Algo raro en «Flores Raras»

| Observatorio | 30/08/2017
dos mujeres se abrazan
Fotograma del filme "Flores Raras", con la actuación de Miranda Otto y Gloria Pires.

Algunos meses atrás el programa televisivo “Cine de Nuestra América” proyectó la película Flores Raras. Basada en la novela Flores Raras e Banalíssimas de la autora Carmem Lucia de Oliveira, el filme narra la historia de amor entre la arquitecta carioca Carlota de Macedo Soares, y la poeta estadunidense Elizabeth Bishop. Casualmente, una semana antes de ese miércoles, yo había podido ver la película, pues la había copiado del paquete. El filme estaba doblado al español, no obstante lo disfruté, sobre todo porque la actriz brasileña Gloria Pires se luce encarnando a Lota. Sin cambiar aspectos de su físico, a base de pura técnica y experiencia, y ayudada por el vestuario propio del personaje, Gloria se transformó en otra mujer. Después de haberme acostumbrado a verla haciendo de mala o de buena, fue asombroso comprobar la manera en que asumió ser Lota, lográndolo de un modo tan natural, que hace olvidar que la has visto antes en diez o quince telenovelas.

Yo quería disfrutar del filme en la lengua original en la que fue realizado. Así que me senté en una cómoda silla artesanal, reconstruida a partir de tiras de plástico de embalaje (de veras es cómoda), me serví un vaso con helado de coco y abrí bien los oídos pues quería saber cómo, en los diferentes diálogos  de Flores Raras, se había tratado la mezcla de portugués e inglés.

Todo iba bien, hasta que noté que, deliberadamente, las escenas en que Lota y Elizabeth se besaban o acariciaban habían sido cortadas. Sí, cortadas. De un plano a otro la película saltaba interrumpiendo su ritmo propio, llegando a omitir incluso una de las escenas más importantes en la cual la flemática Elizabeth, luego de años de relación y tras haber celebrado por su premio Pullitzer, por primera vez le dice a Lota mientras esta duerme: «Te quiero». Imagino que en inglés le haya dicho I love you, o a lo mejor le dijo Eu te amo. El idioma en que se expresó ya no interesa, sé que si busco puedo encontrar en el paquete esa y otras películas sin doblaje al español.

Lo que importa es que los televidentes adultos de Cuba estamos siendo tratados como niños. «Recentinos», como decía una de mis abuelas para referirse a los recién nacidos. O como televidentes sosos e ingenuos, que se alarmarían si ven a dos actrices juntando sus labios y tocándose un muslo. Sí, porque de eso no pasa Flores Raras. En la obra original no hay sexo explícito, ni falta que hace. Ese no es el leitmotiv de la película. Pero si Lota y Elizabeth eran más que amigas, es natural que los autores del filme recrearan su relación física, al menos, sutilmente. Que las omisiones de esa relación son una falta de respeto al televidente, está claro. Y no es la primera vez que sucede. Más que evidente es la intromisión en una obra de arte: la televisión cubana se da el derecho de corregir una película. La televisión cubana censura.

Y si censura la sexualidad diferente, ¿qué podemos esperar del pensamiento que también lo sea? Hay muchos guardianes velando por la moral del televidente. En Cuba, el discurso oficial sobre la aceptación de la diversidad sexual demuestra incoherencia y debilidad. Es imposible pretender que en la cotidianidad lo diferente sea aceptado con respeto cuando en el arte (terreno por excelencia de lo diverso, lo oculto y lo libre), se veta lo que escapa a los moldes de la moral burguesa. Sí, burguesa, mamá, papá y nené. No solo los homosexuales, cualquier cambio en ese esquema de tres altera un poco a nuestra sociedad, sin embargo, no creo que se llegue a censurar una película sobre una mujer que decida que la maternidad es un fastidio o por el contrario, un filme sobre una madre soltera que considere que el fastidio es estar casada. A eso no llega el Opus Dei televisivo. Creo.

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