Dossier. Magín: “Nunca dejes de sentirte estrella”

| Diversas | 27/06/2017
Grupo de Magineras en acción: Carmen María Acosta, Irene Esther Ruiz, Daisy Rubiera, Mirta Rodríguez Calderón, Nerina, Xiomara Blanco, Mariana Pita, Sonnia Moro y Pilar Sa. Al centro, Reyita (protagonista del libro de testimonio "Reyita, sencillamente").

Dossier de testimonios del grupo Magín (1993-1996)

Carmen María Acosta:

“Pienso que lo he dicho todo, pero hay algo que no he dicho y que es algo que considero, además, que está en el espíritu de todas nosotras, que en un momento determinado, comenzamos a sentirnos estrellas allí. Cuando yo digo sentirnos estrellas, no quiere decir porque seamos las más relevantes, que seamos las que más nos destacamos, somos estrellas desde el punto de vista de que tenemos una luz propia, de que brillamos con la luz propia de nuestra autoestima y de que vamos a seguir brillando siempre, dentro de nosotras mismas, a nuestro alrededor, en esa interrelación que queda dentro de la amistad, y bueno, pienso eso, y les regalo esa frase: Nunca dejes de sentirte estrella.

(Testimonio citado por Daisy Rubiera en: “Magín en el tiempo: impacto en nuestro trabajo profesional”)

Daisy Rubiera, Sonnia Moro:

En septiembre de 1996, algunas integrantes del Comité Gestor de Magín fueron convocadas a una reunión en el Comité Central del Partido donde se manifestó no solo que no alcanzarían su sueño de contar con la oficialización de su Asociación, sino que debían desactivarse.

Martianamente siempre hemos sabido de la fuerza de las ideas, y con esa convicción hemos actuado, convencidas de que las nuestras no podían ser desactivadas. Eso lo demuestran, en este libro, las voces de muchas de sus integrantes y simpatizantes, al considerar que es tiempo de contar esta historia. 

Xiomara Blanco:

En 1993 la Editorial Pablo de la Torriente Brau, que dirigía entonces Irma Armas, convocó al primer encuentro Mujer y Comunicación. Era un encuentro de mujeres periodistas o que de alguna manera tuvieran su esfera de trabajo en la comunicación, o sea en los medios masivos. Asistirían mujeres de varios países de Latinoamérica y cubanas para un intercambio de experiencia en los medios.

Las cubanas hicimos un papel bastante deslucido en ese encuentro, por lo menos atrasado en tiempo y espacio. Nosotras hablábamos de telenovelas, valederas o no, de pañales, fregar hombres y mujeres, etc. Ellas hablaban de feminismo, rol de género, conciencia de género. Y no sabíamos nada de lo que estaban hablando. Por lo menos teóricamente. [...]

La mexicana María Guerra, una de las mejores exponentes hizo una disertación lúcida y clara. Sin pose ni paternalismo. Por eso me le acerqué y le dije a boca de jarro que yo no sabía lo que ella quería decir cuando hablaba de “roles”, “roles de género”. Nunca había oído yo esos términos. Me habló con mucha sencillez y conocimiento del asunto y me ofreció regalarme un libro que había escrito sobre el tema. Cuando tuve el libro en mis manos, pequeño, fino, profundo, lo bebí de un tirón y quedé impactada por algo tan exacto, lógico, sencillo. Elemental. Y tan ignorado por estos lares.

Parejamente en esta fecha estaba yo realizando una serie de 15 spots para la televisión promovidos por la UNICEF y su representante en Cuba, Luis Zúñiga, en coproducción con la redacción de programas infantiles de la televisión. En mi trabajo con el admirado amigo Zúñiga, conversé de este descubrimiento y una tarde, terminado ya el trabajo que nos ocupaba, me dijo si yo quería recibir unos materiales que creía podrían serme útiles. [...]

Inmediatamente llamé por teléfono a Mirta Rodríguez Calderón. Le hablé de los materiales y le pregunté si le interesaba echarles una ojeada. Inmediatamente me dijo que sí y se los hice llegar. A partir de ahí fue casi una vorágine. Nos pasábamos materiales, visitábamos la UNICEF, por más materiales. Se hizo una comunicación imparable entre nosotras dos y Zúñiga. Nos contó que había tratado de entregar esos materiales a la Federación de Mujeres Cubanas pero que no les habían interesado. En ese intercambio entusiasta andábamos cuando una tarde me visitó Zúñiga para preguntarme qué posibilidad veía de que Mirta y yo asistiéramos a un encuentro sobre género en Quito, Ecuador, invitadas por su organización.

Allí estarían periodistas, principalmente de toda Latinoamérica. En apenas unos días estábamos viajando a Ecuador en el evento de: Centro Internacional de Estudios de Economía de América Latina (CIESPAL), que duró varios días. Ese intercambio acabó de redondear los conocimientos.
Entonces ya no podíamos con todo aquello encima, empezamos a contactar con otras compañeras, que sabíamos asimilarían bien y rápido, porque de hecho eran practicantes, total o a medias, de lo que en teoría habíamos aprendido. [...]

