Referentes | Remei Sipi: “Las mujeres inmigrantes”

“¿El problema es ser mujer o ser mujer inmigrante? ¿Es un problema ser mujer inmigrante?”

| Escrituras | Referentes | 11/07/2024
Mujeres inmigrantes.
Mujeres inmigrantes.

La inmigración

Europa está viviendo momentos muy difíciles en lo referente al fenómeno de la inmigración. Las últimas encuestas realizadas en España colocan a la inmigración en el tercer lugar de los problemas existentes en la actualidad, lo que ha conducido al endurecimiento de las políticas migratorias, a la generalización de considerar y mirar a los inmigrantes como problema, y equipararles y asociarles a actos y formas delictivas. Los múltiples actos racistas que se extienden por todo el continente, han contribuido a reforzar la tendencia de lecturas negativas en tomo al fenómeno de la inmigración. La falta de memoria histórica conduce muchas veces a obviar y no reconocer los motivos de los movimientos migratorios que van del Sur al Norte.

El contexto económico y social, la política nacional, el desequilibrio económico y político entre el Norte y el Sur, elementos supeditados a la globalización, ponen en primer lugar los temas económicos y sociales, el pago de la deuda, la asimilación cultural, etc. Los sistemas políticos de los países del Sur no se ponen en discusión. Sin embargo, mientras en los países del Norte los sistemas políticos están basados en la democracia, en la gran mayoría de los países de Sur los sistemas políticos son dictatoriales, es decir, donde los derechos de la sociedad civil no se toman en cuenta.

Desde el principio de la década de los años setenta el paisaje de algunas ciudades españolas ha ido cambiando, de un paisaje monocolor a un paisaje multicolor y multiétnico; ciudades que se han convertido en cosmopolitas sin que algunos ciudadanos hayan querido apercibirse de ello. Situación fácil de observar en muchas ciudades de este país con la presencia de los nuevos y “exóticos” vecinos, que llegan y conviven con los lugareños, pero a los que se les conceden mínimos derechos, cuando ambos son conscientes de la justicia de aparejar derechos y obligaciones.

En número, se estima, por las últimas estadísticas, que en Barcelona son el 7.6%, y en el resto de poblaciones catalanas la cifra no es mayor. En el territorio español, Madrid superó en una décima a Barcelona, en tanto que Canarias, Valencia, Sevilla, Málaga y Cádiz cuentan con porcentajes en torno al 4%.

El hecho migratorio produce en la sociedad receptora un enriquecimiento en todos los ámbitos, hace brotar nuevos estilos de vida, nuevas corrientes artísticas, reaviva valores que en las sociedades occidentales están en retroceso, por ejemplo la hospitalidad, los modelos de familia, que en el caso de la gran mayoría de los inmigrantes no se reduce a padre y madre sino que es más extensa, incluso en los casos monoparentales. En la inmigración se encuentra un proceso de mutuas interacciones, donde se benefician tanto la sociedad receptora como los inmigrantes, conduciendo irreversiblemente a un claro desarrollo de un proceso de mestizaje cultural.

Hablar de los inmigrantes es remitirnos a una gran diversidad de personas, de situaciones y de motivos que conducen a iniciar el desplazamiento, por ello no es aconsejable estigmatizar a este colectivo.

Las mujeres inmigrantes

Mujeres inmigrantes
Las personas más vulnerables son las mujeres y los niños, especialmente cuando emigran.

¿El problema es ser mujer o ser mujer inmigrante? ¿Es un problema ser mujer inmigrante? Cada uno de estos apartados da para varios libros, pero aquí y hoy solo daremos unas pinceladas sobre cada uno de estos interrogantes. El problema, cuando existe, lo hallamos en las mujeres pobres, y si esta mujer pobre está fuera de su país, la situación se agrava.

Durante las tres últimas décadas del siglo XX la situación y las perspectivas de las mujeres de los países del Norte han cambiado mucho y para bien. Sin alcanzar los extremos de dejar aparcadas las reivindicaciones feministas, porque falta camino por recorrer, no obstante el balance es positivo.

