Entrevista | Zurelys López Amaya: “Ha sido demasiado el tiempo de incertidumbre y dolor”

“Que la escritura que nos tocó a la puerta alguna vez sea necesaria para alguien, que le sirva como atisbo, es lo que un escritor desea.”

| Escrituras | Vidas | 12/07/2024
Zurelys López Amaya en La Habana.
Zurelys López Amaya en La Habana.

Nacida en San Antonio de los Baños, en La Habana, Zurelys López Amaya ha publicado varios libros de poesía, entrevistas y relatos para niños. Su obra como escritora se complementa con su labor como promotora y editora. En noviembre de 2023, el centro internacional de producción artística Can Serrat le otorgó una beca de creación, a propósito de la cual, la revista cultural EntreTmas le hizo esta entrevista que Alas Tensas reproduce.

El recorrido que dejamos atrás

¿Quién es Zurelys López Amaya?

Hablar de uno mismo es algo difícil. Disfruto mucho más leer la vida de otros. La belleza, los conflictos y contratiempos de otros. El mundo simple, oscuro y complicado de otros. Todo para escribir luego mi propio mundo, en el que nací feliz, y en el que luego la vida se fue complicando porque nada es estático, nada se detiene, precisamente para que escribamos o dialoguemos con nosotros mismos sobre ese mundo en el que suceden las cosas que nos van diciendo por donde tomar el buen camino. Hacia dónde vamos con todo ese amor o dolor acumulados. Hablar de uno mismo requiere un pensamiento límpido, como cuando soñamos desde que somos niños, poco concientes de la vida que nos tocó.

Muchas veces pienso en cómo sería volver a nacer con esta conciencia y aprendizaje de ahora, pero en otro lugar, en otra dimensión espiritual. Asumo que hablar de uno mismo es eso: el recorrido que dejamos atrás. Todo es como un gran juego de ganadores y perdedores. Saber responder nuestras preguntas y tratar de escoger el mejor sendero. Hemos hecho esto durante años.

En mi caso, por los caminos de la escritura que escogí, o me escogió, sigo en la búsqueda, porque nunca se termina. Ese es precisamente el aprendizaje. Soy una más en este mundo literario que nunca alcanzamos a conocer o satisfacer en su totalidad. Tratamos de llegar a un lugar abarcador en muchos sentidos. Aunque ya casi la inteligencia artificial nos supera.

No es solo nuestra vivencia personal

Siempre he pensado que hay un más allá sobre nosotros que nos inspira. No es solo nuestra vivencia personal. Lograr eso, que la escritura que nos tocó a la puerta alguna vez sea necesaria para alguien. Que les sirva como atisbo, como cuerda, como pensamiento a las personas, es lo que un escritor desea. Tocar a alguien, tocar algo dentro de la gente.

Nací en un pueblo pequeño llamado San Antonio de los Baños, por aquel entonces provincia La Habana. Era un pueblo lleno de artistas, trovadores y escritores, con un río hermosísimo, el Ariguanabo. Allí viví con mi madre y dos hermanos. Ella fue la primera persona que me inclinó hacia la literatura, comprándome libros de José Martí, Emilio Salgary, Mark Twain y algunos narradores rusos. Por mi madre aprendí a declamar.

Cuando comenzaron los grandes apagones en la isla, por los años setenta, como ahora los blackouts, no teníamos televisor. Mi madre se sentaba a leernos libros, a inventarnos historias, versiones de leyendas antiguas y cuentos de camino. A aquellas tertulias se sumaban todos los chicos del barrio. Por eso pienso que ella es la primera persona que puso en mí ese amor por la literatura y la escritura.

Luego fue formándose en mí esa parte sensible hacia el descubrimiento y la inspiración que se encuentran en una lectura, pues eso ayuda a cualquier persona a enriquecer el buen espíritu del conocimiento y la creación.

Mi madre también nos llevaba mucho al cine, a ver diferentes filmes de directores rusos, franceses, italianos, cubanos, españoles, argentinos y mexicanos de la época. El cine y los animados de los Estados Unidos los ponían muy poco. Recuerdo que casi siempre eran rusos.

