Gestación, parto y racismo: más allá de la violencia obstétrica
“Los saberes sobre gestar, parir, etc; no son exclusivos de la Medicina. Existen un conjunto de praxis reproductivas contrahegemónicas que promueven la humanización del parto y la consolidación de la justicia reproductiva”.
¿Cómo encarar una gestación, un parto, puerperio cuando, junto la espera de un nuevo ser humano, se entrelaza con la violencia institucionalizada en centros de salud? Más de una vez recuerdo las palabras de mi prima, gestante primeriza, cuando estaba a las puertas de parir a su hija. Su autopreparación fue admitir y reafirmar que ella “iba a portarse mal de cualquier manera”. Sabemos, por los incontables testimonios de mujeres (cisgénero) que dan a luz en instituciones públicas, que una de las narrativas frecuentemente usadas por ginecobstetras y enfermeras es: “pórtate bien, pon de tu parte o va a ser peor”. Esa narrativa es un poderosísimo instrumento de control y sujeción de las gestantes, las que, al parecer, una vez que adentran las instituciones de salud, son despojadas de la condición de sujetos para ser posicionadas como objetos del poder biomédico. Todo ello en nombre del prestigio y del “supuesto saber especializado” de médicos y otros agentes de salud.
Y digo supuesto saber especializado porque antes de que la Medicina se erigiera en ese lugar de poder, siempre existieron parteras. Actualmente, en varios países del mundo se cuenta con la profesionalización de las doulas, cuyos saberes y praxis son cruciales en la preparación para el parto y en la reducción de efectos indeseados asociados al mismo. O sea, los saberes sobre gestar, parir, etc; no son exclusivos de la Medicina. En todo caso, existen un conjunto de saberes y praxis reproductivas contrahegemónicas, como las promovidas por las doulas, que promueven la humanización del parto y la consolidación de la justicia reproductiva como horizonte de la salud en este ámbito.
Ahora bien, quiero retomar un subtexto presente en el comentario de mi prima. En su decisión de “portarse mal de cualquier manera”, hacía eco la certeza de que, siendo ella una mujer negra de piel retinta, no iba a despertar la condescendencia del equipo médico. Esa certeza —(que extrapola la experiencia de mi prima, y se erige como una vivencia común de muchas mujeres negras)—nos coloca delante de una de las dimensiones de la violencia obstétrica que precisamos observar con bastante atención, algo que en palabras de la antropóloga y feminista negra estadunidense Dána-Ain Davis, se llama racismo obstétrico. Como dato adicional para entender la certeza de mi prima, vale la pena recuperar la valiosa contribución de Patricia Hill Collins cuando se refirió a las imágenes de control de mujeres negras.
En uno de los libros más completos sobre Teoría Feminista Negra que se ha escrito hasta hoy —Black Feminist Thought— Collins explica que las imágenes de control no son simples estereotipos; sino una forma de prescribir guiones sociales a partir de los cuales la sociedad verá y tratará a las mujeres negras. Sobre todo, son guiones que condensan expectativas sociales acerca de las mujeres negras. Cuando se usa la narrativa de “negra tenía que ser” para invalidar cualquier comportamiento de rabia de mujeres negras motivado por la injusticia o la discriminación contra nosotras, podemos decir que las imágenes de control están siendo accionadas. Porque es el colmo de los colmos esperar que respondamos con namasté/paz y amor a situaciones de violencia racista. Precisamente por eso, el antídoto antirracista que muchas como mi prima usan es: ya que van a decir que por negra soy mal portada, déjame hacerle justicia entonces a esa “imagen de control”.
Algunas aristas del racismo obstétrico: diálogos con Dána-Ain Davis
Dána-Ain Davis es profesora de estudios urbanos en el Queens College, City University of New York (CUNY) y directora del Centro para el Estudio de la Mujer y la Sociedad. Las ideas de la antropóloga sobre el racismo obstétrico se encuentran reunidas en dos de sus trabajos seminales. Uno de ellos es el libro “Reproductive Injustice: Racism, Pregnancy, and Premature Birth”, (“Injusticia reproductiva: racismo, embarazo y parto prematuro”) publicado por la New York University Press, en 2019. Previamente (en 2018), en un formato menos extenso, publicó el artículo: Obstetric Racism: The Racial Politics of Pregnancy, Labor, and Birthing (Racismo obstétrico: la política racial del embarazo, el trabajo de parto y el parto). Dána Ain Davis realizó una extensa investigación en la que entrevistó a madres y padres negros de bebés prematuros, así como a anfermeras, médicos gincobstetras, neonatólogos y otros profesionales de la salud en Estados Unidos. En este contexto se constata, hasta los días de hoy, un abismo de desigualdad entre los índices de parto prematuro de mujeres blancas y negras, fenómenos que evidencia la negligencia institucional que se cierne sobre mujeres negras por motivos racistas. El estudio llevado a cabo por Davis permite escudriñar la continuidad histórica entre el racismo obstétrico y el legado de la esclavitud, cuestión que demanda una lectura atenta de su obra (ya que explicarla aquí extrapolaría los límites de esta columna).
Hay al menos dos cuestiones que resultan claves en la emergencia del racismo obstétrico: por un lado, la autoridad científica adjudicada a la clase médica (compuesta en su gran mayoría por hombres blancos) y, por otro lado, la objetificación del cuerpo femenino racializado con los respectivos mitos que les son impuestos. Ejemplo de tales mitos son: “el de mujer negra resistente al dolor, el del bebé negro fuerte, el de la familia negra disfuncional, el de la madre negra negligente, el de la mujer negra conflictiva, la de los negros con cerebros inferiores”1.
De acuerdo con Dana Ain Davis, el racismo obstétrico se encuentra en la intersección de la violencia obstétrica y el racismo médico. La violencia obstétrica es una forma de violencia de género que experimentan las personas que dan a luz y que son sometidas a actos de violencia que resultan en su subordinación por ser pacientes obstétricas. En el artículo publicado en 2018, la antropóloga comenta que “si bien la violencia obstétrica es un potente análisis para comprender cómo se experimenta el abuso en cualquier momento durante los procesos de atención médica materna, tal concepto no tiene en cuenta, de forma pertinente, los contornos del racismo que se materializan durante el encuentro del equipo médico con las mujeres negras”. En este sentido, apunta Davis “El racismo médico ocurre cuando la raza de la paciente influye en las percepciones, los tratamientos y/o las decisiones de diagnóstico de los profesionales médicos, poniendo a la paciente en riesgo”.
Es indiscutible el valor práctico y político de las proposiciones de Davis para que el racismo obstétrico pueda ser entendido como una de las dimensiones de la violencia obstétrica. Este tipo de contribuciones permite que avancemos en análisis más profundos. Sin dudas, los diálogos de la antropología y otras ciencias sociales con el feminismo negro, continúan ofreciendonos potentes instrumentos analíticos y de lucha antirracista. Sirva esta reflexión y sus posibles reverberaciones en otros contextos para sumar a los esfuerzos de racializar el debate sobre políticas reproductivas, de forma que sus marcos racistas, elitistas y cisheteronormativos sean cada vez más contestados.
Resta la reflexión acerca de cuántas experiencias de racismo obstétrico usted vivió, escuchó o le contaron antes de que contáramos con un concepto que nos permitiera enunciar este fenómeno?
Notas:
Estos mitos, así otras especificidades del trabajo de Dana Ain Davis son reseñados por la antropóloga brasileña Giovana Acacia Tempesta aquí
Yarlenis M. Malfrán
Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.
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