El imperio oculto de Cuba: GAESA y su dominio económico

Los documentos filtrados de GAESA revelan la realidad de un país donde la opulencia de unos pocos contrasta con la precariedad de la mayoría.

| Noticias | 08/08/2025
Hotel K-23, símbolo de la desconexión entre la cúpula militar de GAESA y el pueblo cubano.
Hotel K-23, símbolo de la desconexión entre la cúpula militar de GAESA y el pueblo cubano.

En medio de una de las peores crisis económicas y humanitarias que ha enfrentado Cuba en décadas, una reciente filtración de documentos financieros ha sacudido los cimientos de la opaca estructura de poder en la isla. El Nuevo Herald obtuvo acceso a registros secretos que revelan la asombrosa riqueza del Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA), el conglomerado militar que controla la mayor parte de la economía cubana. Mientras la población lucha contra la escasez de alimentos, medicamentos y energía, GAESA acumula miles de millones de dólares en activos, operando como un “estado dentro del estado” con una autonomía sin precedentes.

Esta revelación expone no solo la magnitud del poder económico de los militares cubanos, sino también la abismal distancia entre la opulencia de las élites y la miseria en que apenas sobrevive la mayoría de los cubanos.

De la autogestión al monopolio: la evolución de GAESA

Zona Especial de Desarrollo Mariel, en el occidente cubano.
Zona Especial de Desarrollo Mariel, en el occidente cubano.

GAESA, fundada por el General Julio Casas Regueiro y adscrita al MINFAR, comenzó a abrirse camino en la década de 1980. Su propósito inicial era modesto: recaudar fondos para financiar las actividades de las FAR y reducir así su dependencia del presupuesto del Estado, buscando introducir una gestión más moderna en el sector civil. Sin embargo, su estructura y sus funciones experimentaron una transformación radical desde que Raúl Castro asumió la presidencia en 2008. Bajo su dirección, las FAR expandieron su control sobre la vida económica del país. Una figura central en este proceso fue el ex yerno de Raúl Castro, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, quien presidió GAESA hasta su muerte en 2022 y se convirtió en el miembro más joven y poderoso de la cúpula militar cubana.

El “deshielo” de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, en diciembre de 2014, fue un catalizador importante para el crecimiento de GAESA, que capitalizó el interés por Cuba y logró posicionarse en áreas estratégicas para la inversión extranjera y el turismo. Durante este período, GAESA se convirtió en un pulpo empresarial, extendiéndose por los sectores más lucrativos de la economía: En 2010, GAESA absorbió la Corporación CIMEX, conglomerado comercial que gestiona operaciones bancarias, minoristas y comerciales, incluyendo miles de tiendas, supermercados, gasolineras y servicios de alquiler de coches; en 2011, adquirió acciones en ETECSA, el monopolio de telecomunicaciones de Cuba; en 2013, tomó el control de Universal Trade & Management Corporation, otra entidad con participación en ETECSA, consolidando así su influencia en el sector de las telecomunicaciones.

La adquisición del Banco Financiero Internacional en 2016 marcó un punto de inflexión en el poder del grupo empresarial militar, pues este banco no solo controla las actividades financieras de todas las empresas bajo la sombrilla de GAESA, sino que maneja casi el 95% del flujo de las importación y exportación del país. En agosto de aquel año, GAESA tomó formalmente el control de Habaguanex, entidad que gestionaba hoteles, tiendas y restaurantes en la Habana Vieja. GAESA se posicionó también en la administración de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, y a través de su subsidiaria Almacenes Universales, controla la terminal de contenedores y la empresa Palco.

Esta agresiva expansión era parte de un plan para consolidar la hegemonía del ejército, creando un supra-poder económico-militar que ha desequilibrado aún más la inoperante institucionalidad en el país.

El peso de GAESA en Cuba

La magnitud del dominio de GAESA sobre la economía cubana es asombrosa. Dueña de los sectores más lucrativos, controla el 95% de las finanzas, más del 70% de la economía, y entre un 40% y un 60% de los ingresos en divisas de la isla. Los documentos filtrados por El Nuevo Herald revelan que, en marzo de 2024, GAESA poseía activos corrientes por un valor de 18 mil millones de dólares, de los cuales 14.5 mil millones se mantenían en cuentas bancarias de instituciones financieras dentro del grupo. Solo su subsidiaria Gaviota, que gestiona 115 hoteles y negocios de alquiler de coches y viajes, tenía 4.3 mil millones en efectivo disponible en julio de 2023. Y en el primer trimestre de 2024, el grupo militar generó más de 2.1 mil millones en ganancias netas.

Sin embargo, los documentos muestran que ni siquiera el imperio militar ha escapado al deterioro económico del país. Entre marzo y agosto de 2024 los activos líquidos del conglomerado cayeron de 18 a 14 mil millones de dólares, y los depósitos bancarios disminuyeron de 14.5 a 9.3 mil millones.

