La madre americana de la guerrillera
“Mami y papi… yo pertenezco al 26 de julio y tengo que cumplir una misión…quizás venga pronto, pero quizás sí me tarde algunos días, un mes; hasta que no cumpla la misión no puedo venir.” Asombro causó en los padres de la muchacha cuando leyeron la carta. Es posible que se sintieran embargados por cierto sentido de ingenuidad que encerraban aquellas palabras. Habían sido redactadas por una joven que, en el momento de escribirlas, en 1958, cumpliría los 16 años.
Hilda Torres Bacallao había nacido en la ciudad de Holguín, el 18 de noviembre de 1942, en un humilde hogar. Aspiraba a estudiar música, pero la situación de su familia no era favorable para tales sueños. Se vio obligada a tomar un curso de corte y costura para aprender a hacer ropa femenina y ayudar a sus padres.
En Cuba se desarrollaba para la fecha una intensa lucha contra la dictadura de Batista. Se incorporó al movimiento clandestino “26 de Julio”. Muy pronto pudo cumplir su aspiración de unirse a las guerrillas que combatían contra la tiranía. Fue incluida en las filas de los rebeldes que peleaban en la zona de Guantánamo bajo el mando del comandante Félix Pena. El 6 de diciembre de 1958 estaba limpiando su fusil cuando se escapó un disparo que le destrozó el páncreas. La herida era muy grave, por lo que sus compañeros decidieron llevarla a la Base Naval de Guantánamo. En un jeep, acompañada por tres guerrilleros, dos mujeres y un hombre, emprendieron el camino. Iban lentamente eludiendo las irregularidades del camino para evitarle sufrimiento a Hilda. A las 8 de la noche del 7 llegaron a la instalación militar estadounidense. Dejemos que una enfermera de la Base Naval nos narre los últimos momentos de Hilda:
Sr. Silvio Corona, periódico Sierra Maestra, Santiago de Cuba:1
Habiendo leído en el Sierra Maestra su encuesta sobre el paradero de la Srta Hilda Torres Bacallao, joven rebelde desaparecida y ansiosamente buscada por sus atribulados padres,2 y conociendo los detalles de la muerte de la desventurada joven, le hago este informe para que lo comunique a sus angustiados padres cuya dirección y nombre usted conoce bien en Holguín. Hilda fue tirada a la entrada de la base naval de la bahía de Guantánamo la noche del domingo 7 de diciembre a las 8.30 pm, por dos mujeres rebeldes y un rebelde la dejaron sin dar nombre, ni detalles, después de entregada se fueron enseguida, siendo notificado el almirante Fenno3 y obteniendo su permiso, se envió la ambulancia y fue ingresada en el hospital naval de esta base dada la gravedad de su estado fue inmediatamente intervenida quirúrgicamente por los doctores Pearl, Durden y Curtis, era una herida producida por arma de fuego, un rifle en el páncreas, debido a su estado comatoso, sin conocimiento, no pudo declarar, ni su nombre, ni dar datos sobre el accidente, esa noche se pidió urgentemente donaciones de sangre y varios jóvenes empleados y personas piadosas acudieron prestamente a donarla. Que dio la suerte que mi hija, la Sra Mabel Warnock Heimer, enfermera civil de nuestro hospital estuviera de guardia y estuviera junto a Hilda, con el Dr Pearl fue un milagro del cielo, tuvo que ser así, si no nunca se hubiera sabido los detalles de la muerte ni su nombre, el Dr. no entiende el español y mi hija que habla ambos idiomas fue la que felizmente pudo dar los datos que necesitaban. A medianoche Hilda recobró el conocimiento y pudo informar al Dr Pearl (quien le rogaba a Dios que no muriera sin decir quién era) por medio de mi hija lo siguiente. Que se llamaba Hilda Torres Bacallao, que tenía 16 años y que hacía casi 13 meses que se había ido de su casa y unido a la columna Mariana Grajales4 a donde pertenecía, que el sábado 6 de diciembre, a las dos y media de la tarde había sufrido un accidente mientras limpiaba su rifle y se le había escapado un tiro, que enseguida la habían traído pero que dada la distancia del campamento a la base naval y los caminos escabrosos, habían tenido que viajar muy despacio sentada sobre un colchón y almohada en el jeep que la dejo a la puerta, antes de expirar pidió agua y pregunto a mi hija si su presión estaba normal. Mi hija le contesto que sí, pobrecita ya no tenía ninguna. Murió esa mañana triste, el día 8 de diciembre a las siete y media de la mañana, después de un desesperado esfuerzo de los doctores de aquí, por salvar esa preciosa vida de una joven rebelde tan niña y tan mártir, era mortal su herida, le había destrozado el páncreas. Ese día me llamaron del hospital ya que ellos sabían mi interés en la causa y mi actuación con los heridos y medicinas.
