Diálogo con la ausencia: desaparecidos en Cuba

“Las desapariciones afectan tanto a quienes intentan emigrar como a quienes permanecen en Cuba, atrapados en dinámicas de control, abuso y vulnerabilidad.”

Desaparecida en Cuba.
Desaparecida en Cuba.

No existe una definición del término “persona desaparecida” en el derecho internacional. Una persona desaparecida es, según la International Commission on Missing Persons (ICMP), “cualquier persona que necesita ser localizada por razones fuera de su control”.

En Cuba, las desapariciones de personas no son un fenómeno aislado, sino una consecuencia de múltiples factores. Aunque no siempre se visibilizan en los medios oficiales, estas desapariciones están presentes en diversos contextos y afectan tanto a quienes intentan escapar de la Isla como a quienes permanecen en ella, atrapados en dinámicas de control, abuso y vulnerabilidad.

Las personas que intentan emigrar en busca de mejores condiciones de vida, enfrentando peligros mortales en el mar o en rutas migratorias, a menudo se convierten en víctimas de desapariciones. Mujeres y niñas que sufren violencia de género también desaparecen sin dejar rastro, y sus casos no siempre reciben la atención necesaria. Además, las desapariciones pueden estar vinculadas a la represión estatal, donde activistas, periodistas y opositores al gobierno pueden ser detenidos e incomunicados. Las desapariciones también ocurren en el contexto de la violencia económica y social, donde la precariedad lleva a muchas personas a situaciones de extrema vulnerabilidad.

La memoria como símbolo de ausencia

Ulises, hermano menor de Mauricio, ha pasado los últimos años en una constante incertidumbre, atormentado por la desaparición de su hermano. Recuerda con exactitud cada detalle de aquel día. Mauricio en el momento de su desaparición era un hombre de 46 años que, a pesar de sus problemas de salud mental y física, se había acostumbrado a moverse por su barrio y a realizar actividades sencillas.

“Mi hermano Mauricio tenía su problema de retraso, fue un muchacho que jugaba y hacía de todo, pero siempre tuvo esa discapacidad mental”. Según Ulises, su madre siempre cuidó a Mauricio con celo, manteniéndolo bajo control y limitando sus salidas, aunque le permitía algo de libertad en su entorno cercano. “Mi mamá, en paz descanse, siempre lo mantenía dentro de la casa; lo dejaba hacer poquitas cosas, y salía poco a la calle”.

La desaparición de Mauricio en mayo de 2017 no fue la primera. A lo largo de su vida, había tenido episodios en los que se extraviaba, pero siempre regresaba o era encontrado. La primera vez que se perdió fue cuando era un niño, en el Parque Lenin. Aunque Ulises era demasiado joven para recordar todos los detalles de ese evento, la angustia de su madre quedó grabada en su memoria: “Se perdió una vez cuando era niño. Estuvo perdido tres días. No me acuerdo dónde apareció porque yo era muy niño en aquel entonces. Me acuerdo por el tropelaje de mi mamá llorando y mi papá buscándolo”.

La muerte de su madre en 2015 tuvo un impacto emocional fuerte en la estabilidad de Mauricio, y provocó que perdiera buena parte del equilibrio mental que había alcanzado: “Tuvo un descontrol de ánimo, de nervios; estuvimos al límite de ingresarlo en Mazorra”. Pero Ulises se resistió a internarlo. “Nunca quise, no es fácil tener un hermano ingresado en Mazorra”.

Pero Mauricio comenzó a aventurarse más allá de su barrio natal, Luyanó. Lo que comenzó como paseos cortos por el vecindario, se convirtió en viajes a lugares lejanos. “Él fue tomando confianza. Se ponía a estar cogiendo carro y guagua, cosas que él no hacía antes. Se puso a estar haciendo visitas lejos, a gente que no veía, porque él es una gente familiar, cariñoso, jodedor”.

