Más allá del cine: Hattie McDaniel y la lucha contra la segregación racial

Como actriz, cantante y activista, Hattie McDaniel dejó una huella imborrable en la lucha contra la discriminación racial en los Estados Unidos.

| Vidas | 24/10/2025
Hattie McDaniel (1893-1952), actriz estadounidense.
Hattie McDaniel (1893-1952), actriz estadounidense.

En una noche de febrero de 1940, una mujer afroamericana caminó hacia el escenario del Hotel Ambassador de Los Ángeles para recibir un Oscar. Era la primera vez que esto sucedía. Su nombre era Hattie McDaniel, y su victoria marcó un antes y un después en la historia del cine. Pero detrás de ese momento de gloria se escondía una realidad mucho más compleja, una historia de determinación, sacrificio y resistencia que merece ser contada.

La cantante de blues

Hattie McDaniel con el grupo Melody Hounds.
Hattie McDaniel con el grupo Melody Hounds.

Hattie nació en Wichita, Kansas, en 1893, como la menor de trece hermanos. Sus padres habían sido personas esclavizadas y, una vez liberados, huyeron hacia Kansas en busca de una vida mejor. Desde muy pequeña, Hattie mostró un talento excepcional para el canto y la actuación. Más que la monotonía de los libros escolares, prefería el ritmo del góspel que su madre cantaba en la iglesia.

A los 17 años, dejó la escuela para unirse al espectáculo de juglares de su hermano. Un año después se casó, pero no abandonó su sueño. Formó su propio grupo de vodevil con dos hermanos y destacó por su sentido del humor y su valentía: actuaba con la cara pintada de blanco, algo que ninguna otra mujer afroamericana se había atrevido a hacer hasta entonces.

Antes de convertirse en la actriz que todos conocemos, Hattie fue una talentosa cantante de blues. En 1920 se unió a los famosos Melody Hounds del profesor George Morrison, una de las agrupaciones musicales negras más respetadas de Denver, con quienes realizó extensas giras. Entre 1926 y 1929 grabó 16 discos y compuso docenas de canciones con títulos como “Sam Henry Blues”, “Poor Wandering Boy Blues” y “Quittin' My Man Today”.

En 1925 hizo historia al ser una de las primeras mujeres afroamericanas en cantar en la radio estadounidense, actuando en la estación KOA de Denver. Este logro, aunque hoy menos conocido que su Oscar, fue igualmente revolucionario: su voz atravesó las barreras de la segregación y llegó a hogares blancos y negros por igual, algo impensable en otros espacios públicos de la época.

Hollywood y la dura realidad

Hattie McDaniel y Vivien Leigh en "Lo que el viento se llevó".
Hattie McDaniel y Vivien Leigh en "Lo que el viento se llevó".

En la década de 1930, Hattie se mudó a Los Ángeles con un sueño: trabajar en el cine. La realidad fue cruel con ella. Al principio tuvo que aceptar trabajos como empleada doméstica, el mismo destino del que había intentado escapar en su adolescencia. Pero su persistencia dio frutos y dos años después llegó su primera oportunidad en la pantalla grande.

Entre 1932 y 1949 Hattie participó en cerca de 300 películas, aunque solo aparecería acreditada en ochenta de ellas. Eran papeles secundarios, pues Hollywood relegaba entonces a los actores afroamericanos: chóferes, camareros y, especialmente, sirvientes. Así, Hattie interpretó una y otra vez el papel de criada, lo que le valió duras críticas tanto de la comunidad blanca como de la afroamericana.

Cuando la acusaron de perpetuar estereotipos raciales, respondió con una frase que la definió para siempre: “Prefiero actuar de sirvienta y ganar 700 dólares semanales que ser una sirvienta y ganar 7”. No era conformismo; era una estrategia de supervivencia y, sobre todo, la fe inquebrantable en que estaba abriendo un camino para sí misma y para las generaciones futuras.

“Un crédito para mi raza”

Hattie McDaniel en la entrega de los premios Oscar, en 1940.
Hattie McDaniel en la entrega de los premios Oscar, en 1940.

En 1939 Hattie interpretó el personaje Mammy en Lo que el viento se llevó, junto a estrellas como Vivien Leigh y Clark Gable. Su actuación fue memorable, llena de fuerza y dignidad. Al año siguiente, ganó el Oscar como Mejor Actriz de Reparto, convirtiéndose en la primera mujer afroamericana en lograrlo.