Logramos tener un televisor a mis nueve o diez años, gracias a ella, que en varias ocasiones salió vanguardia en su fábrica de telas. Trabajaba muy duro, incluso con su enfermedad. Una hepatitis B crónica que le transfundieron en el año 1964, cuando nació mi hermano, algo realmente terrible. Fue lo que años más tarde le ocasionó su muerte. Al final, nadie del hospital pagó tal negligencia, solo ella.

Una época difícil

También por aquellos años prohibieron la música en inglés, sobre todo a Los Beatles. Yo los escuchaba a escondidas con los amigos. También leíamos algún que otro libro que no se podía leer, porque eran de escritores prohibidos. Fue una época difícil. Hasta eras mal mirado si te vestías con ropas que tuviesen algún símbolo de Estados Unidos. También prohibieron y censuraron las religiones. Mi madre siempre fue católica y tuvo que esconder a Jesús, quitarlo de donde lo tenía en la sala de la casa y poner la fotografía de Fidel. En aquel momento no lo entendía, pero supe que lo debía hacer para no perder su trabajo y su militancia. Igual nunca dejó de rezar cada noche. Debía seguir las leyes para no ser expulsada de la fábrica, como les sucedió a muchas personas, incluso a estudiantes universitarios en aquellos momentos.

A los jóvenes artistas y escritores que tenían el cabello largo, o simplemente se reunían en parques para cantar con una guitarra también los recogían. Fue cuando surgieron las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), que consistían en “fortalecer” con trabajos forzados a los que ellos consideraban “muy flojos”. No querían homosexuales ni blandengues dentro de la revolución. Y si eras homosexual eras un delincuente para ellos. La homofobia y el racismo siempre estuvieron presentes. Eso fue algo triste dentro de la historia revolucionaria. Creo que allí estuvo nuestro querido cantautor Pablo Milanés.

A mí y a mis hermanos nos gustaba mucho el cine. Un mundo súper interesante. Y mi madre nos ayudó como pudo. Pienso que la pobreza que sufrió su familia en la niñez, y todo el sacrificio que luego vino a su vida, fue lo que impidió ese avance en cuanto a sus gustos artísticos y literarios, que se vieron limitados en ese momento.

Libros que me hicieran pensar

Zurelys López Amaya junto a la estatua de Antonio Machado en Segovia.
Junto a la estatua de Antonio Machado en Segovia.

Siempre me gustó leer libros que me hicieran pensar, de diferentes ideologías, para la meditación y la filosofía necesarias que se iban formando en mí. No quiere decir que haya leído obras completas de cada uno, pero sí muchas de ellas por recomendaciones desde mis años de juventud en un Taller Literario llamado César Vallejo, que se hacía en mi pueblo natal cuando yo era muy joven, y donde aprendí a adquirir conocimientos e influencias de la buena literatura universal.

He leído más poesía que narrativa, pero hay un libro en particular que me inspiró a escribir, uno de literatura para niños y jóvenes, y es de una autora finlandesa llamada Tove Jansson: La niña invisible. Ese libro me lo prestó un día un buen amigo, y luego terminó regalándomelo. Ese libro me ayudó muchísimo a entender, a iniciar ese lado de la fantasía que hay en mí. Y a descubrir la vida de una escritora admirable.

Podría mencionar a dos o tres autores que siempre estuvieron entre mis preferidos: José Martí, Antonio Machado, Fernando Pessoa, Marguerite Yourcenar, Jorge Luis Borges, Eliseo Diego, Anna Ajmátova, Walt Whitman, y varios de la generación beat. Pero uno de los autores que, desde que lo descubrí no he podido más nunca soltar, es Fernando Pessoa. Quiero cumplir mi sueño de ir a Portugal para visitar la última casa donde vivió, y donde nació, porque vivió en varias, pero al menos aquella donde se sentaba a escribir, a beber su agua ardiente en el Bar Marthino da Arcada. Y si aún existe, sentarme allí. Es un sueño que tengo hace muchos años. Así hice con el poeta Antonio Machado, logré visitar su casa de Segovia hace unos años con una buena amiga de Madrid.