Al llegar al hospital me encontré con el comandante Taliaferro encargado de los asuntos del mismo, muy agitado tratando de localizar a todos los empleados de apellido Torres,5 pero ninguno de ellos conocía a Hilda, ese mismo día a la una de la tarde fue informado que el Doctor Cfivit estaba haciendo gestiones para ver qué forma no era llevada la joven a Caimanera, por temor de una represalia de los soldados de Batista y Mansferrer6 que allí, mandaban, la base naval está bajo la jurisdicción de Caimanera,7 en esos días ya no había juez y solo si un escribiente que no podía venir a la base para levantar el acta de defunción no había forma de resolver el caso de Hilda. Tendría que ser enviada a Caimanera, que problema, los rebeldes y sus simpatizadores le haría guardia y habría ofrendas. Cuantos más seguirían a la joven rebelde masacrados por los guardias, si hubiera sido así se lo expuse al capitán del hospital, el Sr Newton, el tan caritativo y comprensivo, accedió a nuestro ruego de entregar a Hilda por la misma entrada donde la habían traído donde los rebeldes andaban libremente porque ya eran dueños de esa parte de Cuba. A las 10 y media de la noche lo recibí en el muelle y lo llevamos al hospital junto con las ropas para amortajarla. A la mañana siguiente el día 9 de diciembre a las 9 y media y acompañada de la señora Juanita Smlley fuimos hasta la entrada de la base a despedir y testificar la entrega de los restos de Hilda Torres, que fueron llevados en la ambulancia del hospital por el comandante Taliaferro. Yo iba en representación de su madre, Juanita como una hermana. Esperamos un poco pensamos que el entierro sería en Boquerón y que vendría un grupo de rebeldes como se había anunciado, parece que la comandancia dispuso otra cosa. Ya que esperaban hacer un ataque a Caimanera o temieron alguna sorpresa a Boquerón el caso fue que solo llegó un sargento, les fueron abiertas las puertas que entrara con el jeep. El sargento no traía barba y venía con un casquito puesto y el comandante parece que no quería exponerse a entregarla a manos extrañas por eso se le exigió su identificación, Elifax Calmell, M Sgto Rebelde 26 de julio. El acto más triste fue cuando fue destapada la caja para que se contemplara por última vez, soy una madre y en esos momentos Hilda no tenía junto a ella más madre que yo, cuan dulce se veía, parecía que dormía, pensar que tan temprano había quedado tronchada esa vida en aras de la libertad que tantos ansiaban. Luego se levantó un acta de defunción el sargento ignoraba el nombre de la muchacha y nada sabía de sus padres, ni lugar de nacimiento yo fui quien ayudé en el informe, él dijo que iba a entregarla a sus compañeros que eran que la conocían. Se llevó una copia del acta, la otra quedó archivada en los records del hospital. La colocaron en el jeep algo pequeño por cierto y hubo que atravesar el ataúd y entonces con el colchón y las almohadas que la habían traído rellenamos el espacio vacío para que no se estropeara la caja. Parece que fueron ambos a San Antonio del Sur o al campamento de donde había sido traída nunca oímos hablar más de ella pero nunca la olvidamos. El comandante Pena8 podrá informar del lugar donde fue sepultada, creo que era el jefe de esta zona. A los padres de Hilda, vaya mi más sentido pésame, que como madre comprendo su inmenso dolor.
Marina de la Cotera, Vda. de Hemer9
Sobran comentarios ante la acción de esta mujer sensible. Tan solo un silencio respetuoso despierta esta carta terrible y profundamente humana. La solidaridad no entiende de fronteras. La sororidad, la hermandad entre mujeres no comprende de límites y muros ideológicos, religiosos, raciales o de cualquier otro tipo. Este relato, este acompañamiento de una mujer norteamericana a una joven rebelde en vías de morir, es solo un ejemplo de los tantos que abundan en la historia, y que frecuentemente no son tomados en cuenta porque se salen de los estereotipos. Sin embargo, son los que desarman el horror de las guerras.
Hilda fue enterrada en el cementerio de San Antonio del Sur. El 21 de febrero de 1959, sus restos fueron trasladados a Holguín y depositados en el camposanto de esta ciudad.
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Se ha respetado la ortografía original del documento, incluyendo los nombres de las personas mencionadas. - Los padres de Hilda Torres escribieron a la prensa solicitando información sobre su hija. En la prensa de la época aparecían con frecuencia cartas de familiares de personas que fueron asesinadas y desaparecidas por las fuerzas represivas. En la revista Bohemia se dedicó prácticamente una sección a esas solicitudes.
- Jefe de la Base Naval de Guantánamo.
- Esa columna no existió en la lucha; había un pelotón de mujeres de la columna 1 con ese nombre. Hilda pertenecía a las fuerzas del Segundo Frente Oriental “Frank País”. Debe ser una confusión de la autora de la carta.
- Se hace referencia a empleados cubanos de la Base Naval.
- La banda paramilitar llamada los Tigres de Mansferrer fue fundada por el senador Rolando Masferrer Rojas, y fueron famosos por sus crímenes y actos terroristas.
- La jurisdicción acá se menciona desde el punto de vista judicial, aunque realmente las leyes cubanas no tenían vigencia en la base.
- Comandante Félix Pena, jefe de una columna rebelde del Segundo Frente “Frank País”.
- Archivo Provincial de Holguín. Fondos: Biografías Locales, Biografía de Hilda Torres Bacallao.
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