GAESA actúa como “una especie de banco central en la sombra”, con su propia red financiera independiente del Banco Central de Cuba. Sus operaciones son mayormente offshore, y sus libros contables permanecen cerrados incluso para las instituciones oficiales. Utiliza empresas registradas en Panamá y otros países para eludir restricciones comerciales, y mantiene un sistema de contabilidad dual, registrando transacciones por separado en pesos cubanos y dólares estadounidenses.

El costo de la opacidad

La mala gestión estatal de la economía y la insensibilidad del gobierno agravan la pobreza en Cuba. Foto: Yamil Lage
La mala gestión estatal de la economía y la insensibilidad del gobierno agravan la pobreza en Cuba. Foto: Yamil Lage

La concentración de poder en manos de GAESA ha tenido implicaciones enormes para la sociedad cubana y su sistema de gobierno. Una de sus características más controvertidas es la extrema opacidad. El conglomerado está por encima de todo control o auditoría institucional, incluyendo la de las propias FAR. Sus libros financieros son secretos, y el acceso a sus datos está restringido a un número muy limitado de individuos. La gravedad de esta opacidad se hizo evidente cuando Gladys Bejerano, la entonces Contralora General de la República, admitió en 2023 que su oficina no tenía autoridad para auditar a GAESA; fue destituida poco después sin explicación oficial.

Además, el grupo empresarial emplea a miles de militares retirados, lo que asegura una lealtad y disciplina inherentes a su estructura, y la supervisión de sus actividades recae de foma exclusiva en el misterioso Departamento V de las FAR, que tampoco responde a las entidades públicas.

La falta de control externo sobre GAESA, y su acelerado crecimiento, han contribuido al colapso del sistema, dejando al gobierno civil sin recursos para cubrir las necesidades más elementales de la población. Esto se manifiesta en la escasez de alimentos, la deficiencia de los servicios de salud, las dificultades en el transporte, los apagones eléctricos y la falta de acceso a agua potable. Mientras miles de personas buscan comida en la basura, GAESA desvía millones de dólares de los ingresos en divisas del país para la construcción de hoteles de lujo, en un claro contraste con el deterioro general de las condiciones de vida.

Muchos señalan a GAESA como responsable directa del empobrecimiento abrupto de Cuba. Por su funcionamiento al margen de la supervisión gubernamental, los economistas y analistas la describen como una “economía paralela” e incluso un “gobierno paralelo”, y se la acusa de ser un mecanismo para extraer riqueza de la sociedad, facilitando la corrupción, lo que agrava la ya precaria situación de la mayoría de los cubanos.

Pero más allá de su dominio económico, existen evidencias claras de que GAESA utiliza parte de sus recursos para apoyar el aparato represivo del estado. ETECSA, la compañía de telecomunicaciones controlada por GAESA, es una herramienta de control totalitario y represión, una pieza clave en el espionaje a las comunicaciones de los opositores en la isla y un instrumento para garantizar el aislamiento y la desinformación de los ciudadanos. Los cortes de internet en momentos de descontento social y el subsidio a miles de líneas telefónicas de “cibercombatientes” al servicio del aparato represivo, se sostiene, paradójicamente, con los ingresos de las recargas pagadas por la diáspora cubana.

La situación general de Cuba, descrita a menudo como una “cleptocracia comunista”, donde las élites del régimen viven en lujo mientras la mayoría del pueblo sufre miseria y exclusión, es en buena medida consecuencia del inmenso poder de GAESA, que no invierte en mejorar los sectores críticos para el bienestar de las personas, como la salud, la vivienda, la educación y la electricidad, pero sí en el sostenimiento del estilo de vida de los oligarcas y en la represión de disidentes y opositores.

Las sanciones impuestas por Estados Unidos, que prohíben el comercio con entidades vinculadas a las fuerzas armadas cubanas, como FINCIMEX, tuvieron un impacto significativo en el negocio de las remesas. Se estima que GAESA ha perdido el control de más del 95% de las ganancias de este sector, que ahora fluyen principalmente a través de redes informales. Aunque intentó eludir estas restricciones mediante ORBIT, S.A., esta estrategia fracasó al ser expuesta en 2022 como una fachada controlada por el conglomerado militar.

Sin embargo, la efectividad de las sanciones de Estados Unidos para reducir el poder de GAESA ha sido limitada, afectando sobre todo a las familias y al sector privado cubano. Adaptable, oculta tras una red de empresas fachada y entidades offshore, GAESA protege sus activos de la presión externa y continúa generando ingresos sustanciales. Su trayectoria de expansión sin límites es un reflejo de cómo se ha consolidado el poder militar en Cuba, a contrapelo de la economía y los derechos humanos. La reciente filtración de sus datos financieros, que no solo revela la magnitud de su riqueza sino también las fluctuaciones en sus reservas, ayuda a comprender la realidad de la economía cubana, un sistema donde la opulencia de unos pocos contrasta brutalmente con la precariedad de la mayoría.

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