Una forma de meditación

Háblenos sobre su trabajo poético, narrativo, de gestión cultural, ensayística, editorial, etc. (el área en la que desarrolla su trabajo creativo).

Durante unos años trabajé en la Casa de la poeta Dulce María Loynaz, hoy Centro Cultural de Promoción Literaria del Instituto Cubano del Libro, en La Habana. Allí trabajaba en el Departamento de Información de Escritores de Literatura Cubana Contemporánea. Luego fui editora/redactora y correctora en Ediciones Unión. También fui especialista y coordinadora de eventos durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, y del Encuentro Internacional de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe. He participado en varios festivales y encuentros internacionales de poesía, en Colombia, España, México Estados Unidos y República Dominicana.

Mi trabajo poético consiste en destacar la realidad que circunda al ser humano, los caminos que debo o no recorrer para hallar la verdad de algo, el equilibrio que se necesita para encontrarse con uno mismo, desde el pasado o el presente de otros. Es encontrar mi propia voz, donde se integren y contrasten elementos de una o varias culturas. Mi poesía, toda mi creación, es como una dimensión hacia lo oculto, hacia lo que voy descubriendo para la gente que lee este género literario desde otro ángulo. En mi poesía plasmo las preocupaciones en torno a la identidad, la insularidad, la pertenencia y el arraigo, que son frecuentes en mi obra; así como las impresiones sobre la vida cotidiana y la historia de mi propio lugar, vistos desde el prisma de mi propia cultura y dialogando con ella.

El propósito implícito en mi escritura es aportarle al lector una mirada otra del entorno y de sus dinámicas, y, por otra parte, lograr que esa experiencia de escritura a su vez me aporte, como persona, una distancia, una alteración de los mecanismos automatizados de percepción y pensamiento, para ver desde ese prisma mi origen, mi contexto, mis hábitos mentales y emocionales.

Es, al mismo tiempo, una forma de meditación sobre mi propia sociedad y los modos de vida que en ella se han convertido en norma y rutina, lo que implica una suerte de “crítica de las costumbres”; y funcionaría además como reto o dislocación psicológica y afectiva del yo poético, como análisis de su continuidad, de su respuesta a las diversas intensidades del choque en mi contacto con otras culturas, apoyándome para eso en la singular perspectiva en que suele colocarnos la distancia física de nuestro entorno y un encuentro con otro modus vivendi.

La poesía como viaje hacia uno mismo

Se trata también, desde otra arista, de escrutar con las herramientas propias de la poesía, la relación entre el individuo y su historia (o sus historias), y de poner a prueba el afán por hallar respuestas personales a esas preguntas que la vida nos impone. Explorar ese vínculo entre armonía y esperanza que las personas buscan en la contemplación, en la existencia cotidiana y en el diálogo interior. La poesía como instrumento para realizar ese vínculo, como viaje hacia uno mismo y hacia la otredad del mundo, como balance para lograr el necesario equilibrio entre pensamiento y sensibilidad: ese es el cimiento de mi obra.

A veces no es precisa una respuesta exacta a lo que el autor intenta decirnos, aunque intuyamos su “verdad”. Mi obra suele apelar a esa imprecisión sugerente, a la construcción gradual del sentido junto al lector; la escritura puede ser laberíntica por momentos, reflexiva, o también emocional, o severa cuando indaga en los conflictos sociales y la naturaleza del poder. Está marcada por dolores propios y ajenos que conducen a (o nacen de) una mirada crítica de la realidad.

Eso es lo que creo que es mi obra, o a donde realmente deseo llegar a través de ella. A veces creo que es hasta un poco loco situarse desde la nada en el pensamiento de alguien que desea renovar, crear algo nuevo. Y a veces no nos damos cuenta que caminamos en el mismo sitio. Sobre pensamientos ya establecidos que solo nos muestran un ángulo diferente para la creación.

