Feminismos en Cuba: un campo de disputas

21/03/2023
activistas cubanas promueven la firma de una Ley Integral contra la violencia de género
Activistas cubanas promueven la firma de una Ley Integral contra la violencia de género.

La experta en género y feminista antirracista Yarlenis M. Malfrán responde preguntas claves sobre su concepción de qué es ser feminista, la historia y presencia en Cuba de un movimiento feminista cubano, y los estigmas y estereotipos que en nuestra sociedad se tienen que enfrentar.

¿Se puede hablar de la existencia de un feminismo en Cuba? ¿Cuáles han sido algunos de sus principales hitos y tropiezos?

Si se piensa en un contexto geopolítico, del sur global, como un territorio en el que han circulado ideas y prácticas feministas, sí creo que pueda hablarse de un feminismo cubano. Alguno de sus hitos hacen referencia al pronunciamiento de Ana Betancourt en la Asamblea constituyente de 1869, la publicación de Minerva, una revista protagonizada por mujeres negras en la que se destacaron figuras como María Angela Storini, una persona ex-esclavizada cubana, entre otros que no cabrían aquí y que dependerían de quién cuenta esa historia del feminismo en Cuba y desde dónde la cuenta.

Por ejemplo, algunos de esos hitos aparecen documentados en una de las últimas publicaciones feministas cubanas, me refiero al libro de Teresa Díaz Canals Mujer, saber, Feminismo lanzado en 2018 por la Editorial de Ciencias Sociales de La Habana. Tengo mis críticas sobre este libro particularmente habano-centrado y, con ciertos ecos de eurocentrismo, pero considero que ilustra algunos de esos hitos y tropiezos, por lo que recomiendo su lectura. Si otra persona, intelectual, activista decidiera contar esa historia del feminismo en Cuba, tal vez fuesen otros los hitos y otras las figuras a resaltar.

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Portada del libro «Mujer-saber-feminismo» junto a su autora, Teresa Díaz Canal. En la imagen la acompaña la historiadora Irina Pacheco. Collage: Alas Tensas

El feminismo cubano, como todos, se nutre de diferentes vertientes, corrientes, posicionamientos, perspectivas y podría, en alguna medida, ser situado dentro de un espectro más amplio como son los feminismos latinoamericanos. La visibilidad de las contribuciones feministas cubanas también depende, obviamente, del lugar que ocupa la isla en las geopolíticas que imponen qué saberes circulan. 

Existe un viejo debate sobre la presencia de un movimiento feminista cubano ¿cuál es su criterio?

Afirmar la existencia de un movimiento feminista cubano va a depender de lo que entendemos por este y dónde seamos capaces de verlo. Me parece que, muchas veces operamos con los referentes de movimientos sociales de Occidente e inclusive de otras regiones de América Latina y, siendo así, eso condiciona que podamos identificar o no un movimiento feminista.

Particularmente me gusta la definición de Sonia Álvarez (2014) del movimiento feminista como un campo discursivo de acción, que contempla la existencia del feminismo circulando de muchas formas y en varias tramas del tejido social, no apenas en un único formato.

Si, además de eso tenemos en cuenta que Cuba es también su diáspora, sí creo en la existencia de un movimiento feminista en esta perspectiva que propone Sonia Álvarez como campo discursivo que aglutina a varias personas, no necesariamente en el mismo espacio físico, no necesariamente concordando, pues se trata de una articulación colectiva y de un campo de disputa.

Por tanto ese movimiento feminista tanto va a disputar determinadas representaciones hegemónicas emanadas de posiciones centrales, como va a instaurar nuevos códigos culturales, etc. Mi criterio es que sí existe un movimiento feminista cubano como campo discursivo de acción, que obviamente no ha ganado todas las arenas que se desearía que ganase, y probablemente existe fuera del formato en que él se da en otros países.

Capsula sobre la importancia de los refugios para mujeres víctimas de violencia de género.

No creo que tenga que haber un movimiento feminista idéntico al de ningún otro lugar. También creo que considerar al feminismo cubano, sus formas de articulación, como estando en retroceso respecto a otros feminismos de otras regiones es, de alguna forma, reforzar esa lógica occidental de progreso que, tomando a Occidente como punto de referencia, principio y fin de todo, juzga lo que se produce en el Norte Global como “avanzado” y a lo que se produce en el sur global como “atrasado”, “arcaico”.

Creo que cada contexto seguirá sus propias temporalidades y lógicas. Las feministas decoloniales vienen cuestionando este tipo de argumentos. Hay además un interesante trabajo de Clare Hemmings (2009) que aborda esta cuestión de cómo, el modo de contar las historias feministas apela a esta lógica occidental ya gastada.

