Entrevista | Carol, Ixchel y un grupo de amigos, con “El Parqueo”, devuelven a La Habana el cine al aire libre
“‘El Parqueo’ tiene mucha personalidad, con un foco social latente es, además, un refugio donde canalizar la nostalgia en un país desértico”, comenta la entrevistadora.
Pareciera una locura hacer una entrevista con Charly & Johayron de fondo o la camarera súper entusiasta que lo mismo le canta una canción a un cliente o te dice “Mami, espérate un momentico que soy una sola”. Pero estar en ese bar de 23 y 18 que sirvió tantas veces para encuentros de amigos cineastas, lo mismo para tomarse un café en intermedios de trabajos como para hacer pitch de algún proyecto, no fue casualidad.
Este lugar fue el bar-oficina de muchos que no están en Cuba y el lugar que guarda la nostalgia de lo que fue, para los que quedamos de este lado. Allí me encontré con Carolina e Ixchel, esta última la creadora de la idea que ha desarrollado El Parqueo, proyecto que celebró por estos días su primer año de vida. Ambas, parte de un equipo de 11 amigos amantes del cine que dedican un día al mes para reunirse a ver una película en el parqueo de la Puntilla.
Quisiera conocer un poco de estos amigos que integran el equipo y la manera en que surge el proyecto. ¿Cómo fue diseñado y con qué objetivo? ¿Por qué en la calle? En La Puntilla que es, además, un lugar muy cinematográfico con el mar rodeado de ruinas y escombros.
Ixchel: Insisto en mencionarlos a todos porque no todas somos mujeres y todos somos parte igual del equipo aunque tengamos responsabilidades específicas que rotamos todo el tiempo.
Patricia Lim, Leisa Capote, Lia Tamame, Dailys Rodríguez, Raúl Torrens, Raúl Pérez, Liam Gómez, David Casín, Victor Lefebre, Brayan Hernández, Carolina Sánchez y yo Ixchel Casado. No armamos un equipo para hacer El parqueo, nosotros ya éramos un grupo de amigos que funcionaba como equipo también porque todos estudiamos cine y nos llamábamos para trabajar unos en los proyectos de los otros. Un equipo de amigos que colaboran trabajando.
Organizamos las proyecciones por el mismo grupo de amigos de años que ya existía. Ahí lo mismo se habla de una comida que vamos a hacer, un meme o la coordinación de El Parqueo. Hemos tratado de ir rotando por roles, nadie es imprescindible, funciona solo. Yo fui la de la idea, pero todos estamos involucrados. Es un sistema muy bueno rotativo que funciona muy bien porque además, como todo el mundo se está yendo, y nosotros no ganamos un peso con eso, entonces todos somos importantes, pero nadie es imprescindible.
El Parqueo surgió hace exactamente un año. Fue post pandemia, pero tiene que ver con la COVID porque en esta etapa los tiempos se atrasaron, el curso escolar cambió y de pronto en marzo estábamos de vacaciones. Yo veía a los niños mataperreando un poco (que lo siguen haciendo, El Parqueo no va a suplir nunca eso y me parece súper bien también). Yo tenía tiempo libre y me pregunté qué podría hacer que me conectara un poco con el barrio. Tengo una relación extraña con el barrio, porque no soy muy sociable, sin embargo los niños me llaman mucho la atención. Quería integrarme y no ser la persona rara del edificio.
Mirando los muros que hay alrededor pensé en esto porque además sería súper divertido para todos estos amigos que siempre queremos ver películas porque estudiamos cine. Pensé en proyectar películas con el mar en el fondo junto a mis amigos y los vecinos que seguramente bajarían. Entonces hablé con una vecina, Blenda, y le pareció súper divertido y, sin prolongarlo, al día siguiente le pedí el proyector a un amigo que no estaba en Cuba y comenzamos a hacer pruebas de proyección en los muros.
Cuando ya estábamos decididos, porque se veía increíble, se nos ocurrió hacerlo en la pared del edificio. Sería más grande, una gran pantalla. Blenda avisó a los niños que conocía, imprimimos carteles y fuimos en bicicleta a pegarlos por varias escuelas. Así surgió. El espacio donde jugaban niños lo intervenimos con esta otra opción y la intención de que hicieran lo que quisieran: lo mismo ver la película que seguir corriendo o jugando.
