. El hecho cultural responde a una tradición de la ruptura, como afirmaba Octavio Paz, tanto como a una ruptura de la tradición. Esto es algo poco trabajado por la crítica e investigación literarias en la isla, donde en ocasiones se suele estudiar el objeto cultural sin sus nexos con el pasado y las rupturas en relación con el mismo.

Considero que Cezar Miskulin responde no solo a su formación como historiadora y a sus estudios de las más diversas fuentes, sino también a su rigurosidad investigativa. Sus lecturas de teóricos como Edward Said, Marc Bloch uno de los fundadores de la microhistoria, Pierre Bourdeau, Emilio Bejel, Michel Foucault, Charles Moore, Carmelo Mesa-Lago, Manuel Moreno Fraginals, María Ligia Coelho Prado, Alan West, entre muchos otros, es expresión de su visión plural de la historia y la cultura.

Cezar Miskulin: Lunes de Revolución y su contexto cultural

Cubierta del libro "La cultura aislada. Prensa y Revolución cubana (1959-1961)", de Silvia Cezar Miskulin.
Cubierta del libro "La cultura aislada. Prensa y Revolución cubana (1959-1961)", de Silvia Cezar Miskulin.

Su primer libro, La cultura ilhada. Imprensa e revolução cubana (1959-1961)1 va más allá del semanario cultural para penetrar con visión crítica un segmento difícil de la historia de los procesos culturales de la isla. La autora indagó a profundidad en la historia del siglo XX cubano. El resultado de su trabajo ha sido valorado por Maria Ligia Coelho Prado, relevante académica e intelectual brasileña, en su “Prefacio” al texto de Cezar Miskulin:

La historia de Lunes que Silvia presenta en este libro se destaca por innumerables cualidades. La autora trata las fuentes con rigor y muestra un sólido conocimiento de las personalidades que estuvieron envueltas en los acontecimientos que se estudian en su tema. El dominio de la bibliografía le permite entender mucho más ampliamente las polémicas del periodo. La familiaridad con que enfrenta su relación con los intelectuales cubanos del periodo se debe también a sus viajes realizados a la isla y al contacto directo con algunos de esos hombres y mujeres. Sabiendo que se trataba de un tema espinoso, lleno de trampas, en que la cultura no puede verse desvinculada de los acontecimientos políticos, Silvia, pues, muestra su equilibrio y lucidez al enfrentarlos. Haciendo la crítica —a mi modo de ver, de forma consistente— de la política represora del gobierno revolucionario y sin dejar de mostrar la actuación de los propios intelectuales cubanos que apoyaron y dieron legitimidad a la acción oficial del gobierno. Por otro lado, no olvida el significado histórico del movimiento revolucionario, refiriéndose a sus aspectos positivos.2

Al analizar los primeros momentos de la llegada al poder de Fidel Castro, la investigadora señala, con razón, que no fue solo un hecho liderado por el Movimiento 26 de Julio, sino también por otras organizaciones entre las que se destacó el Directorio Revolucionario. Esto era una muestra de cómo en aquellos momentos había un espectro ideológico diverso. En tal sentido, la investigadora se ha apoyado en interpretaciones diferentes del hecho histórico, como las de Julio Le Riverand, Carlos Rafael Rodríguez o Carlos Garófalo, así como otras visiones no menos importantes entre las que destaca la figura de Gérard Pierre-Charles entre otros. Las conclusiones de Cezar Miskulin son de una objetividad extraordinaria porque ponen de manifiesto lo que ha sido hasta hoy el hecho, supuestamente revolucionario, que comenzó en 1959:

La Revolución trajo para Cuba conquistas sociales, pero no creó mecanismos de participación democrática, ya fuera en el ámbito político, económico o cultural. La extrema centralización de las decisiones hizo que surgiese un grupo de dirigentes burócratas que se enraizó en la dirección política de la revolución y ha acumulado beneficios y privilegios, distanciándose en la práctica, de una revolución igualitaria y democrática que beneficiase a la mayoría de la población.3

Otro de los aspectos analizados por Cezar Miskulin en este libro, además de la polémica entre los origenistas y los que publicaron en Ciclón, es cómo esos lastres se mantienen vivos años después. La posición extremista de autores como Antón Arrufat y Heberto Padilla, por una parte, y de José Álvarez Baragaño, por otra, al exigir este como una única vía de creación un arte militante y revolucionario, así lo demostraban. Habría que destacar la posición respetuosa que tuvo Virgilio Piñera en relación con Lezama Lima, el intelectual que dirigió el grupo Orígenes. A pesara pesar de que Piñera había sido atacado por Cintio Vitier, figura relevante de Orígenes, después de una lectura del primero de ese estremecedor poema que es La isla en peso. Fue la labor de Piñera, como afirma la autora, la que hizo posible que Lezama Lima publicara en Lunes.

