Una María Antonia para Odelmys Torres
“La actuación es una carrera complicada en Cuba por el poco trabajo que hay. Y para mí porque no tengo lo que llaman un físico televisivo y comercial que es lo que prima en Cuba y creo que también por ser negra".
Odelmys Torres es actriz. Se había dedicado siempre a la actuación hasta que llegó a Madrid. Pero la historia que quiere contar aún sucede en Cuba. Le puede estar pasando a cualquier mujer negra y con un cuerpo no normativo, que quiera entrar en la vida actoral.
“Soy graduada del ISA (Instituto Superior de Arte) en Cuba”, había intentado entrar a la ENA cuando terminó la secundaria, pero no aprobó las pruebas de ingreso.
El recorrido que suelen o sueñan hacer las actrices profesionales, de carrera, en Cuba comienza en la Escuela Nacional de Arte (ENA). “Te dan tres oportunidades. Y las tres las suspendí”, cuenta Torres Barros “pero terminé el 12 grado y me presenté en el ISA y lo aprobé”
“¿Eras tan mala actriz?”, le pregunto y sé que la revictimizo con esta pregunta pero quiero provocarla, quiero que recuerde todos los personajes a los que no ha podido acceder porque las actrices en Cuba “no son ni gordas ni negras. No son como yo”, asegura.
Las cuotas
“Bueno, en ese momento, con 14 años que tenía, si me hubieras hecho esa pregunta hubiera dicho que sí, que era muy mala”, me responde. “Una en ese momento no entiende otras cosas que luego vas entendiendo. A estas alturas no te puedo decir exactamente por qué suspendí, pero una no tiene aptitud un día sí y al otro ya, de pronto, no”, y sigue pensando que quizás no era su día y que parte de la responsabilidad pudo haber sido de ella.
“Después cuando hice las pruebas para entrar al ISA y quedé con muy buenas calificaciones, aquel recuerdo volvió a mí y me hizo un poquito de ruido en el sistema. Me hizo preguntarme ¿y por qué ahora sí?”, analiza a partir del recuerdo porque han pasado algunos años y terminó agradeciéndolo.
“En ese momento, con 18 años, estaba más preparada para decir: “esto es lo que quiero hacer’”, aunque su agradecimiento parece un consuelo que se da a sí misma, porque reconoce que a los 14 ya sabía que quería ser actriz.
“Un día dije en mi casa que quería ser actriz. Y como soy tan fresca, busqué en la guía, llamé a la Agencia Actuar. No sabía ni qué era eso, pero decía actuar y pensé que me podrían ayudar. Era muy pequeña y le dije a la mujer que me atendió que quería ser actriz” y supone que se hayan reído muchísimo.
“Después entendí que fue puro instinto. Tú haces tu trabajo, pagas tu impuesto. A veces ni saben el trabajo que es, ni lo que estás haciendo, pero lo cobran automáticamente. Pero yo no vengo de una familia de actores. Mi papá es ingeniero y mi mamá estomatóloga”.
“La actuación es una carrera complicada en Cuba por el poco trabajo que hay. Y para mí porque no tengo lo que llaman un físico televisivo y comercial que prima en Cuba y creo que también por ser negra aunque no hay nadie que diga esto funciona así o funciona de esta otra manera”, así que habla desde su experiencia.
“Una cosa que a mí siempre me marcó durante los cinco años de la escuela es que yo era la única negra de mi año. La única. Sí.”
Y recuerda que cuando tenía 15 años, en uno de los intentos de entrar en la ENA se regó una “bola” de que no había actores negros, “y ese año todos los que se presentaron a la escuela eran muchachitos negros. Este fue el año que más hubo. La mitad del grupo eran hombres negros y mujeres negras”, pero todo parecía ser por mandato.
“Luego perdí la consecutividad de los que entraban a la ENA, pero de mi año del ISA, el año que entró después de mí y en el que eran mayores que yo, de esos años no recuerdo actores negros”.
La María Antonia de Odelmys Torres
“Cuando llegas te das cuenta por lo que recibes, cómo funcionan las cosas. Y de ahí es de donde voy más o menos construyendo mi experiencia, mi narrativa. Y me digo: ‘claro, es que no soy flaquita. No soy, a lo mejor, bonita en el sentido de la típica mujer flaca, del super cuerpo’. Y me decía voy a un casting para un personaje que la historia no lo definía o no estaba definida por cómo era físicamente porque esa situación le podía pasar a cualquier mujer”.