Gracias a Magín descubrí que tenía conciencia de género y no sabía qué era. Aprendí a metodizar lo que sentía y no sabía canalizar. Tener una conceptualización de criterios que ejercía sin saberlo. Pude conocer a personas que pensaban y actuaban como yo, otras que encontraron que el camino era el indicado. Gente interesante y profunda. Algo que me llamaba la atención siempre fue la armonía, la alegría que siempre había en nuestras reuniones. El interés en compartir lo que sabíamos y teníamos.

Guardo muy buenos recuerdos y la profunda pena por la destrucción del camino andado. Aunque nos dijeron que la existencia de Magín no era oportuna, pienso que era todo lo contrario. Aunque presentía que algo así iba a ocurrir, me decepcionó mucho. ¿Cómo algo bueno para el crecimiento de las personas puede perjudicar algo o a alguien? Sigo sin entenderlo.

Libro "Magín: tiempo de contar esta historia" (Ediciones Magín, La Habana, 2015).

Mirta Rodríguez Calderón:

Fui la coordinadora general, por decisión del Comité Gestor. En realidad esta idea fue cocinada, muy tibiada, con mucho énfasis por tres personas: Una es la directora de la Editorial Pablo de la Torriente, que es una mujer de mucho brío y de mucha firmeza, que se llama Irma Armas, la otra es una muy destacada directora de televisión, una vieja combatiente que se llama Xiomara Blanco y la tercera persona fui yo.

En una primera etapa, nosotras tres que somos de la misma generación, pensamos que ese grupo debía estar encabezado por una mujer más joven. Con ese pensamiento se promovió a Nora Quintana, de la radio. Ella fue la primera coordinadora de Magín durante algo así como un año o año y medio. Se vio, más adelante, que la experiencia que yo podía aportar, que las relaciones que yo podía atraer hacia nuestra organización, que los vínculos de amistad que yo tenía con mucha gente en organizaciones y medios de prensa de otros países, podían ser muy favorables para nuestro grupo, para que creciera y ampliara su espectro de amistades. Esos criterios determinaron que yo asumiera la tarea de ser la coordinadora general. [...]

Éramos mujeres de muchas miradas, con vidas profesionales hechas, competentes en sus respectivos puestos de trabajo y triunfadoras en su vida personal. Fuimos un grupo de personas optimistas, audaces y emprendedoras. Por eso pudimos asumir con inconformidad, pero con madurez la desactivación que ocurrió cuando nos convocaron al Comité Central del Partido para comunicarnos que no era oportuno en ese momento dar reconocimiento formal a Magín. Emocionalmente no lo entendimos pero lo aceptamos como una etapa, como un momento. Porque el sentimiento de otrora, casi generalizado de que esas semillas estaban en buenas tierras y que iban a germinar, resultó del todo correcto. Hoy en la agenda pública, en los medios —si no con toda la pasión, intensidad e ímpetu que deseamos— están planteadas las temáticas de equidad, tolerancia y respeto.

Esas ideas nuestras están de acuerdo con el tiempo que corre, con la época que vivimos, nosotras siempre decíamos: “somos mujeres del presente con pensamientos de futuro”. Y eso fuimos y aun somos. De manera que, las semillas que esparcimos, y los criterios que sustentamos, las tantas, tantísimas cosas que aprendieron las Magineras en nuestros talleres, pertenecían al futuro y las recuperará Magín o cualquier otro grupo de mujeres que se llamarán como nosotras o de otra manera. Pero sucederá indefectiblemente, porque es una necesidad de nuestra sociedad. El patriarcalismo no debería seguir acompañando nuestras vidas.

Belkis Vega:

Un día de 1993 recibí una llamada telefónica en la que se me comentaba sobre una asociación de mujeres comunicadoras que se estaba creando y me invitaban a participar de su gestación. Confieso que en esos momentos tenía ciertas reservas con participar en organizaciones exclusivamente femeninas pues mis experiencias previas de trabajo con grupos de mujeres —Federación de Mujeres Cubanas (FMC) o la Sección Femenina del Sindicato— no habían sido demasiado positivas. [...]

A partir de ese momento, las 15 mujeres que formamos parte del Comité Gestor comenzamos a transitar un camino común de descubrimientos, de sorpresas, de reconocernos en nuestros empeños, en nuestras preocupaciones y muchas veces hasta en el sentido de la vida. Y una nueva palabra comenzó a formar parte de nuestro vocabulario habitual: género. [...]

Fuimos creciendo juntas, compartiendo nuestras experiencias y saberes para ser todas cada día “más grandes”. Y se fueron sumando mujeres y más mujeres y era una alegría constatar cómo cada mujer incorporada comenzaba a descubrirse a sí misma y a desarrollar capacidades que siempre estuvieron allí pero que nunca antes habían despertado.

Y así, juntas, le perdimos el miedo al término FEMINISMO tan maltratado y distorsionado en nuestra sociedad patriarcal. A partir del género, reconstruimos nuestro feminismo y lo asumimos como actitud ante la vida, con conciencia plena de lo que significa y dignifica.

Norma Guillard:

Me impactó la unión lograda, la sororidad [solidaridad entre las mujeres], una palabra que en ese tiempo no conocía; la disposición de tantas colegas a compartir sus saberes, en medio de un período económico tan difícil, a dedicar ese tiempo a un objetivo común, a aprender la fuerza y magnitud de esa herramienta que resultó ser el enfoque de género y a ponerlo en práctica en el día a día. Ni siquiera nos dábamos cuenta de cuánto le cambiábamos la vida a la gente con esa filosofía en medio del período especial tan crudo que cada día vivíamos.

