Del poder del perro, mi vida
El filme sobresale por el gran trabajo con la fotografía, planos cuidados, una puesta en escena exquisita y por la recreación de la época (Montana en el año 1925).
Uno de los eventos significativos en el ámbito cinematográfico durante el año 2021 fue el regreso de Jane Campion, directora de El Piano, quien esta vez propuso la adaptación de la novela homónima El poder del perro (The power of the dog, 1967), de John Savage. Este nuevo proyecto se alzó con el Premio Oscar a la Mejor Dirección (2021), obtuvo tres Globos de Oro (destacando el de Mejor Película y Mejor Dirección), el León de Plata en Venecia (Mejor Dirección), entre otros. Ciertamente, se trata de un filme que sobresale por el manejo de los códigos del medio: gran trabajo con la fotografía y la luz, planos estéticamente muy cuidados, una puesta en escena exquisita y, en términos generales, una gran recreación de época, que nos transporta a Montana en el año 1925.
El marco físico y temporal de los acontecimientos es el mismo que el autor de la novela original concibió: un marco relacionado con sus experiencias de infancia y adolescencia. En él aparecen los hermanos Phil (Benedict Cumberbacht) y George (Jesse Plemons) Burbank como los personajes a seguir, ambos son los propietarios de un rancho y se dedican a la ganadería. Tal orden se ve alterado cuando George se casa con Rose (Kirsten Dunst), una viuda del pueblo, quien se muda al rancho junto con su hijo. Phil no ve este cambio con simpatía y se da a la tarea de atormentar a su cuñada, maltratándola y menospreciándola constantemente. Otro giro tiene lugar cuando Phil empieza a mostrar cierta atracción por Peter (Kodi Smit-McPhee), el hijo de Rose, un muchacho delicado, tímido y muy perspicaz, quien comienza a acercarse a Phil con otros motivos.
Un aspecto que destaca en la historia es que los personajes revelan poco de sí mismos, de su psicología; es en los vínculos entre ellos donde podemos descifrarlos y tal sistema de intercambios es lo que conduce el ritmo de la narración.
Por su parte, el guion de la película, escrito por la directora, continúa las trazas de la novela de Savage, mas se presenta como uno de los elementos que atenta contra el filme. Si bien el hecho de abocarse a la psicología de los personajes —como es propio en las películas dirigidas por Campion— se expresa en los recurrentes momentos de tensión que las miradas y gestos de los personajes canalizan, tal maniobra aletarga el ritmo, llegando a resultar incómodo en un metraje tan extenso.
"...La película juega con una suerte de treta donde se pone de relieve la fortaleza del aparentemente débil y la debilidad del supuestamente fuerte..."
La película trata de “bordear” a los personajes, de moverse en torno a sus conductas y reacciones, pero en eso se consume casi la totalidad del tiempo de la narración y pareciera que no se avanza: es como si estuviera comenzando una y otra vez. Y ello repercute también en el hecho de que se presentan conflictos que no alcanzan a desenlazarse y al final, no aportan nada: solo alargan innecesariamente la película. Tal es el caso de la relación entre hermanos, o del “desgaste” de la pareja durante el matrimonio. Asimismo, mientras por un lado algunas situaciones se prolongan sin necesidad, otras, por el contrario, suceden sin transición alguna.
La película juega con una suerte de treta donde se pone de relieve la fortaleza del aparentemente débil y la debilidad del supuestamente fuerte. Quizás el salmo bíblico que Peter encuentra y lee, lejos de los funerales de Phil, sea revelador a este respecto: “Libra de la espada mi alma, del poder del perro mi vida” (20:21). Su importancia se debe no solo a que contiene el título del filme, sino a que comunica una suerte de conjuro contra un impulso destructivo que desatado, tendría consecuencias nefastas. Ello abre una línea temática en la que la película busca adentrarse y que probablemente, revista mayor interés.
"...la oculta homosexualidad de Phil y de Bronco Henry es apenas sugerida: no hay frontalidad en su tratamiento, aun cuando es uno de los elementos fundamentales de la película..."
Para desdoblar un poco más la idea antes esbozada habría que volver sobre el momento en que Phil comienza a mostrar interés por acercarse al joven Peter. Es sabido que Jane Campion suele adentrarse en su obra en los vericuetos del deseo, mas en este caso, la oculta homosexualidad de Phil y de Bronco Henry es apenas sugerida: no hay frontalidad en su tratamiento, aun cuando es uno de los elementos fundamentales de la película. Desde el espectro temático que tal cuestión representa en el contexto de El poder del perro, volver la mirada sobre el versículo de cuyas palabras emana el título del filme abre otro camino para pensarlo; quizás más desde lo que pudo ser, que desde lo que en efecto fue.
El personaje de Phil Burbank es en El poder del perro una extensión de los caracteres que la autora suele emplear para acercarse a las formas de construcción de la masculinidad. En el juego performativo graficado en el filme se hace visible el síntoma del deber ser masculino, transido por el bloqueo de cualquier expresión de deseos y sentimientos bajo el imperativo de mostrarse encubridoramente fuerte; fortaleza que termina exteriorizándose en forma de violencia hacia los demás, especialmente sobre las mujeres.
Desde tales perspectivas las discusiones acerca de si el filme es o no un western, si se redefinen en él los códigos de este género, si es comparable o no con Brokeback Mountain, pierden potencia. Desde el momento en que Phil acaricia la silla de montar que perteneció a B.H, desde que en sus rituales eróticos en el lago se hace acariciar por el pañuelo identificado con dichas iniciales, se vuelve palpable que la intención de la película es acercarse a las cuestiones subyacentes bajo dichas señales.
Pero la cercanía también es una suerte de distancia y en El poder del perro, esta sigue siendo considerable respecto a lo que puede intuirse como el interés principal del filme a nivel temático: un filme con buenos actores, gran trabajo fotográfico, una música muy buena (aunque a veces peca de jugar demasiado con las sensaciones del espectador) e interacciones de interés entre los personajes. Mas si en este rubro de los vínculos, las desarmonías y las connivencias se hubiera preferido la cotidianidad y facticidad de los hechos a la insinuación, la frontalidad a la oblicuidad y la alegoría a la metáfora, podríamos aplaudir a The power of the dog por otras razones, más allá de las estéticas.
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