Fin del régimen comunista en Nepal: la juventud derriba a Sharma Oli
Lo que comenzó como rechazo a la censura digital en Nepal, se transformó en un movimiento contra la corrupción y el autoritarismo del sistema comunista.

Nepal vive uno de los momentos más convulsos de su historia. Tras una semana de protestas masivas encabezadas por jóvenes que han dejado un saldo de 19 muertos y varios edificios emblemáticos reducidos a cenizas, el primer ministro KP Sharma Oli renunció el 9 de septiembre de 2025 bajo una presión social y política sin precedentes.
Censura digital, corrupción y autoritarismo
El detonante de la crisis fue el 4 de septiembre, cuando el gobierno anunció el bloqueo de 26 plataformas de redes sociales, entre ellas Facebook, X (antes Twitter), YouTube, Instagram y WhatsApp. La medida se presentó como una estrategia para combatir la desinformación, pero para la juventud nepalí se trataba de un acto de censura inaceptable.
Al día siguiente, el 5 de septiembre, miles de jóvenes de la llamada Generación Z se volcaron a las calles de Katmandú y otras ciudades. Lo que comenzó como un rechazo a la censura digital se transformó en un movimiento que exigía el fin de la corrupción, las restricciones y el autoritarismo de un sistema comunista que, tras la abolición de la monarquía en 2008, impuso mecanismos represivos de control político en el país.
Durante las protestas, los manifestantes incendiaron el Parlamento y la Corte Suprema, así como residencias de dirigentes de la élite comunista y la propia casa de Oli. En medio de los disturbios murió la ex primera dama Rajyalaxmi Chitrakar, atrapada en su vivienda, según la agencia internacional de noticias Reuters.

El 9 de septiembre de 2025, Oli presentó su renuncia, alegando que Nepal atravesaba un “quiebre extraordinario” que debía resolverse dentro del marco constitucional. Con su salida, parece cerrarse un ciclo de dominio comunista que, desde el fin de la monarquía en 2008, marcó la vida política del país, con censura, luchas internas y una creciente desafección social.
Sin embargo, un día antes de su dimisión, Oli había responsabilizado a supuestos infiltrados por el desenlace de las protestas: “La infiltración en la protesta provocó incidentes de vandalismo e incendios en las oficinas de nuestras instituciones constitucionales y, al intentar proteger las estructuras de dichas instituciones, se produjo una situación desagradable en la que se perdieron vidas humanas”, dijo, al tiempo que imponía un toque de queda y cuestionaba a los manifestantes por “su falta de información” y “cierta ambigüedad en el pensamiento”, desacreditándolos como confundidos y manipulados por “fuerzas oscuras”.
Estas declaraciones condujeron a la intensificación del malestar y una represión en la que se emplearon armas letales, con 19 muertos y más de 300 heridos reportados hasta el momento. La Corte Suprema, la residencia oficial del presidente y la sede del principal periódico del país, Kathmandu Post, fueron reducidas a cenizas.
El martes en la noche, tras la renuncia de Oli y luego de que el parlamento nepalí ardiera en llamas, el jefe del Estado Mayor, Ashok Raj Sigdel, leyó un comunicado en la televisión nacional anunciando el despliegue de efectivos y llamando a los líderes de la revuelta a negociar. El ejército tomó el control de la capital y decretó un toque de queda, lo que hace temer que en lugar de un retorno a la democracia se forme una junta militar para gobernar el país.
Un pueblo agobiado y sin salida

Nepal es uno de los países más pobres de Asia. Con un desempleo del 12,6% ―según cifras oficiales―, la población sobrevive en gran medida gracias a las remesas. Mientras el nepotismo y la corrupción de la casta gobernante han sido motivos frecuentes de escándalo durante los últimos años, se estima que más de mil jóvenes emigran cada día buscando opciones de trabajo, y solo en 2024 la cantidad de emigrantes ascendió a más de 741.000.
El bloqueo de las redes sociales el pasado 4 de septiembre fue, más que la causa de las protestas, el hecho que colmó la paciencia de un pueblo agobiado y sin salida.
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