La sororidad de Aurelia Castillo: lo que cuenta su correspondencia

Ante la dolorosa situación de Mercedes Matamoros, una de las voces más importantes de su época, Aurelia Castillo organizó una velada literaria a fin de recaudar fondos para comprarle una casa y publicar sus obras completas.

| Escrituras | 22/02/2024
Aurelia Castillo
Aurelia Castillo (1842 - 1920)

El estudio del género epistolar, tan apasionante por lo que en él se descubre, no ha sido un terreno suficientemente valorado por la crítica en Cuba. La lectura del Centón epistolario de Domingo Delmonte, una de las personalidades más importantes y controvertidas del siglo XIX cubano, es un testimonio imprescindible para conocer la historia de la cultura y las redes sociales de la época. A pesar de esto, no ha sido suficientemente estudiado.

Se le debe al periodista y escritor cubano José Antonio Fernández de Castro, la publicación de las cartas recibidas por José Antonio Saco entre 1823 y 1879. Bajo el título de Medio siglo de historia colonial vio la luz en 1923. El análisis realizado por Fernández de Castro de esa correspondencia constituye, todavía hoy, uno de los más importantes estudios epistolográficos llevados a cabo en Cuba. No obstante, a pesar de su valor, este libro nunca más ha vuelto a publicarse.  

Aurelia Castillo de González publicó en seis tomos la mayor parte de su obra. La escritora principeña incluyó en sus Escritos la correspondencia que a lo largo de su vida mantuvo con importantes figuras de la cultura cubana y de otras latitudes. El estudio de sus cartas permite conocer la talla intelectual de Aurelia, tanto como los valores éticos y humanos de la escritora. Pero no toda la correspondencia y otros documentos fueron recogidos por la autora en sus obras.

En sus últimos años vivió en su ciudad natal, donde murió. Todo parece indicar que su sobrino Gonzalo Aróstegui donó una parte de su papelería al recién fundado Museo de Camagüey en la década del veinte del siglo pasado. Actualmente, en el Fondo Aurelia Castillo de González, del actual Museo Provincial, aparecieron algunos documentos inéditos dirigidos a la autora. Entre ellos, se encuentra una carta del poeta Julián del Casal con motivo de la velada que Aurelia organizó con fines benéficos a Mercedes Matamoros.

Velada literaria en apoyo a Mercedes Matamoros

Es conocida la entrañable amistad que unió a Casal y a Aurelia. Julián del Casal admiraba el refinamiento, la cultura y nobleza de corazón tanto de Aurelia como también de su esposo Francisco González del Hoyo. La relación afectiva, basada en el respeto mutuo, les permitió a ambos hasta intercambiar alguna broma.[1] Entre las múltiples muestras de esta profunda amistad y respeto mutuo están los poemas que la poeta le dedicó a Casal.

Esos textos evidencian el diálogo que Aurelia Castillo de González supo entablar con la literatura de su tiempo y con el propio poeta. Es, por ejemplo, el juego que hizo con el poema casaliano “Maja”, donde tomó la última palabra de cada verso y los recreó, de tal forma, que puede considerarse como un momento en que, la obra lírica de la Castillo se aproxima más al tono modernista de Casal. Puede afirmarse, incluso, que si se comparan el poema de Casal y la versión que del mismo hizo la escritora camagüeyana, resulta difícil hallar grandes diferencias de escuela literaria.

Esa amistad se hace patente, una vez más, cuando le pide a la amiga que sea ella la que elija los poemas de su autoría que van a leerse en la velada dedicada a Mercedes Matamoros. Aurelia Castillo, ante la dolorosa situación económica y de salud de Mercedes Matamoros, conjuntamente con otros amigos como Antonio del Monte, Luisa Pérez de Zambrana y el propio Julián del Casal, promovió que se publicaran las poesías completas de la poeta cienfueguera a fin de que con los fondos se le comprara una casa y pudiera sufragar la publicación de su obra.