En una de esas ocasiones se perdió nuevamente, aunque fue encontrado días después: “Me llamaron que apareció por allá, por las escaleras de Jaruco, lejísimo. Me dijeron que tenía que ir a buscarlo porque la policía no podía traerlo”. Cuando llegó a casa, Ulises le reclamó: “Coño, Mauro, acuérdate de que no puedes estar saliendo” y él respondió: “No, no, tranquilo, yo voy a coger dinero para andar aquí en el barrio”.

En cada desaparición de Mauricio, había sido localizado, generalmente por la policía. La opinión de Ulises es que en esos tiempos la policía actuaba con rapidez y constancia, algo que, afirma, cambió después: “Esta última vez, de 2017 para acá, no vi búsqueda”.

La noche de su desaparición fue como cualquier otra. Mauricio salió de casa alrededor de las seis de la tarde, sin dar señales de que algo estuviera mal. “Se bañó, se vistió, salió y estas son las santas horas que no ha aparecido”.

El protocolo exigía esperar 72 horas antes de poder presentar una denuncia, algo que Ulises cuestiona debido a las condiciones de salud de su hermano. “No se podía esperar 72 horas, él es diabético, es hipertenso, tiene problemas de retraso”.

Los Principios Rectores para la Búsqueda de Personas Desaparecidas del Comité de la Organización de Naciones Unidas contra la Desaparición Forzada establecen que las autoridades responsables de la búsqueda deben actuar de inmediato al tener conocimiento de una desaparición, sin demoras. Las acciones de búsqueda deben incluir desplazamientos a lugares relevantes cuando sea necesario. Además, estas autoridades deben iniciar la búsqueda de oficio, incluso sin una denuncia formal.

A pesar de las recomendaciones existentes sobre la búsqueda de personas desaparecidas, muchos países aún operan bajo protocolos que requieren períodos de espera antes de iniciar una búsqueda activa, retrasos que pueden tener consecuencias graves y a menudo irreparables. Por esa razón, la legislación nacional debería asegurar que las actividades de búsqueda no estén sujetas plazos restrictivos. Asimismo, la falta de información de familiares no puede ser un impedimento para comenzar la búsqueda. Incluso ante dudas sobre la desaparición involuntaria, se debe iniciar la búsqueda de inmediato, preservando todos los elementos probatorios necesarios para investigar y proteger la vida de la persona desaparecida.

En los meses que siguieron a la desaparición, Ulises mantuvo la esperanza de que Mauricio pudiera aparecer, especialmente cuando el huracán Irma azotó la Isla. La policía le aseguró que debido al ciclón todos los ciudadanos buscarían refugio y sería más fácil localizar a su hermano. Pero esa esperanza también se desvaneció. “No apareció. No estaba en hospitales, ni psiquiátricos, ni en ninguna iglesia”. Él también hizo su propia búsqueda, independiente de la policía.

La desaparición de Mauricio se difundió por todos los medios posibles. Su imagen salió en el Canal Habana, y su tía, que había emigrado a Estados Unidos, logró que el caso se publicara también en los medios de ese país. Sin embargo, todos los esfuerzos resultaron inútiles. “Mauricio salió por todos lados, pero jamás en la vida ha aparecido”.

A medida que han pasado los años, la búsqueda de Mauricio se ha vuelto cada vez más desalentadora. Ulises relata cómo una vez la policía apareció en su casa preguntando si su hermano ya había sido encontrado. Esa pregunta, aparentemente inocua, fue desconcertante. Ulises interpretó el gesto como una prueba de la ineficacia y la falta de interés de las autoridades: “¿Cómo van a venir a la casa a preguntar si ya apareció, después de cuatro o cinco años? Eso es que no han buscado a nadie”.

