Cinco mujeres que marcaron el Impresionismo

“Berthe y Edma Morisot, Marie Bracquemond, Mary Cassatt y Eva Gonzalès lograron irrumpir con gran fuerza y calidad artísticas dentro del movimiento impresionista, desafiando todo tipo de estereotipos y discriminaciones”.

| Escrituras | Mundo | 24/01/2024
Collage de piezas del impresionismo femenino
Collage: Alas Tensas

El Impresionismo pictórico no solamente fue un movimiento de intensa renovación artística. También resultó ser un momento de significativa participación femenina en el desarrollo de un lenguaje artístico de sello particular. Si en este movimiento se destacó una artista de tanta personalidad y empuje como Berthe Morisot, lo cierto es que no fue la única de las mujeres que marcó su impronta en la pintura
impresionista.

Otros nombres femeninos están asociados indisolublemente al movimiento impresionista. En primer lugar, desde luego, está la hermana mayor de Berthe, Edma Morisot, que hasta logró vender algunas de sus obras. Marie Bracquemond, quien también cultivó el grabado y la cerámica. Mary Cassatt pintora, fotógrafa y grabadora norteamericana, cuyas acuarelas tuvieron un valor singular. Y Eva Gonzalès, de origen español, quien además de pintar hizo de modelo.

Las hermanas Morisot

Marie Edma Caroline Morisot Pontillón, conocida como Edma Morisot (1839-1921). Como su hermana más famosa, Edma estudió pintura con Geoffroy Alphonse Cochrane, un pintor de formación neoclásica. Luego, recibió clases también de otro pintor, Joseph Guichard, un artista con mayor reputación que Cochrane, quien además había sido alumno del gran artista romántico Auguste Dominique Ingres.

Guichard no solo contribuyó notablemente a la maduración de las hermanas Morisot, sino que también, como artista de talento que era, avizoró las consecuencias de que ambas jóvenes, dotadas de indudable talento creativo, devinieran pintoras. De modo que advirtió a la madre de ambas sobre lo que significaría que sus hijas llegaran a ser artistas. Sería una verdadera revolución en el medio social burgués al que los Morisot pertenecían y, también, en el marco general de la sociedad francesa del momento. Y en efecto así fue, pero la trascendencia de ello, y en general de la participación femenina en el Impresionismo, todavía no ha sido suficientemente aquilatada.

Mujer vestida de blanco mirándose al espejo
“El espejo de psique” (1876), de Berthe Morisot.

Guichard indujo a las dos muchachas Morisot a ejercitarse copiando pinturas del Museo del Louvre, a donde iban sistemáticamente acompañadas por su madre. En el Louvre conocieron al pintor, grabador y diseñador Félix Brocquemond, un artista que, sin embargo, debe buena parte de su fama al hecho de haber sido el marido de otra gran figura femenina del Impresionismo, Marie Bracquemond, sobre la cual
deberé volver más adelante en este artículo.

Bracquemond resultó una personalidad muy peculiar para las hermanas Morisot porque no era un pintor tradicional. Tenía una formación incluso técnica en cuanto al grabado en metal y tuvo un interés inusitado para la época en cuestiones de decoración, una inclinación que lo llevó tanto a trabajar la porcelana, como a producir diseños interesantísimos para vajillas, en los cuales proyectó su conocimiento de las artes decorativas asiáticas, en particular, chinas.

Amigo personal de Manet, Degas y Pissarro, pero también de Whistler, Bracquemond fue un compañero de los impresionistas así como uno de sus respaldos más firmes. El hecho de que Edma y Berthe Morisot se hayan relacionado con él significó también que ambas mujeres se acercaron a la pintura de una manera desprejuiciada e innovadora. Bracquemond las presentó a Henri Fantin-Latour, otro pintor francés que, si bien se mantuvo alejado del Impresionismo, tenía una excelente formación pictórica (había trabajado con Courbet) y había encontrado un camino personal en una especie de realismo poético, pero también en una modalidad temática que seguramente atrajo a las hermanas Morisot: el retrato femenino.

