Hipatia: la última luz del mundo antiguo
Hipatia no fue solo una pionera de las matemáticas y la astronomía, sino también un ejemplo la resistencia intelectual frente a la intolerancia.

En una época donde las mujeres raramente tenían voz en la esfera pública, una mujer brilló con luz propia en la antigua Alejandría de Egipto. Hipatia (c. 350-415) no solo fue una de las primeras matemáticas de la historia, sino también una filósofa respetada, una astrónoma innovadora y una educadora que atrajo estudiantes de todo el mundo. Su historia es la de una mente excepcional que vivió en tiempos turbulentos, y cuya muerte marcó simbólicamente el fin de una era dorada del saber humano.
El ocaso de Alejandría
Para entender la vida de Hipatia, debemos situarnos en la Alejandría del siglo IV, una ciudad que había sido por generaciones el centro intelectual de Occidente. Fundada por Alejandro a orillas del Mediterráneo, en el fértil delta del Nilo, y desarrollada durante tres siglos por la dinastía ptolemaica, la ciudad albergaba la famosa Biblioteca, el Faro y el Museo, instituciones que habían convertido a la ciudad en un imán para eruditos, filósofos y científicos.
Sin embargo, la Alejandría de Hipatia no era ya la misma de tiempos atrás. El Imperio Romano se había cristianizado bajo Constantino y las tensiones religiosas se intensificaban. Los antiguos cultos paganos perdían terreno frente a un cristianismo que emergía con fuerza e intolerancia hacia otras ideologías. Las comunidades judías y la religión tradicional egipcia también enfrentaban presión. En este crisol de culturas y creencias en conflicto, Hipatia representaba la tradición helenística del saber, con sus raíces en la filosofía griega y el pensamiento racional.
Heredera de una tradición intelectual

Había nacido en una familia de eruditos. Su padre, Teón, fue un respetado matemático y astrónomo, el último director conocido del Museo de Alejandría. Bajo su tutela, Hipatia recibió una educación extraordinaria para las mujeres de su época, que incluía matemáticas, astronomía, filosofía y retórica. Pero la joven no se conformó con ser una receptora del saber paterno: pronto lo superó, convirtiéndose en una autoridad por derecho propio.
Sus contribuciones a las matemáticas fueron significativas. Comentó y revisó las obras de Apolonio sobre las secciones cónicas y las de Diofanto sobre álgebra. No se trataba de simples copias o traducciones, sino de trabajos originales que corregían y expandían el conocimiento existente. En astronomía, perfeccionó el diseño del astrolabio, un instrumento crucial para la navegación y la observación del cosmos, y desarrolló un dispositivo para medir la densidad de los líquidos.
Pero quizás el aspecto más notable de Hipatia fue su rol como educadora. Sus clases, impartidas en el pórtico del Serapeum o en su propia casa, atraían a estudiantes de diversas procedencias y creencias religiosas. Entre sus discípulos se encontraban tanto paganos como cristianos, incluyendo a Sinesio de Cirene, quien más tarde se convertiría en obispo.
“Fue una oradora excepcional, capaz de explicar los conceptos más complejos con claridad y elegancia.”
Los testimonios de la época la describen como una mujer bella y casta, pero sobre todo como una oradora excepcional, capaz de explicar los conceptos más complejos con claridad y elegancia. Su método pedagógico combinaba el rigor intelectual con la apertura al diálogo, encarnando los ideales del pensamiento crítico heredados de la Academia platónica.
Todo esto era inusual entonces, no solo porque la enseñanza formal estaba dominada por hombres y ninguna mujer había osado dirigir su propia escuela; sino también porque tanto cristianos como paganos creían que la mujer estaba destinada a la vida doméstica y a la atención de su marido, e incluso a las que por su condición social se les daba una buena educación era para que adquiriesen el juicio y la prudencia necesarios para cumplir con sus deberes de esposa.
Una muerte que conmocionó al mundo