¿Cómo fue la acogida de los vecinos, teniendo en cuenta que las proyecciones son informales y espontáneas?
Ixchel: Los vecinos son quienes nos dan un poco la medida de lo que podemos hacer y lo que no, de alguna forma. Por ejemplo, la vecina de los bajos, Blenda (que es para mí esencial en el proyecto), es la mamá de un niño que además yo amo y es “el niño del barrio” porque es muy activo y es quien me da más menos el feedback de lo que está pasando, es la voz del resto de los niños.
El día de la primera proyección se volvió como loco. Se paró asombrado, no es costumbre ver ese barrio con gente en la calle de noche. Miraba fascinado. No vio la película porque corría mucho, estaba muy excitado. Ese día fue mucha gente a ver Vampiros en La Habana. Luego había días donde solo estábamos dos o tres niños y nosotros y nos daba igual, porque ese fue también el objetivo: disfrutar una película juntos. En ese primer momento era más íntimo, ahora hay más responsabilidad porque va mucha gente y siempre tratamos que quede bien y no haya problemas, estamos al tanto siempre, dependemos de eso.
El día que pase algo o que yo sienta que hay algo incómodo con algún vecino, no vamos a poder seguir. Tratamos de que se mantenga todo en orden y mantener una negociación con ellos, sobre todo los de ese edificio, porque se está proyectando sobre sus casas. Directamente no les hemos pedido permiso pero estamos atentos todo el tiempo, interactuando con ellos. Ahora es como un trabajo pero lo seguimos disfrutando, nos encanta ver una película a la intemperie y al lado del mar.
Carol: Somos, ante los vecinos, los responsables de lo que suceda en ese tiempo. Si le sumamos la presión de que quede bien, que no se interrumpa, que se escuche con calidad. Influyen muchas cosas, incluso el clima, porque al ser al aire libre si ya se le dio promoción y de pronto ese día llueve, como nos ha pasado, tomar la decisión de suspender es muy fuerte, porque hay mucha gente que ya está por allí o que simplemente se han planificado para ir. Es como un trabajo, pero no nos resta diversión y eso es lo más importante. Hasta ahora esta relación entre ellos y nosotros ha funcionado y es muy lindo, Están atentos lo mismo para colaborar como para estar presentes. Sacan el sofá de su casa para ver la peli o invitan a familia y amigos y hacen eco del proyecto.
Un año escogiendo entre todos sus películas favoritas y además previendo que funcionen para la variedad de público que asiste a cada proyección. Imagino que cada vez es más complicado elegir. ¿Cómo es el proceso de curaduría de las películas?
Ixchel: Tenemos la política de que siempre que se proyecte por primera vez en otro espacio es con una película de Juan Padrón, algún clásico. Empezamos con Vampiros en La Habana y las dos veces que salimos del espacio, en el ISDI y en la Timba, fue: Vampiros… y Elpidio Valdés. Luego que superamos las películas que nos encantaban, hacemos como unas encuestas internas de opciones. Votamos nosotros y con las tres que queden finalistas, las llevamos a votación en Instagram.
A veces se complica mucho y decidimos directamente cuál poner o lo decidimos internamente y listo. Incluso así no es fácil porque somos once personas y todos tenemos necesidades diferentes. Nuestra “ganancia” con el proyecto es el placer también de ver las películas. Entonces tratamos de tener una media entre lo que se supone que la gente quiere ver, que son los niños, además, y lo que nosotros queremos ver.
Carol: El proyecto desde el inicio tiene que ver con los niños y en las votaciones por las redes, quienes consumen esta promoción son obviamente los adultos. En muchas ocasiones las películas que sugieren no son exactamente para los niños, por tanto a veces no funciona esta democracia porque el público que sí va a estar ahí son los niños del edificio. Entonces el contenido de las películas tiene que estar enfocado para ellos también. Tratamos de establecer esa media, películas que puedan disfrutar todas las edades y que sean populares. Estamos pensando en hacer un buzón físico donde los niños pongan la película que quieren ver y nosotros luego decidir teniendo en cuenta sus propuestas.
Ixchel: Es complicado, porque escoger entre un contenido que pueda disfrutar todo el mundo, que sea importante y que tenga un valor simbólico, es muy difícil o se van agotando las posibilidades. Me pasa por ejemplo, que cuando vemos alguna película a día de hoy, la vemos súper fuerte. Quizás comparte algunas ideas que ya tú no compartes o que no quieres transmitir, pero luego tienen un valor simbólico para nosotros y para el momento actual y cedes, porque aunque tenga aspectos que ya no compartes, vale la pena que los niños de hoy la conozcan, por supuesto, acompañados de sus padres.
