Sara Más, una periodista cubana que trabaja por eliminar la violencia machista

Sara Más, periodista cubana.

El activismo social con enfoque de género y por la no violencia, en un país como Cuba, es ante todo un acto de mucha fe y multifactorial. Conocer a Sara Más, me ha hecho reflexionar sobre cuánto bien le haría al periodismo cubano lograr una perspectiva de género actualizada y no esencialista.

Después de graduarse de Periodismo por la Universidad de La Habana (1987), pronto se vinculó al Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y El Caribe (SEMlac), agencia internacional de información y prensa, primero como colaboradora y luego como corresponsal. Actualmente, es la corresponsal acreditada en La Habana y coordina, al mismo tiempo, la Mesa Editorial de América Latina.

Sara Más ha sido fundadora de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género creada en Morelia, México, en 2005. Muchos son sus aportes al desarrollo de la mujer en diferentes áreas. Aunque quizás sus resultados más notables, al alcance de la población cubana, están recogidos en los libros En primera persona (2010), Emprendedoras (2015) y Sobrevivientes (2017), títulos publicados por la Editorial del CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual), de los que ella ha sido coautora y editora.

¿Cuándo comenzaste tu activismo por la No violencia y qué te impulsó?

Mi contacto con la violencia sexista como un problema social y de salud llegó primero desde el periodismo, cuando conocí de la perspectiva de género, empecé a leer, documentarme y buscar fuentes de referencia cubanas sobre el tema. Ese fue, de algún modo, el inicio del camino.

Pero el activismo llegó después, no sabría precisar la fecha; fue parte del proceso en la medida que fui conociendo más del problema en Cuba. Mis primeros trabajos periodísticos sobre este tema empecé a publicarlos en la década del noventa, en el periódico Granma, pero realmente el Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe (SEMlac), una agencia de información con la cual colaboro hace más de 15 años, ha sido el espacio de aprendizaje, ejercicio profesional, crecimiento humano, encuentro feminista y también activismo para visibilizar y trabajar por la no violencia machista.

Siempre agradezco que el periodismo me haya llevado a muchos lugares, a conocer personas diversas, no solo las que estudian el problema o actúan ante él, también a mujeres en situaciones de este tipo; todo eso me ayudó a identificar, además, situaciones similares en mi vida, las de mis amigas, mi familia. Y por esa vía me fui vinculando a otras personas, organizaciones y grupos que cada vez somos más y tomamos conciencia y acciones frente a un problema esencial de derechos humanos de las mujeres, en que a muchas les va la felicidad y hasta la vida. De todas y todos sigo aprendiendo.

En todos estos años, siendo periodista y corresponsal del SEMlac, ¿cómo ha sido tu trabajo en cuanto a la investigación en el terreno y la divulgación de los principales factores de riesgo en la población cubana?

En SEMlac he ido aprendiendo formas cada vez más efectivas de abordar el tema, desde la práctica periodística y el intercambio con otras colegas. El propio trabajo de la agencia, que tiene en cuenta antecedentes, pluralidad de fuentes y opiniones, inspira siempre a profundizar. Por otra parte, el contacto directo con personas entendidas en la materia me aporta valiosos conocimientos. Sin olvidar las historias de vida de quienes ahora mismo están viviendo situaciones de violencia muy diversas, que a veces ni imaginamos, y no encuentran redes formales o informales de ayuda, por lo que terminan creando sus propias estrategias de supervivencia. Al final todas hacemos una red de activismo también, desde nuestros escenarios profesionales y personales, solo que en mi caso particular utilizo los medios de comunicación para hacerlo visible y llamar a que se actúe. Otro espacio en el cual he podido trabajar el tema ampliamente, junto a otras colegas, es la revista Mujeres.

El primer propósito —creo lo hemos logrado— fue hacer del tema una presencia permanente, no solo en los 16 días de activismo del 25 de noviembre al 10 de diciembre, aunque lógicamente las agendas de esos días son más intensas.

Desde SEMlac hemos ido a rastrear información; datos, los que aparezcan, aunque sean aisladamente; a documentar en reportajes, notas y entrevistas lo que sucede en la realidad cubana; reunir herramientas para el tratamiento de este y otros temas con perspectiva de género en los medios, que es lo mismo que decir con una mirada inclusiva, una intención particular para identificar brechas de desigualdad e inequidades.
También hemos ido a la búsqueda de testimonios directos, mediante entrevistas que permitan ilustrar las distintas formas de violencia machista que existen en la vida cotidiana del país, en la ciudad y el campo. La idea es sensibilizar y movilizar a las personas frente al problema, contribuir a cambiar los imaginarios que lo sostienen, aportar a las soluciones que necesitan esas mujeres.