Me gustó mucho, porque era un espacio donde todo era ganancia, donde creamos muchas y buenas amistades que —aunque no nos veamos todos los días— mantienen el cariño vivo, sin importar dónde estemos. Como una familia…

Conocer las brechas de género, sobre todo en la salud, conocer del cuerpo y la sexualidad; analizar sobre la alimentación; perder el miedo al concepto de feminismo, obtener ese nuevo enfoque de pensamiento para analizar la realidad que me rodeaba, me dio alas para llegar lejos y sin miedo; fueron hechos que me marcaron para toda la vida. [...]

Las marcas de Magín me duran hasta hoy ¡he podido tocar tantas puertas y ayudar en la transformación de tantas cosas! Me permitió tomar de la mano el tema mujer con herramientas nuevas y he podido apoyar proyectos que visibilizan a mujeres diversas, jóvenes, maduras, menopáusicas, de tercera edad, negras, blancas, heterosexuales, lesbianas, tanto en Cuba como en otros países.

La desactivación del grupo me afectó. De eso no cabe duda. Éramos una fuerza como todo lo que se hace de conjunto, pero no me dejé aplastar. Continué llevando esa semilla a muchos espacios para seguir germinando y contagiando, para sensibilizar a más personas.

A pesar de no existir Magín, hoy soy feminista...

Iris Echenaguzía:

A veinte años del surgimiento de Magín, me atrevo a asegurar que fue el proyecto más oportuno, necesario, audaz, creativo y multiplicador a favor del mejoramiento humano de nuestra sociedad de entonces. Si tenemos en cuenta que los años 92 y 93 del pasado siglo fueron los más duros del llamado Período Especial, es casi algo mágico que un grupo de mujeres comunicadoras, profesionales reconocidas en sus diferentes esferas y políticamente comprometidas con la causa revolucionaria nos uniéramos de manera espontánea para intercambiar, desarrollar y esparcir ideas que contribuyeran a adquirir una conciencia de género y particularmente, a elevar la autoestima de la mujer en un momento cuando esta mitad de nuestra población sufría con más severidad que el resto, carencias de todo tipo, cuyas consecuencias tuvieron un alto costo social. [...]

No había formalidad alguna: no tuve que llenar planillas, no se realizaba pase de lista ni se marcaba reloj en los talleres. No había solapines. No eran necesarios: nos conocíamos de antes o de después y pasado el primer encuentro seguiríamos encontrándonos. Era muy raro que alguien llegara tarde o se marchara antes de hora.

En aquellos encuentros sobre variados temas en los que no faltaron la poesía, la canción, los relacionados con la alimentación, la fotografía, etc. brilló en todo momento la unidad, la armonía, el respeto a la opinión ajena, la libertad de expresión y la camaradería. Se aplicaban además las modernas técnicas de trabajo grupal y se tomaban o aprobaban decisiones en forma colectiva, como fueron el nombre y el logotipo de nuestra asociación sui generis. Fui feliz. [...]

Me sentiré siempre una Maginera y nunca una marginada.

Pilar Sá:

Nunca olvidaré los juicios machistas que tenía acerca de las mujeres que se decidían a no parir y cómo comprendí el derecho que tenía cada mujer sobre su cuerpo. En ese taller me hice mi primera carta de amor y comencé el arduo camino de limpiar mi razonamiento de los conceptos machistas que desde temprano me habían enseñado en la casa. Aunque tengo que reconocer que mi madre, sin saber bien por qué, me inculcó cierta rebeldía y la necesidad de ser independiente. A la distancia de casi dos décadas, veo cuánto he crecido y cuánto he aprendido.

Quizás por amistad, o porque me interesaba el tema, o porque ya había dejado de trabajar, comencé a asistir a las actividades que se organizaban. En aquellos momentos surgió el Comité Gestor. Ya para entonces las reuniones se hacían con regularidad para estudiar temas, para crecer. En una de aquellas se planteó buscar un nombre. Se propuso Magín. Todas estuvimos de acuerdo. También apareció su imagen. Un espléndido dibujo de Araís Drake, que recuerda tanto el pubis y el ombligo femeninos, como a una bailarina con los brazos abiertos. Araís creó toda la imagen corporativa de Magín. Una de las que más me gustó fue la que hizo para la editorial de la mujer: un libro abierto, cuyo contorno superior recuerda a una mujer acostada. ¡Precioso!

Así comenzamos a andar, a organizarnos. Si algo tuvo un peso enorme en mi convicción feminista, fueron los talleres a los que asistí los que dejaron una significativa huella en mi cosmovisión. Y me hicieron admirar a la mujer cubana, cuando al echar un vistazo a las feministas que nos antecedieron, pude apreciar el pensamiento adelantado de aquellas mujeres casi desconocidas para la población, y cuyo pensamiento y sus ideas me parece que aún no han sido superados. [...]

Esa energía atrajo también a muchas mujeres de otros países que con asombro y admiración participaron en nuestras reuniones de crecimiento y vinieron para compartir con nosotras sus ideas y sus sueños. Una de las insatisfacciones más grandes que siento en mi país, es que las medidas muchas veces son voluntariosas y sus resultados logran lo contrario del objetivo que las generó. [...]

Después de Magín quedó un vacío que no ha llenado ninguna otra organización o institución cubana. [...]