Para eso, organizó una velada literaria a fin de recaudar los fondos necesarios. A la misma asistieron importantes figuras del mundo literario a leer sus poemas, amigos y público que correspondió con importantes donaciones. Julián del Casal, en efecto, no gustaba de hacer lecturas, sino en círculos muy pequeños. Esa fue la razón por la que hizo tal solicitud a su amiga.

Los fondos recogidos en la velada permitieron la publicación de la obra de la Matamoros. Aurelia Castillo escribió el prólogo al libro de Mercedes Matamoros. En ese texto, Aurelia hizo una de las más hermosas críticas a la obra de quien fue una de las voces femeninas más importantes de su época.

Domitila García de Coronado, en el Álbum poético fotográfico de escritoras cubanas, al presentar a Mercedes Matamoros se refiere al éxito que tuvo aquel grupo de amigos:

El señor Antonio del Monte, […] abrió una suscripción pública en el prestigioso periódico “El País” […] con el fin de recaudar el suficiente dinero para imprimir las exquisitas poesías de que era autora, y con su producto comprarle una casa. El pensamiento tuvo una feliz realización: de todas partes de la Isla acudieron donantes con respetables sumas; y se asociaron a la altruista obra del señor del Monte, para secundarlo con empeño, las señoras, meritísimas escritoras, Eva Canel y Aurelia Castillo de González; obteniendo la primera de los señores comerciantes, Castro Fernández y Cía, la mitad del papel que necesitaba para la impresión de la obra; y la señora González la prologó.
El más franco éxito coronó el santo anhelo de todos: con el producto de la venta le fueron compradas dos casas; y reparada la ruinosa vivienda en que vivía y era de su propiedad.[2]

Casal no estuvo presente, pero confió en su amiga para la elección de sus poemas. Un gesto como este también da la medida del grado de confianza y reconocimiento de la personalidad intelectual de Aurelia Castillo. Sirva, pues, esta breve carta para dar fe de la hermosa relación que unió a estos dos grandes de la cultura cubana. Y, por supuesto, también es evidente que el autor de “Nihilismo” no tenía inconveniente alguno en confiar a una mujer su propia obra.                                                                  

Habana, 18 de septiembre de 1892

Mi excelente amiga:

Puesto que usted se empeña, no tengo inconveniente alguno, por el contrario, experimento una viva satisfacción, en que se lea o reciba alguna composición mía en la velada que prepara el Liceo a favor de la Srta. Mercedes Matamoros. Pero exijo, amiga mía, dos condiciones: la primera, que no sea yo mismo el lector o el recitador, porque no tengo gracia para ninguna de ambas cosas; y segunda, que no se me invite para la velada, porque me es de todo imposible asistir.

¿Qué composición desea que escoja? Cualquiera de ellas. Creo que ninguna hace efecto para ser recitada. Así, pues, elija usted la que le gustase y la que juzgue adecuada para el caso.
Ardo en deseos de leer el prólogo que ha escrito usted para el tomo de la inspirada poetisa cienfueguera. Por eso es, no quiero que se lo lea nadie, sino yo mismo a solas, porque gozo más de esta última manera y aprecio mejor la belleza de lo escrito.

Gracias por todo y, con recuerdos al señor Gonzales [sic.], se despide de usted su entusiasta admirador y amigo.

Las amigas Aurelia Castillo y Juana Borrero

Las redes sociales han existido siempre, pero la crítica literaria cubana pocas veces ha reparado en ellas. La carta de Juana Borrero a Aurelia Castillo, inédita hasta el 2016, se evidencia la relación de familiaridad de la joven adolescente con el matrimonio de Aurelia y Francisco. Por supuesto, los Borrero y los Castillo son dos troncos familiares del viejo Puerto Príncipe y la amistad venía de esos antiguos lazos.

Tanto Aurelia como su esposo tenían también como amigo común con la Borrero a Julián del Casal. En la misma carta se advierte la referencia al crítico y periodista Aniceto Valdivia, el conde Kostia quien estaba también en el círculo de amistades de todos ellos. Así, pueden entenderse las posturas estéticas, los gustos, los valores y las polémicas culturales a través de la historia.