En cambio en los países del Sur, la sociedad civil está expuesta a situaciones de explotación, opresión y marginación: y en este contexto las personas más vulnerables son las mujeres y los niños.

Las historias de cada una de las personas que deciden iniciar el proyecto migratorio son múltiples y diversas. Ninguna de las mujeres inmigrantes es LA mujer inmigrante ni aun perteneciendo al mismo país de origen. El deseo inicial de partida marcará las valoraciones que se hagan del mismo a posteriori.

Unas han fijado la meta en la homologación y especialización de estudios, para su ejercicio profesional en el lugar de desplazamiento elegido, arrojando en la mayoría de casos conocidos resultados insatisfactorios.

Otros planteamientos son emigrar para trabajar y enviar dinero regularmente a la familia del país de origen, siendo esta opción valorada favorablemente. El proyecto se hace viable, se trabaja en lo que se puede, con grandes costos humanos, recibiendo los beneficios del esfuerzo los familiares de los países de origen.

Si el objetivo es la reagrupación familiar, lo fundamental en este caso son los hijos/as, su formación y profesionalización con el fin de aunar recursos para estar en consonancia con los baremos de la sociedad receptora. Los resultados son también, en este caso, satisfactorios.

Si continuamos enumerando los motivos de los desplazamientos, “El dorado del Norte” no ocupa los primeros puestos, pero la feminización de la pobreza sí es uno de los motivos primordiales que obligan a las mujeres a desplazarse, convergiendo todas las razones que rodean cada uno de los proyectos migratorios en la mejora de la situación económica de la mujer o la de su entorno, tanto en la sociedad receptora como en la sociedad de origen.

En todas las situaciones aparece un elemento común, las trabas de la normativa legal y la convivencia, porque colocan en el plano de la norma lo que la convivencia sitúa como diferencia significativa. El origen genera discriminación que obstaculiza el encuentro y la convivencia entre el colectivo inmigrante y la sociedad receptora, colocando a los inmigrantes en terreno de desigualdad.

La falacia del riesgo de ser invadido está justificando no solo las restricciones a la inmigración, sino también las limitaciones de derechos de las personas que ya están aquí.

Cuando en los textos de los contingentes leemos, “abstenerse todos los que no pretendan trabajar ni como empleadas/os de hogar ni como trabajadores agrícolas o ganaderos”, se está realizando, ni más ni menos, la segmentación de la fuerza de trabajo, de seres humanos, mujeres y hombres, destinados hacia determinadas franjas del mercado laboral. Indudablemente hay un techo de cristal sobre todo para las mujeres.

La visión que demos de la realidad de las mujeres inmigrantes es importante complementarla planteando las múltiples estrategias que vamos forjando y donde logramos traspasar en pequeños fragmentos, pero que abren intersticios de libertad. Por ejemplo, las salidas, las alternativas personales que abrimos (autoempleo, cooperativas, etc.), para no colocarse en riesgo y exponerse a situaciones precarias, aunque en términos estadísticos, corresponden a una franja pequeña de mujeres inmigrantes.

Existen acciones, opciones y redes que propician que, poco a poco, aparezcan caminos viables para algunas en la actualidad y que estas redes posteriormente puedan ser retomadas por muchas otras; caminos que nos facilitaran ser visibles y participativas a fin de tener presencia y voz en la gestión de todo aquello que nos concierne, sin olvidar que los límites de la plena participación existen y son fundamentalmente de índole institucional, cultural y política.

Las mujeres tenemos más dificultad en todos los campos y disponemos de menos tiempo para el espacio personal. El tiempo de que dispone la mujer inmigrante para sí es mínimo. No obstante nos hemos revelado como unas auténticas mediadoras en el fenómeno de inmigración, entre la sociedad receptora y el colectivo de inmigrantes.

La violencia cotidiana

Mujeres inmigrantes
Las mujeres inmigrantes requieren apoyo y redes solidarias de todo tipo.