Últimos años en Cuba

Zurelys Lopez Amaya con su esposo, Daniel Díaz Mantilla.
Con su esposo, Daniel Díaz Mantilla.

En la isla, mi esposo y yo estuvimos apagados durante mucho tiempo. Primero fue el horror que vivimos durante la pandemia, la cual dejó en el mundo demasiadas miserias y secuelas, historias que sabemos cuán amargas y terribles fueron, historias que nunca deben olvidarse. Luego, por participar en una manifestación pacífica frente al Ministerio de Cultura, el 27 de noviembre de 2020. A consecuencia de eso fuimos cuestionados, sobre todo él, que fue interrogado en varias ocasiones por nuestra participación allí. Aquella fue la primera manifestación en Cuba después de muchos años, y pasará a la historia. Fue una sentada pacífica para exigir nuestros derechos como escritores.

Luego se acrecentaron los problemas en el país por el mal funcionamiento de nuestro gobierno. Sobre todo la incomprensión, la falta de libertad de expresión para los cineastas, para los escritores y artistas independientes que, junto a muchos intelectuales, dramaturgos, músicos y periodistas, se unieron para exigir la palabra. Un diálogo que se pidió con mucho respeto al ministro de cultura, como un derecho propio, también para exigir compresión y la liberación de los artistas encarcelados.

Realmente, creo que todo se manejó muy mal por parte del gobierno, sin medir las consecuencias de lo que vendría después. Perjudicaron a muchos intelectuales que participaron ese día, y aún en este momento se exige la libertad como un derecho. El gobierno no quiso darles la palabra a los que la exigían, no hubo un verdadero y sincero diálogo por parte de ellos.

Un gobierno que no escucha, que manipula y tergiversa a través de su poder y su propaganda en los medios de comunicación, no quiere realmente a su pueblo. Creo que, si hubiesen escuchado detenidamente a los treinta artistas, cineastas y escritores que entraron esa noche al Ministerio de Cultura, llevando cada uno su verdad, no hubiesen ocurrido otras manifestaciones que han venido después y que han llevado a más personas a la prisión. Sobre todo jóvenes. Un gobierno debe escuchar y respetar los derechos de su pueblo. Por disentir o pensar diferente no es que seamos sus enemigos.

Pero nunca resultó, no aceptaron dialogar. Nunca escucharon a los que allí estuvimos. El gobierno no estableció el diálogo que exigíamos para llegar al único acuerdo, de que un artista debe ser libre para exponer su obra. De que un cineasta no puede llevar vendas ni cadenas que le impidan un pensamiento libre para crear. De que un periodista debe hacer su trabajo y exponer su verdad, apoyándose en el respeto mutuo. Ha sido demasiado el tiempo de incertidumbre y dolor. De ofensas continuas en la televisión cubana hacia los que estuvimos aquel día en esa manifestación pacífica y de respeto. El gobierno nos hizo ver claramente que es dueño de todos los medios de comunicación y solo muestra lo que ellos aceptan.

Allí está parte de mi vida

¿Cómo fue su estancia en la residencia artística de Can Serrat?

Estar cerca de la naturaleza, en la residencia artística que pasé en las montañas de Barcelona, será siempre como el inicio a una nueva escritura y una nueva vida para mí. En algún momento leí filósofos que hoy me ayudan a entender los límites y la libertad del hombre. Calman mi angustia al estar lejos de mi biblioteca, de mi hogar, de mi jardín y mis gatos. Creo que esos tipos de residencias son como retiros espirituales y de sanación, que influyen favorablemente sobre la creación de cualquier artista. Y ha sido precisamente allí donde encontré la paz.

Lo que más extraño es mi bella isla, incluso con todos sus problemas, y es también por la que sufro. Allí está parte de mi vida, de mi familia, y algunos amigos que también sufren por la abulia, la incertidumbre, la inopia y la desidia. Por no saber el rumbo verdadero de nuestro país hoy dañado, con familias enteras fracturadas por la ausencia de sus hijos en cada mesa, en cada hogar a la hora de comer. Ya sea por problemas políticos o económicos.