Según el artículo ¿Qué pasa cuando desaparece una persona en Cuba? publicado en El Toque, los recursos legales de los familiares son escasos. Además de presentar una queja en Fiscalía, no hay mecanismos que les permitan exigir a las instituciones que realicen búsquedas efectivas y continuas. Los familiares tampoco tienen la capacidad de impugnar el archivo de las investigaciones o la interrupción de las búsquedas. La opción de que organizaciones de la sociedad civil puedan llevar a cabo denuncias, búsquedas independientes o brindar apoyo a los familiares es inexistente, ya que solo se permiten aquellas organizaciones que cuentan con la aprobación del Estado.

Mauricio hubiese cumplido 55 años en julio de este año. Ulises recuerda que a su hermano le encanta el cake, y esa pequeña memoria se convierte en un símbolo de la ausencia que ha marcado su vida y la de su familia. Desde la desaparición, la vida de todos ha cambiado. Su padre se deprimió, y sus hijos, que también estuvieron involucrados en la búsqueda de su tío, se fueron del país sin poder cerrar ese capítulo.

Para Ulises, la desaparición de Mauricio no solo representa una pérdida personal, sino también la evidencia de un sistema que no estuvo a la altura de las circunstancias. “Yo, a raíz de aquello, muchas veces fui a la policía y salí discutiendo en la estación policial de Aguilera [Municipio Diez de Octubre] con los policías. Me decían que nosotros pensábamos que ellos estaban jugando. Yo sé que no están jugando, pero bueno, mi hermano es el que no aparece”.

Una herida que nunca cierra

ilustración de mujeres desaparecidas en Cuba
Ilustración con los rostros de algunas de las mujeres desaparecidas en Cuba.

La desaparición de Maydeleisis Rosales Rodríguez, conocida cariñosamente como Mayde, ha sido una herida abierta para su madre. Isis ha sido el principal testimonio de un proceso doloroso y frustrante, caracterizado por la falta de respuestas claras y la ineficiencia de las autoridades encargadas de la investigación. Han pasado más de cuatro años desde que la joven, de apenas 16 años, desapareció el 30 de mayo de 2021. En este tiempo, la vida de Isis ha cambiado radicalmente.

La última vez que alguien vio Maydeleisis fue en el parque de Campanario y Malecón, una ubicación que, aunque cercana a su hogar en el municipio Centro Habana, parece haber sido el lugar donde se desvaneció sin dejar rastro. Desde aquel día su familia ha estado atrapada en una espera interminable, marcada por la ausencia de noticias y la falta de avances significativos en la investigación.

Las autoridades han ofrecido pocas respuestas, lo que ha profundizado aún más la sensación de abandono que siente: “Es como si a nadie le importara. Como si la vida de mi hija no valiera nada. Hasta el momento, no he recibido ninguna noticia sobre mi hija. La Policía Nacional Revolucionaria (PNR) no ha ofrecido ningún apoyo significativo, y con el tiempo, temo que no habrá noticias alentadoras sobre su paradero”.

Uno de los policías que al principio se mostró a cargo del caso de Mayde se identificó como miembro de la sección de búsqueda y captura del Ministerio del Interior (MININT), dedicada principalmente a la captura de prófugos de la justicia. Más allá de eso no hay datos públicos sobre el funcionamiento de la búsqueda de personas reportadas como desaparecidas.

Su frustración aumenta visiblemente cuando menciona que el caso ha sido trasladado a la sección de homicidios, a pesar de que no se ha encontrado el cuerpo de la adolescente.

El Código Civil cubano vigente desde 1987 en sus Artículos 33 y 34 contempla dos fases para declarar la presunta muerte de una persona desaparecida. En primer lugar, se procede a la declaración de ausencia, la cual es posible realizar tras un año de desconocerse su paradero. Posteriormente, debe transcurrir un mínimo de tres años para que un familiar pueda solicitar al tribunal que se declare la presunción de muerte. Esta declaración, una vez emitida, tiene los mismos efectos legales que un fallecimiento natural, y se toma la fecha de la desaparición como la fecha oficial del deceso.

