Arte │ Shamsia Hassani: cambiar la mente de las personas
La obra de Shamsia Hassani es un símbolo de la resistencia femenina a la guerra, al fundamentalismo, y a los traumas de la emigración y el desarraigo.

Entre los escombros de Kabul, donde los edificios bombardeados dejan ver las huellas de décadas de conflicto, los graffiti de Shamsia Hassani desafiaron el silencio. La artista tomó esas estructuras derruidas como soporte para colocar frente a la memoria de la guerra, la silueta estilizada de una mujer aferrada a su esperanza. Su intención era clara: “Quiero hacer que Afganistán sea famoso por su arte, no por su guerra”.
La obra de Hassani ha trascendido las fronteras de su país, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia femenina a la guerra, al fundamentalismo religioso que intenta limitar sus sueños, y a los traumas de la emigración y el desarraigo.
El camino del arte

Shamsia Hassani nació en Teherán en 1988, mientras su familia vivía en el exilio huyendo del conflicto que asolaba Afganistán tras la invasión soviética. Paradójicamente, su origen afgano fue un obstáculo para su educación artística: pues al ser hija de afganos no se le permitía estudiar arte en Irán.
Lejos de desalentarla, esa prohibición forjó su voluntad y a los diecisiete años, tras su regreso a Afganistán, comenzó a estudiar arte tradicional en la Universidad de Kabul. Su anhelo, como el de tantos jóvenes de su generación, era cambiar el destino de su país a través de la cultura. Así, terminó su licenciatura en 2010 y en 2014 hizo una maestría en Artes Visuales. Fue conferencista, profesora de escultura y dibujo anatómico en la misma universidad donde había estudiado, y en el propio año 2010, luego de participar en un taller organizado por Combat Communications, conoció el trabajo del grafitero británico Chu y decidió dedicarse al graffiti. Esta forma de expresión le ofrecía algo que las galerías y las aulas no podían darle: inmediatez, accesibilidad y la oportunidad de intervenir directamente en el paisaje urbano de una ciudad, donde la violencia de la guerra había dañado no solo las fachadas de los edificios, sino también el alma de las personas.
Como parte de una búsqueda activa de nuevos lenguajes para llegar a audiencias más amplias, fundó, junto a Chu y otros artistas urbanos, el colectivo de arte contemporáneo Roshd ―que en persa significa “Crecimiento”―, convirtiéndose casi sin pensarlo en la primera mujer afgana dedicada al graffiti.
Un lenguaje visual único

En los años siguientes, mientras continuaba su trabajo como profesora en la universidad, los murales de Hassani se hicieron famosos por la fuerza de su mensaje. El personaje que creó, una mujer afgana, vital y creativa, aferrada a sus sueños, con los ojos cerrados a la destrucción y a los impedimentos, se volvió el símbolo por excelencia de un país que luchaba por renacer de entre las ruinas y sobreponerse a la barbarie; en especial, de sus mujeres, condenadas por la tradición a un lugar subordinado en la sociedad y a quienes la artista mostraba no como víctimas pasivas, sin recursos, conformes con el rol que se les imponía, sino como presencias poderosas capaces de transformar su mundo y dar vida a esos sueños por tanto tiempo postergados.
“El arte cambia la mente de las personas y las personas cambian el mundo”, decía, y esta manera de pensar se convirtió en el principio que impulsa toda su obra. Cambiar la mente de las personas, poner frente a ellas una realidad que no quieren ver, o una posibilidad que hasta entonces no lograban siquiera imaginar.
En 2014, la revista estadounidense Foreign Policy la incluyó en su lista de pensadores globales más influyentes y ese mismo año su proyecto “La magia del arte es la magia de la vida” resultó finalista del premio Artraker. Su trabajo era ya conocido en varios países de Asia, Europa y América. En 2021, en medio de la ofensiva de los talibanes en Afganistán, la BBC reconoció a Hassani como una de las “100 Mujeres del Año”.
Represión y exilio

La entrada de los talibanes a Kabul significó un giro radical en la vida del país y un enorme retroceso para los derechos de las mujeres. Para proteger su vida, Shamsia Hassani se vio forzada primero a la clandestinidad y luego al exilio, desde donde ha continuado su obra. En una entrevista, contó sobre los años previos a la llegada de los talibanes al poder:
Durante años, antes de la caída de Kabul, los talibanes hicieron notar su presencia con atentados y ataques suicidas. Esta situación generó problemas de seguridad en las calles, por lo que era arriesgado estar fuera de casa, sobre todo salir a crear murales sobre mujeres.
Hassani ideó entonces un nuevo proyecto: “Soñar Graffiti”, incursionando en el arte digital y difundiendo su trabajo a través de las redes sociales. En los últimos tiempos, sin embargo, el peso del sufrimiento de su pueblo y de ella misma dejó una marca profunda en sus pinturas: donde antes sus personajes se mostraban alegres y llenos de color, haciendo música, cultivando flores, mirando al futuro con alegría, la desesperación se hizo más fuerte, los tonos se agrisaron y los instrumentos se rompieron: “Su corazón, esperanza y voz se han roto, como me pasa a mí y a decenas de miles de mujeres”, explicó Hassani, pero “a pesar de todas estas tragedias, mi inspiración es la resistencia de las mujeres ante los talibanes”.
En agosto de 2021, Shamsia Hassani emprendió el camino del exilio, desde donde sigue creando y sensibilizando al mundo sobre los problemas que enfrentan las mujeres en su país. Recientemente, en una entrevista para la revista alemana D+C, habló sobre lo que entiende como su responsabilidad y su objetivo en esta nueva etapa de su vida:
Como artista, tal vez no sea capaz de producir un cambio significativo, pero no quiero permanecer en silencio. Quiero saber que he hecho lo mejor que he podido. Si mi trabajo trae al menos un uno por ciento de cambio positivo, o un solo momento de esperanza para las personas, entonces estoy trabajando por ese uno por ciento y por ese momento. Mi propósito es darle a mi público un sentido de compasión, de empatía y esperanza. Cada pieza que creo, ya sea sobre las mujeres, sobre la humanidad o sobre cómo vive la gente en medio de la guerra y los conflictos, es un llamado al mundo para que no olvide. Quiero recordarles los problemas que enfrentan las mujeres afganas, que sepan que ellas están luchando con paciencia y constancia.

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