Y eso se debe al gobierno actual. No es ese el país que una vez se soñó y por el que dieron sus vidas tantos hombres en diferentes campos de batalla. La desigualdad que han creado es triste. Unas personas tienen más derechos de tener algo para comer si tienes familiares en el extranjero que puedan enviar remesas. El que no tiene posibilidades no podrá mejorar su vida. No hay alimentos ni medicamentos para las personas vulnerables. Y todavía le exigen más sacrificio al pueblo, mientras muchos dirigentes viven con todas sus necesidades cubiertas. Hay desigualdad. Hay mendigos. Familias que solo comen lo que pueden una vez al día. Otros no comen nada. Muy triste.

Donde la naturaleza esté cerca

Zurelys Lopez Amaya en la residencia artística de Can Serrat.
En la residencia artística de Can Serrat.

En la residencia Can Serrat, que gané por segunda vez, en Barcelona, comencé a escribir un nuevo libro en una montaña, cerca del monasterio de Montserrat. Es un lugar bellísimo e inspirador. Y este poema que les dejo es una muestra de ello.

Recomiendo esta residencia para todos los artistas y escritores que decidan optar por una beca. Le debo a Can Serrat este reinicio de mi escritura, pues por inestabilidad emocional y enfermedad no había podido continuar. Algo muy duro para cualquier escritor que ha tenido que abandonarlo todo. Pero lo más importante ha sido volver a reunirme con mi hija y esposo.

Mi lugar de trabajo es la casa, o cualquier sitio donde la naturaleza esté cerca y que de pronto se parezca al mismo de siempre.

Háblenos sobre sus proyectos, presentes o futuros.

En este momento trabajo en varios libros ya empezados. Uno de poesía que es el proyecto que comencé en Can Serrat, con el que obtuve la beca. He comenzado la segunda parte de un libro de entrevistas a personalidades de la cultura cubana dentro y fuera de la isla. También culmino un libro de literatura para niños y jóvenes. Y, como proyecto, quiero continuar con la poesía y escribir una novela sobre la vida de un emigrante durante la Segunda Guerra Mundial.

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La montaña

He llegado al lugar de los amaneceres, el mundo ni siquiera sabe que estoy aquí, que mi vida nada tiene que ver con los sitios fantasmas. Sitios donde nuestro cuerpo dejó de ser importante para una isla, para un pedazo de tierra mezclada con el río y sus mangles. El aire me sedujo en un avión prestado por unas horas, y las nubes tocaron mi cuerpo adormecido, adolorido, tibio aún por los golpes. Me despedían de cada tiempo que ya no estará en mi mochila. La melodía en el aire nos calma, nos comparte el amanecer adicto, sincrónico y feliz. A mi alrededor caen las hojas como recibiendo mi ira y la calma del espíritu. Se tornan sabias las ramas y sus insectos. Un águila bate sus alas con fuerza en esta montaña de Barcelona. Me advierte que el invierno casi toca a nuestra puerta. Salgo afuera y soy feliz. Las aves son el placer del espíritu. Me calman y su sonido exiguo reconoce mi estancia, cada centímetro que desborda la ira, el color de mi cara, el frío de mis manos. No me duele la piel, no me duele. No sé explicar la distancia que corroe los cuerpos emigrantes. Pero la libertad canaliza el espacio ocupado y le es familiar el tono de mi voz. Construir cuerpos, deshacer cuerpos, anidar en los cuerpos, puede ser un signo de costumbre, de vuelta a la locura. Fortalece el asombro mientras escribo, se transforma el color. Los colores amarillos y rojos de los árboles. La alfombra verde me protege de la neblina. Aquí estoy, sumando cosas sin saber si merezco besar la tierra.

(Publicado originalmente en: EntreTmas Revista Digital)

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