Cuando en la tierra no hay respuestas
“Desarropados y desprotegidos, el solo acto de proclamar una disidencia ciudadana es ya una acción de protesta considerable.”
I
El ejercicio correcto del ayuno depende de la fidelidad y el corazón de la persona, de su disposición para cumplir con este precepto. Claro que también se ve involucrada la salud de quien lo va a realizar, por lo que no todos están habilitados para hacerlo. […] Me une a esas personas una misma Fe y el afán por encontrar el verdadero rostro del Señor. Muchas veces nos fortalece el testimonio de aquellos a quienes Dios concedió sus peticiones.
(Rosario, Iglesia Evangélica Pentecostal Asamblea de Dios, Matanzas)
Probablemente los cultos de avivamiento de las iglesias evangélicas resulten la característica más notoria desde el punto de vista litúrgico, pero ya en mi casa rezaba desde niña una arenga de mi madre ―heredera de mi abuela pentecostal― para cuando no quería desayunar, que hacía referencia a otra de las prácticas comunes en estas comunidades eclesiales: “Hija, ya vas para la escuela como quien está en ayuno y oración”.
El ayuno y la oración, a propósito de los cuales se congregan cristianos una o varias veces en semana durante las primeras horas del día, antes de cualquier faena, es un momento esencial para muchos feligreses, aunque sin devenir un pilar de cumplimiento obligatorio o muy estricto como el Yom Kipur judío y las abstenciones propias del Ramadán para los musulmanes.
En Latinoamérica y Cuba, existe una apropiación particular del cristianismo, además de las características que se han asumido de sus esquemas culturalmente hegemónicos y monocéntricos. Cada iglesia la tiene, y cada situación socio-económica y socio-política la establece para una comunidad. El número de veces que debe practicarse el ayuno en la semana, los acontecimientos que impulsan a las abstenciones y la oración, incluso a quiénes corresponde dentro de un hogar “piadoso” realizarlo ―hombre o mujer, niños o niñas, mujeres embarazadas o no, personas en “pecado”―, dependen del contexto y la denominación.
Sin embargo, es de destacar, que más allá de las causas que estructuralmente determinan la naturaleza de la producción de bienes espirituales y salvación, no debe obviarse que el ayuno se manifiesta predominantemente como un acto de alienación y enajenación de la persona ante un escenario que le es adverso, sin dejar de ser una manifestación de rechazo.
“El ayuno se manifiesta predominantemente como un acto de alienación y enajenación de la persona ante un escenario que le es adverso, sin dejar de ser una manifestación de rechazo.”
Dentro de la amplia variedad de representaciones de Dios, de lo divino o lo sagrado ―pues no todas las religiones son teocéntricas―, el ayuno y las plegarias constituyen costumbres reiteradas. Existe una riqueza simbólica determinada por múltiples mediaciones culturales y contextuales a la hora de concebirlos, de otorgarles sentidos y de presentar sus fundamentos religiosos a la que Cuba no escapa.
Durante el ayuno, las personas se limitan de ingerir alimentos que le son indispensables para sostener el cuerpo con vida; renunciando a carbohidratos y proteínas básicas se proponen una comunión especial con sus dioses. Igualmente, puede realizarse en jornadas durante las cuales se producen otras abstenciones: de fumar, bañarse, tener relaciones sexuales o masturbarse, por ejemplo.
Se implora a Dios por la paz, el bien y la salud familiar, la integridad de la nación, o la reunificación con aquellos retenidos en la diáspora, o quién sabe con certeza, pues sus especificidades dependen de la conciencia y la realidad de los individuos, de cómo les corresponde llevar esta ciudadanía humana, de sus condiciones inmediatas de vida y cómo se proyecte en su subconsciente esa eternidad de la que tantos libros sagrados hablan.
