Mujeres en la defensa del imperio. (Cuba 1868-1878)
Desde Alas Tensas queremos resaltar el papel de las mujeres en la historia de Cuba independientemente del lado en el que eligieron luchar.
Alas Tensas.
Igualmente queremos señalar que queda mucho por investigar acerca del papel de las mujeres en la lucha por la independencia de Cuba, puesto que estamos convencidas de que hubo muchas mujeres que desempeñaron papeles diferentes a los que se hace referencia en este artículo.
Los vecinos del archipiélago cubano que defendieron el imperio español, en las guerras de independencia, son los grandes desconocidos de la historia. Tal parece que son una de esas pinturas de Goya sobre el 2 de mayo de 1808, en Madrid, donde los franceses integrantes de los pelotones de ejecución no tienen rostro. Sin embargo, los integristas, como se le llamaba a los que defendieron a España, forman parte de nuestra historia. Muchos de los cubanos actuales tienen un antepasado integrista tan convencido como su bisabuelo mambí. Fue un independentista, como nuestro José Martí, quien pidió a la posteridad una valoración menos apasionada de estos incondicionales a la metrópoli. Al hacer un análisis sobre las causas que llevaron a los voluntarios, como se conocían a las milicias integradas por civiles que apoyaron la metrópoli, que en La Habana a asesinar a ocho estudiantes de medicina en 1871 nos dice el Apóstol:
En verdad, aquel crimen, concreción y estallido de fuerzas hasta entonces confusas, no tan claramente manifiestas, puede ser, y ha de ser, objeto de hondo estudio, en que se acomode el resultado sangriento a los agentes sordos, y de siglos, que se enconaron y revelaron en él.1
De esa forma este genial cubano dejó un reto a los estudiosos de la sociedad. Nos hemos acercado a uno de los segmentos menos conocidos del integrismo: las mujeres. A los voluntarios, se les ha condenado por sus crímenes. Las mujeres que apoyaron el anti independentismo han sido absolutamente olvidadas.
A pocas se les recuerda como a la escritora asturiana Eva Canel,2 que se sumó con gran pasión a la defensa del imperio en la última guerra de independencia cubana. Pero son excepciones en la memoria histórica de la mayor de Las Antillas. Para la historiografía, prácticamente, no existe la mujer y la familia integrista. Incluso la mujer independentista es tratada casi siempre como un apéndice del hombre. Es la esposa, la hija o la madre de destacados patriotas casi nunca se le recuerda por una actuación independiente.
Muy ocasionalmente hay referencias a una mujer actuando en las filas españolas. Las pocas veces que se le sitúa en un trance bélico, se le da un papel de debilidad e indefensión. Un ejemplo es la descripción del ataque al cafetal La Indiana, en Guantánamo, donde se hace una referencia a una mujer que se encontraba entre los defensores. Estos solicitaron un momento de tregua para entregar a “…una señora en cinta y con un niño en brazos que los sitiados confiaban a la hidalguía cubana…”3 Estamos ante una imagen muy lamentable del papel de la mujer en la guerra. Depende por entero de la piedad del hombre. Pero otros testimonios nos muestran otra realidad de esa mujer. Hemos tratado de ejemplificar con un acontecimiento que ocurrió en los primeros meses de la contienda: el Sitio de Holguín. La referida ciudad está situada en el norte del oriente de la isla.
Este es un suceso excepcional en la historia de la primera guerra separatista. Alrededor del 20 de octubre de 1868 los mambises bloquearon la ciudad. El 17 de noviembre penetraron en ella y sitiaron a la guarnición contraria hasta el 6 de diciembre de 1868. Lo más interesante de este acontecimiento es la participación directa de la población civil en las acciones militares, tanto en uno como en otro bando. Veremos lo que ha quedado en la memoria histórica sobre la mujer integrista en ese sitio.
