Entrevista | Alicia y su wonderland
Entrevista a la artista cubana Alicia Rodríguez Alvisa a propósito de su exposición "A long hug" sucedida en Madrid de 2023.
La exposición de Alicia Rodríguez Alvisa ocurrió en junio y yo llevo con esta entrevista en mi máquina todo ese tiempo. No tengo justificación. Casi nunca dejo reposar una entrevista tanto tiempo porque termino perdiendo el espíritu de las palabras. Pude haber renunciado. Alicia a penas me conoce. No creo que me fuera a reclamar nada: ni mi silencio ni mi desgano ni mi poca profesionalidad, pero la grieta que abre la noticia de un suicidio (el tercero de mi generación) desencadena una secuencias de sucesos, y alguno de ellos te hacen inventariar lo que has dejado a medias y debes completar y lo que tienes que soltar para poder seguir adelante.
Pensar en la muerte me llevó a releer la novela de Lewis Carol, Alice in Wonderland porque la experiencia de esa niña en un mundo distópico por excelencia, siempre me ha parecido cualquier cosa menos maravillosa. Lo curioso es que enseguida supe que debía retomar esta entrevista. No porque ambas protagonistas fueran tocayas sino por cosas que me contó la artista y en las que no he podido dejar de pensar.
Las Alicias
No recordaba con exactitud todos los juegos con el cuerpo que había vivido Alice ni cuántas veces comió o bebió para poder entrar o salir de un jardín o de una sala de té o para huir de la amenaza de la reina roja.
Inmediatamente pensé en Alicia, la artista, porque muchas de mis angustias pasan por mi cuerpo y no las puedo distanciar de la percepción que han tenido otros, toda mi vida, sobre mis redondeces.
“Yo tenía el cuerpo típico criollo que en Cuba se veía bien, pero llamaba la atención de los hombres en la playa desde los 10 años. Me decían cosas. Y yo quería verme más pequeña. Quería reducirme, no tener caderas, no tener muslos. Siempre fue una relación enfermiza con mi cuerpo. Siempre quise achicarlo lo más posible para poder sentirme cómoda dentro de mí misma”, por eso Alicia, la artista, se dio “a long hug”, parecido al que necesitamos darnos algunas.
Para volver sobre la exposición de Alicia y no percibirla desde la superficialidad que algunos se empeñan en ver cuando se habla del cuerpo, de lo fitnees, o de amarse, tuve que caminar, junto a Alice, sin pasar de largo por la violencia que no logré ver cuando era una niña y todas las referencias a lo que debe ser bello o de lo que es correcto. A lo que Alicia, la artista, no ha estado ajena, con la diferencia de que ella ha tomado el camino de la sanación que no he tomado yo, y del que la niña convertida en personaje, no se habría ni imaginado posible.
“Desde más o menos los 15 o 16 años mostré mucho interés en el mundo del deporte y la nutrición”, dice Alicia. Aunque al tema de la nutrición llega por otros motivos, “específicamente, por lesiones y enfermedades que me llevaron a entender cuán importante era alimentarme bien”.
A partir de ahí y al escoger la creación como destino, como toda su familia, decidió que por esa vía podría explorarse.
“Crecí viendo mucho arte conceptual o político, y no es que el mío no lo sea, pero me costaba mucho trabajo conectar con lo que realmente quería hacer. Justo después de graduarme en la escuela de arte en el 2018, me certifiqué como entrenadora personal”, lo económico era un problema, “pero mi trabajo de autoreflexión sucedió gracias a mis clientes. No fue hasta que empecé a trabajar con otras mujeres que habían librado esas mismas batallas de desórdenes alimenticios hasta dañarse a sí mismas con el deporte —algo que puede ser algo tan saludable—, que realmente me llené de coraje y acepté lo que me estaba pasando a mí”, hace un recuento y es como si volviera sobre sus pasos para que entendamos que el body smorfia es hoy una epidemia. Lo padecen entre 5 a 7.5 millones de personas solo en Estados Unidos.
“Trabajar con otras mujeres me mostró que yo no estaba sola en el camino. Mucha gente puede que estén pasando por este tema del que hablo en mi obra, no sólo mujeres. Personas que no se gustan o se sienten inseguras no sólo con el físico, sino de muchas maneras o en muchos espacios. De algún modo todos estamos batallando con algo interno, con algo para lo que creemos que no somos suficientes, por así decirlo”.
Y empezó a aplicarse a sí misma las herramientas que fue ganando como coach.
“Fue un trabajo del día a día. Hice cosas tan simples como poner escritos en los espejos de mi casa, en la cocina, recordándome: ‘Soy suficiente’, ‘Lo que estás haciendo es suficiente’ o preguntándome: ‘¿Qué significa el éxito para ti?’ y por mucho tiempo la respuesta era algo material. Ahora ya no lo es. Empecé a tener momentos para mí. Meditar delante del espejo. Tocarme el cuerpo. De ahí sale la video instalación. De sentarme desnuda delante del espejo y tocar cada parte de mi cuerpo”.