Pero ese momento histórico estuvo también marcado por la segregación racial. Durante el estreno de la película en Atlanta, las leyes de Jim Crow le prohibieron asistir. Clark Gable amenazó con boicotear la premiere en solidaridad, pero fue la propia Hattie quien le convenció de que acudiera.

En la ceremonia de los Oscar, la humillación continuó. El hotel tenía normas de segregación y solo le permitieron la entrada a Hattie porque el director David O. Selznick solicitó para ella un permiso especial. Aun así, no pudo sentarse junto a sus compañeros de reparto: le asignaron una pequeña mesa apartada, al fondo de la sala, para marcar su “diferencia”.

A pesar de esas humillaciones, Hattie subió al escenario con la cabeza alta y en su discurso dijo: “Espero sinceramente que este premio sea un crédito para mi raza y para la industria del cine”.

Una activista en tiempos de guerra

Hattie McDaniel y Bette Davis en una actuación para los soldados afroamericanos de la Segunda Guerra Mundial.
Hattie McDaniel y Bette Davis en una actuación para los soldados afroamericanos de la Segunda Guerra Mundial.

Hattie no solo luchó contra el racismo en la pantalla. Fue durante mucho tiempo una activista silenciosa y abrió las puertas de su hogar a actores y actrices negros que no encontraban alojamiento decente en Los Ángeles debido a la discriminación. Su generosidad y su solidaridad fueron legendarias.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Hattie demostró su compromiso con su país y su comunidad de manera extraordinaria. Fue nombrada presidenta del Comité de Victoria de Hollywood, una organización que entretenía a los soldados y recaudaba fondos para los programas de ayuda de la Cruz Roja. Promovió activamente la venta de bonos de guerra, hizo innumerables apariciones personales en hospitales militares, organizó fiestas para las tropas y actuó en espectáculos de la USO (United Service Organizations).

Lo notable de su activismo durante la guerra es que trabajó específicamente con regimientos afroamericanos, que a menudo eran ignorados por otros artistas. Bette Davis, en un acto excepcional para la época, se unió a una compañía de teatro formada por Hattie McDaniel que también incluía a Lena Horne y Ethel Waters, convirtiéndose en el único integrante blanco del grupo para actuar ante soldados negros.

Clark Gable, una amistad que desafió la segregación

Hattie McDaniel y Clark Gable en "Lo que el viento se llevó".
Hattie McDaniel y Clark Gable en "Lo que el viento se llevó".

En medio del racismo institucionalizado, Hattie forjó una verdadera amistad con Clark Gable, el “Rey de Hollywood”. Ambos habían crecido en la pobreza y compartían un sentido del humor travieso. Durante el rodaje de Lo que el viento se llevó, Gable solía gastarle bromas: en una ocasión, sustituyó el agua coloreada que bebían en escena por whisky escocés auténtico. Al día siguiente le preguntó: “Mammy, ¿qué tal la resaca?”. Cuando Gable se resfriaba, Hattie lo cuidaba llevándole su jarabe casero para la tos.

Pero su amistad fue más allá de las risas. Cuando Gable descubrió que a Hattie le negaban el derecho a asistir al estreno de la película en Atlanta, y luego, cuando supo que no le permitían sentarse junto al elenco en la ceremonia de los Oscar, Gable reaccionó con indignación y fue la propia Hattie quien lo apaciguó. Aquella amistad entre una mujer negra y el actor blanco más famoso de su época fue, en sí misma, un acto de resistencia inusitado y un ejemplo para muchos que vendrían después.

Sugar Hill: un giro en la lucha por los derechos civiles

Quizás uno de los actos más valientes y menos conocidos de Hattie McDaniel fue su lucha por el derecho a la vivienda. En 1945 vivía en una cómoda mansión en West Adams Heights, un barrio históricamente elegante de Los Ángeles que había sido rebautizado como Sugar Hill en honor al legendario barrio de Harlem. La casa tenía paredes de colores claros, muebles franceses de marfil, un gran jardín trasero, varias terrazas y hasta un refugio antiaéreo en el sótano. En ella se reunían celebridades blancas y negras, rompiendo las normas sociales de la época.