La posición de Hipatia como figura pública en una Alejandría cada vez más polarizada requería pues de una habilidad política considerable. Durante décadas, logró mantener su influencia y respeto a pesar de los cada vez más intensos conflictos religiosos. Su amistad con Orestes, el prefecto romano de Alejandría, le otorgaba cierta protección, pero también la convertía en un blanco de ataques por motivos políticos.
La tensión llegó a su punto máximo durante el conflicto entre Orestes y el patriarca Cirilo. Este último había iniciado una campaña de persecuciones contra los “infieles”, que incluía tanto a judíos como a seguidores de las antiguas tradiciones filosóficas. En ese contexto, Hipatia representaba todo lo que el nuevo orden cristiano quería erradicar: el paganismo, la filosofía griega, la influencia femenina en la vida pública y, sobre todo, el pensamiento libre.
En marzo del año 415, la vida de Hipatia llegó a un final terrible. Mientras regresaba a su casa, una turba de cristianos fanáticos la asaltó. En su Historia ecclesiastica, el teólogo e historiador Sócrates de Constantinopla relata con horror cómo la arrastraron a una iglesia, la despojaron de sus ropas y la asesinaron apuñaleándola con trozos de cerámica. Su cuerpo fue despedazado y quemado.
Las teorías sobre los motivos de su asesinato son distintas, pero casi todas coinciden en vincularla con la rivalidad entre Orestes y Cirilo. El propio Sócrates de Constantinopla señala que su violenta muerte trajo “no poco oprobio” sobre Cirilo; lo que evidencia, además, la admiración que Hipatia despertaba. Así la describe en su libro:
Consiguió tal grado de cultura que superó de largo a todos los filósofos contemporáneos. Heredera de la escuela neoplatónica de Plotino, explicaba todas las ciencias filosóficas a quien lo deseara. Con este motivo, quien quería pensar filosóficamente iba desde cualquier lugar hasta donde ella se encontraba.
Para otros historiadores, su muerte no tuvo causas políticas, sino que fue consecuencia de su condición de mujer influyente que desafiaba las normas sociales. Lo más probable, en cualquier caso, es que fuera una combinación de factores: su género, su influencia, su defensa del pensamiento racional en una época de fanatismo religioso, y su condición de símbolo para aquel mundo pagano que los militantes cristianos querían erradicar.
El legado de Hipatia
La muerte de Hipatia marcó un punto de inflexión en la historia de Occidente. Muchos eruditos abandonaron Alejandría, y la ciudad perdió gran parte del prestigio intelectual que aún tenía. Sin embargo, su memoria no se desvaneció en la Edad Media. Los filósofos neoplatónicos la veneraron como mártir y conservaron su historia como ejemplo de resistencia frente a los dogmas de la ignorancia. Y los eruditos musulmanes salvaron del olvido su trabajo matemático y astronómico a través de las traducciones y comentarios.
Durante el Renacimiento, Hipatia fue redescubierta como encarnación de la sabiduría clásica y de la lucha entre la razón y el fanatismo. Voltaire la convirtió en heroína de la Ilustración, y su figura ha inspirado desde entonces a generaciones de mujeres científicas y pensadoras, tanto como a artistas, escritores y cineastas de todo el mundo.
En el siglo XX, Virginia Woolf la consideró como ejemplo de la exclusión histórica de las mujeres en el ámbito intelectual; y el científico Carl Sagan, en su serie Cosmos, la describió como “la última luz de la biblioteca de Alejandría”.
Por su parte, el feminismo académico la ha adoptado como emblema de múltiples luchas: contra la exclusión de las mujeres de la ciencia, contra la violencia machista, y como ejemplo de mujer que desafió los roles tradicionales de género.
Hoy se reconoce a Hipatia no solo como una pionera de las matemáticas y la astronomía, sino como un paradigma de la resistencia intelectual frente a la intolerancia. Su nombre bautiza asteroides, cátedras universitarias y organizaciones dedicadas a promover la participación de las mujeres en la ciencia. Universidades de todo el mundo han creado programas que llevan su nombre para fomentar la investigación femenina en campos tradicionalmente dominados por hombres.
Una luz que aún nos guía
La historia de Hipatia nos recuerda que el progreso del conocimiento humano nunca ha sido exclusivo del género masculino, como tampoco ha sido lineal ni pacífico. En cada época han existido fuerzas que buscan someter a otros a la ignorancia y la servidumbre, en especial a las mujeres, suprimiendo el pensamiento libre y la investigación. La vida de esta mujer notable nos enseña, sin embargo, que el verdadero valor no está en conformarse con las limitaciones impuestas por la sociedad, sino en trascenderlas a través del conocimiento y la educación.
“La historia de Hipatia nos recuerda que el progreso del conocimiento humano nunca ha sido exclusivo del género masculino.”
En un mundo que aún lucha contra la desigualdad de género en las ciencias y contra distintas formas de fundamentalismo, Hipatia sigue siendo una inspiración. Su ejemplo demuestra que una sola mente brillante, armada con sabiduría y coraje, puede iluminar el camino para las generaciones futuras, incluso en las circunstancias más adversas.
La última luz del mundo antiguo se extinguió violentamente en las calles de Alejandría hace más de mil quinientos años, pero su brillo continúa inspirando a quienes creen en el poder transformador del conocimiento y en la importancia de defender el espacio de la mujer en la construcción del saber humano.
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