“¿En qué puede influir si hago un buen casting? Me decía: ‘yo lo puedo hacer’ y de pronto que me digan no. Nadie dice: ‘necesitamos una persona que tenga tal característica física’, pero se sobreentiende que no me buscan a mí”.
“Y si te aceptan, no llegas a ser nunca la protagonista de la historia. ¿Y qué vas a hacer?. Me pasó en la escuela, incluso con los exámenes de actuación de cada semestre donde siempre el ejercicio final era alguna obra, alguna escena. Nunca podía hacer lo que yo quería aunque me sintiera en capacidad de hacerlo cuando lo normal es que elijas con qué ejercicio te quieres graduar el semestre. En la mente de las personas que decidían no estaba una mujer como yo decidiendo qué interpretar”.
“Hubiese querido hacer el personaje de teatro cubano que es María Antonia. Y a ver, no creo que María Antonia estuviera concebida como una mujer blanca. De hecho, las grandes actrices cubanas que la interpretaron eran negras”, y coincide con Eugenio Hernández Espinosa, autor de la tragedia cubana.
“Y siempre terminaba haciendo de madre en alguna obra de Virgilio Piñera o el mismo personaje de la mujer mayor”, como si las personas con cuerpos no normativos nunca hubiesen sido jóvenes o los dramas del teatro cubano solo estuvieran pensados para mujeres delgadas y esbeltas.
En el ISA donde se suponía que era el espacio para experimentar, para explotar todas sus capacidades, los estereotipos ganaron la batalla.
“Me limitaban como era más gordita, aparentaba más edad, bien podía funcionar, pero me limitaban. Lo fui asumiendo y al final conviertes cualquier personaje en un reto y ya está. Y todo tiene que ver con un imaginario que hay, una idea de que hay personajes para cierto tipo de gente”.
Lo profesional, la vida real
“Nos graduamos todos con Carlos Díaz. Era el salto a la vida profesional, que es verdad que tampoco haces lo que quieres. Y a mí me fue muy bien. Ese proceso lo disfruté cantidad porque Carlos Díaz tiene eso, te deja un poco libre a lo que quieras hacer y lo que tú decides hacer dentro de lo que él quiere. Es la estética que tiene concebido en su espectáculo”.
“Lo primero que hice fue teatro. Fue para mí una fiesta. Tormentoso porque era la primera vez, pero bien. Estaban haciendo un remontaje de Chicago, en musical y estuve ahí”, pero volvió a chocar con los casting y los personajes con dramas de la vida cotidiana pensados solo para actrices blancas y delgadas.
En la vida profesional siguió contando con lo que ella llama suerte entrecomillada de que sus colegas nunca le avisaran para ningún casting.
“La gente que convivía conmigo, a pesar de no ser mi físico igual al de las demás, o sea que no había competencia posible, porque el personaje que iba a ser para mí no tendría nada que ver con el que podía ser para las otras muchachas”.
Y cuando llegaba a algún personaje, “siempre se hacía alusión. Bueno, vamos a aprovechar ya que eres negra y gorda en alguna novela o alguna aparición, lo que fuera, siempre se hacía alusión que no es que me moleste porque, me quiero así como soy, pero lo que me molesta es el ‘encasillamiento’”.
Hasta que llegó Magda González Grau y le propuso un personaje escrito para ella, Odelmys Torres, en un Teleplay. “Un personaje que normalmente no hubiese sido para mí, pero ella me dijo: ‘Quiero que seas tú porque quiero que sea alguien de esta manera y no se refirió a nada con respecto a lo físico sino a las características psicológicas que debía tener el papel”, y de alguna manera le reforzó lo que sabía, que los dramas humanos los vivimos todos.
Recuerda cuando después de un ejercicio doblaje aún en el ISA, González Grau la llamó y le dijo tras arrancar un trozo de papel: “escríbeme ahí tu nombre y tu teléfono que un día vamos a trabajar juntas”.
“Pasaron dos años. Un día nos encontramos en un autobús, me saluda y me dice: ‘oye, no se me ha olvidado. Estoy preparando un proyecto’” y como un efecto, recibió la llamada de la directora y aun pensando que perdería la oportunidad porque no estaba en Cuba, esperaron a que regresara.