La madre de Maydeleisis ha intentado llevar el caso a la Fiscalía, “pero no mostraron el interés necesario, especialmente considerando que se trata de una menor de edad”. Además de eso, Isis cuenta que al principio tuvo que enfrentar la presión de la Seguridad del Estado, puesto que fue advertida de que estaba “politizando” el caso: “No estoy politizando nada. Yo solo quiero encontrar a mi hija”.

Como ha indicado la Oficina en México de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres, “las desapariciones de mujeres suelen estar relacionadas con otras manifestaciones de violencia de género, como la violencia sexual, la trata de personas o los feminicidios. En este sentido, es fundamental evaluar las acciones de búsqueda e investigación desde una perspectiva de género, implementando de manera inmediata todas las medidas de búsqueda necesarias en cada situación”.

Maydeleisis inspiró la creación de la Alerta Mayde, una iniciativa de la periodista y activista Marta María Ramírez destinada a ayudar a encontrar a menores desaparecidos en Cuba. Esta alerta, que se inspira en el modelo de la Alerta Amber en Estados Unidos, refleja la necesidad de un protocolo más efectivo para manejar casos de desapariciones en la Isla.

La Alerta Mayde junto a la Alerta Yaniset surgieron como respuesta a la evidente falta de un protocolo adecuado para manejar desapariciones en Cuba. Según Marta María Ramírez, “el caso de Maydeleisis Rosales reveló que Cuba no cuenta con un protocolo de desapariciones de niñas y niños”. La falta de un sistema de alerta temprana y la ineficiencia en la gestión de casos de desapariciones han sido temas críticos en la discusión sobre cómo mejorar la respuesta del Estado a estas tragedias.

“Ya no soy la misma persona —confiesa Isis—. Mi vida es una constante agonía desde que desapareció mi hija. Hay días en que simplemente no puedo levantarme de la cama. Mi cuerpo está aquí, pero mi mente está atrapada en ese día, en ese momento en que me di cuenta de que Mayde no iba a volver”.

La desaparición de un ser querido, según Missing Persons Project del Comité Internacional de la Cruz Roja, genera una forma de sufrimiento particular conocida como “pérdida ambigua”. Este término describe la situación en la que los familiares no saben si la persona está viva o muerta, lo que les impide cerrar emocionalmente y continuar con sus vidas. Este estado de incertidumbre prolongada lleva a muchos a evitar hacer cambios significativos en sus vidas por temor a que estos representen un acto de traición a la memoria del desaparecido. Otros pueden experimentar sentimientos de culpa, especialmente cuando sus esfuerzos por encontrar a la persona no tienen éxito.

Este tipo de pérdida afecta de diversas maneras, incluyendo la dificultad para asumir nuevas responsabilidades o roles familiares. Además, muchos familiares limitan sus interacciones sociales y evitan disfrutar de actividades placenteras o establecer nuevas relaciones, lo que agrava su aislamiento emocional. La comunicación dentro de la familia también puede verse afectada, ya que muchas veces evitan expresar su dolor o hablar del desaparecido para no intensificar el sufrimiento de los demás.

“La gente se aleja, no saben qué decirme. Y yo tampoco quiero estar con ellos, porque no puedo fingir que todo está bien cuando mi hija sigue desaparecida. Es algo que llevas dentro, como una herida que nunca cierra”.

Sombras que no se pueden abrazar ni despedir

El caso de Mayde no es aislado. Para enero del año que transcurre, según el artículo “Desapariciones en Cuba: Alertas que exigen respuestas inmediatas” del Observatorio de Género de Alas Tensas, actualmente se encuentran activas varias alertas ciudadanas por desaparición en Cuba, que exigen respuestas inmediatas. A las alertas mencionadas se les suman, —según una nota de Cubanet del pasado 3 de agosto— las de Misleydis Martínez Aleaga de 49 años, desaparecida desde el 18 de octubre de 2024, Yamisel Rondón Morales desaparecida desde el 15 de julio de 2024, Jiannis Sánchez Páez desaparecida desde el 14 de junio de 2019 y Doraiky Águila Vázquez, desaparecida desde el 15 de marzo de 2025.