Al llegar, entramos en un nuevo espacio donde todo nos es extremadamente distinto y lejano, las experiencias vividas son indescriptibles. Si a todo esto sumamos que las mujeres estamos fuera de nuestro entorno, con una lengua y costumbres que en muchas ocasiones no son las nuestras, el resultado es que nos encontramos privadas de toda seguridad y dichos aspectos propician una situación desestabilizadora que requiere de apoyos y redes de todo tipo, para poder sostener numerosas situaciones de violencia cotidiana.

Expondré cuatro grupos de violencia que he detectado en el colectivo inmigrante: 1) la violencia de la mirada, 2) la violencia de la ley, 3) la violencia de la reagrupación familiar y el grupo de pertenencia y, por último, 4) la violencia practicada en aras de unas costumbres ancestrales.

La mirada

Es aquella que surge del exterior o sea de la sociedad receptora, de aquellas miradas que ante mujeres procedentes de escenarios humanos diferentes pretenden encasillamos, reduciéndonos a estereotipos y aplicándonos prejuicios como, por ejemplo, considerar que por ser de un determinado origen somos prostitutas, trabajadoras del servicio doméstico y un largo etcétera; intentando borrar saberes y riquezas que algunas trajimos y los que aprendimos aquí: como maestras, escritoras, dinamizadoras de grupos, mediadoras interculturales…

La ley

La ley de extranjería actual obliga en muchas ocasiones a que, para hacerse visible, se ha de sobrepasar la franja de su límite, por ejemplo delinquir, única posibilidad hasta ahora de constituirse y ser “entes de atención jurídica”. Estar administrativamente ilegal, pertenecer al proyecto migratorio de la reagrupación familiar, ejercer ciertas prácticas ancestrales, por ejemplo. Entonces sí somos protagonistas de grandes titulares.

Reagrupación familiar y al grupo de pertenencia

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Segregadas, las mujeres inmigrantes son con frecuencia víctimas de violencia física y psíquica.

La violencia en la reagrupación familiar nos toca y atañe en buena medida porque cuando, amén de vivir la violencia física y psíquica por parte de los compañeros, al romper esa relación, nos ponemos en riesgo de vivir la violencia de ser excluidas de nuestros colectivos por haber roto las normas del mismo. Normas que significan soportar cualquier tipo de violencia. Cuando las hemos transgredido ponemos en riesgo nuestra mente forjada en una noción de persona cuya base, fundamento y sustrato son los vínculos jerárquicos y la pertenencia a un colectivo.

Nos conduce a una situación que, desde nuestros referentes, implica y conlleva el repudio y no solo vivimos esta violencia: cuando el colectivo te excluye y la sociedad en la que vives ni siquiera se entera de que ello sucede, te encuentras en una situación de vulnerabilidad al perder tus redes y no encontrar nuevas.

La tensión entre normas y costumbres

La relación existente entre normas jurídicas y costumbres presenta en muchas situaciones una abierta contradicción. Prácticas que, realizadas ancestralmente en algunas zonas de África y que ejercen violencia sobre cuerpos de mujeres, les plantean esa tensión entre derechos humanos y costumbres que no se resuelven ni se resolverán solo desde los marcos estrechos de la ley, sino también desde una sensibilización y un cambio de mentalidades, en este caso la mentalidad de los que lo practican.

Cómo vivimos en la sociedad receptora

Mujeres inmigrantes
Largas jornadas laborales y salarios bajos son las condiciones de empleo típicas que encuentran las mujeres inmigrantes.

El comportamiento de la sociedad receptora en general hacia los desplazados está siendo, si no ejemplar, sí en camino hacia esta ejemplaridad. Van apareciendo vocablos y frases como interculturalidad, como algo importante para la buena convivencia; exclusión social, como situación que hay que combatir para que la participación sea posible. Esperamos que no queden solo en buenas intenciones.