Tras la Huella
“Tuve una experiencia muy fea cuando estaba en ISA, al principio, cuando me acerqué por primera vez a la televisión, a los estudios de Tras la huella”, que era un espacio al que todo el que está empezando se acerca porque, además del equipo fijo que son los oficiales del ministerio del interior, como los episodios son temáticos, siempre hay necesidad de actores nuevos y es un dinero que sirve para sobrevivir.
“Un día, una muchacha que estudiaba conmigo, y con la que estaba haciendo la tesis en quinto año, me dice: ‘Mija, ve a Tras la Huella y a lo mejor consigues algo’. Yo no conocía a nadie, ella ya había hecho algún personaje y me explicó. Parecía sencillo. Me dijo: ‘llegas y dices, hola, yo soy actriz, te presentas y preguntas qué puede haber para ti’. Toqué la puerta e hice exactamente lo que me habían dicho”, después de hacerla esperar, salió la directora que estaba en ese momento porque para esa serie policíaca hay varios directores asignados:
“Me miró de arriba abajo y así, a secas, me dice: ‘¿y quién tú eres?’. Quise que la tierra me tragara. Me volví a presentar y me dijo que ya tenían todos los personajes”, pero le pidió que leyera una escena.
“Le digo ok. Dame 10 minutos. Me aprendí el texto. Regresé y le dije: ‘cuando quieras vamos a hacer la escena’ y le pidió a la asistente que me hiciera la pala. Sabía que ya eso no iba para más nada, pero yo tenía que quitarme todo lo que tenía por dentro de ese momento. Cuando llegué a la esquina, que iba a coger el taxi para regresar a mi casa, me sonó el teléfono. Era ella diciéndome: ‘Ay mira, tengo un personaje pero no sé si es lo suficiente, no sé si tú querrás hacerlo porque es un personaje muy pequeño”, después siguió coincidiendo con esa persona varias veces y está convencida de que esa experiencia no se le olvidará nunca, que alguna enseñanza se llevó, incluida la vergüenza de haberla subestimado.
La migración
“Acababa de terminar la segunda temporada de Calendario, aunque la decisión estaba tomada desde que se acabó la primera, pero el proceso fue muy largo y me dio tiempo a grabar. Sabía que iba a salir de Cuba, aunque me costó. Era el momento en que había logrado lo que a lo mejor todo actor o actriz quería, que era llegar a la televisión. Siempre agradezco mucho haber llegado a la televisión con un proyecto como Calendario y de la manera en que funcionó en Cuba, que fue un bombazo”, y se refiere al éxito de la serie que rompió el esquema anquilosado de la televisión cubana.
“Me decía: ‘después de esto a lo mejor vienen más cosas, no sé qué, pero pesaba el hecho de que quería levantarme, vivir y lo que sí no se recupera es el tiempo. Una puede en cualquier parte del mundo seguir siendo lo que es, abriéndose camino”.
“Necesitaba vivir decentemente. Y no es que yo viviera mal, pero no quería levantarme y pensar en meterme 6 u 8 horas para comprar lo que fuera que alcanzaras. Me decía: ‘tengo mi casa, logré entrar en un proyecto de televisión que me gusta y que había llegado ahí por mí’” , pero Cuba se le convirtió en un “No quiero estar aquí” y no estaba feliz. En España tendrá que empezar de cero y ser perseverante como mismo le tocó serlo en Cuba.
María Matienzo
La Habana (1979). Escritora. Ha colaborado como periodista en medios y revistas como Cubaliteraria, Havana Times, Diario de Cuba, El Tiempo en Colombia, Hypermedia Magazine, Programa Cuba y Connectas. Sus reportajes han sido publicados en una compilación de ediciones Samarcanda, España, bajo el título Apocalipsis La Habana (americans are coming). En el 2020 publicó la novela Elizabeth aún juega a las muñecas (Editorial Hurón Azul) y el libro Orquesta Hermanos Castro: la escuelita, sobre la historia musical olvidada (Unos & Otros Ediciones ). Fue reconocida por la Fundación Internacional para las Mujeres en los Medios (IWMF) como Women Journo Heroes. Sus reportes sobre la vida cotidiana de las cubanas y los cubanos se pueden encontrar en el diario CubanetNews.
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