Hace solo unas semanas, Canal Educativo mencionó el caso de Doraiky Águila Vázquez, pese a que la denuncia llevaba meses circulando en redes sociales gracias a la insistencia de su madre y de personas que no se han cansado de visibilizarla. Ese reconocimiento tardío en la televisión estatal es, sin dudas, un paso, pero insuficiente.

La pregunta que queda en el aire es evidente: ¿dónde están los protocolos de alerta? ¿Dónde los mecanismos públicos, los pasos claros y rápidos que deberían activarse apenas una mujer desaparece? Hoy, en Cuba, no existe una vía institucional transparente para responder a estas urgencias. El país necesita un sistema real de alerta temprana que asegure la difusión inmediata en los medios, la movilización de las autoridades, la atención a las familias y el seguimiento de cada caso. No puede ser que la búsqueda de una persona dependa de publicaciones en redes sociales y de la solidaridad ciudadana.

La Federación de Mujeres Cubanas (FMC) debería ser una de las voces que exija ese sistema. No fue gracias a la FMC ni a los medios estatales que el caso de Doraiky salió a la luz en un canal oficial, sino al empuje ciudadano, al activismo y a la presión colectiva. ¿Y los otros casos? ¿Por qué siguen en silencio? ¿Dónde están las investigaciones, la búsqueda activa, el acompañamiento a las familias?

A nivel internacional, organismos como el Comité contra las Desapariciones Forzadas de la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han emitido reiteradas recomendaciones a los Estados sobre la urgencia de crear o fortalecer instituciones especializadas en la búsqueda de personas desaparecidas. Estas entidades deben contar con la capacidad técnica y jurídica para investigar, documentar y coordinar los esfuerzos de búsqueda y justicia.

En el caso de Cuba, el contexto es particularmente complejo. La falta de transparencia institucional y la escasa participación de organizaciones de la sociedad civil agravan la situación. A pesar de los esfuerzos de familias y activistas, la ausencia de un organismo especializado que se encargue de los casos de desaparición limita gravemente las posibilidades de acceso a la verdad y la justicia. En este sentido, es fundamental que el Estado cubano adopte las recomendaciones internacionales y desarrolle un mecanismo eficiente que aborde las desapariciones, dotado de los recursos y el personal adecuados.

La crisis económica, marcada por el desabastecimiento, la inflación y la falta de recursos básicos, también puede afectar el funcionamiento de los cuerpos policiales. En su libro Entender la labor policial: Recursos para activistas de derechos humanos, Anneke Osse, bajo el sello de Amnistía Internacional, explica que la respuesta policial en situaciones de crisis revela más la incapacidad del Estado para mantener el orden, que su destreza en cumplir con esta función básica. En muchos países, esto implica una nueva manera de concebir el rol de la policía, así como sus deberes y habilidades, un enfoque que requiere que la policía interactúe activamente con sus comunidades, priorice la prevención del delito sobre la mera detección, investigue las razones por las cuales la población solicita sus servicios y se centre en abordar las causas profundas de los problemas, en lugar de simplemente tratar los síntomas.

Las fuerzas de seguridad, cuando carecen de personal entrenado y recursos tecnológicos, se ven incapacitadas para llevar a cabo investigaciones exhaustivas o seguir los protocolos internacionales en la búsqueda de personas desaparecidas. Además, la precarización laboral dentro de estas instituciones puede generar un ambiente de desmotivación y corrupción, facilitando la impunidad en muchos casos.

Sin un ente especializado, dotado de recursos suficientes y con voluntad política, las familias de desaparecidos permanecen atrapadas en una espera interminable porque las personas desaparecidas quedan en un limbo, como sombras que no se pueden abrazar ni despedir.

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