“Retrato de Berthe Morisot”,  Edma Morisot (1863) impresionismo
Retrato de Berthe Morisot (1863), de Edma Morisot.

Las hermanas Morisot superaron pronto la etapa de copiar pinturas del Louvre para entrenar la mano y la percepción. Pasaron luego a trabajar con Achille Oudinot, del grupo de Barbizon. Es interesantísima esta formación peculiar de ambas muchachas. Estimuladas por su madre: no fueron unas improvisadas, sino que obtuvieron una educación artística verdaderamente singular. Pero la relación con Oudinot terminó mal, y las muchachas debieron buscar otro maestro. Y lo encontraron extraordinario: fueron discípulas del gran Corot. Y este ya las introdujo de lleno en el círculo de los pintores impresionistas.

Edma Morisot trabajó intensamente el paisaje, obviamente por influjo de la escuela de Barbizon y del propio Corot. Pero a la larga se ocupó del retrato, vía por la cual le debemos un extraordinario retrato de su hermana Berthe. Expuso en el Salón Anual de París, lo cual es un índice claro de que, aun siendo mujer, su talento se imponía. Se sabe, además, que Edma consiguió vender sus obras, de modo que, sin haber vencido por completo la discriminación de la época contra la mujer, es evidente que tanto su hermana como ella consiguieron una determinada celebridad.

Es interesante tener en cuenta que Edma, hoy menos apreciada como pintora que su hermana menor, en un principio fue un apoyo total para Berthe. Ambas exponían juntas, viajaban juntas y compartían sus proyectos e inquietudes. Edma pintó a Berthe, como he dicho, pero también fue modelo para su hermana. Fue un caso lamentable de liquidación de una prestigiosa trayectoria de creación el hecho de que Edma abandonara su carrera como artista al casarse. Berthe, en este sentido, fue fiel a su vocación.

Marie Bracquemond

Otra destacada pintora impresionista, antes mencionada, fue Marie Bracquemond (1840-1916), quien también cultivó el grabado y la cerámica. De hecho, integra con Berthe Morisot y Mary Cassatt el grupo llamado por el crítico de arte Gustave Geffroy “las tres damas del Impresionismo”. A diferencia de las hermanas Morisot, nació en un hogar nada intelectual. Su matrimonio con Félix Bracquemond le
permitió relacionarse con los medios artísticos y, también, compartir con él su interés por el arte asiático. Monet influyó sobre ella y su modo de realizar las pinceladas.

Se puede comprobar que a diferencia de su marido, Marie se vinculó, incluso contra el criterio de este, con los impresionistas. Félix Bracquemond no aceptó nunca el postulado impresionista de que el color era más importante que la línea. Fue muy crítico con los impresionistas, aun cuando era amigo personal de varios de ellos. Bracquemond detestaba el trabajo al aire libre y lo consideraba poco profesional en comparación con el trabajo en el estudio.

“Lirio en un vaso”, Marie Bracquemond (1886) impresionismo
Lirio en un vaso (1886), de Marie Bracquemond.

Marie hizo diseños memorables, en particular para cuberterías. Participó en calidad de diseñadora en la Exposición Universal de 1878 en París. Edgar Degas la apoyó con entusiasmo para dicha exposición, que significó para ella un señalado reconocimiento como artista. Expuso en la V Exposición Impresionista, con obras que fueron muy aplaudidas por su tratamiento del color. Gozó de prestigio en vida, pero las discrepancias artísticas con su marido amargaron su vida privada y la hicieron pasar al silencio. Su consagración vino tres años después de su muerte gracias a una exposición organizada por su hijo Pierre Bracquemond.

Mary Cassatt

La otra gran impresionista fue Mary Cassatt (1844-1926), pintora, fotógrafa y grabadora norteamericana, amiga de Edgar Degas y miembro no francés del movimiento impresionista, cuyas obras, en particular las acuarelas, tuvieron un valor singular. Nacida en una familia de clase media acomodada, pudo viajar desde muy temprano. Se especula incluso si vio su primera exposición pictórica en París a los once años. A diferencia de las hermanas Morisot, encontró gran oposición familiar para su vocación por la pintura, pero logró estudiar en la Pennsylvania Academy of Fine Arts cuando tenía 15 años. En esa institución, donde sin embargo estudiaban otras muchachas también, sintió la "condescendencia" discriminatoria de estudiantes masculinos y profesores. Llegó a decir que esa escuela carecía de enseñanza real.