Depende del lugar también, por ejemplo en la Timba (Comunidad donde proyectamos una vez) había muchos niños solos porque tienen otras dinámicas con el barrio. Pero en La Puntilla no van niños solos porque es un lugar aislado, oscuro y van siempre con su familia. Se nos va un poco de las manos. Yo te aviso que película voy a poner, si llevas al niño o no es responsabilidad de cada quien. Los adultos son responsables o no de aclararle otras cosas en casa.
Me hablaron un poco sobre las ganancias intangibles que están implícitas en la génesis de El parqueo y está claro que no tienen ganancias económicas. ¿Han pensado en buscar formas de rentabilidad, al menos técnicamente para que siga existiendo el proyecto?
Carol: El origen por el que surgió el proyecto no se ha ido ni se va a ir. Son mucho más fuertes las ganas de compartir una película con tus amigos, con niños, con gente de la comunidad que la de vender una entrada u ofrecer servicios de venta que podrían traer ganancias al proyecto como bebidas, confituras, o lo que sea. Eso vendrá si el proyecto crece, seguramente pasará, pero realmente hay una cosa comunitaria muy fuerte donde la propia comunidad tiene el protagonismo. No solo son espectadores, los vecinos son los que nos prestan lo mismo la bocina, que las extensiones, la escalera, la corriente de sus casas. Es esa sensación siempre de que le llevamos “esto” pero para que funcione depende de todos. Es un proyecto de barrio, para el barrio y con el barrio.
Ixchel: Esto sucede porque no tenemos todavía autonomía tecnológica. Estamos en espera de la importación del Fondo de Arte Joven que ganamos en su segunda convocatoria. Mientras, dependemos de los vecinos. Si un día el dueño de la bocina no está, hay que correr, porque no tenemos equipos de sonido. Así sucede con el proyector, el que usamos durante mucho tiempo es de un amigo que no estaba en Cuba, pero ya regresó. Esta última vez lo hicimos con el de otro amigo de alguien del equipo. Realmente estamos sin proyector hasta que nos llegue la importación de este Fondo.
A pesar del carácter comunitario y de ser un emprendimiento no oficializado e independiente, creo que tienen la solidez de un proyecto, que auguro, va a seguir existiendo para suerte de los que elegimos asistir cada tarde de “Cine bajo las estrellas”. ¿Cuál es el ideal o visión futura que ustedes y el equipo desean para el proyecto?
Ixchel: El ideal de nosotros como emprendimiento está en la conciencia que tenemos de que podemos hacer mucho dinero con esto si lo legalizamos de alguna forma. Pero sería más importante si la propia comunidad pudiera tener una ganancia económica, que los vecinos sean quienes emprendan en ese espacio que estamos creando, no nosotros mismos. La comunidad debería ser quién saque alguna ganancia tangible, que sientan la confianza de hacerlo, además de ver las películas, y que para nosotros siga siendo un hobby, algo que hacemos de manera alternativa. Que suceda esto me parece maravilloso. En definitiva, todos nosotros tenemos otros trabajos y por la cuestión migratoria tan fuerte en nuestra generación, no es algo que podamos planificar a largo plazo.
Carol: Ha empezado a pasar informalmente. Una vecina comenzó a vender rocitas de maíz y antes de las siete, que comienza la película, ya se le han acabado. Que suceda de forma natural es muy bueno, porque nosotros no vamos a hacerlo sin una legalidad que nos ampare y poner en riesgo el proyecto o que alguien piense que estamos lucrando con algo que tiene una esencia totalmente comunitaria.
Ixchel: Esa es una de las vecinas que nos presta la extensión. Nosotros ni siquiera le estamos pagando la corriente ni ellos lo han exigido, entonces si ella tiene la idea de emprender, perfecto. Es muy bueno que vayan identificando de forma natural las necesidades que el proyecto tiene. Ese es un lugar desértico por la noche, no venden nada, y ellos lo saben porque viven allí. Sin hablarlo ellos lo van identificando. Nosotros te generamos “esto”, ese día vienen cientos de personas, tú decides si ves la película, si traes un amigo o si quieres vender algo. Al final, le estamos invadiendo su espacio.