Hay una historia y un legado de un movimiento feminista cubano, y desde que tengo contacto con el feminismo como teoría y acción política (mínimo desde 1999, por ende hace alrededor de 20 años), he identificado ideas y prácticas feministas circulando en Cuba, incluso en lugares asumidos como “periferias” por parte de los grandes centros de poder.

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La Habana es siempre el lugar desde donde se cuenta todo, pero hay mucha articulación feminista en otros lugares como Santiago de Cuba que han sido invisibilizadas por estos discursos hegemónicos. Yo creo profundamente en la existencia de ese feminismo en movimiento que lucha contra inercias poderosas, pero que aún con esos obstáculos que está presente en el tejido social, de muchas maneras, y es necesario mapear o cartografiar ese movimiento ahora mismo, y mapearlo fuera de los lugares hegemónicos desde donde siempre se habla y se escribe de feminismo en Cuba; mapearlo en sus intersecciones con los movimientos y activismos LGBT cubanos, ¿o me van a decir que no hay feminismo dentro del activismo LGBT también?

Es que muchas veces operamos con concepciones muy disciplinarias que colocan fronteras y nos impiden pensar de forma más compleja. Consecuentemente ver o no un movimiento feminista cubano constituido, va a depender de con qué lentes se mire, si miramos con los referentes de movimientos sociales de Estados Unidos, Europa o inclusive de la propia América Latina, eso va a condicionar lo que seamos capaces de ver. Para mí es una tarea pendiente estudiar la constitución de ese movimiento en la contemporaneidad, porque estoy convencida de que existe, con las singularidades que condicionan su existencia en Cuba.

La participación de las mujeres trans en las protestas del 11 de julio en Cuba.

Tanto para mujeres como para hombres y personas con otras identidades, declararse feminista ha sido un conflicto. ¿A su juicio, cuáles siguen siendo los estigmas que sufren esas personas y cómo podrían ser cambiados?

Yo pienso que es un reduccionismo asociar el feminismo a las mujeres. No sé si esto podría ser considerado propiamente un estigma, me parece que no, atendiendo al significado del término estigma. Y muchas veces oigo ese tipo de planteamientos, por ejemplo, que un hombre no puede ser feminista. Para mí eso es lo más antifeminista que se pueda oír. Ser feminista implica tener un pensamiento y una práctica feminista, no un tipo de género o de identidad de género (si consideramos ser mujer como equivalente a tener o ser de un género o identidad).

activistas cubanas durante el orgullo en Madrid.
Activistas cubanas durante el Orgullo LGBTIQ+ en Madrid, 2022. Foto: Nonardo Perea

Ser feminista

Un pensamiento feminista es aquel que cuestiona todos los sistemas hegemónicos (especialmente el sistema de género) que intentan regularnos, disciplinarnos y encuadrarnos, que intentan restringirnos en nuestras posibilidades existenciales.

Pensar como feministas equivale (y esto es sin pretender ninguna definición) a asumir como principios que nos orientan, entre otros:

  • 1) la autonomía de los cuerpos, la autodeterminación de género;
  • 2) el rechazo a cualquier jerarquía o relación de superioridad con base en el género, la raza, la clase, sexualidad entre muchos otros marcadores sociales que los feminismos vienen discutiendo.

De ahí podríamos preguntarnos: ¿pensar como feministas es exclusivo de las mujeres? Inclusive hay muchas mujeres que no son feministas, que están lejos de serlo y reconocerse en ese lugar identitario -ser mujer — no es garantía de que lo serán algún día. Cada vez que se dice que un hombre no puede ser feminista, se está reforzando un cierto esencialismo como forma de entender el género y la propia práctica feminista.

Por otro lado ser feminista es también actuar colectivamente a través de diversas formas de articulación. Yo creo que desde el momento en que alguien que se dice feminista comienza a normar, a establecer quién puede y quién no puede ser feminista está imponiendo una norma. E imponer una norma es lo más antifeminista que pueda haber.

Ser feminista no tiene que ver con ser de un género femenino o masculino (que además sabemos que no son dos géneros apenas), sino con actuar de forma colectiva sobre todo con base en principios feministas y eso no es exclusivo de las mujeres.

Ser feminista es un posicionamiento político, asumido propositivamente, no corresponde a ninguna esencia. Si consideramos que el sistema de género produce tanto a las víctimas como a los victimarios (ellos no vienen del planeta Marte sino del mismísimo sistema de género que establece opresiones para una diversidad de existencias); es hasta deseable que todes los que están involucrados con ese sistema de género, se envuelvan en la lucha y en el movimiento feminista. Sugiero la lectura del libro de Bell Hooks (2000) titulado El feminismo es para todo el mundo que está disponible online.

Una versión de este texto fue publicado originalmente en IPS-corresponsalía en La Habana de la agencia internacional de noticias Inter Press Service.

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Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.