Queridos amigos Aurelia y Francisco: no bien impresa mis Rimas pude enviarles un ejemplar de ellas cumpliendo con mi deber casi sagrado para con ustedes a quienes tanto debo; pero resolví luego ir yo misma a llevarlo proporcionándome así el placer de su compañía de Uds., para mí siempre tan grata. En vistas de que el tiempo pasa y mis deseos no se cumplen me decido, a enviarlas a Uds. por correo y me resigno de mala gana a perder para mí una visita tan agradable.

Reciban pues ustedes mis ensayos, con la benevolencia a que me tienen acostumbrada.

Mis rimas son pocas, por aquello que de lo malo… los más de ellas los conoce usted bastante para saber a qué atenerse… ¿eh?

La impresión por otra parte no carece de erratas de importancia que me recomiendan a mí y a los impresores… culpa de la precipitación con que fue editada la obra. Sin embargo pueden leerse y a juzgar por Valdivia, “con placer nunca satisfecho. Me harán ustedes el favor de enviar excelente caballero Domínguez Gowan[4] nuestro buen amigo, un ejemplar que para este objeto les remito; y usted Aurelia me hará el obsequio de entregar a María Luisa otro ejemplar que también le envío. Dispensen una vez más mi impertinencia al molestarlos pero no me fío mucho del correo y no quisiera que las personas a las que aludo, puedan figurarse que las hecho en el olvido cosa a la verdad tan lejos de mi espíritu.

Tengo ansias de verlos otra vez por mi casa. ¿Cuándo se repetirá aquella visita? ¡Quiera Dios que sea pronto! Pasamos un rato delicioso y quisiéramos que se repitiera. Así pues vengan pronto por acá y así quedaremos todos contentos.

Con muchos recuerdos de todos para ustedes y mil cariños y expresiones de mis hermanas, cierro esta carta que ya les parecerá demasiado larga…
Cariñosos recuerdos a González y un abrazo apretado para usted de su amiguita.
Juana

P.D. a Aurelia: No se olvide cuando vea a la encantadora amiga que usted sabe y yo también, de darle un beso cariñoso en mi nombre. No se le olvide.[5]
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La carta de Juana Borrero es expresión del cariño, el afecto y también el respeto que la une a Aurelia y Francisco. El tono tan querencioso deja ver hasta las complicidades que unen a las amigas. Hay una alegría muy especial, una energía que sólo nace del amor y el respeto. Aquí aparece un rostro de Juana Borrero que no es el sufrido y angustioso que brinda la historia literaria cubana. No sólo padeció el dolor, sino también la alegría adolescente que se desborda en estas líneas.

Mujer entre dos siglos que supo situarse en uno y otro espacio histórico gracias a su sensibilidad y cultura que no puede ser desfigurada por interpretaciones sin fundamento. A ella hay que volver una y otra vez para poder alcanzar la exacta dimensión de las letras femeninas en Cuba.


[1] En una de las crónicas del viaje de Aurelia a Estados Unidos ella ve por vez primera los ventiladores de techo. Está como corresponsal del diario El País en la Exposición de Chicago. La camagüeyana recordó al amigo diciendo que quién viera a Casal debajo de uno de esos aparatos en una barbería de La Habana.

[2] Domitila García de Coronado, comp.: Álbum poético y fotográfico de escritoras cubanas, escrito en 1868 para la Señora Gertrudis Gómez de Avellaneda. Imprenta “El Fígaro”, La Habana, 1926, p. 91.

[3] Fondo Aurelia Castillo de González del Museo de Camagüey, documento 24 89 24. Este texto fue publicado por vez primera por mí en el Portal de Cubaliteraria el 27 de enero de 2022.

[4] No me ha sido posible encontrar a quién se refiere.

[5] Carta inédita de Juana Borrero a Aurelia Castillo de González . Fondo Aurelia Castillo de González, documento 243824. Publicada por primera vez por mí en la revista Revolución y Cultura en el 2016.

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