Resulta interesante el carácter popular de dicha práctica al interior de estas religiones, lo mismo en su historia que en el presente. El libro de Levítico (16: 29-31, Reina Valera), en el pentateuco, presenta al ayuno como uno de los estatutos más solemnes para el pueblo judío, y por tanto para los cristianos. En igual medida, durante invasiones, destrucciones y exilios, sería uno de los reglamentos más redefinidos.
II
En la iglesia tenemos un día de la semana para ayuno de mujeres, y otro que es congregacional. Generalmente asisten más mujeres por ser días laborales, y siempre está la opción de ayunar en casa, por diferentes necesidades.
(Rosario, Iglesia Evangélica Pentecostal Asamblea de Dios, Matanzas)
En circunstancias de crisis el trabajo de la mujer es reclamado de una forma particular, y su apropiación, por las relaciones productivas que mediatizan la sociedad, le confiere más responsabilidades de las que comúnmente desempeñan. La “salvaguarda espiritual” del hogar es una tarea adjunta de quien debe garantizar la fortaleza emocional y afectiva de todos.
No es para ignorar, como dato, que las mujeres aparezcan convocadas de un modo distintivo a actividades como el ayuno y todo lo que ello implica. Tampoco el hecho de que esto se asocia a la imagen de universalidad que sobre lo masculino se ha construido, y que la iglesia ha contribuido a sostener.
“Muchas mujeres no reconocen las labores reproductivas que desempeñan como una extensión del ciclo económico en que se sostienen sus casas.”
Muchas mujeres no reconocen las labores reproductivas que desempeñan como una extensión del ciclo económico en que se sostienen sus casas. Incluso se invisibiliza la forma en que garantizan la integridad física y mental del resto de los miembros de la familia a expensas de la suya. En Cuba, según la Encuesta sobre Igualdad de Género realizada en el 2016, la cual requiere ser actualizada, el trabajo doméstico presentó un por ciento mucho mayor de feminidad en comparación con el masculino: 27.7% y 0.9%, respectivamente.
La Biblia es un gran relato de resistencia, y en ese proceso, resulta curioso cómo muchas de estas imágenes adquieren apariencia femenina. Cuando la figura principal de la lucha judía contra la romanización entrega su último aliento, se revela un rostro nuevo de Dios sobre el que las teólogas feministas reclaman atención. Se habla de este en términos de Creación, como si se tratara de la madre tierra que sufre la muerte de su hijo amado: “la tierra tembló y las rocas se partieron” (Mt: 27: 51).
En otros fragmentos se representa otro concepto abstracto de resistencia, en el sentido de un gemido de la Creación, como si se tratara de un “dolor de parto” (Rom 8: 18-30). Sin dudas, detrás de cada enfrentamiento a los conflictos sociales, sin importar que alguien pertenezca a un credo o no, las mujeres tienen un peso esencial.
III
En estos momentos estamos por comenzar un ayuno congregacional que se extenderá por 21 días, durante los cuáles estaremos rogando por nuestra nación, para ver el favor de Dios en Cuba. Podemos estar confiados en que Dios escucha el clamor de sus hijos.
(Rosario, Iglesia Evangélica Pentecostal Asamblea de Dios, Matanzas)
Es llamativo el modo en que una religión como el cristianismo otorga un valor singular tanto a la renuncia de los alimentos como a la comunión simbolizada en la mesa, según la ocasión. El ayuno de Jesús en el monte durante 40 días1 y su enfrentamiento a las insinuaciones de “Satán”, previo a la proclamación del carácter popular de su movimiento ―de acuerdo con la secuencia del evangelio de Mateo―, es un fragmento representativo.
Jesús se rehúsa a caer en las tentaciones del Diablo por el solo interés de saciar sus necesidades inmediatas. Pero este es un texto de extrema profundidad, que invoca las alianzas que erradamente podemos llegar a hacer con el poder, preponderando solo el fin. En igual medida, la piedra-el pan, simboliza esas estructuras de poder que hoy aparecen cosificadas y reificadas con total impunidad para proponerse como únicos medios de salvación o únicas alternativas de progreso. La noción de consumo por ejemplo ―la propuesta de hacer pan la roca, o de poseer todos los reinos―, es un marcador indispensable de bienestar, pero no se observa cómo en nombre del mismo se perpetúa la desigualdad.