Interculturalidad

Es bueno que empecemos a utilizar el vocablo interculturalidad; es la señal de que estamos entrando en el diálogo con el “otro”, nos hemos percatado de la existencia del “otro”, hay una interacción y si hay interacción, la mezcla es fácil.

Desde hace varios siglos, las relaciones de los países del Norte con los del Sur han transcurrido desde un etnocentrismo y dominación por parte del Norte.

En la interculturalidad no hay una cultura superior a otra, sino dos o más culturas que se relacionan de igual a igual, donde todos se reconocen y el reconocimiento es sinónimo de respeto. Es fundamental pactar aquello que cada uno de los componentes de las diferentes culturas crean que es fundamental para mantener su identidad y que no interfiere en las otras culturas ni atropella los derechos humanos en una sociedad democrática; en suma, pactar los mínimos fundamentales a respetar sin olvidar que la sociedad y los aspectos de esta no son estáticos sino dinámicos.

En boca de Dolores Juliano: “Una cultura no es una jaula, sino el conjunto de códigos a partir de los cuales damos sentido a nuestras experiencias”. Para una relación intercultural fructífera es importante la voluntad de compartir, de luchar por la consecución de igualdad de oportunidades, voluntad de diálogo, relacionarse para conocerse. En las relaciones interculturales es positivo resaltar y potenciar aquello que las diferentes culturas tienen en común.

La exclusión social

Mujeres inmigrantes
Las mujeres inmigrantes sufren más la exclusión social y tienen más barreras que los hombres.

Los cambios económicos producidos en el mercado mundial, la situación generada por las políticas neoliberales y el proceso de globalización han empeorado los términos del intercambio Norte-Sur y han acrecentado las desigualdades sociales, incrementando con ello la exclusión social.

La exclusión social es la cantidad de obstáculos que algunas personas encuentran para participar plenamente en la sociedad, viéndose privadas de varias de las opciones básicas para su desarrollo. Las personas que carecen de empleo están en la línea de riesgo de ser excluidas, la exclusión es multidimensional, no solo tiene que ver con la ciudadanía. En un proceso de dualización, la miseria y marginación coexisten con el enriquecimiento de ciertos sectores, sobre todo en los países desarrollados. Aunque la pobreza juega un papel importante en los procesos de exclusión social, no es lo mismo ser pobre que ser excluido; la pobreza se mide sobre la base de la renta.

Se está notando un incremento de cierto riesgo a la exclusión, a raíz de la aparición de un nuevo escenario económico, político y social en el mundo. Como bien apunta la profesora Martínez Román, “La exclusión puede derivar, entre otras, a las siguientes situaciones: falta de oportunidades, desorganización, limitación social, socialización incorrecta, pérdida de autoestima”. Podríamos incluir un largo etcétera que no excluiría el hecho de que las sociedades permitan discriminación a todos los niveles y de toda índole.

Las mujeres sufren más la exclusión social, tienen más barreras que los hombres, sobre ellas se desarrollan muchos más estereotipos, se piensa de nosotras que somos más sumisas, ignorantes. Acumulamos una triple desvalorización, a saber, étnica, de género y pobreza. Recordar, aun cuando es obvio, que no todas las mujeres inmigrantes están en riesgo de exclusión.

Uno de los síntomas más visibles de la exclusión, es la falta de participación social, cultural, económica y política.

Las mujeres inmigrantes, a sabiendas de la responsabilidad que tienen en el fenómeno de inmigración y en el apartado de la integración en la sociedad receptora, están buscando mecanismos para que esta integración se produzca sin controversia y sobre unos planos de igualdad.

Nuestra situación en la sociedad receptora dependerá del proyecto migratorio, del grupo al que se pertenece, del tiempo que se lleve en el país y de la situación administrativa. No es lo mismo llevar mucho tiempo en España y haber podido obtener la nacionalidad, y con ello poder acceder a algunos trabajos, a que tu situación laboral dependa de tu situación administrativa.