¿Se pudiera decir que la actividad continuó, como se lo propusieron a las magineras que asistieron a las reuniones para desactivar el grupo? Es bien sabido que para crecer, es mejor hacerlo en compañía. Por eso, considero que crecí mientras estuvo Magín. Ahora hago uso de lo que aprendí allí, que no fue poco, pero no tengo cómo desarrollarme, continuar creciendo.

Después de la desactivación tengo que aceptar que ¡me falta Magín!

Maité Vera:

Recuerdo con gran afecto y nostalgia los días en que nos reuníamos las Magineras como nos llamábamos cariñosamente las compañeras que asistíamos a los encuentros de Magín, grupo de comunicadoras de distintas esferas: escritoras, periodistas, poetisas, locutoras, actrices, profesoras, en fin... una gama interminable.

Siempre había un motivo interesante y sobre todo aprendíamos mucho sobre nosotras mismas, y algo en aquel entonces para mí totalmente nuevo, la visión de género.

Esto me aclaró muchos conceptos, y reafirmó otros, pero fue de una enorme ayuda sobre todo en mi trabajo, En esos momentos estaba un poco perdida sobre qué temas tratar en mis novelas, y de pronto me di cuenta de que el tema de la mujer y su rol en la sociedad y la familia daba para mucho, y allí en medio de las amigas Magineras, discutí y vi nacer mis nuevos personajes, esta vez con la óptica de género, que ya había prendido en mí y me servía de herramienta para dramatúrgicamente hacer ver las desigualdades e injusticias que todavía sufríamos las mujeres. [...]

Fue triste y duro que se desactivara algo tan estimulante para todas las que asistimos con entusiasmo a los encuentros, donde para nada se excluía a los hombres, tratábamos en todo caso que ellos también nos conocieran mejor y que lucharan a nuestro lado, por el otro género que formaba la mitad del mundo y que además era la madre de todos.

Irene Esther Ruiz:

Conocimos sobre nuestro cuerpo, dónde están nuestras debilidades y nuestras fortalezas, desde ser mujer biológicamente, de cómo nosotras podemos mejorar nuestro estatus a partir de conocernos mejor y querernos a nosotras mismas. El diseño estereotipado con el cual nos educaron, donde nos situaban en el último lugar del núcleo familiar, comenzó a cambiar para mí. Ahora desde una equidad de género estábamos al mismo nivel del resto de la familia. Por eso, en términos generales, considero que Magín tuvo un impacto importantísimo en mi trabajo y en mi vida personal.

Con esta mirada y como mujer de la televisión, comprendí que los guiones de los dramatizados, fundamentalmente, no reflejaban los valores aportados por la población negra en la conformación de nuestra cultura e identidad nacionales y no iban más allá de su folclorización.

Estudiar la categoría de género al cruzarla con la “raza” y la clase social, me llevó hacia las raíces de la discriminación racial que sufren las personas de este grupo. Esta nueva mirada la dirigí a investigar cómo representan en esa esfera a la mujer negra.

Ahí es dónde está la importancia que tuvo para mí, haber pertenecido a Magín: el conocimiento de esta categoría de análisis y utilizarla como herramienta para deconstruir la imagen estereotipada que tienen muchas personas sobre la población de piel negra y mestiza en nuestro país, desde mi papel como profesional de los medios.

Leticia Artiles:

Así la comunicación se vistió de género en la voz de Teresita Segarra, de Rosalía Arnáez, con productos como la novela cubana Tierra Brava, de la mano de Xiomara Blanco; con el lenguaje de Maité Vera, con la poesía y voz de Georgina Herrera. Todas grandes artistas, poetas, escritoras, periodistas. Comunicadoras de estirpe que fueron mis maestras. Pilar desde su lugar maginero-tecnológico nos disciplinó a todas. Mirta fue la lideresa que nos invitó y nos puso en el camino para construir saberes de conjunto.

Desde esas comunicadoras —y tímidamente— entré en el ámbito de la salud; aprendí que en los modelos médicohegemónicos prevalecientes se esconden realidades, pues no toman en cuenta la construcción social de género, que es base de muchas enfermedades, por comodidad achacadas a desórdenes biológicos, teóricamente curables con medicamentos.

Aprender a reconocer que las relaciones sociales —y en particular las de género—, son las que tienen una vulnerabilidad diferencial para la salud de las mujeres y hombres. Todo esto constituyó un despertar para mi condición de salubrista desde la antropología.

“Cuando entré a su consulta me sentí más que un útero, me sentí un ser humano”… esas palabras me las dijo una mujer de mediana edad. Al aplicar lo que me había enseñado Magín en algo tan concreto como el diagnóstico, salieron a flote sus relaciones y las inequidades que por las relaciones de género se habían producido en su vida.

Orieta Cordeiro:

Los debates nos dieron luces, luces que nos permitieron enfocar mejor nuestros criterios, conocer las barreras que se producen en la comunicación. Yo, por ejemplo, en el programa que creé en 1985, Nosotras que aún se trasmite por Radio Progreso, cambié completamente el lenguaje por un lenguaje en el que se enaltecía la pareja humana. Y esto lo alcancé gracias al enfrentamiento de criterios y las críticas productivas en los talleres de Magín. [...]

