Festival de la Mujer: sus límites en la diversidad

“El Festival de la Mujer ignora las luchas interseccionales que buscan ampliar la comprensión del género más allá del biologicismo.”

| Opinión | 28/11/2024
Imagen del cartel del Festival de la Mujer, celebrado en Cuba, en noviembre de 2024.

En Cuba, diversos espacios y eventos que buscan visibilizar los derechos de las mujeres han perpetuado prácticas y discursos excluyentes, centrados en un esencialismo biologicista. Este enfoque, que reduce a las mujeres a aspectos biológicos como la capacidad de menstruar o de tener útero, no solo ignora la diversidad de las mujeres, sino que también invisibiliza y excluye explícitamente a mujeres trans y a aquellas que no se ajustan a estas características biológicas.

De la mujer y no de las mujereS

El Festival de la Mujer, celebrado los días 23 y 24 de noviembre, se ha propuesto como un espacio de celebración y empoderamiento femenino. Sin embargo, lejos de ser un lugar inclusivo, su narrativa visual y discursiva perpetúa un esencialismo biologicista que invisibiliza a mujeres trans y otras diversidades. En el centro de la polémica está el uso de una vulva como símbolo de lo femenino. Esta elección refleja una tradición arraigada en el biologicismo, que asocia las capacidades reproductivas o características biológicas con la identidad de género.

Si bien puede interpretarse como una forma de celebrar “lo femenino”, en el contexto contemporáneo, donde las luchas de las mujeres trans han visibilizado las complejidades del género, esta representación se torna problemática. El uso de flores y vulvas en las ilustraciones refuerza un imaginario que asocia lo femenino con la delicadeza, la fertilidad y una supuesta conexión con la naturaleza, conceptos que históricamente se han empleado para justificar la subordinación de las mujeres.

En esta lógica, se refuerzan estereotipos limitantes y se reproduce una visión restringida de lo que significa ser mujer, reduciendo a las mujeres cisgénero a funciones reproductivas y perpetuando un cissexismo que invalida las identidades de las mujeres trans. Este tipo de estereotipos, aunque aparentemente inofensivos, fortalecen la idea de que la identidad de género está vinculada de manera ineludible a los cuerpos, desconociendo las múltiples formas en que las personas experimentan su “feminidad”.

La exclusión de narrativas visuales que representen a mujeres trans, mujeres negras o mujeres con discapacidades perpetúa una noción homogénea de mujer que excluye a quienes no encajan en esta construcción hegemónica. Esta visualidad no es inocente; refuerza construcciones sociales que validan ciertos cuerpos y experiencias mientras silencian otras. Las activistas y colectivos feministas que abogan por la diversidad han denunciado cómo estas narrativas dificultan el reconocimiento de identidades más amplias y ricas.

El Festival de la Mujer, al replicar estas narrativas, se inscribe en una tradición que, en lugar de cuestionar los discursos dominantes sobre la “feminidad”, los reafirma. Este esencialismo invisibiliza la diversidad de experiencias que configuran lo que significa ser mujer, contribuyendo a la marginación de comunidades ya vulnerabilizadas.

Las críticas al Festival de la Mujer no buscan destruir el esfuerzo colectivo de muchas mujeres, sino instar a una reflexión sobre las narrativas y prácticas que perpetúan la exclusión. Si los espacios feministas aspiran a ser verdaderamente transformadores, deben adoptar una perspectiva interseccional que celebre la diversidad de identidades, experiencias y cuerpos femeninos. Esto implica no solo una revisión profunda de los materiales visuales y discursivos que se emplean, sino también la disposición a escuchar las críticas como un llamado al cambio.

Exclusiones recurrentes de un evento a otro

Estos problemas no son nuevos ni exclusivos de este festival. La transfobia implícita en estas representaciones no es un fenómeno aislado, sino parte de una problemática más amplia en la sociedad cubana, donde los espacios feministas y las políticas de género aún tienden a excluir a las personas trans.

Durante el Día Internacional de la Mujer en 2022, el Festival feminista #8M organizado por Casa Insurgente, Círculo de Mujeres y Tercer Paraíso Cuba, enfrentó críticas similares. Con charlas y actividades enfocadas en “mujeres menstruantes” y frases como “circular la vida con el corazón y el útero”, el evento fue señalado por su exclusión hacia mujeres trans y aquellas que no menstrúan. La activista trans Mel Herrera, invitada a hablar sobre violencia de género desde su experiencia, fue excluida del programa final, un gesto que simboliza la resistencia de algunos sectores feministas a incorporar perspectivas más amplias y menos cisnormativas. Aunque los organizadores ofrecieron disculpas públicas, estas no abordaron el problema estructural de fondo: la persistencia de un discurso esencialista que define a las mujeres por su biología.

El patrón de exclusión volvió a repetirse en 2023 con el taller “Desde el útero hacia el cabello”, organizado por el Museo Casa de la Obrapía en conjunto con Beyond Roots. Este encuentro proponía un “viaje introspectivo” que vinculaba la feminidad al útero como “el espacio donde comienza la existencia”. Aunque la intención era reflexionar sobre la identidad femenina, el enfoque biológico y cissexista del taller ignoraba a las mujeres sin útero y a las mujeres trans.

Comentarios críticos, como el de Mel Herrera, quien señaló en redes sociales el carácter excluyente del evento, fueron eliminados en lugar de propiciar un debate. Este silencio refleja una falta de disposición a repensar la representación de la diversidad en los espacios feministas.

Transformar los feminismos

Taller de defensa personal para mujeres en el Festival de la Mujer.
Taller de defensa personal para mujeres en el Festival de la Mujer.

El Festival de la Mujer, tal como está planteado, ignora las luchas interseccionales que buscan ampliar la comprensión del género más allá del biologicismo. En un país como Cuba, donde la transfobia sigue siendo una problemática no resuelta, este tipo de eventos tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de transformar las narrativas excluyentes en discursos inclusivos y diversos.

Para ello, es imprescindible un ejercicio de autocrítica dentro de los espacios feministas, reconociendo que la lucha por la igualdad de género no puede construirse sobre la exclusión de otras mujeres. Como bien plantea bell hooks en su libro Feminism Is for Everybody (2000):

El feminismo es para todos, es una lucha para que todas las mujeres, independientemente de su raza, clase, sexualidad o identidad de género, puedan reclamar su derecho a ser quien son, a tener la oportunidad de ser quienes realmente quieren ser.

Revisar las visualidades y los mensajes que se comparten en los eventos feministas en Cuba es un primer paso hacia una representación que abarque la diversidad de las experiencias de ser mujer en un contexto donde los derechos de todas deben ser el foco. Es necesario trascender las representaciones reduccionistas que limitan lo femenino al útero, la menstruación o las funciones reproductivas.

Un verdadero espacio inclusivo para las mujeres debe abarcar las múltiples realidades que configuran sus vidas, sin dejar a nadie fuera. La lucha feminista, si busca ser transformadora, debe rechazar las narrativas que perpetúan exclusiones y adoptar un enfoque que reconozca y valore a todas las mujeres.

El Festival de la Mujer, con su visualidad actual, es un recordatorio de los desafíos que aún enfrentan los espacios feministas en Cuba y en el mundo para lograr una inclusión real. Necesitamos de un cambio consciente en las narrativas, los símbolos y las prácticas para poder avanzar hacia feminismos que abracen todas las identidades y experiencias que caben en la definición de mujer.

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