Eres mujer, madre y trabajadora, una tríada que nos identifica a nivel mundial. ¿Consideras que en Cuba esta tríada es beneficiosa o dañina? ¿Cómo ves este fenómeno social y cultural?

El tema de la conciliación laboral y familiar no es un tema resuelto para las cubanas y todas las que compartimos los roles diversos que mencionas y más (podría añadir el de directiva, cuidadora de familiares adultos, etc.), lo hacemos todavía a un alto costo personal de tiempo y salud, en una sociedad patriarcal donde la división sexual del trabajo pareciera desterrada por leyes y políticas equitativas para mujeres y hombres, pero sigue vigente en las dinámicas laborales remuneradas y las que no lo son, en particular las del cuidado, que siguen estando en manos, fundamentalmente, de las mujeres.

Lo beneficioso o dañino, desde mi punto de vista, no es la triada en sí, sino las circunstancias y modos en que transcurre, justamente por la cultura patriarcal que nos acompaña. Yo personalmente no renunciaría a ninguno de mis roles, creo que lo verdaderamente transgresor es poderlos vivir desde otro lugar que no sea el de la subordinación, la tradición y la culpa. ¿Es difícil?, ¡claro!; una de las tareas más difíciles es desmontar el patriarcado no ya en los discursos, sino en nuestras ideologías personales, en nuestras propias vidas y prácticas cotidianas. Pero, definitivamente tenemos que hacerlo y tratar que nuestros hijos e hijas adquieran ese compromiso y una práctica de equidad. Eso nos ha hecho, seguramente, mujeres más realizadas que nuestras abuelas, y quisiera que, en el futuro, sea aún mejor para mi hija, sus hijas, las hijas de sus hijas…

El machismo es un fenómeno, evidentemente y, en primer lugar, que parte de factores culturales; en la Cuba de hoy existen manifestaciones tan naturalizadas de este problema que a veces se hace muy difícil ir en contra de ese asentamiento que va de generación en generación. Aquí va mi pregunta: ¿Crees que en Cuba el periodismo está debidamente identificado con este fenómeno?

Hay un fuerte componente cultural que sostiene al patriarcado, yo diría que fundamental, pero centrar su esencia solo en lo cultural puede simplificar el tema y hasta naturalizarlo, hacer que se entienda solo como un problema de la tradición, de algo que además está históricamente normalizado. El patriarcado es un sistema opresivo, de poder y hegemonía de lo masculino sobre lo femenino

Comunicadoras, periodistas y profesionales de la creación impregnamos con nuestras ideologías personales los productos que hacemos, eso es inevitable. Por tanto, a esos artículos, videos y reportajes se trasladan acríticamente posturas, creencias, prejuicios y pensamientos patriarcales interiorizados. Entonces, fuera de algunas publicaciones especializadas, el periodismo cubano sigue reproduciendo como norma el pensamiento patriarcal: desde invisibilizar a las mujeres, no darles protagonismo o mostrarlas como objeto sexual, hasta eternizarlas en la mirada paternalista de la ternura personificada y la maternidad como ideal insustituible de realización personal.

Hay que reconocer que emergen miradas de denuncia, antidiscriminatorias e inclusivas desde algunos espacios en los medios, fruto de no pocos esfuerzos que se han hecho desde distintos espacios formativos para llevar la teoría de género a la enseñanza del periodismo en el pregrado y la práctica de los medios, labor que mucho le debe al empuje de una periodista y mujer extraordinaria como Isabel Moya, junto a más colegas. Sin embargo, basta asomarse a los informativos televisivos y la prensa, solo un día como el 8 de marzo, para comprobar que todavía queda mucho por hacer.

¿Cuáles son las causas, según tu experiencia, de que se invisibilice la violencia contra las mujeres y las niñas? Esta pregunta no es una reiteración porque tú eres periodista y eso ya implica una focalización del tema y las experiencias de un modo singular en Cuba.

Creo que en gran parte se debe al machismo naturalizado que hace que socialmente todavía se acepte y entienda como correcto y apropiado que el hombre cumpla el rol de proveedor, de autoridad, de cabeza de familia, y la mujer, el tierno y complaciente papel de cumplidora cabal con él, en todos los sentidos.

Por otra parte, muchos mitos y prejuicios naturalizan la violencia machista y por eso ni las propias mujeres a veces logramos reconocer la violencia en actos cotidianos de la vida familiar y de pareja, sobre todo los más sutiles, como las prohibiciones y el control. Ocurre también que por mucho tiempo se negó socialmente el problema, hubo resistencia a reconocerlo, se creía superado desde la voluntad política, las leyes, políticas y programas inclusivos, los consensos sociales y la mirada de algunas organizaciones.