Al impartir talleres de género se reafirmaron más mis conceptos al aplicarlos no solo en los talleres, sino en toda mi actividad docente. En fin, Magín nos abrió las puertas a un mundo mejor. No olvido nunca el día en que nos plantearon que no podíamos continuar, se nos moría una ilusión, no obstante, todo lo alcanzado nos permitió a cada una desde su posición seguir adelante con un discurso renovado para continuar, de frente a la vida.

Julio César González:

Los encuentros Iberoamericanos de Mujer y Comunicación han sido el espacio de debates y polémicas más longevo en temas de género en Cuba. Desde su primera edición en 1993 hasta la última efectuada en el 2010, estos han reunido un amplio espectro de especialistas de diferentes ramas del conocimiento vinculadas a los enfoques de género. Del primer encuentro celebrado en La Habana en 1993, se creó un grupo que decidió el 15 de marzo de 1994 declararse Comité Gestor Magín, en la misma fecha que en 1939 Ernestina Otero diera vida a la Asociación Nacional Femenina de Prensa. [...]

Uno de los eventos de mayor repercusión organizado por Magín fue el curso-taller “Género en la Comunicación Social: un Nuevo Enfoque”, que reunió en La Habana alrededor de sesenta personas del mundo de la comunicación, del 18 al 22 de julio de 1994. Con temas centrales como la división del trabajo en la familia cubana, brechas o disparidades de género, especialistas cubanas y de Naciones Unidas sustentaban el criterio de la experta Patricia Anzola de que “la noticia no tiene sexo pero su tratamiento sí tiene género”. [...]

El Comité Gestor de Magín contó con un variado grupo de realizadoras, periodistas y comunicadoras. Para todas las personas que nos vinculamos con este proyecto nos permitió tener un nuevo discurso sobre género y comunicación.

Georgina Herrera:

El día que Mirta y Carmen María me llevaron por primera vez al taller, al encontrarnos una de ellas me preguntó qué cosa era género, y había que ver la rápida y segura respuesta que le di: “Lo masculino y lo femenino” y entonces la otra se sonrió y le dijo: “Ella no sabe de lo que tú le estás hablando”. ¡Qué vergüenza! Pero fue como si una lucecita se encendiera en mis venas. Yo tenía que saber de qué me hablaban y por eso fuimos directas al taller.

Por mis programas históricos para la radio, había leído mucho y en todas las historias escritas por hombres, en su mayoría, las mujeres eran contrafiguras, como digo, me parecía injusto y escribía sobre ello, pero sin conocer de género. Hasta la Virgen María cogió su ramalazo en un breve poema titulado “Epitafio en la tumba de María”. Luego de mis primeras asistencias a los talleres sentí que algo violento me golpeaba el pecho y los sentidos. Y eso de que Eva había nacido de una costilla que Adán le había donado me pareció ridículo. Ahí surgió Eva, que no será mi mejor poema pero es mi canto de amor y guerra.

Después de tantos años de creada Magín, de seguir queriéndonos, ayudándonos, alegrándonos de los triunfos de una como si fueran de todas —sí, lo son— veo, en Magín, en el día que pasé a formar parte de sus debates en talleres, como la nueva fecha de mi nacimiento...

Irma Armas:

Se organizaron e impartieron más de 50 talleres y se pretendió participar en la Conferencia sobre la mujer que se efectuaría en Beijing en 1995. Se enviaron estos intereses a organizaciones amigas radicadas en Cuba y en el extranjero.

Esto provocó preocupación en algunos cuadros del Departamento Ideológico del Partido. Fui citada a una reunión en el Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR) y me explican que varias organizaciones internacionales están tratando de acercarse a las organizaciones cubanas para tratar de penetrarlas y mediante estas, ofrecer conferencias y veneno. Me explicaron que era necesario no continuar con el proyecto de Magín, aunque tenía muy buenas intenciones, pero no podía recibir financiamiento internacional.

Cuba en ese momento atravesaba por serios problemas económicos y se requería el mayor esfuerzo posible por salir de esa etapa y en ello las mujeres cubanas debían estar más unidas que nunca. Me explicaron que se habían reunido con un grupo de las compañeras del Comité Gestor y le habían informado la decisión de no aceptar la creación de Magín. [...]

Quizás las mujeres que integramos el Comité Gestor nos adelantamos al tiempo, pero desgraciadamente se dejaron de hacer cosas importantes y hoy todavía la mujer cubana, con mucha libertad y posibilidades de desarrollo, sigue haciendo el trabajo de la calle, pero cuando llegan a la casa, debe hacer la comida, lavar, limpiar y atender a la familia. Muchas veces el esposo está viendo la televisión. Son pocas las casas, como dicen a veces en que ellos “ayudan” a su esposa. Todavía falta por lograr que la mujer cubana ocupe su lugar en esta sociedad; el que le corresponde porque se lo ha ganado.

Sandra Álvarez:

Un lamentable retraso en el tratamiento de la diversidad sexogenérica y racial ha sido caldo de cultivo para el sexismo, el esencialismo, la violencia, el lenguaje sexista, los estereotipos sexuales y raciales, etc., evidentes todos en los medios de comunicación con solo examinar por arriba los productos mediáticos que consumimos.