La autora cierra este capítulo con el epígrafe titulado “O novo papel do intelectual” (El nuevo papel del intelectual). Cezar Miskulin analizó las diferentes posturas ideológicas que suscitó la visita a Cuba de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, su esposa. La visita estuvo organizada por Carlos Franqui, quien dirigía el periódico Revolución. La estancia de los intelectuales franceses generó encontradas opiniones entre los medios políticos e intelectuales. Esas opiniones fueron más fuertes a partir del debate acerca de cuál debía ser el papel del intelectual revolucionario en la sociedad. La autora presenta el problema de la intelectualidad y el movimiento revolucionario desde sus lecturas del pensador postcolonial Edward Said, donde señala que:

No hubo ninguna revolución importante en la historia moderna sin intelectuales, que ocuparan una posición pública y específica en la sociedad contemporánea. El papel público del intelectual moderno fue relacionado por Said con el ejemplo de Sartre, que era, en su visión, un intelectual comprometido, que se opuso a la guerra en Vietnam y se pronunció contra la guerra en Argel. Estas posiciones no lo descalificaban como intelectual; por el contrario, daban textura y tensión a su pensamiento y obra.4

Por tanto, las posturas al respecto no tenían que ser homogéneas, dogmáticas, la diversidad de creencias políticas e ideológicas significaban riqueza de polémicas y criterios. Y la función del intelectual debía verse desde la complejidad ideológica del momento, sin encasillamientos de ningún tipo. Pero el dogmatismo que ya estaba presente en la política cultural de Cuba impidió esto. A ese hecho se refiere Cezar Miskulin.

El cierre de Lunes se analiza desde las causas políticas que lo condicionaron. Después de Palabras a los intelectuales, el discurso de Castro, que fue uno de los puntos iniciales del mal llamado “quinquenio gris”, la suerte del suplemento cultural del periódico Revolución y de su espacio televisivo estaba decidida. La creación de la UNEAC y de sus órganos de difusión como La Gaceta de Cuba yla revista Unión sustituyeron a Lunes. Cezar Miskulin deja claramente expuestas las causas y repercusión del cierre de estos textos para la cultura cubana:

El cierre de Lunes significó un control de la producción y expresión artística en Cuba, un acto de censura del gobierno, dirigido a dispersar el grupo de escritores que se reunía alrededor del suplemento con gran autonomía en relación con la línea editorial, además de dirigir también el programa televisivo Lunes en TV y las Ediciones R. Todas las actividades desarrolladas por los colaboradores más frecuentes permitieron que ese grupo tuviese un gran peso en la implementación de un proyecto cultural completamente independiente del gobierno. Los intelectuales que participaron en Lunes estaban a favor de la Revolución, pero propugnaban una política cultural ecléctica, sin dogmatismos, con proyecciones internacionales, y el gobierno no permitió que un grupo con tales características continuara teniendo repercusión e influencia en la vida cultural de la isla.5

Un estudio desde estas perspectivas, hasta donde conozco, no se ha realizado sistemáticamente en Cuba. Por eso, un libro como este es imprescindible para una compresión de este periodo de la historia cultural de la isla. Silvia Cezar Miskulin puso de manifiesto no solo su profesionalismo, sino también su humanismo y cultura para abordar estos problemas.

Cezar Miskulin: los intelectuales cubanos y la política cultural de la Revolución

Cubierta del libro "Los intelectuales cubanos y la política cultural de la Revolución (1961-1975)", de Silvia Cezar Miskulin.
Cubierta del libro "Los intelectuales cubanos y la política cultural de la Revolución (1961-1975)", de Silvia Cezar Miskulin.

Tiempo después publicó Os intelectuais cubanos e a política cultural da Revolução (1961-1975),6 donde estudió temas como la revolución y el espacio de la cultura; las ediciones El Puente y el suplemento cultural El Caimán Barbudo. Los ataques de El Caimán Barbudo a los jóvenes escritores de El Puente, así como la irónica suerte de aquellos, que poco después fueron también censurados por publicar textos incómodos de Heberto Padilla; lo que dio lugar al surgimiento de una nueva época de este tabloide dirigido al público juvenil. Hubiese sido imposible para la autora llevar a cabo estas indagaciones sin contextualizarlas en los difíciles momentos de la historia política y cultural internacionales y la problemática del Tercer Mundo.