Portada del libro "Sobrevivientes".
"Sobrevivientes", libro de testimonios con edición de Sara Más y Teresa de Jesús Fernández. Centro Nacional de Educación Sexual, La Habana, 2017.

Ese momento, de alguna manera, quedó atrás. Ya se habla de violencia machista en Cuba, existen investigaciones, publicaciones y hasta una encuesta nacional que dedicó un módulo a la violencia en las relaciones de pareja; aunque todavía no contamos con estadísticas nacionales que nos puedan precisar la magnitud del problema. Sería muy valioso tenerlas para poder evaluar el problema en Cuba, ayudar también a atenderlo, crear programas de acompañamiento, identificar situaciones específicas por zonas del país, entre otras acciones.

Estamos aun visibilizando el problema, y necesitamos que se conozca más de qué va la violencia machista, que es un tema de poder patriarcal y tiene como principales víctimas a mujeres y niñas, así como múltiples formas de expresarse. Si no reconocemos, nombramos y conocemos lo que nos sucede, no podremos actuar para erradicarlo.

La violencia machista tiene que ser un tema para los medios porque hace falta que se vea y se reconozca en su verdadera esencia, que no se siga aceptando como algo normal y natural. Porque necesitamos que se desarticule, definitivamente, ese discurso tan arraigado en la vida cotidiana de que “a ella le gusta que le den” o “vaya tranquila, arréglese con él, que al final ese es su esposo y él la quiere”. Porque quienes actuamos desde los medios debemos tener un papel más serio y activo en desmontar mitos y falsas creencias que apuntalan el machismo y la estimación de las mujeres —sean esposas, madres, hijas, hermanas, amigas— como un objeto de propiedad, todavía vigente en el imaginario social de hombres y mujeres, más de lo que quisiéramos.

¿Crees en el trabajo que hacen las distintas instituciones cubanas por la No violencia hacia las mujeres y las niñas? Según tu criterio, ¿qué le falta aún al periodismo cubano para enfrentar este fenómeno y qué nuevas metodologías de trabajo podría implementar?

Completamente, creo en todos los esfuerzos y es necesario que cada vez se sumen más personas a la prevención y atención de la violencia sexista. Pero faltan aún muchas cosas, como han señalado especialistas y activistas con interés en que este trabajo avance. Es primordial que esos esfuerzos se articulen como única forma de ganar efectividad con políticas y programas mejor enfocados en revertir la violencia. También, que la prevención y atención de este problema cuente con jerarquía estatal, un enfoque integral, especializado e intersectorial (se necesita al psicólogo y al policía, al trabajo social y al ámbito jurídico, por ejemplo) y un presupuesto que le dé sostenibilidad, pues solo con voluntariedad no puede sostenerse. Igualmente necesitamos protocolos de actuación para policías, profesionales de la salud, juristas, etc.

Hay, además, desafíos desde los medios, algo que me toca más directamente por mi desempeño profesional. Sacar la violencia del silencio ha sido un primer paso y no faltan las buenas prácticas que orientan acertadamente, pero a especialistas y personas entendidas en la materia les preocupa que un mal tratamiento del asunto lleve a naturalizar estereotipos o causar más daño que alivio.

Aparecen, por ejemplo, confusiones teóricas vinculadas a la compresión de la teoría de género y los enfoques de derechos humanos relacionados con la violencia contra las mujeres. Eventualmente, por ejemplo, siguen asomando términos como “violencia doméstica” y “crimen pasional”, cuando se trata de algo diferente. Muchas veces no se busca la asesoría adecuada y los criterios que se incluyen en los trabajos no son del todo oportunos.
Pero este ha sido un camino, también, para seguir construyendo, formando, abriendo brechas en la información, algo más evidente en medios alternativos y especializados. Y esas prácticas es necesario rescatarlas, como la existencia de cada vez más profesionales estudiando el tema, interesándose por evidenciarlo y con un compromiso en esa lucha. Ampliar las investigaciones, seguir capacitando a personal directivo y profesionales de los medios, incorporar el tema a las políticas editoriales y desarrollar habilidades críticas en las audiencias, son algunas propuestas concretas para progresar en esa ruta.

Para los medios es también un gran desafío nombrar y mostrar lo que muchas personas creen que no existe, lo que no reconocen, lo que no ven. Visibilizarlo para llamar la atención sobre el problema, para contribuir al cambio, provocar la buena acción; para ayudar a establecer políticas de atención, romper imaginarios y, sobre todo, mostrar salidas posibles.