Magín, organización surgida en 1993, evidenció la necesidad que tuvieron mujeres comunicadoras de unirse alrededor a un tema: el género y desde allí, intentar hacer reflexionar a creadores y realizadoras sobre la posición desigual que ocupamos unos y otras a partir de la construcción social a partir de nuestra condición sexual y que esta desigualdad convertida ahora en inequidad, es mostrada —muchas veces acríticamente— en los medios de comunicación social.

En el número 0 de la publicación de la organización, —llamada también Magín y que solo vio la luz esa vez—, Mirta Rodríguez Calderón en el editorial titulado “Creemos en la imaginación” expresa:

Actuar en cada una de esas parcelas del presente, exige la comprensión primera de que el sexo con que se nace condiciona biológicamente a las personas pero lo que nos encasilla en determinados papeles, lo que nos impone restricciones o deberes y nos atribuye virtudes o temores, es la construcción sociohistórica y cultural de los géneros. […] Develar esta verdad aporta renovados enfoques hacia casi todas las esferas de la vida, incluida, desde luego la comunicación social. Magín se proyecta en la dirección de contribuir a ese nuevo enfoque a través de materiales favorecedores de esta comprensión; y también por la reproducción de textos que nos doten del lenguaje y los conocimientos con los que hoy hablan los profesionales del universo.

[...] En 1996 Magín fue desactivada, valga la pena decir que en contra de la voluntad de sus creadoras. Sin embargo, escribir la historia de esta organización, así como revelar el impacto que produjo en la cultura cubana, en especial sus aportes al tratamiento de la cuestión de género en los medios de comunicación social, es una tarea loable y de justicia para visibilizar el rol primigenio de estas mujeres, quienes un día anhelaron que cubanas y cubanos, conociéramos y destruyéramos una buena parte de los prejuicios, estereotipos e inequidades de la cuales, muy a pesar de la Revolución Socialista, aún somos objeto.

Danae C. Diéguez:

Recuerdo cuando por primera vez me hablaron de Magín, yo daba los primeros pasos para intentar aprender algo sobre la teoría de género y el feminismo y quería saberlo todo, creo que fue Belkis Vega en una de las largas conversaciones que tuvimos quien primero me comentó aquello que me pareció una historia para un guion de cine.

Después cuando hicimos el Coloquio Sara Gómez: Imagen Múltiple. El audiovisual cubano desde una perspectiva de género, empezamos a indagar sobre qué fue Magín y todo lo demás. Resultó hermoso hacerle un homenaje e intentar acercarnos a su historia, al menos yo lo único que he tenido es el testimonio vivo de las Magineras y de algunos comentarios de Julio Cesar González Pagés, lo demás ha sido misterio.

Recuerdo que le comenté a un intelectual reconocido que en el Coloquio queríamos homenajear a Magín y me dijo que lo hiciéramos con inteligencia, me habló de las desavenencias que vivieron y las que aún pervivían —estamos hablando del 2006— que evitara mencionar ese nombre y casi por metonimia hiciéramos el homenaje. Aquella conversación fue muy importante, me dio la medida real de hasta dónde este proyecto había pasado por incomprensiones y cómo sí se imponía reconocer todo lo que el grupo había gestado, cómo eran iniciadoras de los estudios de género y comunicación y que ese valor, con todo lo que significaba, había que reconocerlo.

La historia de Magín tiene que ser contada, quedar escrita para quienes nos interesa leer otras historias necesarias, no solo las que están en los libros, sino aquellas que pasan por la vida de las personas y que nos hablan de las otras visiones que nos devuelven las pulsaciones vitales de la historia. Hoy estudio la teoría de género y soy feminista, por supuesto, y desde esa condición me interesa la discusión en el espacio público de todos estos fenómenos, me pregunto de dónde vengo, quiénes fueron esas mujeres que antes que nosotras hicieron algo para desmontar nuestro imaginario sexista y hegemónico en esta Isla que pareciera llegar tarde a esas discusiones y en la que la dominación masculina anda a veces no tan obvia y travestida de sutilezas… en esas indagaciones intento reencontrarme en mis predecesoras y en el camino, en la construcción de nosotras Magín aparece para darnos claves necesarias, no solo para responder de dónde venimos, sino y sobre todo, para dar luz.

Karen Wald:

Pero las diferencias fueron enormes, porque las mujeres de los países subdesarrollados, colonizados, y en medio de la lucha enfrentaron obstáculos concretos: problemas de carne y sangre, problemas de falta de agua y alimentos, de balas y bombas, de represión brutal. Mientras las mujeres de países más desarrollados (los europeos, por ejemplo) estaban hablando de otro tipo de problema: la discriminación a veces sutil, a veces muy obvia, que las mujeres enfrentaba en términos de su trabajo, desde el pago hasta el respeto (o falta de él), hasta el tipo de tema que se esperaba que ellas cubrieran y el uso del lenguaje que constantemente oprimía a las mujeres psicológicamente, incluso cuando no se daban cuenta.

Las mujeres cubanas se encontraron en un extraño intermedio: Cuba se considera todavía un país del Tercer Mundo (por lo menos, uno en vías de desarrollo, con su economía afectada además por el bloqueo y hostigamiento estadounidense). Pero ya había superado los problemas que tienen que enfrentar la mayoría de las mujeres en África, Asia y América Latina. No están en guerra de bombas y balas (por lo menos, no del tipo diario, sino ataques terroristas esporádicos). Ya no ven a sus hijos morir de hambre, no están viviendo en la calle; sus hijos tienen ropa, zapatos y van a la escuela. Están educadas, están empleadas como periodistas, escritoras, guionistas (aunque todavía no tanto como directoras), y en las ramas donde trabajan, su sueldo es igual al de los hombres.