Nada de lo relacionado con el cuerpo es algo que se supera y listo. Es algo con lo que se batalla todos los días.
“Desde el 2017 he estado ahondando en este tema más que en nada, hasta que mi propia mente creativa diga, ‘creo que hasta aquí’, pero no deja de ser coach porque “es algo que le ayuda a pagar las cuentas y la comida” y le permite seguir ayudando a otras mujeres a partir del trabajo autorreflexivo que ha hecho.
De Victorianas a Millenials
“¿Qué significa para mí la feminidad? es una pregunta que tengo mucho cuidado de responder porque no me gusta”, y para quien trabaja sobre la autopercepción pudiera parecer una respuesta evasiva.
“La feminidad para mí es un lado que está abierto, que tenemos todos: hombres, mujeres y quienes se reconocen como no binarios, pero que al final es decisión de uno mismo a dónde la quiere llevar y cómo la quiere definir”, pero de esa fluidez no pudo gozar Alice en la época que le tocó vivir.
Las sociedad victoriana exigía a las mujeres los estándares de comportamientos y belleza contra los que la protagonista, que dicen los estudiosos que es una representación de su época, se está rebelando con tantas imposturas.
Pero la Alicia de esta entrevista no anda muy distante de ese comportamiento. A la generación Millenials, le ha tocado vivir con la idea “de que todo tiene que estar limpio, la casa organizada, que tenemos que ser bellas”.
“Hay mujeres que alteran tanto su cuerpo que te llegas a creer que realmente tienen los muslos separados, la cintura pequeña, pero es la digitalización que ha creado esas herramientas y si no has estado trabajando en ti y te crees que eso es la realidad, puedes caer en un hueco muy profundo”, y se considera dichosa de pertenecer a una comunidad digital, Body Positivity Movement, que está ahí para recordar que la foto de Instagram solo representa “la mejor pose”, “el mejor momento”, “el 5% de nuestras vidas”.
In Wonderland
“Mi camino no siempre fue el arte. Por muchos años estuve negándomelo porque desde muy temprana edad tuve la idea de tener una estabilidad económica y el arte no la da. Estuve años luchando contra convertirme en artista”, y desde que se mudó a los Estados Unidos cuando tenía 18 años vio que si la situación de los artistas en Cuba era difícil, allí lo era más.
“Finalmente terminé graduándome de una carrera de Bellas Artes, en una universidad americana que me permitió enfocarme en la fotografía, el video y el performance”, donde la soledad es un tópico importante.
“Fue bastante difícil empezar una vida de cero, sin mis padres, sin mi familia y a tan temprana edad”. Alicia emigró a los 18 años completamente sola.
Los primeros trabajos que hizo tenían que ver con temas de identidad, con género y discriminaciones en “cómo me veían los americanos a través de su lente: ‘mujer, latina, inmigrante’, y me di cuenta de lo poco que sabía del mundo real, que en Cuba vivimos en una burbuja” que incluye pensar que en Cuba no hay racismo.
En Estados Unidos se le abrieron tantas preguntas como caminos: “¿Quién soy? ¿Cómo soy vista? ¿Cómo me ven los demás? Y a veces me pasa que cuando me estoy editando ya ni siquiera me parece que soy yo la que está ahí en la imagen. La fotografía se ha convertido en una manera de entenderme a mí misma desde afuera”.
Una Alicia cuida de la otra Alicia. Una Alicia se toca y otras Alicias se acarician, y todas aunque parezcan la misma persona representan el wonderland que decidió la artista recorrer a través de su cuerpo.
Alicia como Alice emprendieron un viaje que parecía de privilegios pero ambas han caminado por el filo de la navaja con que a veces se representa la vida cuando se vive de espejismo, cuando se confunde la imagen que proyecta el espejo o la digitalidad con la realidad.
María Matienzo
La Habana (1979). Escritora. Ha colaborado como periodista en medios y revistas como Cubaliteraria, Havana Times, Diario de Cuba, El Tiempo en Colombia, Hypermedia Magazine, Programa Cuba y Connectas. Sus reportajes han sido publicados en una compilación de ediciones Samarcanda, España, bajo el título Apocalipsis La Habana (americans are coming). En el 2020 publicó la novela Elizabeth aún juega a las muñecas (Editorial Hurón Azul) y el libro Orquesta Hermanos Castro: la escuelita, sobre la historia musical olvidada (Unos & Otros Ediciones ). Fue reconocida por la Fundación Internacional para las Mujeres en los Medios (IWMF) como Women Journo Heroes. Sus reportes sobre la vida cotidiana de las cubanas y los cubanos se pueden encontrar en el diario CubanetNews.
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