Durante el bloqueo a que fue sometida la plaza el gobernador español, Francisco de Camps, buscaba información sobre los independentistas. Por lo menos en una ocasión esta le fue ofrecida por voz femenina. En su relato sobre el sitio de Holguín, el periodista integrista Nápoles Fajardo nos dice que:
Unas mujeres del campo aseguraron al Sr. Camps que habían visto cañones en el camino de la Cuaba, pasado el primer cerrito próximo a la ciudad y que muchos hombres estaban como haciendo el ejercicio cerca de las piezas.4
Luego se comprobó lo verídico de la información, pues los revolucionarios disponían de pequeños cañones. Los integristas escogieron como centro de su defensa la casa del comerciante español Francisco Rondán y Rodríguez situada frente a la plaza de armas. Fortificaron esa residencia y todas las edificaciones de la manzana donde estaba situada. Al recinto fueron trasladadas las fuerzas regulares, los voluntarios, el cuerpo de bomberos, los policías, los presos y según nos dice Nápoles Fajardo las autoridades invitaron; “…a las familias qua desearan un asilo para que se acojieran (sic) á la casa fortificada”.5
Varias familias aaceptron el ofrecimiento. Esto fue un gesto voluntario, pues las autoridades no obligaron a ningún vecino a encerrarse en aquella manzana. Incluso, mujeres cuyos esposos se unieron a los españoles durante el sitio continuaron viviendo en la ciudad de Holguín como Ana Salazar. Esta mujer residió en la parte ocupada por los insurrectos pese a que su esposo era uno de los defensores del recinto sitiado. Los integristas soportaron el sitio a que los mambises sometieron a la manzana fortificada entre el 17 de noviembre al 6 de diciembre de 1868. Nos encontramos con una decisión muy personal de estas mujeres. El jefe español Francisco de Camps y Feliú en un libro de memorias sobre la guerra de Cuba afirma que entre las que él llama “Mujeres Beneméritas” que participaron en el sitio en el bando se encontraba:
Doña Dolores Castillo, esposa del patriota cabo de bomberos Atilano Mustelier que recibió una herida grave de bala al refugiarse a La Periquera.
—La señora del comandante militar Dª. Mercedes Valdés Almeida; la del juez de primera instancia Dª. Josefa Cagigas, hija de Guiñes. —La caritativa Dª. Juana de la Cruz, esposa de D. Francisco Rondan. —La virtuosa abuela del general insurrecto D. Julio Grave de Peralta, que murió en La Periquera.
—Las señoritas de Montes de Oca; las de Álvarez y Céspedes; la cariñosa esposa del que fue capitán pedáneo D. Exuperancio Álvarez, (…). Todas hicieron hilas para los heridos, y se prestaron generosamente a asistir a los enfermos en el improvisado hospital de sangre.6
Hay otro testimonio sobre la acción de estas mujeres, el periodista Nápoles Fajardo nos dice:
Las señoras, así la de Camps como la de Zarate, Labusta y Rondan hacían de enfermeras, no porque faltasen á los facultativos practicantes inteligentes, (…), sino porque esas Sras., que también hubo día en que sacasen agua para la bomba y cargasen algunos ladrillos para las barricadas, tenían suma complacencia en aliviar y consolar á los que sufrían. Pero entre todas las Sras. sobresalió Da Ana Villalón de Álvarez, que á sus sentimientos humanitarios unía la circunstancia de no tener familia, contando además con servidumbre propia que favorecía sus buenos deseos.7
Por lo menos una mujer participó en un acontecimiento arriesgado, en noviembre de 1868, que nos describe Antonio José Nápoles Fajardo:
En este día 20 debemos anotar un rasgo de valor acometido y llevado a término por el cabo de bomberos Atilano Mustelier. Este honradísimo: artesano había enfermado siete días antes y pedido permiso al Sr. Camps para ir á curarse á su casa, lo cual consiguió y hallándose en buen estado de salud y oyendo el tiroteo y cañoneo que á la casa fuerte y á la torre San José hacían los insurrectos, ardiendo en noble ira dijo á su esposa Dolores Castillo.
—Me voy para el Castillo.8
—Te matarán por el camino, contesta la mujer.
—También aquí me matarán, dijo el bombero; porque yo no me uniré á los revoltosos; por consiguiente, me voy.
—Pues yo iré contigo, dijo Dolores; ¿pero y nuestros hijos?
—Déjalos al cuidado de una de tus hermanas; el deber me manda ir y voy; no te digo que me acompañes, pero si tú vienes me alegraré, Dios nos salvará.
Diciendo esto se clavaba la blusa azul, pero su mujer, creyó prudente quitársela y ocultándola debajo de su manta emprendieron el camino para la casa de Rondan. Tenían los dos esposos que atravesar la plaza de S. José y Atilano dijo a su mujer “Mira vamos á pasar por el mismo portal de la casa de Peña en donde está el cañón y así no es tan fácil que nos acierten y quizás ni nos tirarán”. Así lo hicieron y al llegar á la casa de Peña la decidida pareja, le gritaron los insurrectos ¡atrás! ¡atrás! y el bombero sin contestar palabra echo á correr con su mujer de mano hacia el tambor de la Victoria, visto lo cual por los sitiadores les hicieron ocho disparos de fusil, cayendo herida en una nalga la heroica mujer de Atilano. No se inmutó este y tomando en brazos á su mujer, corrió con ella á cuestas la media cuadra que aún le faltaba para llegar al tambor, en donde ya se le esperaba con una puerta desclavada y entreabierta para darle acojida (sic).
