La palabra como esencia en la poesía de Alfonsina Storni

“La poesía de Alfonsina Storni responde a la práctica cultural de un continente que ha convertido la ruptura de los cánones en una tradición.”

| Escrituras | 31/10/2024
Alfonsina Storni (1892-1938), poeta argentina.
Alfonsina Storni (1892-1938), poeta argentina.

La escritura femenina del siglo XX latinoamericano entraña, desde muy temprano, una actitud creativa y, sobre todo, conceptual, que la hacen imprescindible como testimonio no solo de ciertos ámbitos de la cultura del continente, sino también de la evolución de su literatura. Pueden citarse muchos casos, pero prefiero detenerme en una autora que, por efectos de una lectura estereotipada, podría resultar sorprendente como un tipo de escritura particularmente concentrada en el juego de espejos de reflejar espacios latinoamericanos y estructurar sus propios espacios de escritura. Es el caso de Alfonsina Storni.

Alfonsina Storni y la tradición de la ruptura

La obra de la Storni se entronca no solo con las voces femeninas de Gabriela Mistral, Delmira Agustini, Victoria Ocampo y Juana de Ibarbourou, sino que encuentra su resonancia en la obra de las cubanas Dulce María Loynaz y María Villar Buceta, cada una de las cuales, en una tesitura diferente, pero unidas por esa extrema sensibilidad de lo íntimo universal, dan cuerpo a una zona lírica irrepetible en nuestras letras. No es casual entonces que, cuando en los años veinte del siglo pasado aparecieron por vez primera en Cuba, a través de las páginas de la revista Social, los poemas de Alfonsina Storni, tuvieran de inmediato una recepción atenta, originada por un aliento y un lenguaje que abrían nuevos caminos para la lírica escrita por mujeres en el continente.

La poesía de Alfonsina Storni está marcada por las búsquedas y convergencias de estilos. No podía ser de otra forma si se piensa en el hecho de que la autora responde a la práctica cultural de un continente que ha convertido la ruptura de los cánones en una tradición. Por tanto, la actitud ante esta literatura femenina de inicios del siglo XX exige verla como cambios necesarios de escritura. Dichos rompimientos alcanzan tonos diferentes. Tesituras que se mueven en rangos polares y heterogéneos. Por un lado se perciben las grandes voces históricas de esta literatura; por otro, el concierto de las voces menores —y a veces un poco histéricas, como la cubana Graciela Garbalosa—, que también produjeron literatura.

Por tanto, una visión crítica de la poesía de Alfonsina Storni lleva al gran drama en que vivió para develar, quieta y sustancialmente, las zonas en las que se movió su lírica: vida-naturaleza-muerte. Esa trilogía queda expresada a través de disímiles imágenes y tonos. Su poesía no puede desprenderse del todo de los relentes del romanticismo como tampoco romperá del todo con ciertos aires modernistas. Pero en ella también podrán encontrarse zonas que responden abiertamente al lenguaje de las vanguardias literarias, especialmente el expresionismo.

El espacio en las escritoras latinoamericanas

Lola Frexas: "Claustro jesuítico" (1984).
Lola Frexas: "Claustro jesuítico" (1984).

Para las escritoras de principios del siglo XX, la ciudad es parte de su historia, en la medida en que ellas mismas son una consecuencia del tráfago y la mentalidad citadinas. Buena parte de estas mujeres, con excepción de Dulce María Loynaz, forman parte de esa nueva clase media engendrada por la modernidad en América Latina. La ciudad marca muchas veces el lenguaje de estas mujeres, en la medida en que comienza a abrirse como un gran sintagma que deberá ser interpretado. Reflejan a una clase media que busca su propio espacio en las nuevas circunstancias, y que será luego excelentemente delineada por los novelistas que vendrán en las décadas subsiguientes, como es el caso de Leopoldo Marechal, Ernesto Sábato, Carlos Fuentes, Bioy Casares, Alfredo Bryce Echenique y Manuel Puig, entre otros.

La naturaleza no está ajena a la Storni como tampoco lo estuvo el tema de la casa, tan caro también a figuras como Juana de Ibarbourou, María Villar Buceta y Dulce María Loynaz, aunque habría que tener en cuenta, a su vez, a una figura masculina como la de Mariano Brull y su tremendo texto La casa vieja. La casa para Alfonsina Storni cobra vida a partir de sus componentes y la interrelación entre ellos. Es un movimiento donde el espacio queda representado desde un adentro y un afuera hasta adquirir una intensidad profunda. Así, aparece una vida que se despliega a través del tiempo en una espera infinita, interminable, sin futuro.