Relaciones sociales

El espíritu gregario y la fidelidad existente en los colectivos impide al individuo alejarse del grupo, y esto lo limita a la hora de relacionarse con la sociedad receptora. Las relaciones existentes dependerán del perfil de la inmigrante y de los espacios en que ellas se den, deseando por parte de la inmigrante que no se fundamente en tópicos y estereotipos, ni mucho menos en paternalismo.

Como toda relación humana, en ocasiones las mismas originan agresiones y conflictos; en el caso de la relación con este colectivo, los conflictos se fundamentan en la falta de contacto, en la ausencia de conocimiento y el desinterés por entrar en el mundo del “otro”.

Como curiosidad constatada en el colectivo subsahariano, los individuos que combinan el binomio grupo de pertenencia y sociedad receptora en sus relaciones, cultivan un sentido de culpabilidad porque sus logros no son limitados, como los de quienes se han mantenido fieles al grupo, y esto en el grupo no se valora positivamente.

El colectivo de inmigrantes es vulnerable a los mecanismos de exclusión social, pues participa poco de los intercambios, prácticas y derechos sociales que configuran la integración social, acceso a una vivienda, formación, educación, etcétera.

Relaciones laborales

Mujeres inmigrantes
El sector agrario es una de las actividades que agrupan mayor número de mujeres inmigrantes.

Las labores que la sociedad receptora concibe fundamentalmente para nosotras, son el servicio doméstico con sus variedades de internas (aquellas que viven en el trabajo), externas (aquellas que cumplen con un horario más o menos regular de 6, 8 o 10 horas en la misma casa) y las que van de casa en casa (algunas hasta 5 al día), la hostelería y la prostitución. Las posibilidades de inserción laboral son pocas, debido a las largas jornadas de trabajo. En la zona de Andalucía y Extremadura, se encuentran trabajadoras del campo entre el colectivo magrebí, peruano y ciudadanas de Ecuador.

El sector agrario aparece, tras el servicio doméstico, como una de las actividades que agrupan mayor número de mujeres inmigrantes. Se deniega más permisos de trabajos a las mujeres que a los hombres; muchas están en la economía sumergida, sin contratos, abocando esta situación, en una gran mayoría, a soportar largas jornadas laborales y salarios bajos, estando sujetas a cualquier tipo de atropello por la inseguridad jurídica en la que se encuentran.

Es importante puntualizar que las inmigrantes generan riqueza. En la actualidad muchas mujeres pueden realizarse laboralmente fuera de sus casas y con ello mejorar su economía. Los trabajos que la mayoría de las inmigrantes realizan son de bajo reconocimiento social, desprestigiados y mal remunerados, pero son necesarios para mantener el estado de bienestar de muchas personas, beneficiándose el patrón y la trabajadora.

La concienciación de la sociedad receptora de que los inmigrantes generan riqueza ayudará a erradicar algunas actitudes xenófobas.

Sanidad

La salud de la mujer inmigrante no está muy cuidada que digamos; en ocasiones se deteriora por mantener el puesto de trabajo. La trabajadora inmigrante, muchas veces, por no perder su trabajo, realiza unos análisis pero no los recoge por no perder otro día de trabajo; y utiliza con frecuencia la estrategia de acudir a los servicios de urgencia.

En el contacto que establezcan los profesionales con las mujeres inmigrantes, no debería soslayarse el papel y el valor que en dicha relación y comunicación tendrá la lengua en la que se trasmita, la religión que las inmigrantes profesen, el lugar que ocupen en la familia, en el empleo, así como su nivel de formación.

Cuando hablamos del valor de la lengua nos referimos a que más allá del uso de la lengua del país receptor, la traducción e interpretación deberá considerar los sentidos y significados que en la lengua de su origen tengan. Todo ello evitará dificultades para los profesionales y la comunicación con las mujeres se dará sin dificultad. En ocasiones muchas de las costumbres no son cercanas y es importante tomar en cuenta el proceso de cambios de situación en el que se encuentran muchas de las desplazadas y, en función de ello, adecuar la relación profesional para que el proceso de cambio en ellas sea menos desgarrador.