Dolores Castillo padeció de su herida más de un mes, pero se salvaron ella y su marido para servir de ejemplo á los que defienden una causa con lo cual la historia eterniza sus nombres y las causas adquieren más prestijio (sic) y se engrandecen.9
Estamos ante una mujer que ha puesto en riesgo su vida avanzando bajo el fuego cubano para unirse a los hispanos. ¿Estas mujeres actuaron por convencimiento o simplemente seguían a sus maridos? Estamos ante una pregunta sin respuesta. Son las grandes desconocidas de las guerras de independencia. Aunque hay un caso interesante: el de Josefa Cardet Cruz. Una anciana y rica propietaria holguinera. Fue la amante y luego la esposa de Francisco de Zayas, un santiaguero que fue teniente gobernador de Holguín entre 1816 y 1833. Este hombre puso en práctica una intensa política de reformas en la comarca que dieron muy buenos resultados, como la creación de puerto de Gibara que cambió el panorama económico y social de la jurisdicción. Tanto Francisco como Josefa eran del criterio de que la isla podía progresar en los marcos de la colonia. Luego de la muerte de su esposo, Josefa continuó apoyando tales criterios. Se alejó de su familia, que era independentista, y se casó con un oficial del ejército español. Al iniciarse la guerra se encerró en la manzana fortificada donde falleció en medio del sitio. Toda su familia militaba en el bando insurrecto. Varios de los principales líderes locales eran sus nietos o sobrinos nietos. Entre estos se encontraba el general mambí Julio Grave de Peralta y los coroneles Belisario del mismo apellido y Guillermo Cardet, el capitán Miguel Ramón Cardet y el teniente Prisciliano Cardet. Pero ella desde su juventud estaba convencida de las posibilidades de que Cuba no necesitaba la independencia. Idea a la que fue fiel hasta los últimos momentos de su vida.
Existe poca información o por lo menos nosotros no disponemos de ella sobre estas mujeres. Pero no hay duda de que corrieron un gran riesgo siguiendo el sendero integrista, fuera por uno u otro motivo.
En las regiones que se enfrentaron con éxito al independentismo en el oriente de Cuba, Gibara y parte de Guantánamo, la defensa iba más allá de las operaciones de las tropas regulares y se centraba en la acción de los vecinos. En Gibara la protección se organizaba en las fincas y los poblados de los canarios, la familia devenía el centro de esa defensa. Mientras en Guantánamo los cafetales e ingenios donde residían los propietarios con su familia eran el bastión esencial para enfrentarse a los insurrectos. En el aspecto del estímulo, debió ser importante para estos voluntarios la solidaridad de la parte femenina de la familia. Es por eso que conforman una especie de trasfondo del integrismo. De todas formas, la participación de las mujeres y la familia en la defensa del imperio español en Cuba es asunto que tiene muchas interrogantes. Más que dar argumentos definitivos, estos ejemplos que hemos mostrado son un llamado para que los investigadores se acerquen a un camino casi olvidado del pasado de la Mayor de Las Antillas.
- José Martí: La Revolución de 1868, Instituto del Libro, La Habana, 1968, p. 330.
- Agar Eva Infanzón Canel nació el 30 de enero de 1857, en Coaña, Asturias. Periodista, dramaturga y escritora residió gran parte de su vida en América Latina. Escribió más de 20 novelas, obras de teatro y ensayos. Vivió en Cuba entre 1893 a 1898 donde apoyó activamente el integrismo. Desarrolló activas campaña de apoyo a Weyler. Visitó la isla de nuevo en 1914 y escribió un libro de recuerdos titulado Lo que vi en Cuba. Falleció en 1930.
- Manuel de la Cruz: Episodios de la Revolución Cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001, p. 140.
- Antonio José Nápoles Fajardo: El sitio de Holguín, Imprenta militar de la V.E. HS de Soler, La Habana, 1869, p. 28.
- Ídem.
- Francisco de Camps y Feliú: Españoles e Insurrectos, p. 214.
- Antonio José Nápoles Fajardo: ob. cit., p. 49.
- Casa Fuerte o Castillo llamaban los españoles a la residencia de Francisco Rondán donde se refugiaron y fortificaron junto con la manzana donde está situada esta edificación.
- Antonio José Nápoles Fajardo: ob. cit., pp.38-39.
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