Lady Godiva, transformando el ultraje en victoria

Lady Godiva se convirtió en símbolo de sacrificio personal, y su leyenda sigue inspirando los debates sobre la resistencia femenina casi mil años después.

| Vidas | 18/11/2025
Monumento a Lady Godiva en Coventry.
Monumento a Lady Godiva en Coventry.

Coventry amaneció en silencio aquel día. Las plazas desiertas, los mercados cerrados. Una inusual quietud se expandía como manto de niebla sobre la pequeña urbe en las Tierras Medias de Inglaterra. Sobreponiéndose al miedo y la vergüenza, Lady Godiva se despojó de sus ropas, subió a su caballo, y salió a la ciudad. El sonido de los cascos golpeando las piedras del camino despertaba a su paso una mezcla de agradecimiento y pena. Una mujer desnuda, hija de la nobleza, atravesaba despacio el pueblo, exponiéndose. Pero nadie salió a su encuentro, nadie abrió las ventanas para verla pasar.

Con su dignidad intacta, la joven Godiva regresó a casa. Había cumplido su parte en el acuerdo, había aceptado la humillación para proteger a sus vasallos, y si alguien hubiese querido injuriarla aún más, nadie lo habría podido impedir. El silencio, el recogimiento de los habitantes de Coventry, las ventanas cerradas, fueron una muestra de respeto hacia ella, que sin necesidad puso el bien de las personas comunes por encima de su propio orgullo. Ahora le tocaba a su esposo cumplir lo prometido. Y él, Leofric de Mercia, conde de Chester y señor de Coventry, no tuvo más opción que renunciar a cobrar los altísimos impuestos con que pretendía exprimir aún más a su pueblo.

Esa es la imagen que ha quedado de Lady Godiva en la memoria colectiva: la noble dama que se despojó de todo, excepto de su coraje y su sentido de justicia, y cubierta solo por su largo pelo salió a la calle, transformando el ultraje personal en una victoria que todavía hoy, casi mil años después, sigue despertando admiración. Pero ¿cuánto hay de cierto en esa leyenda que ha inspirado incontables obras de arte, poemas, películas y hasta una marca de chocolates? ¿Quién fue realmente esa mujer? Y quizás lo más importante: ¿por qué su historia perdura y se renueva con tanta fuerza a través del tiempo?

Lady Godiva: la mujer y el mito

Moneda acuñada en Coventry en 1792 con la figura de Lady Godiva.
Moneda acuñada en Coventry en 1792 con la figura de Lady Godiva.

Su nombre era Godgifu, que in inglés antiguo significaba “regalo de Dios” y luego de la conquista normanda se latinizó como Godiva. Nacida alrededor del año 990, fue una de las mujeres más poderosas de su época. Los registros históricos la confirman como la única anglosajona terrateniente y feudataria en el gran censo Domesday Book. Y aunque se casó con Leofric de Mercia, uno de los nobles más influyentes de Inglaterra, poseía sus tierras por derecho de nacimiento, no por matrimonio.

Fue una mujer de profunda fe cristiana y notable influencia. Junto a su esposo, en 1043, fundó el monasterio de Coventry y fue benefactora de numerosas casas religiosas. Cuando Leofric murió, en 1057, ella heredó sus extensas tierras y fue una de las pocas mujeres que lograron conservar sus posesiones a la llegada de Guillermo el Conquistador en 1066. Murió alrededor de 1080 y sus restos aún yacen junto a los de Leofric en el monasterio que ambos fundaron.

La famosa historia de su cabalgata desnuda aparece por primera vez en el siglo XII, más de cien años después de su muerte, en un manuscrito del monje Roger de Wendover titulado Flores Historiarum. Según esta primera versión, Lady Godiva se compadeció del sufrimiento de sus vasallos por los excesivos impuestos que Leofric les imponía, y le suplicó que les aliviara la carga. Él, molesto por sus constantes peticiones, le puso una condición que creyó imposible de cumplir: solo reduciría los impuestos si ella atravesaba la ciudad montada a caballo y completamente desnuda.

Cuenta Roger de Wendover que, para asombro de Leofric, su esposa aceptó el desafío, pero exigió a los habitantes de Coventry permanecer encerrados en sus casas mientras ella recorría la ciudad. Y asegura que el pueblo, en señal de respeto, cumplió fielmente su reclamo.

Siglos después, en el XVII, se añadió a la leyenda otro personaje que también ha pasado a la cultura universal: Peeping Tom, un sastre que supuestamente no resistió la tentación de espiar a la condesa y cuya osadía, según los relatos populares, fue castigada con la ceguera. Poco se dice, sin embargo, de quién ejecutó el castigo. Para algunos, fue el propio pueblo que, indignado por su afrenta, le arrancó los ojos; para otros, fue un castigo divino. Lo cierto es que tanto Lady Godiva como Peeping Tom, por razones muy distintas, han quedado en el imaginario colectivo como símbolos de dos actitudes contrarias: ella, demostrando con su ejemplo que ninguna humillación puede destruir la honra de quien se sacrifica por el bien de los demás, y él, que refleja la bajeza de quien para satisfacer sus deseos mancilla el honor de otra persona.