Según el paradigma de la liberación, de la teología que se abre camino en Latinoamérica a partir de los sesenta a la par de los movimientos sociales, el cristianismo deja de ser opio del pueblo para convertirse en fuerza de liberación por medio de la praxis del seguimiento de Jesús en determinados círculos socio-eclesiales. Sin embargo, la teología de la liberación, tendrá que enfrentar también lo que permanece de un cristianismo culturalmente monocéntrico y la retórica fundamentalista que los nuevos movimientos evangélicos van a extender con bríos entre finales del siglo XX y lo que va de esta centuria.
La religiosidad irreflexiva que busca desbocadamente la salvación fuera de los perímetros terrenales posee, en los actuales momentos de crisis, un carácter hegemónico, aun cuando esto resta valor al lugar que ocupan las iglesias como generadores de otras comunidades y espacios de socialización para los sectores más populares: personas empobrecidas, discriminadas y racializadas fundamentalmente.
Sin pertenecer a un credo definido, el deseo de trascender la condición existencial por algún medio o vía es propio también de estos tiempos. Así lo haga el intelectual en su razón o el ser de fe en su religión, como efecto de diferentes mediaciones se origina un afán de disentir de alguna ciudadanía corporal, nacional, cultural, social, aunque como recurso no siempre sea eficiente.
Quizás no existen formas eficientes para canalizar la rabia y transformarla en una fuerza arrolladora. Quizás es un momento de la historia, de esa historia que marcha en espiral y no precisamente en esa linealidad que muchas veces se le adjudica en los discursos políticos, pero que impacta significativamente las emociones humanas. O quizás el acto de reflexionar en clave crítica contiene la esencia misma de una praxis emancipadora y eso sea lo que resta valor a lo que puedan aportar muchas comunidades de fe de este tipo: el no poder impregnar su fe en actos esperanzadores y devenir espacios que canalizan en su lugar solo la alienación.
“La religiosidad irreflexiva que busca desbocadamente la salvación fuera de los perímetros terrenales [...] resta valor al lugar que ocupan las iglesias como generadores de otras comunidades y espacios de socialización para los sectores más populares.”
Cuando en la tierra no hay respuestas, no es siempre un clamor pesimista para los feligreses. Algunas personas no logran constituir las redes adecuadas de blindaje, resiliencia y enfrentamiento a los problemas sociales. Desarropados y desprotegidos, el solo acto de proclamar una disidencia ciudadana es ya una acción de protesta considerable. Aunque no deja de corroborar la vieja premisa marxista del sollozo de la criatura oprimida, de la religión como opio, y entre tanto, crea una frontera con otros ciudadanos por no estar impregnados de la misma espiritualidad.
En un primer momento, el proceso de transformación de las condiciones que reproducen la enajenación es el reconocimiento de la necesidad de constituir en el aquí y ahora, el sentido de hacer comunidad; comprender que la dignidad de cada ser humano se extiende en la dermis del otro sin importar su identidad o linaje; de actuar según los principios de esa noción tan importante que es para los cristianos la perikhoresis, por la cual las tres partes de la Trinidad se contienen y empalman, y que a la vez se ofrece como un modelo de acción. La liberación, como acto, debe mantener en todo momento esa transustanciabilidad entre las necesidades diversas de un sujeto colectivo y, en consecuencia, crear y poblar otros mundos no cielos.
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1 Un dato simbólico para la tradición popular judeo-cristiana, pues 40 es la cifra que el texto bíblico aporta respecto a los años que Moisés y los rebeldes judíos pasaron en el desierto tras el éxodo.
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