Matienzo entre Butler y Arroyo 

En Octavia E. Butler y en Yolanda Arroyo “el dolor y la violencia recobran sentido. Te vuelven a la piel y los latigazos que narran te restallan sobre la espalda”.

25/07/2025
Yolanda Arroyo escritora
Yolanda Arroyo. Foto tomada del IG de la escritora.

“La esclavitud era un proceso de ensordecimiento largo y prolongado”, 

Octavia E. Butler

Presente

Atrapada entre Octavia E. Butler y el gusano de tiempo en que ha caído su protagonista en Parentesco, me levanto mareada de la cama. No sé cómo, no me explico cómo ha podido perdurar esta mentalidad colonialista. Es una pregunta retórica. Tengo la respuesta. Al menos una de las tantas que deben de haber.

Lo mismo me sucede con Yolanda Arroyo y su libro Las Negras, editado bajo el sello Yeguas de Troya. Aún siento las mordidas, quizás de compasión, de aquellos tiburones, porque salvajes fueron los que me arrancaron los anillos de las orejas y la nariz o la mirada de pánico de las otras mujeres que como yo estaban en la misma barca camino a la Isla de Gorée para ser vendidas. 

Arroyo me despierta esos recuerdos que debieran estar perdidos pero que me activan mi luna en tauro y sus cuadraturas que hablan de otras vidas perdidas en medio de mucho dolor, pero en rebeldía. Una lectura rápida de mi astróloga, oló Oshún, no me hacen dudar ni por un instante que pude haber habitado cualquiera de los personajes que la autora imagina.

La caribeña está en el grupo de mujeres que se suponían que no sobrevivirían como había presagiado Audre Lorde. Ella, con la certeza de las Iyamí Cholongas que nos rondan, muestra el tiempo en círculos con unos balcones a los que una se puede asomar y ver a una ancestra sobrevivir o verse a una misma reflejada en otras vidas, con otra cadena atada a los pies o libre, cultivando la comida de la familia o envenenando la comida del amo. No somos cristianas, no pondremos la otra mejilla.

Leyéndolas siento cómo vienen a visitarme mujeres que no conocí. Los miro de soslayo y tardan unos segundos en desvanecerse. Son ellas. Las que aguantaron el látigo, las que se rebelaron y nos acompañan tan lejos de la casa. 

Butler y Arroyo responden una pregunta que hace muy poco me hiciera una senegalesa: “¿qué te ata a África?”. El dolor. Es la respuesta. 

Octavia E. Butler escritora
Octavia E. Butler. Foto: Octavia E. Butler Estate

Pasado

En ambas el dolor y la violencia recobran sentido. Te vuelve a la piel y los latigazos que narran te restallan sobre la espalda; compartes los gritos de la mujer que le hicieron perder la barriga a palos.  La epigenética de la esclavitud la llevamos en la sangre, entonces que a nadie le asombre que queramos reconstruir a nuestros muertos. 

Butler y Arroyo me devuelven a un tema del que he hablado mucho conmigo misma, con conocidos, con desconocidos. Cuando más los necesitamos “No hacen acto de presencia Orún, Olodumare, Babá, Iyá”, ¿dónde estaban los Orishas? ¿Observando? ¿Juzgando? No, los Orichas no juzgan. Ese es un pensamiento blanco, un pensamiento que llegó con la cruz y el látigo, tal y como narran ambas autoras. Los orichas nos construyen y huyen a otras tierras usando a sus hijos como instrumentos. Es una teoría. Solo eso. 

He dejado que la Butler me penetre. La escritura de Arroyo la hereda. No puedo evitar pasar de una a la otra porque las leí en paralelo. Intercalé las historias de Las Negras con La Trilogía de Lilith y Parentesco. Y me he hecho un mapa genético del pasado, presente y futuro. 

Butler comienza con una certeza. Su mundo es la ficción. Pero Arroyo arranca desde el “supuesto” recuerdo, el “supuesto” suceso y nos va introduciendo en un Caribe aún sin explorar, aunque en apariencias haya tenido muchas lecturas. En Arroyo hay maternidad, rabia, nostalgia, como en Butler, pero también está el mar que nos llena de salitre y que como mismo curte la piel, deja la sensación de que el envejecimiento, cuando ocurre, se ralentiza sin que ocurra el viaje a lo Butler. Al menos en la primera parte del libro. 

En Arroyo hay lesbianas, amor, mujeres desaparecidas, hay archivos reveladores como en Butler.

Con Las Negras evolucionamos hacia un futuro. Arroyo no descuida que en ese viaje hay otras experiencias, otras herencias como la indígena que trazan un parteaguas entre el pasado y el futuro. En el Caribe hay más que negros y blancos. Hay otros espíritus rondando.

Las Negras de Yolanda no son cuerpos revendidos, son cuerpos obtenidos de primera mano. La cercanía con el mar es una puerta hacia la libertad

Parentesco de Octavia E. Butler. Foto: María Matienzo
Parentesco de Octavia E. Butler. Foto: María Matienzo

Afrofuturo

Ellas ven un ciberfuturo. Imaginan la reconstrucción de un mundo negro, lo cual no significa que sea justo, pero al menos está siendo contado desde las negritudes. Ambas parecen decir: preferimos un mundo alienígena a seguir contando desde lo blanco, desde la reproducción constante de un hombre o una mujer nórdica. No es su exterminio. Es que no quieren seguir narrando desde y para ellos. En eso coincido con las dos. 

La locura que ha dejado la esclavitud tenemos que encaminarlas a esos rumbos, no al que no quieren imponer. Ambas ofrecen inspiración. Arroyo ha hecho que no pueda dejar atrás ni Cuba ni el Caribe. 

Recomponer la memoria lleva trabajo. Siempre se pierden pedazos. Nunca se logra ni siquiera bocetear el momento tal cual ocurrió. Así que el futuro es el único aliado que nos queda. Ambas autoras lo demuestran. Experimenten leyéndolas en paralelo. 

Pareciera que estoy estableciendo comparaciones hiperbólicas. De Octavia a Yolanda hay un mundo de experiencias. Es como haber entrado una vez más en ese bucle temporal y hacerlas convivir en mi presente, sobre mi escritorio. Pero esa también es la consecuencia de vivir en una isla. Nadie cree que lo que haces se merece suficiente reconocimiento como para ser comparada con las grandes de la literatura norteamericana y universal. 

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La Habana (1979). Escritora. Realiza la columna de opinión «Mujeres de Alas», en la Revista Alas Tensas. Ha colaborado como periodista en medios y revistas como Cubaliteraria, Havana Times, Diario de Cuba, El Tiempo en Colombia, Hypermedia Magazine, Programa Cuba y Connectas. Sus reportajes han sido publicados en una compilación de ediciones Samarcanda, España, bajo el título Apocalipsis La Habana (americans are coming). En el 2020 publicó la novela Elizabeth aún juega a las muñecas (Editorial Hurón Azul) y el libro Orquesta Hermanos Castro: la escuelita, sobre la historia musical olvidada (Unos & Otros Ediciones ). Fue reconocida por la Fundación Internacional para las Mujeres en los Medios (IWMF) como Women Journo Heroes. Sus reportes sobre la vida cotidiana de las cubanas y los cubanos se pueden encontrar en el diario CubanetNews.