Durante años los historiadores han debatido sobre la veracidad de este relato. Algunos sugieren que Godiva pudo haber cabalgado vestida solo con un camisón —la ropa interior que se usaba en aquel tiempo—, lo que para los estándares morales medievales ya era bastante escandaloso. Otros afirman que la historia es falsa, aunque reconocen que tal vez la condesa sí intercedió ante su esposo por el bienestar del pueblo.

En su libro Lady Godiva: A Literary History of the Legend (2003), el profesor Daniel Donoghue señala que un acto tan público de ruptura con las costumbres hubiese sido impensable en la Inglaterra del siglo XI y que la falta de referencias históricas precisas indica que los narradores posteriores adornaron un acontecimiento quizás cierto de negociación política, añadiéndole un elemento dramático extraordinario.

Lo que nadie pone en duda es que la verdadera Lady Godiva fue una mujer excepcional: poderosa, noble y generosa. Su legado de caridad y su estatus único en la sociedad anglosajona de su tiempo son hechos comprobados. La leyenda, con cuanto pueda tener de fantasía, solo amplificó las cualidades que ya ella poseía.

Un símbolo cultural

John Collier: "Lady Godiva" (1898).
John Collier: "Lady Godiva" (1898).

Lo extraordinario de Lady Godiva no es si cabalgó desnuda o no, sino cómo su figura se ha transformado en un símbolo en constante evolución. Su historia se ha reinterpretado y actualizado incontables veces a través del arte, la literatura, la música y el activismo.

En el siglo XIX la antigua leyenda volvió a hacerse célebre cuando Alfred Tennyson le dedicó un poema, y de inmediato pintores prerrafaelitas como John Collier la hicieron tema recurrente en sus lienzos, retratándola con una singular mezcla de vulnerabilidad y fortaleza. Ya en el siglo XX, también Dalí le rindió homenaje y Sylvia Plath la mencionó en su poema “Ariel”.

Cuando en 1926 se fundó la marca belga Godiva Chocolatier con un dibujo de Godiva impreso en sus cajas doradas, la imagen se convirtió en icono de la cultura popular europea. Y cuando la reina Victoria le regaló al príncipe Alberto una estatuilla de Lady Godiva, reconoció a través de ese símbolo la virtud y la entrega que todo pueblo espera de sus líderes.

Para muchos, Godiva representa la valentía de una mujer que desafió las convenciones sociales y utilizó su propio cuerpo como medio de protesta política. Su acto, si la leyenda fuese cierta, anticipó en siglos el uso de la desnudez como forma de empoderamiento, una táctica que algunos movimientos feministas contemporáneos emplean. Así, en su libro I'm Buffy and You're History (2016), Patricia Pender explora cómo Godiva subvirtió las expectativas tradicionales de la feminidad, al igual que muchos personajes modernos desafían los estereotipos de género.

Sin embargo, otras autoras hacen una lectura más crítica de la leyenda. La investigadora Melisa Yilmaz, por ejemplo, argumenta que Godiva se ha convertido en un símbolo pasivo del espectáculo erótico, diseñado para satisfacer la mirada masculina más que para incentivar el empoderamiento de la mujer. Las incontables representaciones artísticas de su cuerpo, a menudo erotizadas, confirman esta preocupación.

La historiadora Sandra Ferrer también lamenta la hipersexualización del mito de Lady Godiva, y reconoce su fuerza como símbolo, aunque rechaza el carácter feminista que otras autoras han querido darle, al menos “no en el sentido que entenderíamos esta palabra como defensora de los derechos de las mujeres”. Para ella, Godiva fue sin duda de una mujer valiente y osada, pero no una proto-feminista.

Sin embargo, algunos análisis destacan que la demanda de Leofric es en sí misma una forma de violencia machista, un intento de doblegar y avergonzar públicamente a su esposa por atreverse a cuestionar su autoridad. Que Godiva transformara ese acto de humillación en un gesto de dignidad y sacrificio habla de su firmeza, y aunque no elimina la violencia inherente al reto, expone la debilidad del poder violento frente al sentido moral de la justicia.

Quizás por eso Lady Godiva es hoy todavía un icono que trasciende su contexto. El Festival Godiva en Coventry reúne cada año a la comunidad para homenajear su legado, y el ambiente de la celebración no borra las preguntas difíciles que su leyenda plantea: preguntas sobre el poder, la dignidad, el sacrificio y la representación del cuerpo femenino. Lo cierto es que cada época, cada movimiento social y cada artista han visto en ella un espejo de sus propias preocupaciones y esperanzas, y eso es algo que pocas figuras históricas consiguen.

Hoy, al hablar de Lady Godiva, no hablamos solo de una condesa medieval o de una bella joven desnuda, lo hacemos también de todas las mujeres que, a lo largo de la historia, han desafiado el poder en defensa de los más vulnerables y han usado su voz —o su silencio, su cuerpo, su dignidad— como medios para propiciar un cambio.

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