En su poema “Primavera” hay un goce casi edénico que encuentra su correlato en un canto a la naturaleza: mariposas, rosas, luces de cocuyos, el azul del cielo, etcétera. Es esa unidad con la naturaleza que se trabaja también por los pintores latinoamericanos de los primeros años del siglo XX, como una manera muy peculiar de redescubrir el espacio americano. Al respecto, un crítico tan acucioso como Damián Bayón se refiere a dicho período como un tiempo en que “Los plásticos latinoamericanos hablan, muchas veces, de «grandes espacios», de «sentido telúrico de la tierra»”.1

Alfonsina Storni aborda esta misma inmersión en la naturaleza americana al bosquejar un espacio lírico de apertura y atisbo: “Desde el mar que diviso. / ¿Vendrá tu vela? / Vuela, / Primavera es gacela / Fugitiva / y furtiva, / Vuela!”2 El tiempo se libera, al fin, de todo relente romántico. La mirada intenta encontrar una imagen que no se corresponde con una silueta definida. ¿Cuál es su vela? ¿A quién pertenece? No hay dudas, es el tiempo que promete, presagia y amenaza quien marca a estas mujeres escritoras como una piel de donde brota una nueva escritura. El mar es para esta autora vida-naturaleza-muerte. El mar es, además, su espacio y su tiempo interior:

Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto,
Un mar un poco torpe, ligeramente estulto,
Que se asoma a los ojos con bastante frecuencia
Y hasta lo manejamos como una dúctil ciencia…
No preguntes, amado, lo debes sospechar;
En la noche pasada no estaba quieto el mar,
Nada más. Tempestades que los trae y los lleva.
Un viento que nos marca cada vez una costa nueva.3

Detrás de cada elemento está el núcleo conceptual de algo que es mucho más fuerte que la simple cresta de una ola. Esa es su estrategia con la palabra y con el verbo: sugerir en lugar de denominar. Se traza todo un juego de lecturas para poder atrapar no solo las ideas, sino una imagen de ellas. El idioma se alza con toda su riqueza, pero no como una fiesta tonta de palabras. Se trata de renovar las esencias de una expresión donde siempre late un poco la desesperanza.

Geometrización de la realidad urbana

Hilda Vidal: "Me acerco al cuerpo de la vida" (2009).
Hilda Vidal: "Me acerco al cuerpo de la vida" (2009).

Por tanto, la palabra es esencia y no fenómeno simple en la Storni. Así lo hará también Dulce María Loynaz. Labrar el verbo, pulir el sustantivo, trabajar la palabra a la manera de Gracián, era en ellas una forma de autoafirmación. Eran voces que buscaban ser escuchadas para dejar de ser “silencio privado y convertirse en voces públicas”.4 Era el momento de dejar de ser la hermana de Shakespeare5 y decir su nombre por primera vez, no desde la penumbra, sino desde el centro del salón de visitas.

¿Cómo y dónde ubicar entonces estos textos de Alfonsina Storni o del resto de las autoras que renovaron la escritura continental en los primeros años del siglo XX? ¿Dónde colocarlos cuando en ellas se produce una escritura que pudiera ser calificada de convergencias? Convergencias de lenguajes, estilos y tendencias que hacen de estas escritoras, pero también de buena parte de las letras del continente, que sean imposibles de periodizar. No más mirar cómo la Storni, en el mismo libro donde publica su demasiado célebre poema “Tú me quieres blanca”, hace que irrumpan después dos pequeñas piezas magistrales, “Cuadrados y ángulos” y “Aspectos”. En el primero, la espacialidad resulta el concentrado tema central:

Casas enfiladas, casas enfiladas
Casas enfiladas. Cuadradas, cuadradas,
Casas enfiladas.
Las gentes ya tienen el alma cuadrada.
Ideas en fila.
Y ángulo en la espalda.
Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada.6

Este poema aparece en 1918, justo al finalizar la I Guerra Mundial. El cine, un arte aun joven en aquellos tiempos, ya empezaba a dejar importantes huellas que trazaban siluetas similares a las que esta autora era capaz de describir. Solo recordar El Golem, El estudiante de Praga y todos los filmes que desembocarán en El gabinete del Doctor Caligari para tocar los tonos expresionistas que alcanzan todos estos textos. Tonos que son a su vez desgarramiento de una sociedad donde la locura y la divergencia niegan la realidad y la esencia misma del hombre.