Otra situación también a tener en cuenta es que no es lo mismo una mujer que lleva algunos años o la que su estancia es reciente; no tienen la misma idea ni la misma forma de manifestar la noción de salud y de enfrentarla. La relación que frente a la resolución de estos problemas tienen en su sociedad de origen, no será la misma que la que se encuentre en el complejo y burocrático sistema en la sociedad europea. La noción y vivencia del tiempo y su estar en él no corresponde a la dinámica que se tiene en la sociedad europea. Es importante también tener en cuenta la relación hombre-mujer que se tiene en sus sociedades de origen.

Espacio y tiempo

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El servicio doméstico suele implicar difíciles situaciones de explotación para las mujeres inmigrantes.

Desde la década de los ochenta, el servicio doméstico absorbe mayoritariamente a mujeres inmigrantes. En este sector, debido a la normativa que lo regula, se funde el tiempo de trabajo con la presencia en el mismo, hecho que es especialmente grave en el caso de las trabajadoras internas.

Vivir en el lugar de trabajo estimula los abusos por parte del empleador y las dificultades para la trabajadora para enfrentarse a situaciones de explotación, máxime cuando en muchos casos este enfrentamiento supone la rescisión de la relación laboral, lo que en el caso de la trabajadora inmigrante es especialmente dramático, dado que tiene vinculada su situación legal al empleo y al empleador. En la mayoría de los casos solo disponen de un día de descanso.

Dentro de este mismo sector podemos considerar al colectivo de mujeres que se está incorporando a trabajar en residencias geriátricas. Las condiciones en las que desempeñan su trabajo son iguales a las que se refieren más arriba para las mujeres que trabajan en domicilio particular. En algunos casos la propia trabajadora inmigrante desempeña su labor indistintamente en el domicilio del empresario y en la residencia, no diferenciando la labor desempeñada en uno o en otro lugar.

La concentración de inmigrantes en determinados barrios de las ciudades responde más a una necesidad económica que a un fenómeno de segmentación o guetos. Sé de la tendencia en Barcelona a concentrase en algunos barrios, como por ejemplo el Raval y Nou Barris. Su actividad laboral se desarrolla en toda Barcelona, fundamentalmente en los barrios altos.

Participan y están en otros lugares en actividades de índole asociativa y lúdica: centros cívicos de sus barrios, incluso en aquellos donde se les oferta formación aunque no estén situados en la zona donde habitualmente se mueven.

Otros espacios la costumbre los va convirtiendo en suyos. Es una apropiación espontánea pero elegida y que se encuentra con la actitud temerosa de los nativos que se han ido autoexcluyendo de los mismos ante estas presencias diversas.

Van apareciendo ya también en los espacios ganados por la economía informal en algunas calles y metros de la ciudad. El motivo de la inmigración condiciona está movilidad. La inmigrante económica tiene más dificultad, porque está desprotegida, se ve en la necesidad de trabajar en cualquier cosa, por lo que su adaptación es más lenta y difícil, situación que la obliga a moverse siempre en los mismos ámbitos reducidos de su hogar y su trabajo. Sobre todo en este primer período de adaptación en que la “subsistencia” es prioritaria, por lo que ella no dispone de tiempo propio ni espacio.

Si rastreamos el uso del tiempo nos encontramos que el tiempo de que disponen para sí, es mínimo, por no decir nulo, y que las horas ganadas para encuentros asociativos y lúdicos son a costa de menguar horas de descanso y sueño.

No obstante, la construcción de una identidad para quienes procedemos de otras culturas se está forjando, casi siempre, en la relación y pertenencia a un grupo y colectivo diferente al de la sociedad receptora, que ha generado en los europeos de hoy, centrando su identidad en una noción de individuo.

Medios de comunicación

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El tratamiento dado a las mujeres inmigrantes por algunos medios de comunicación es discriminatorio.

El tratamiento dado por algunos medios de comunicación es discriminatorio porque dan una imagen negativa y de sumisión que no se corresponde a la realidad. Pero es importante señalar las modificaciones y cambios suscitados por las actividades de los inmigrantes y sus asociaciones.