Aunque técnicamente el barrio tenía cláusulas restrictivas que permitían vender propiedades solo a “miembros de la raza caucásica”, desde mediados de la década de 1930 familias afroamericanas prósperas habían comenzado a comprar las mansiones victorianas que los blancos abandonaban al mudarse hacia el oeste. Para finales de los años treinta, cerca de sesenta familias negras vivían allí, incluyendo a actrices como Louise Beavers y Ethel Waters, así como también empresarios, médicos y músicos.

En 1945, ocho residentes blancos de Sugar Hill decidieron que ya era suficiente. Exigieron que se hicieran cumplir las cláusulas restrictivas y se expulsara a los propietarios negros de sus hogares. Hattie no se quedó de brazos cruzados. Junto con el activista Francis Williams comenzó a organizar reuniones en su propia casa. El abogado de la NAACP, Loren Miller, se unió a la causa.

El 5 de diciembre de 1945, Hattie lideró a los residentes de Sugar Hill, acompañada por más de 250 simpatizantes, hacia la Corte Superior de Los Ángeles. Llegaron ante el tribunal “con toda su elegancia y refinamiento”, según se describió en los medios de la época. El abogado de los residentes blancos argumentó que las cláusulas restrictivas estaban protegidas por la Constitución. Loren Miller respondió que era exactamente lo contrario: que las cláusulas restrictivas violaban la decimocuarta Enmienda a la Constitución. Al juez Thurmond Clarke le pareció muy sólido el argumento de Miller y dictaminó:

Es hora de que los miembros de la raza negra sean reconocidos, sin reservas ni evasiones, con todos los derechos garantizados bajo la 14ª Enmienda de la Constitución federal. Los jueces han estado evitando el tema real durante demasiado tiempo.

Fue la primera vez en la historia de Estados Unidos que un juez utilizó esa enmienda para invalidar la aplicación de cláusulas raciales restrictivas. Aquel caso sentó un precedente que influiría decisivamente en el histórico fallo de la Corte Suprema de 1948, Shelley vs. Kramer, donde se declararon inconstitucionales las cláusulas restrictivas de vivienda basadas en raza. Hattie McDaniel, la actriz que muchos criticaban por interpretar criadas, había liderado una batalla legal que cambió la historia de los derechos civiles en Estados Unidos.

Un debate que persiste

En 1942, con un grupo de actrices de camino a una actuación para los soldados de la Segunda Guerra Mundial.
En 1942, con un grupo de actrices de camino a una actuación para los soldados de la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de sus éxitos y su impulso a los derechos de la comunidad afroamericana, la relación de Hattie con la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP) fue siempre tensa. Este ha sido uno de los debates más complejos e importantes sobre representación y estrategia en la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. La NAACP criticaba a la actriz por aceptar papeles que, según la organización, perpetuaban estereotipos dañinos sobre los afroamericanos. Walter White, el director ejecutivo de la NAACP, la había señalado directamente y el periódico Chicago Defender describió el filme Lo que el viento se llevó como “un arma de terror contra la América negra”.

Pero las críticas a Hattie no venían solo de las organizaciones. Muchos miembros de la comunidad afroamericana sentían que sus personajes dignificaban la esclavitud y fomentaban la supremacía blanca. Después de ganar el Oscar, Hattie confesó que la presión de su propia gente la hizo sentir “como si hubiera hecho algo malo”. A medida que la NAACP intensificaba su campaña para que Hollywood dejara de incluir tantos personajes negros serviles en las películas, los roles disponibles para Hattie comenzaron a disminuir. Pero ella se defendió con firmeza. En 1947 escribió un artículo en The Hollywood Reporter donde expresó:

Nunca me he disculpado por los papeles que interpreto. Varias veces persuadí a los directores para que omitan el dialecto de las películas modernas y ellos estuvieron de acuerdo con mi sugerencia. Me han dicho que he mantenido vivo el estereotipo del sirviente negro en la mente de los espectadores. Creo que mis críticos piensan que el público es más ingenuo de lo que realmente es.

McDaniel señaló que nadie esperaba que Arthur Treacher, el actor blanco que siempre interpretaba mayordomos, fuera realmente un mayordomo en su vida real. ¿Por qué entonces el público no podría hacer la misma distinción con ella? Argumentó también que se había negado a pronunciar “la palabra con N” en Lo que el viento se llevó, y que junto a otros actores negros había presionado para que esa palabra (nigger) denigrante tampoco apareciera en el guion, logrando que se eliminara a pesar de que en la novela de Margaret Mitchell, que fue la base literaria para la película, esa palabra aparecía con frecuencia.