La poeta ha descrito desde una visión muy plástica la tragedia del hombre. La geometrización de una realidad urbana hace pensar en que la ciudad misma está a punto de estallar. La deformidad de lo humano pierde su esencia ontológica ante el desequilibrio interno. Aparece el hombre/monstruo, se desdibujan los límites entre la locura y la racionalidad. La ciudad es vista por la Storni como un espacio que comprime a partir de un orden aparente: recinto de asfixia, cárcel supuesta para el hombre que, de pronto, solo tiene un pie cuadrado para vivir. Lo que logra la autora es multiplicar la intensidad de su texto artístico sobre la base de la distorsión de la realidad.

Como se ha repetido incansablemente desde la Kristeva, un texto contiene el eco de muchos otros. La escritura femenina en Latinoamérica, desde inicios del siglo XX, va convirtiéndose poco a poco en generadora de textos que, también en lo que se refiere a la concepción del espacio —vital, cultural, literario, estético— van adquiriendo un carácter genésico y fundacional. Ese es uno de los polos de imantación del poema “Aspecto”:

Vivo dentro de cuatro paredes matemáticas
Alineadas a metro. Me rodean apáticas
Almillas que no saben ni un ápice siquiera
De esta fiebre azulada que nutre mi quimera
Gasto una piel postiza que la listo de gris
(Cuervo que bajo el ala guarda una flor de lis
Me causa cierta risa mi pico fiero y torvo
Que yo misma me creo para farsa y estorbo).7

La matematización temática del poema puede sorprender si se tiene en cuenta el lirismo que atraviesan otros textos de la autora. La Storni devela una zona de interiorización filosófica, de mirada hacia el mundo desde una perspectiva en la cual la ciencia ocupa un lugar privilegiado, entonces no hay por qué sorprenderse. No fue solo la guerra lo que marcó a esta generación, sino también el desarrollo de las ciencias en estos tiempos en que se producía una nueva revolución científico-técnica.

La mujer ante el espejo

Elsa Andrada: "Diálogo silencioso" (sin fecha).
Elsa Andrada: "Diálogo silencioso" (sin fecha).

Los libros que vendrían después tocaron puntos diversos del “mal momento” que escogieron para su obra las escritoras de las tres primeras décadas del siglo XX. La literatura escrita en América desde mediados del siglo pasado significó una reinvención de la imagen y el desbroce de otros derroteros. La escritura femenina construye una imagen que le es devuelta por el espejo en que se mira, que es no solo el de una sociedad secularmente viril en su sello más evidente, sino también el de una ebullición de posiciones culturales.

Pero la mujer latinoamericana no se recreaba frente al espejo del que se ha hablado en estas páginas para trazar simplemente un autorretrato. La mujer frente al espejo siempre se pregunta algo, que no siempre se resuelve en un ¿cómo me veo? También indaga sobre sí misma, sobre sus circunstancias, o trata de comprender lo que de distorsionado descubre en ellas. Llega, entonces, su escritura a convertirse en un detonante porque descubre lo que debe ocultarse. La mujer ante el espejo se concentra en fragmentar su propia imagen en muchas otras.

Por lo demás, el problema del lugar de lo femenino en la producción literaria de la modernidad, constituye, entre otras cosas, una cuestión relativa a la producción simbólica. Parte de ese camino fue desbrozado por una Alfonsina Storni rebelde, que descubre máscaras y las convierte en siluetas fantasmales y que se mueve en los espacios de los márgenes hasta despedirse y, sin saber, ella volverá a emerger de su silencio:

Tristes calles derechas, agrisadas e iguales,
Por donde asoma, a veces, un pedazo de cielo,
Sus fachadas oscuras y el asfalto del suelo
Me apagaron los tibios sueños primaverales.

Cuanto vagué por ellas, distraída, empapada
En en el vaho grisáceo, lento, que las decora.
De su monotonía mi alma padece ahora.
—¡Alfonsina!— No llames. Ya no responde a nada.
8

___________________________

1 Damián Bayón: “La visión totalizadora”, Pensar con los ojos. Ensayos de arte latinoamericano, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, p. 36.

2 Alfonsina Storni: Antología poética, Espasa Calpe, Buenos Aires, 1938, p. 21.

3 Ibíd., p. 22.

4 Judith Astelarra: ¿Libres e iguales? Sociedad y política desde el feminismo, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. 163.

5 Me refiero al texto de Virginia Woolf Una habitación propia.

6 Alfonsina Storni: Antología poética, ed. cit., p. 31.

7 Ídem., p. 32.

8 Alfonsina Storni: Entre el largo desierto y la mar, pp. 102-103.

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