Vimos en esa reunión —a veces en discusiones muy calientes— los aspectos más importantes, sobre todo si los hombres, como género, eran el enemigo, la causa de la discriminación que las mujeres sufrimos, o si debían considerarlos nuestros compañeros en armas porque todos estamos luchando por las mismas cosas y en contra de los mismos enemigos.

Desde mi perspectiva —una norteamericana que vive en Cuba, entre las cubanas— hubo un fenómeno muy interesante. Las mujeres europeas (y de cierta clase dentro de las latinoamericanas), que no habían ganado siquiera muchas cosas que las cubanas ya tenían por dadas (igual pago, por ejemplo) parecían tan lejos de poder conseguirlos, que insistieron en otros aspectos más a su alcance, como el cambio del lenguaje (firefighter en vez de fireman, salesperson en vez de salesman, etc.). Las cubanas, que habían logrado las cosas más concretas, en su turno, se interesaron mucho en los aspectos que no se habían resuelto sobre todo en Cuba.

Portada del número 0 (y único) de la revista "Magín" (1996).

 Eva Rubin:

Nunca había experimentado tal energía, donde sentía que todo era posible, donde todo, con esfuerzo y con compañeras, una podría imaginar sueños y realizarlos dentro de la dificultad de la vida cotidiana. Y ese contexto es importante. Yo soñaba mucho, quizás era ingenua, pero encontré una chispa, una llama dentro del espíritu de las mujeres de Magín que conocí y que me han inspirado desde aquel momento de mi vida. Recuerdo el impacto de estar en una de las conferencias en el verano de 1996. Revivo la sensación de que el aire estaba electrificado. Fue una mezcla de curiosidad intelectual, análisis, creatividad, pasión, y corazón, y sobre todo, existía una visión colectiva que era como un rayo láser.

Jamás, en mi vida, ni antes ni después, he estado en un grupo así. Claro, era un grupo de personas —mujeres— muy destacadas en sus propias vidas y profesiones. Se reunieron para elevar la capacidad de cada una para poder cambiar la imagen de la mujer en Cuba, y, a la misma vez, para evolucionar.

Entendí intelectualmente por mis clases en la universidad, y apenas estaba empezando a entender el impacto de tantas imágenes negativas de la mujer en mí misma. No me di cuenta en ese tiempo de la dificultad de cambiar esa imagen en los medios de comunicación masivos y también de cambiar la imagen subjetiva: los estereotipos, reflexiones distorsionadas y erróneas. 

Margaret Randall:

Durante la década de los 90 en visitas de dos semanas llevé a Cuba a seis o siete grupos de mujeres norteamericanas. La mayoría eran feministas. Casi todos admiraban a la Revolución cubana y querían palparla de cerca.

La FMC era el enlace oficial, e hicimos muchas actividades: ir a fábricas y escuelas, conversar con mujeres en las distintas ramas, hacer por lo menos una visita a alguna de las provincias. Aparte de las actividades programadas, yo siempre buscaba algunas visitas por mi cuenta. Una de esas era el necesario contacto con las compañeras de Magín. Íbamos al apartamento de Mirta Rodríguez en el Vedado, y allí nos encontramos con media docena de mujeres —las que tenían cómo llegar— y un hermoso bufé hecho con amor y quién sabe cuánto sacrificio y esfuerzo, pues era pleno Periodo Especial.

Esas horas eran de las mejores en cada uno de esos viajes. En ese ambiente de apertura y cariño, las norteamericanas sintieron la posibilidad de abrirse, de preguntar de todo, de compartir y recibir. La atmósfera, siempre relajada y generosa, permitió las preguntas difíciles, las culturas a veces encontradas, el intercambio sincero. Recuerdo que en las evaluaciones que recibí después de cada uno de esos viajes, la visita con las compañeras de Magín siempre encabezaba la lista de “los mejores momentos”.

Por mi amistad con Mirta, yo conocía algunas de las interioridades de Magín. Supe de los esfuerzos iniciales por trabajar con la Federación, el rechazo de esa organización, los talleres, los análisis, los problemas cuando algunas de las participantes pidieron permiso para asistir a uno que otro evento internacional, y la eventual represión oficial al grupo.

En la invitación a la reflexión, las palabras “lo que fuimos” me dolieron mucho. Es difícil para mí pensar en Magín en el pasado. Lamento su desarticulación por el enorme valor de su trabajo. En los años venideros espero que todas estas experiencias, reprimidas en su momento, lleguen a nutrir y reanimar un proceso complejo y maravilloso.

Fragmentos tomados de: Magín: tiempo de contar esta historia (Ed. Magín, La Habana, 2015). Cortesía de Sonnia Moro.