Su postura era clara y firme. Años después su biógrafa, Jill Watts, lo resume así: “Ella se veía a sí misma, en el sentido tradicional, como una 'mujer de raza', alguien que estaba haciendo avanzar a su raza”.

Todavía hoy el debate se mantiene y las actrices negras siguen enfrentando dilemas similares sobre qué papeles aceptar y cómo equilibrar la necesidad de trabajar con el deseo de representar a su comunidad de manera digna. La vida de Hattie McDaniel obliga a preguntarse: ¿Es mejor estar dentro del sistema imperfecto intentando cambiarlo, o quedarse fuera por principios? No hay respuestas fáciles.

En cualquier caso, Hattie no estaba sola en su batalla. Formaba parte de una generación de mujeres afroamericanas talentosas que, a pesar de las brutales limitaciones que Hollywood les imponía, lograron dejar su impronta.

Louise Beavers, vecina de Hattie en Sugar Hill, apareció en más de 160 películas entre las décadas de 1920 y 1960. Como ella, fue encasillada en papeles de criada, pero tuvo un momento brillante en Imitación de la vida (1934), donde su personaje Delilah, una madre soltera negra que trabaja para una mujer blanca, tenía su propia historia dramática completa dentro del filme. Fue una cinta controvertida en muchos sentidos, pero demostró que una actriz negra podía llevar un papel protagonista con profundidad y humanidad. Como Hattie, defendió su trabajo diciendo: “Solo estoy interpretando los papeles. No los vivo”.

Ethel Waters, otra vecina de Sugar Hill, fue una cantante de jazz excepcional que también incursionó en la actuación, en la radio y el cine. Su carrera fue más diversa, pero enfrentó las mismas discriminaciones raciales.

Esas tres mujeres, junto con otras como Butterfly McQueen (quien también apareció en Lo que el viento se llevó), formaron una red de apoyo mutuo. Vivían en el mismo barrio, lucharon las mismas batallas legales por la vivienda, se presentaron juntas ante las tropas durante la guerra y se defendieron mutuamente de las críticas. No eran simples víctimas del sistema de segregación racial; eran estrategas y pioneras en una larga lucha para abrir las puertas que durante generaciones estuvieron cerradas a las mujeres negras, y lo lograron.

Hattie McDaniel falleció en 1952 a causa de un cáncer de mama, sin haber visto cómo su éxito inició el cambio para otros artistas afroamericanos. Pasarían casi 25 años hasta que Sidney Poitier recibiera el siguiente Oscar para un intérprete negro. En su testamento, pidió dos cosas: ser enterrada en el cementerio Hollywood Forever y que su Oscar fuera entregado a la Universidad de Howard, una institución históricamente afroamericana. Hoy tiene dos estrellas en el Paseo de la Fama de Hollywood por sus contribuciones al cine y la radio. El gobierno de Estados Unidos le dedicó un sello postal en su honor.

Cargando con los sueños de todos

Mo'Nique recuerda a Hattie McDaniel al recibir el premio Oscar en 2010.
Mo'Nique recuerda a Hattie McDaniel al recibir el premio Oscar en 2010.

Whoopi Goldberg, quien en 1991 se convirtió en la segunda mujer afroamericana en ganar un Oscar, narró el documental Beyond Tara: The Extraordinary Life of Hattie McDaniel (2001). Sobre Hattie y el significado de su vida personal, diría después:

Fue maravilloso poder hablar de esta mujer y navegar a través de sus ojos en este documental, para mostrar lo que se necesitaba para ser ella. La gente no se da cuenta de que realmente requiere mucho, porque estás cargando con los sueños de todos y con las esperanzas de todos. Siempre supo que era una actriz. Sabía lo que quería ser. Y lo hizo.

Setenta años después de que Hattie recibiera su Oscar, en 2010, la actriz y comediante Mo'Nique ganó también ese premio por su actuación en Precious. Esa noche, Mo'Nique vistió un traje azul real y lució gardenias blancas en su cabello, exactamente como Hattie lo había hecho en 1940. En su discurso, agradeció “a la señorita Hattie McDaniel, por soportar todo lo que tuvo que soportar para que yo no tuviera que hacerlo”.

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