Desayuno en la cama, (1897). Mary Cassatt. impresionismo
Desayuno en la cama (1897), de Mary Cassatt.

Logró irse a París con su madre y asistir a la famosa Escuela de Bellas Artes. Allí estudió con el pintor Gerôme. Como las Morisot, fue repetidas veces al Louvre a copiar obras famosas. Asistió a cursos con diversos pintores, incluso de filiación romántica. En 1868 una obra suya fue aceptada para el Salón de París. Regresó a Estados Unidos, donde no pudo vender ninguna de sus obras. Un encargo del arzobispo de Pittsburgh le devolvió el impulso por pintar y la posibilidad de volver a Europa. En este segundo viaje tuvo mejor acogida, incluso en la comunidad artística. Se estableció definitivamente en París y empezó a vincularse con los pintores impresionistas. Edgar Degas la invitó a mostrar su trabajo directamente a
los impresionistas. A pesar de que Degas tuvo una influencia decisiva en el establecimiento definitivo de Cassatt como pintora, la filiación tajantemente antifeminista del pintor fue deteriorando la amistad.

Eva Gonzalès

Otra impresionista fascinante fue Eva Gonzalès (1849-1883), de origen español, muerta muy joven, tanto pintora como modelo del arte impresionista. Hija del escritor Emmanuel Gonzalès y la reconocida música francesa Marie Céline Ragout. Eva creció en el ambiente artístico y cultural de París. A las 16 años ya destacaba por sus habilidades, las que le propiciaron la participación en el Salón de París de 1870. A pesar de su talento, enfrentó obstáculos para tener su propio taller, ya que, según su maestro Charles Joshua Chaplin, las mujeres solteras no debían poseer propiedades.

En busca de evolución, se trasladó al taller de Manet, donde además de ser discípula, sirvió como modelo. A pesar de las críticas y consejos para alejarse de Manet, ella lo consideraba no solo como su maestro, sino también como un amigo. La influencia de Manet se reflejó en sus primeras obras, pero hacia finales de la década de 1870, desarrolló un estilo más propio, caracterizado por el uso de colores pastel, pinceladas sueltas y temáticas intimistas, que remedaban más a Degas y Morisot.

Aunque fue llamada “la más academicista de los impresionistas”, se distinguió por su tratamiento detallado de luces y sombras con pinceladas esbozadas, características propias del impresionismo. A pesar de su destreza artística, históricamente fue más reconocida como modelo que como artista, especialmente debido al retrato que Manet hizo de ella, presentándola como una burguesa más preocupada por su vestido que por su arte. En sus obras, Eva Gonzalès abordaba la representación de mujeres de manera diferente a sus colegas masculinos. Su visión realista y honesta se evidencia en su autorretrato, contrastando con la imagen que Manet proyectó de ella.

Despertar en la mañana, (1876). Eva Gonzalès impresionismo
Despertar en la mañana (1876), de Eva Gonzalès.

Trágicamente, Eva falleció a la edad de 34 años debido a una embolia por el parto, solo cinco días después de la muerte de Manet. Aunque se le dedicaron dos exposiciones póstumas reconociéndola como artista del Impresionismo, su nombre ha permanecido en los márgenes de la historia del arte.

Estas mujeres no fueron una casualidad ni un accidente histórico. A pesar de que no han sido aún consideradas así, ellas marcan la entrada grupal de un movimiento artístico de gran estatura. Su participación en él, su influencia, la calidad de sus logros como creadoras, nos obligan a pensarlas como la primera irrupción colectiva de la mujer en un gran y difícil escenario artístico. Más allá de sus indiscutibles logros como artistas, ellas marcan un momento especialísimo en la lucha de la mujer por su más plena y rica expresión.

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