Además, estamos claros de que si el grupo que estamos haciendo esto saca tiempo para hacerlo es porque no estamos en la peor de las condiciones de la gente que vive en Cuba y lo hacemos por el beneficio espiritual que nos reporta. Trabajamos en otras cosas que nos permiten vivir. Entonces sacamos el tiempo para la organización y gestión, datos para descargar las películas. Pero luego pienso que si nosotros somos un grupo de estudiantes, muchos no somos de La Habana y tenemos que pagar renta, estamos solos, no tenemos familia aquí y podemos hacerlo así, con la bocina y un proyector de un amigo, ¿por qué eso no se extiende?
En resumen, mi ideal sería, primero, que los vecinos pudieran hacer dinero con esto, mejorar un poco sus vidas, mejorar el barrio y que en segundo lugar otras personas lo multiplicaran en otros barrios, quizás de mejor acceso. Eso también nos diferencia con otros proyectos, la gente siempre tiene celos con su idea, que no se copie; nosotros queremos todo lo contrario. Donde sea que alguien pueda armar algo así, va a servir, va a funcionar y no sería jamás competencia porque como no hacemos dinero, no importa si hay veinte más, incluso en otras provincias. El hecho de que no nos reporte dinero nos limita, por ejemplo a movernos a otros espacios, pero al mismo tiempo nos quita la ambición de la competencia. Insto siempre a replicarlo. Las mismas instituciones que tienen el respaldo tecnológico que nosotros no tenemos.
No sé cómo funciona la proyección de cine para la familia pero si El Parqueo se pone así, es porque hay un gran déficit de actividades gratuitas para la familia. Me emociona mucho pensar que hay muchos niños que están viendo por primera vez esos muñequitos en ese tamaño y que están teniendo la dimensión del cine a nivel de tamaño de pantalla pero también a nivel social.
Hay algo que se genera en El Parqueo y es que estás viendo la película con cien personas más, es una experiencia totalmente diferente. La gente tiene muchas ansias de encuentros sociales de este tipo. A veces cuando hay mucha gente y hace mucho aire, la película no se escucha atrás y siguen ahí, no se van. Es el deseo de los que quedamos en Cuba de verse las caras. La emoción de estar ahí y encontrarse, el evento social.
Carol: Es un entorno al aire libre donde además, como ha pasado, las personas corean canciones o repiten textos de algún personaje o alguna escena. Yo sí soy totalmente social y que se siente al lado mío alguien que no conozco, no me molesta. El último día se acostó en mi manta una muchacha que jamás había visto (risas). Es la oportunidad de compartir un mismo espacio no convencional y tener la comodidad de hacerlo tuyo con lo que lleves, una manta, una silla, un sofá, una pierda.
Ixchel: La gente ha ido educándose con el espacio. Al principio, a raíz del slogan “Lleva una silla y un amig@” que es algo genérico, es para saber que ahí no hay donde sentarse, la gente llegó con cualquier cosa que sirva para estar más cómodo. Me gusta mucho porque es una afectación efímera del paisaje, cuando se acaba, todos recogen y el espacio vuelve a ser el de antes. El paisaje natural se disfruta, se aprovecha pero no se afecta. Al otro día vuelve a ser el parqueo, la gente va ahí a bañarse, a hacer fotos de quince, a hacer sus rituales de santería, y todo sigue con su dinámica habitual.
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Así es, El Parqueo tiene mucha personalidad, con un foco social latente es, además, para Ixchel, una posibilidad de conectar con los vecinos y el barrio; para Carol y el resto del equipo: la voluntad y el placer de encontrarse y ver una peli entre amigos; para Carlos, el vecino que hace los jardines: el asombro de ver tanta gente disfrutando una película en su propia pared; para Antuan, el niño más involucrado desde el inicio, la ilusión del día esperado.
Para algunos niños es la primera vez frente a una pantalla gigante; para muchos jóvenes es la única opción en una Cuba donde la diversión es cada vez más limitada e inalcanzable. Para mí, un refugio donde canalizar la nostalgia en un país desértico, uno de los pocos refugios que nos quedan, como es también el bar de 23 y 18, donde me despedí después de unas cervezas y varias horas husmeando en el interior de este proyecto tan auténtico, desinteresado y necesario en las ruinas de La Puntilla, las ruinas de un país, desde una de sus paredes frente al mar.
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