La poesía de María Mercedes Carranza iluminó las zonas más oscuras de la realidad colombiana y dio voz a los problemas de la mujer de su tiempo.
La poesía de Nieves Xenes retó al orden moral decimonónico y opuso a sus preceptos un ansia libertad que iba más allá de lo emocional o lo erótico.
La poesía Toshiko Hirata se distingue por su estilo renovador, que integra la herencia literaria japonesa con el dinamismo del mundo moderno.
La poesía de Yamila Tomasa Ferrá se instala en ese espacio de fértiles interacciones entre la historia, la experiencia y el discurso artístico.
La poesía de Mildre Hernández destaca por la limpieza del lenguaje y su capacidad para mostrar en imágenes la fragilidad y la reciedumbre de la vida.
Hay en la poesía de Gabriela Mistral una musicalidad y una actualización de los temas universales que solo en apariencias es apego a la tradición.
Condenada al ostracismo y vigilada hasta el final de su vida, Anna Ajmátova se aferró a la poesía como último recurso contra la barbarie.
La poesía de Amelia Biagioni es un camino irrepetible, privado e íntimo pero compartido, donde la mujer escapa de las normas que intentan apresarla.
Desde que a los veinte años publicó su primer poema, la obra de Forugh Farrojzad estuvo ligada a la lucha por la libertad de la mujer iraní.
En la poesía de Selva Casal parecen contender sin tregua la nostalgia y la dulzura, la resignación y la resistencia ante lo absurdo del presente.