"El Período Especial forjó en mí un carácter"

| Vidas | 30/10/2016

Ella era la instructora artística de la escuela primaria donde estudiaban mis hijos. Creo que aquellos alumnos vivían enamorados en secreto de una profesora joven, hermosa y tierna, que les enseñaba a apreciar el arte, cantar, sacar acordes a una guitarra... Betsy Alfonso Rodríguez (Ciego de Ávila, 1985), con el paso del tiempo, sin embargo, se convirtió en una emprendedora cuentapropista, al frente del salón de belleza Cosette que significa un referente en la ciudad de Ciego de Ávila.

Licenciada en Estudios Socioculturales, su iniciativa constituye un curioso camino de empoderamiento donde la cultura y la economía se cruzan con la voluntad de una mujer por sobreponerse a las dificultades y al paternalismo.

¿No se necesita mucha fuerza de carácter, en la Cuba de hoy, para convertirte en una mujer joven que lleve adelante su propio negocio?

Empecé a trabajar como profesora de piano en la Escuela de Arte, y antes me había formado allí como alumna. Aunque soy tierna por naturaleza, hay algo innegable: en mi niñez y adolescencia viví la experiencia poco grata del Periodo Especial, y eso forjó en mí un carácter que es mezcla de ternura y de fortaleza. Por suerte, mis padres me criaron, aunque pendientes de mí, dándome libertad de decisiones.

¿Cómo surgió el deseo de cambiar las aulas por una pequeña empresa? Imagino que te habrán asaltado no pocas dudas.

Claro, no ha sido fácil, evidentemente, dar este cambio, pero como dijo el poeta Antonio Machado “se hace camino al andar”. La idea del Salón vino creciendo en mí lenta y progresivamente, durante algún tiempo. Hoy me siento satisfecha cuando observo el rostro sonriente de nuestra clientela y oigo su agradecimiento.

¿Chocaste con algún obstáculo en especial?

Siendo honesta, debo decir que no encontré mayores dificultades. Recibí orientación de los organismos gubernamentales y no hallé obstáculos para realizar el proyecto.

¿Y tuviste apoyo y compresión de la familia?

Sí, muchas personas colaboraron con espontaneidad en la terminación del Salón, con las decoraciones, carteles, pinturas de las paredes... así de pronto llegué al momento en que podía inaugurar mi propio local. La construcción no fue fácil, duró unos cuantos meses, requirió de mucho esfuerzo y sacrificio para transformar una casa en un centro de trabajo, pero mi familia me ha apoyado en todo, el local es de un primo de mi padre.
Perteneces a una generación de cubanas ahora mismo que no acumula mucha experiencia en cuanto a iniciativas privadas.

¿De dónde viene tu inspiración?

No recibí de manera directa otras experiencias, pero tal vez sea genético. Mi abuela materna y mis tíos trabajaban privadamente en joyerías y quincallerías, tengo ese antecedente de personas que trataron de ser creativas y tener buen gusto para ganarse el sustento.

Desde el nombre, el diseño y la ambientación, en el Salón Cosette se respira cultura. Parece un trabajo creativo, en el que has empleado mucho la imaginación, ¿es así?

El nombre del Salón, lo tomé de un personaje de Los miserables de Víctor Hugo, “cosita” en español, que simboliza la belleza física y espiritual de una joven que me marcó en mi adolescencia cuando leí la obra. Tenemos un slogan: “Porque su estilo también es arte”. Desde civilizaciones antiguas, como la griega, el cuidado de la belleza en general ha sido prioridad en el ser humano. Considero que soy una persona espiritual, la esencia de la vida no es material.

¿Crees que realmente puedas ofrecer un servicio de belleza distinto para quienes te rodean?

Bueno, eso me propongo, que el servicio sea único en esta ciudad, donde no abundan alternativas parecidas, aunque nuestro espacio está lleno del amor y la humildad del personal que trabaja aquí. Repito, nuestras metas nos obligan a ser creativos, para agradar a quienes llegan en busca de algo diferente. En provincias del interior, como en Ciego de Ávila, hay déficit de salones de belleza, en La Habana es donde más existen. Si uno busca en la aplicación para móviles “Conoce Cuba”, se nota la diferencia. Soy un poco iniciadora de estos servicios en Ciego y he servido incluso de guía a otros, así que pronto voy a tener competencia.

Pero todo negocio, hasta uno de belleza, depende de la parte económica... ¿Recibiste preparación profesional?

He ido aprendiendo sobre la marcha a llevar la administración y las finanzas. Me asesoré antes con personas que ejercen controles en empresas, y me ha servido estudiar exhaustivamente el libro Inteligencia emocional para el trabajo directivo y las relaciones interpersonales. Aptitudes y herramientas, de Alexis Codina Jiménez, publicado por la Editorial de Ciencias Sociales, lectura que me dio mucha seguridad. También he leído Los siete hábitos de las personas altamente efectivas, de Stephen Covey, aplico las técnicas que se explican allí, incluso poseo el video del mismo nombre que dura 4 horas y 30 minutos. En base a esto intento ser proactiva, empezar con un fin en la mente, procurar primero comprender que ser comprendida y, por último, “afilo la sierra”, para poder cortar más árboles sin agotarme.

Sin un mercado mayorista en el país, ¿cómo te las arreglas para conseguir los insumos?

No me resulta nada fácil obtener los materiales para mi trabajo. En ese sentido, pienso que debiéramos contar con una forma de suministro estatal.

¿Atienden sólo a mujeres?

El servicio es para ambos géneros.

Pero en tu equipo de trabajo, ¿sólo hay mujeres, verdad?

También tenemos empleados hombres, lo que buscamos es sobre todo la eficiencia. Aunque no están aquí ahora, los masajistas, porque trabajamos por turnos, y los masajes son de 8 a 9 de la mañana y en horario de la tarde, después que se termina con las limpiezas de cutis.

Equipo de trabajo femenino del salón Cosette.
Equipo de trabajo femenino del salón Cosette.

Lo siento, entonces esos hombres masajistas no saldrán en la foto —reímos—. Pero, en la práctica, ¿acude público masculino?

Sobre todo asisten mujeres, pero también vienen hombres, aunque menos, quizás porque hay un tabú. Recuerdo que aquí estuvo un esposo de una clienta que entró hasta la puerta y le dijo “no, te espero afuera”, porque le daba pena, yo lo mandé a entrar, y se sentó, pero se veía que estaba como acorralado. Era de otro municipio, del campo, tú sabes, los campesinos son más machistas. Hay prejuicios sobre todo en los adultos, los jóvenes no, ellos son más liberales y no les interesa si esto o lo otro será sólo para mujeres.

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