OBRAS, RESULTADOS DEL GRUPO MAGÍN:

[Tomado de “Magín en el tiempo: impacto en nuestro trabajo profesional”, por Daisy Rubiera]

  • El libro Reyita, sencillamente1 y el documental Blanco es mi pelo, negra mi piel [1997], dirigido por Marina Ochoa. El libro, de mi autoría, finalista del premio Casa de las Américas 1997, considerado como obra clásica de la historia oral cubana, integra al discurso sobre la nación la voz de las mujeres negras, cuyo espacio siempre les fue negado. Cuenta con seis ediciones en español, inglés, y alemán.
  • Otro documental basado en ese libro, de las realizadoras españolas Oliva Acosta y Elena Ortega ha sido presentado en más de treinta festivales en Cuba, Europa, Estados Unidos, América Latina y África, donde ha sido premiado. Vale destacar que, el subtitulado al árabe, inició el I Festival de Cine Documental realizado por mujeres, celebrado en el Cairo por la productora egipcia Klaketa en 2008.
  • Otro de los libros que ha tenido un impacto relevante es Desafío al silencio,2 también de mi autoría, trata la controvertida temática de la violencia sexual contra la mujer. Es un llamado de alerta contra ese censurable comportamiento que lamentablemente perdura en nuestra sociedad. Premiado con la Mención Especial del Certamen Iberoamericano de la Ética Elena Gil, en su edición de 2011.
  • Nostalgia de una habanera del Cerro,33 premio Memoria 2004 del Centro Pablo de la Torriente, de Sonnia Moro, investigadora del Centro de Estudios Martianos, es una obra donde, desde una perspectiva de mujer, la autora describe toda una época llena de nostalgias y evocaciones y entrega con mirada audaz y lúcida, vivencias que abarcan todo un período de la historia de nuestro país.
  • Aquellas potencialidades también llegaron a la radio. Por ejemplo, Nosotras que se trasmite desde hace más de dos décadas en Radio Progreso, a partirde la participación de su creadora, OriettaCordeiro, en los talleres de Magín, asumió un concepto de género en sus guiones, en busca de la equidad. Otro ejemplo son las novelas Hacia la flor más alta y El sitio de mi amor, de Georgina Herrera. Ella —al igual que otras magineras—, escribe, adapta y asesora el tratamiento de los personajes a partir de un enfoque de género.
  • Tierra Brava, adaptada y dirigida por Xiomara Blanco, es un excelente ejemplo en la televisión, así como muchas de las telenovelas de Maité Vera, que han generado dinámicas de cambio para avanzar hacia una construcción genérica que “exalte y dignifique a ambos sexos con la urgencia de asumir la defensa de lo humano”.4
  • El penúltimo sueño de Mariana, de Georgina Herrera, es una obra teatral que vinculó a Mariana Grajales, Fermina Lucumí5 y Yemayá,6 negras de la historia, cultura y religión cubanas. No se puede dejar de mencionar su obra poética, que nos deleita con extraordinarios poemas, donde el amor filial y carnal, las pérdidas de seres queridos, los antepasados, las deidades africanas y África están en el centro de su obra. “Primera vez ante el espejo”, “Oriki, a las negras viejas de antes”, “Eva” y “Segunda vez ante el espejo”, son algunas de ellas.
  • Es notorio el trabajo de multiplicación de conocimientos que realiza Norma Guillard en los espacios de raperos y raperas con temas de género y raza. Con los jóvenes del Proyecto VIH/sida, en lo correspondiente a relaciones protegidas. Con los grupos de diversidad sexual, en lo relacionado con el desmontaje de heterosexualidad obligatoria y las consecuencias de la cultura patriarcal.
  • Son innumerables los ejemplos del impacto de Magín en las obra de las cineastas: La fallecida Mayra Vilasís, autora del corto de ficción Momentos de Tina [1988], dentro del filme Mujer transparente [1990]; además del documental Bola de Nieve. De Belkis Vega, queremos destacar: Donde no habita el olvido [2005] y Vivir al límite [2004],documental sobre el cual Aleida Plasencia dijo: “una reflexión sobre la vida que consigue asir lo intangible, la resistencia a lo íntimo. Es un canto de amor que involucra al espectador al punto de acelerarle el pulso, dejarle con la boca seca y los ojos húmedos”. Daisy Rubiera Castillo: Pro Libros Word Data Research Center, La Habana 1997. Latin American Bureau, London, Inglaterra, 2000. Editorial Duke University Press, Dirham, Carolina del Norte. Estados Unidos, 2000. Editorial Rotpunktverlag, Zürich, 2000. Editorial Verde Olivo, La Habana, 2000. Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2011.
  1. Daisy Rubiera Castillo: Pro Libros Word Data Research Center, La Habana 1997. Latin American Bureau, London, Inglaterra, 2000. Editorial DukeUniversityPress, Dirham, Carolina del Norte. Estados Unidos, 2000. Editorial Rotpunktverlag, Zürich, 2000. Editorial Verde Olivo, La Habana, 2000. Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2011.
  2. Daisy Rubiera Castillo: Desafío al silencio. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2010.
  3. Sonnia Moro: Nostalgia de una habanera del Cerro. Ediciones La Memoria. Centro Pablo de la TorrienteBrau, La Habana, 2006.
  4. Jaime Breilh: Género, Poder y Salud. Aportes críticos a la construcción (intergenérica) de una sociedad sin subordinaciones. (Quito, Ecuador). Ediciones CEAS-UTN, 1994.
  5. Esclava que tuvo una importante y determinante participación en la primera gran rebelión de esclavos y esclavas en nuestro país.
  6. Deviene símbolo de la maternidad afrocubana. Considerada deidad de las aguas marinas y de todas las aguas corrientes de la tierra. Madre de los peces, simiente de la vida.

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