Sara, Sobrevivientes resulta para mí una obra extremadamente valiosa, por la visualización de la violencia hacia las mujeres en Cuba. ¿Cómo surgió la idea de este libro?

Como la posibilidad de hacer un aporte, desde el periodismo, para visibilizar este problema en Cuba. Utilizamos la entrevista periodística y tuvimos en cuenta la diversidad de mujeres que habitan el país: urbanas, rurales, jóvenes, de edad mediana, mayores, heterosexuales, lesbianas, mestizas… en fin, historias muy diversas. No es un libro representativo, como lo puede ser una investigación estadística. Pero es el breve retrato de un fragmento de nuestra realidad.

¿De qué manera obtuviste los testimonios para este libro? Háblame sobre el proceso de realización, porque el texto representa muy bien las vivencias de las mujeres violentadas.

El libro no es mío solamente, aunque lo coordiné; lo escribimos varias periodistas a las que me gusta nombrar, por el buen trabajo que hacen: Lirians Gordillo Piña, Liliana Gómez Ramos, Ivet González Lemes, Dixie Edith y la realizadora Lizette Vila. Unas feministas, otras sensibilizadas en temas de género; todas con compromisos y conocimientos del tema y las formas más adecuadas de abordarlo. Hicimos una puesta en común: cada entrevistada tendría su historia, única, particular, pero en todos los casos debíamos tener en cuenta algunas preguntas y enfoques que no podíamos dejar de tocar. También acordamos no regodearnos en el drama, aunque sabíamos que las historias podían ser muy duras. Nada de revictimizar, sí respetar sus ritmos de relato, indagar en las redes que encontraron o no, y así hacer, sobre todo, un retrato. Por eso algunas historias muestran a mujeres que todavía no han salido del círculo violento, que dudan.

Los testimonios fueron apareciendo y cada vez que teníamos una mujer dispuesta a contar su historia, socializábamos, intercambiábamos. Tomó más tiempo del que calculamos al inicio, porque no es fácil encontrar a quien te cuente el lado oscuro de su vida, eso también lo sabíamos.

Hubo incluso entrevistadas que, en el proceso de realización, aceptaron que se publicaran sus nombres, pero al final decidimos quitarlos todos. Una vez publicado, el libro toma vida propia y esas historias pueden exponerlas a ellas, a sus familiares y personas cercanas, con consecuencias negativas incluso, y eso no es lo que queremos. Por eso omitimos nombres y dejamos que las violencias fueran las protagonistas.

Al final, nos dimos cuenta también de que el libro necesitaba un complemento que, desde el conocimiento, diera pistas para entender las causas, sustentos y expresiones de la violencia machista, que desmontara mitos y desnaturalizara lo que, desde la experiencia de algunas de estas mujeres, transcurre como si fuera “un mal necesario”. Ha sido un lujo contar entonces con las palabras y reflexiones de Clotilde de Proveyer Cervantes, investigadora, profesora y profunda conocedora del tema, a cuyo cargo estuvieron el prólogo y el epílogo.

¿La palabra “feminismo” la ves como una simple palabra o uno de los posibles caminos para poder luchar contra el machismo y la violencia de género en Cuba?

El feminismo es una muy buena palabra y necesita que se le revindique como tal. Nos sirve para todo eso que dices y más. Hay mucho estigma alrededor del feminismo, ¿por qué será? ¿a quién le interesa tanto desacreditarlo y distorsionar sus esencias? He podido comprobar que se niega el feminismo, se rechaza y vitupera sin saber qué es. Feminismo es ganancia para las mujeres, liberación, derechos conquistados, caminos para avanzar, desafío al poder patriarcal y al abuso machista, el camino para conquistar y recuperar los derechos humanos y la dignidad de las mujeres. Se vulgariza cuando se tergiversa, cuando se le equipara peyorativamente al “hembrismo”, a lo contrario del machismo. Claro que el feminismo se opone al dominio machista, patriarcal. Tampoco hay un solo feminismo, hay una historia feminista de luchas políticas por los derechos de las mujeres, de una gran variedad de mujeres, y eso nos incluye también.

¿Cómo ves tú, mujer, periodista y activista por la no violencia, el futuro del activismo social y cultural en contra de la violencia de género en Cuba?

Lamentablemente, no puedo ver el futuro, es algo imposible de predecir para mí. Pero en mi pronóstico deseo un buen camino. Cada vez alguien más toma conciencia del problema y quiere hacer algo por cambiarlo; mientras exista violencia por motivos de género, confío en que el activismo trabaje para cambiar esa realidad. Queda mucho por andar, pero para que haya futuro no queda de otra que seguir trabajando hoy, y esa es la parte que nos toca.

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