Hemos llegado a Ilión
Ya estás en el cuarto, lo has reconocido, tus noches,
tus papeles echados en la cesta, la imagen diosdada del asfalto
se interpola en los mosaicos de esta triste casa.
Están tus puntos, los centauros, las paletas consignas,
los retratos, están tus camas, tus orgasmos
están en las paredes desplegados.
Está el vino a la intemperie, está el cigarro,
las cucarachas saliendo a recibirte:
Bienvenida la artista, la coma, el relicario.
Está fugaz tu vida entera, asomada sorda, ya sin fardos.
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? Soy Ulises, Electra,
soy la luna, el triunvirato, soy Perséfone perdida,
seis meses allá en sangre viva, seiscientos siglos acá
ya sin certeza.
Soy Perséfone Pérez, la errabunda mártir, la
destreza,
la víctima victimizada, soy la cereza, la fruta,
el semen de mujer entre las piernas,
el pavo real paseando las ciudades,
extinguida distinguida visión de las paredes.
Soy la pluma del árbol, soy la esfinge aterrada.
Traspasar el cadalso,
ir como María Antonieta o María Estuardo
a enfrentarse, a cortarle las alas a Pegaso
para que no me mate con su amorfa cuchilla.
Es mi espejo que irrumpe en las habitaciones.
Es la figura ancestral que pide sangre.
Es la gota que escribe en el cemento, es el hilo
menstrual en descubierto cielo.
Estás ahí, ciudadana del mundo,
contemplando tu espejo, sin preguntas.
Afilando la hora, marcando tus líneas agotadas.
Ahí de frente te saludo.
No, no vine a mi juicio.
Vine a enjuiciar al hombre.
Habitantes, Hijas del Pueblo
S e ñ o r a s y S e ñ o r e s
Abran los brazos y digan como en las pastorales
ELDOMINUSVOBISCUM.
Ahí está el Éufrates, la milenaria ostentación del Vellocino.
¿Me entienden Rencillas Redes Patronímicos,
Fratricidas?
Ahí estás en esas colas, en esas aves que picotean,
en esas líneas, en esa geometría,
en esa sonda de obstáculos.
Ahora sí que voy a llorar. Pero sí, lo sé.
Todos lo esperan. Pero no. No repito la escena.
Estás, eres el juez.
Eres el enajenado aquel que no mira las flores
ni sabe su nombre. No conoce de nombres.
Eres aquel que ríe por todas las sandeces,
ese que no lee ni sabe de números.
Eres el espantapájaros.
Eres el que nunca pensábamos nos salvaría.
Eres quien me comprende.
El que pones los dedos en mi herida y la alivias.
Eres el que en la infancia no temiste a la muerte,
el sirviente. Eres esa mano fortuita que me aguanta las sienes.
Eres aquel bobo del barrio que camina con las paticas zambas,
el que hace que todos repercutan en risas,
el que lame los suelos,
el que no espera un puesto en el espíritu,
el que recibe la muerte y la vida, dos mellizas.
Aire, cuando entras en mi pecho se ensancha la verdad.
Aire, cuando me tocas duermo como ángel capaz, sin ilusiones.
Alivio, aire, te vas en mi pecho como las bocanadas.
Puedo redimirme ahora que estás dentro.
El lenguaje: déjame ver qué diría para hacerte más bella.
He llegado a Ilión.
Las cosas no han cambiado.
(Fragmento. Hemos llegado a Ilión, Ed. Betania, Madrid, 2013)
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