Por la capacidad de modificar y la sensibilidad de algunos medios, nuestra imagen ya no está vinculada siempre al delito y a anomalías de acuerdo con el modelo de la sociedad receptora. No obstante, esto no niega el hecho de no estar en los medios de comunicación, ni como gestoras de la noticia ni como protagonistas de ella. Esto no debería ser obstáculo si los medios tuvieran en su diseño una visión que reconociera la existencia de la diversidad de culturas y seres humanos, que también existen. Tanto los consejos de redacción como los equipos directivos deberían incluir, como parte de la sociedad, a personas de otras culturas, de otros orígenes, no solo porque forman parte de la realidad, sino también porque constituyen potencial humano, formado y capacitado, que no se está tomando en cuenta, con la consecuente pérdida que la sociedad receptora está teniendo por ello.

Sin pretender que todo nos venga dado por demandas y reivindicaciones, cosa también importante, es necesario mostrar experiencias individuales ―que también podrían ser colectivas― de hacer suya toda la tecnología y capacidad del desarrollo informático, visual, en el plano de crear, editar, publicar por medios propios la visión que tenemos de esta época y de esta sociedad.

Participación

Las asociaciones a veces sustituyen a las instituciones prestando ayuda en los primeros pasos en la ciudad. Por ello es fundamental que se potencie a las asociaciones para que puedan seguir realizando de manera eficiente la primera acogida de las mujeres inmigrantes y crear estas redes de solidaridad que pudieran encontrarse en sus colectivos de lugar de origen.

En la participación que en el ámbito de asociaciones tienen las mujeres inmigrantes aparece tanto la búsqueda de soluciones a problemas comunes como el hecho de tener presencia y voz en la gestión de todo aquello que les concierne.

No obstante, al igual que la mayoría de los habitantes de la ciudad, su participación en la elaboración de modelos que gestionen el desarrollo de la ciudad es mínima. Ocurre que el hecho de ser extranjera e inmigrante añade un status de desigualdad extrema. Tal situación se agrava cuando muchas de las cosas que sobre y para ellas se pretende realizar no se les consultan ni se les toma en cuenta.

Los límites de la plena participación son de diversa índole: culturales, institucionales y políticos. Los culturales precisan de la construcción de códigos comunes, los institucionales por la rigidez de sus formas, y los políticos porque niegan a inmigrantes mujeres y hombres, su calidad de ciudadano/a. No puede haber participación cuando no se puede decidir, máxime cuando se añade a su situación de extrema explotación por las condiciones ilegales.

La posibilidad de ejercer la ciudadanía nos permitirá ser visibles, y con ello entre todas diseñaríamos la sociedad que nos gustaría.

Servicios

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Ser extranjera e inmigrante coloca a la mujer en una posición de desigualdad extrema.

Una primera necesidad para quienes llegan a sociedades que no son de su origen es información y acogida. Esta necesidad puede ser solventada tanto por redes de inmigrantes como por los servicios sociales. Se trata de ubicarse en el espacio y en el tiempo.

Hay muchos servicios, pero algunos no se conocen, por eso se debe incidir en canales adecuados de información, en lugares frecuentados por mujeres inmigrantes, como escuelas, mercados, centros cívicos, locutorios, peluquerías, las embajadas o consulados, dependiendo de las ciudades.

Potenciar y profesionalizar la figura de la mediadora, que conozca la ciudad y la realidad de las inmigrantes, que actuaría como guía informadora y acogedora en esos primeros momentos, para asesorar en áreas de sanidad, enseñanza, vivienda y sobre todo orientación para afrontar con dignidad humana todo lo que han de ir sorteando en una tierra que no es la suya, ya que aún las palabras frontera y extranjera están muy relacionadas con lo diferente.

Información, orientación y asesoramiento son aspectos íntimamente vinculados a la resolución del estatus que en el plano de la ley sitúa a las inmigrantes en condiciones de desigualdad.

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