El llamado “caso Padilla”, el proceso llevado a cabo contra el poeta Heberto Padilla y un grupo de intelectuales y artistas, es otro de los temas tratados. Este proceso se considera, por su repercusión en el devenir de la cultura y la política cubana, como el error más grave cometido por Fidel Castro en su historia dictatorial. Las diversas políticas oficiales del gobierno y la represión abierta a los intelectuales y artistas en Cuba son analizadas con su oficio como investigadora que parte de un profundo conocimiento de los hechos.

Este libro es continuidad del estudio realizado anteriormente acerca de Lunes de Revolución entre 1959-1961. Ahora la autora se adentra en el tiempo marcado por el totalitarismo y la represión a los intelectuales. Por esto, con razón, la académica Coelho Prado señala que: “Los problemas enfrentados por los intelectuales de El Puente y de El Caimán Barbudo eran muy parecidos a los del grupo que se creó, inmediatamente después de la victoria de la Revolución de 1959, el del importante suplemento literario Lunes del periódico Revolución”.7

Nada, pues, cambió, al contrario, todo se encaminó directamente hacia una mayor represión, especialmente, contra los homosexuales, los católicos, o cualquiera otra religión, entre otras muchas categorías creadas por el régimen. Para “reformarlos” y hacer de ellos “hombres nuevos” se crearon los campos de trabajo de Camagüey, las llamadas Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP). Estos campos tuvieron que cerrarse por las presiones internacionales, incluidas las de la izquierda.

La autora demuestra, a partir del estudio de las fuentes, visitas a la isla, entrevistas diversas, etc., que la realidad es que en Cuba, después de 1959, no ha habido una verdadera política cultural. Cezar Miskulin apunta con hondura cómo los problemas de la política cultural y sus dogmas ya estaban diseñados en la isla desde los años sesenta. Lo que ocurrió en estos años respondió a una ideología marcada por el dogma y los caprichos gubernamentales. Es la razón por la cual, como en el siglo XIX, buena parte de la cultura cubana se ha hecho desde el exilio, por una intelectualidad que se niega a perder sus raíces y su derecho a expresarse libremente. La autora de estos libros señala en sus “Consideraciones finales” de este libro:

Estaba cada vez más claro que, ya en los años sesenta, la política cultural oficial no iba a tolerar en Cuba las rebeldías juveniles, la diversidad de comportamientos y la libre orientación sexual, marca registrada por los movimientos estudiantiles en muchos países del mundo occidental. En ese sentido, la Revolución Cubana se colocó a contramano de esos movimientos contestarios. Esos nuevos comportamientos e ideales de la juventud en el mundo también estuvieron presentes en la isla, pues Cuba no estaba aislada del resto del mundo en los años sesenta, pero la política represora del gobierno prohibió y eliminó esos focos de resistencia crítica cultural, de prácticas libertarias relacionadas con la orientación sexual y de comportamientos innovadores de la juventud, entre ellos los de los escritores y artistas de las publicaciones analizadas.8

La obra de Silvia Cezar Miskulin no se conoce en la isla. Los medios de represión cultural en el poder no permitirán la publicación de estos libros ni de ninguno de sus importantes ensayos y artículos. No reconocerán la valía ni la dimensión del pensamiento culturológico y antropológico de la autora. Pero, a pesar de ello, Silvia Cezar Miskulin mantiene su pasión por Cuba y sus indagaciones sobre la cultura y la historia de la isla. Maria Ligia Coelho la califica como “una reconocida especialista de la historia contemporánea de Cuba”, como en efecto lo es. Ella ha escrito y publicado lo que desde la isla no es posible hacer y, de esta forma, ha llenado un vacío importantísimo de la historia de la cultura cubana. Los artistas e intelectuales cubanos, donde quiera que estemos, tendremos siempre que agradecer este trabajo hecho no solo desde la cultura, sino también desde el corazón. Gracias, pues, amiga Silvia Cezar Miskulin.

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1 La cultura aislada. Prensa y revolución cubana (1959-1961). Traducción de Eugênia García.

2 Maria Ligia Coelho Prado: “Prefacio”, a: La cultura aislada. Prensa y revolución cubana (1959-1961), p. 13. (La traducción es de O.G.)

3 Silvia Cesar Miskulin: Cultura ilhada. Imprensa e revolução cubana (19659-1961). Prefacio de Maria Ligia Coelho Prado. Xamã Ed. São Paolo, 2003, p. 37.

4 Ibídem., p.121.

5 Ibíd., p. 188.

6 El título en español es: Los intelectuales cubanos y la política cultural de la Revolución (1961-1975).

7 Maria Ligia Coelho Prado: “Prefacio” a: Silvia Cezar Miskulin: Los intelectuales cubanos y la política cultural de la Revolución. 1961-1975. Ed. Alameda, Sao Paolo, 2009, p.8.

8 Silvia Cezar Miskulin: ob. cit., p. 253.

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