La escuela al campo, «El burro» y otras violencias (My diary)

El autor vuelve a sus memorias de la escuela al campo y revive situaciones de abuso y de violencia entre los estudiantes.

10/11/2022
Escuela al campo- foto de persona no binaria en primer plano
Nonardo Perea a través de este diario, revela situaciones de violencia vividas en primera persona en una Cuba homofóbica. Imagen de la serie: "Silencios"

A veces pienso que no me podré librar nunca de algunos recuerdos del pasado.  Recién anoche, antes de intentar conciliar el sueño, a mi cabeza volvía el recuerdo de mi paso por la escuela al campo, donde casi todos los recuerdos giran alrededor de temáticas sexuales y conflictos de aceptación, por ser una persona gay.

Confieso que en la actualidad ya no me afecta pensar en ello como tal vez sí me sucedía hace unos diez años. Ahora lo veo todo desde otra perspectiva. De algún modo haber pasado por esa experiencia, prácticamente obligatoria, me sirvió para tomar conciencia de mi cuerpo, de mi sexualidad, y de mi identidad.

También me enseñó a enfrentar la vida sin culpas, y sin tener que justificar o pedir permiso por mi existencia.

Sobre esta etapa de la escuela al campo, específicamente venían a mi cabeza imágenes de encuentros eróticos, en algunos casos; y en otros, sexualmente violentos.

Recordé cómo, entre los jóvenes de mi año, hacíamos maratones masturbatorios al aire libre para ver quién se corría más rápido.

escuela al campo - autorretrato a color de Nonardo Perea
«Los encuentros en las duchas transcurrían de forma silenciosa». Imagen de la serie: Silencios

Recordé a un chico que solía orinarme encima cuando estábamos en las duchas. Siempre que lo hacía se le ponía durita la pinga. Nunca entendí por qué me orinaba y qué era lo que podía hacerlo llegar a ese estado de excitación. Usualmente esos encuentros terminaban con él pajeándose lejos de mí.

Ese chico en específico era muy atractivo, e incluso tenía novia. Esos encuentros en las duchas transcurrían de forma silenciosa, como si de un pacto tácito se tratara. Sin embargo, una noche dejé de verlo. Resulta que de un día para otro sus padres decidieron sacarlo de la escuela. Nunca supe el motivo.

El burro de la escuela al campo

Otra imagen que viene a mi cabeza se ubica en el albergue de noveno grado donde estuve un tiempo, recién llegado a la escuela al campo.

No olvido que una noche me comencé a sentir un poco mal, y el jefe de albergue al que apodaban El burro porque tenía tremendo rabo, me dijo con amabilidad que ocupara su litera.

El burro era un chico repitente. Tenía mucha más edad que cualquier otro joven de la escuela al campo. Tanto era así que ya estaba en edad de servicio militar.

Aunque él podía ser bastante rudo con todos, y esto es una característica que debían de tener todos los jefes de albergue; esa noche en su litera fue muy delicado.

Recuerdo que me quedé rendido y que me desperté en medio de la noche sintiendo al burro repellándome el culito.  

Me había bajado el calzoncillo y rozaba su trozo de rabo por mis nalgas. Recuerdo que comencé a temblar. Sentí una mezcla de miedo y ansiedad, algo que me hizo mantenerme tranquilo.

Yo estaba como un palo tieso, y él solo me rozaba mientras respiraba sobreexcitado. Yo no sabía qué hacer. Y aunque no fue algo que me hiciera sentir del todo mal, realmente no acababa de entender estos episodios.

No entendía por qué desde que había llegado a la escuela, mi vida se había vuelto tan diferente.

rostro de Nonardo Perea envuelto en un plástico transparente
«A pesar de sentirme rechazado por ser como era, muchos deseaban acceder a mi cuerpo«. Imagen de la serie: Silencios

Desde el punto de vista sexual, una vez que me internaron, todo comenzó a ser raro para mí. A pesar de sentirme rechazado y humillado por ser como era, muchos deseaban acceder a mi cuerpo, y despertaba instintos sexuales que más que bien me hacían sentir fatal, porque no eran deseos recíprocos o disfrutables.  

La experiencia con El burro, aunque ahora la pueda recordar sin dolor, reconozco que fue una violación de mi cuerpo; ya que en ningún momento hubo una conversación previa para saber si yo estaba dispuesto a ser sometido a sus deseos.

Esa noche, cuando él se desahogó, me escurrí temeroso de vuelta a mi litera. Era bien tarde, ya todos dormían y el albergue parecía la boca de un lobo.

close-up de persona andrógina cubierto con un tocado de plástico
Fotografía de la serie: Silencios.

Recuerdo que un mes más tarde finalmente conseguí una cama en el albergue de séptimo. Y solo un poco tiempo después me enteré de que al Burro se lo habían llevado para el servicio militar. Si la noticia fue verdad o mentira no lo sé, lo cierto es que a ese tampoco lo volví a ver nunca más.

De esas experiencias vividas nunca le hablé a nadie. Fueron cosas que guardé para mí, porque siempre creí que eran situaciones que estaban mal. No le conté ni a mis padres ni a nadie lo que me estaba ocurriendo porque pensaba que, de algún modo, yo también era culpable por ser como era.  

Al identificarme como gay me colocarían como responsable indirecto de estas agresiones, por eso preferí callar y soportar en silencio.

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(La Habana, 1973). Narrador, artista visual y youtuber. Cursó el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso del Ministerio de Cultura de Cuba. Entre sus premios literarios se destacan el “Camello Rojo” (2002), “Ada Elba Pérez” (2004), “XXV Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios” (2003- 2004), y “El Heraldo Negro” (2008), todos en el género de cuento. Su novela Donde el diablo puso la mano (Ed. Montecallado, 2013), obtuvo el premio «Félix Pita Rodríguez» ese mismo año. En el 2017 se alzó con el Premio “Franz Kafka” de novelas de gaveta, por Los amores ejemplares (Ed. Fra, Praga, 2018). Tiene publicado, además, el libro de cuentos Vivir sin Dios (Ed. Extramuros, La Habana, 2009).