Narrativa cubana ⎸ El mundo de Remix
"'Dios es la muerte porque está en todas partes'. Pensé en la oscuridad de aquel subterráneo adonde fui a parar"
Dibujo mis sueños. En ellos me invento otra vida, historias donde juego con la muerte.
Dibujo y sueño, dibujo y sueño…
1, 2, 3, salta un lagarto, y voy tras él repitiendo los mismos saltos,
1, 2, 3, salta otro lagarto con un enorme sombrero de óvalos blancos,
1, 2, 3, salta en una sola pata un tercer lagarto, y salto yo, tras tres lagartos cojos.
1, 2, 3, apareció un escarabajo. 1, 2, 3, salta junto a mí el escarabajo. Salté en un solo pie junto a tres lagartos cojos y un escarabajo. 1, 2, 3, saltaba, saltaba, y de repente un hoyo profundo se entreabrió bajo mis pies. Y me tragó la tierra.
“Dios es la muerte porque está en todas partes”. Pensé en la oscuridad de aquel subterráneo adonde fui a parar.
—¿Quién ha osado entrar a mi castillo sin antes llamar a la puerta?— escuché la voz desconocida y contesté con temor.
—He sido yo, señora.
—¡¿Quién fue el intrépido?!— chilló con furia.
Un tenue rayo de luz fue descubriendo el desorden.
Frente a mí apareció postrada encima de una gran silla de madera, una irrisoria bola de carne humana de ojos lobunos y cabeza bífida que succionaba raramente sus largos dedos.
—¡Intrusa! ¿Acaso no tienes lengua?
—Disculpe, yo sólo busco a alguien con quien poder…
—¡Habla en voz alta necia!, ¿no te das cuenta de mi sordera? ¿O te burlas de mí?
—¡Perdóneme eminencia, no encontré la puerta!
—Eres una criatura muy inteligente. Cuando perseguías a los lagartos cojos diste con la clave de mi juego. Durante miles de años nadie ha podido descifrar el secreto, ¡y eres tú! la que ha llegado a estropear mi único entretenimiento. No sabes cuánto me hubiese divertido viéndote saltar durante años tras mis lagartos, ¡pero pensaste!, y no precisamente en un lagarto, y sólo debías pensar en eso. Uno tras otro, y así vendrían miles de lagartos brincando, brincando, brincando, y tras ellos envejecerías sin advertir el paso del tiempo. Sin mirar a los lados ni pensar nada más que en los lagartos cojos. Debes saber que en el castillo de la Reina Argustia, ¡está prohibido pensar y mirar a los lados!— gritó enfurecida.
—¿Eso es justo?— pregunté mirando sus ojos retorcidos.
—Es justo, porque yo soy la reina y doy las órdenes.
—¿Quiere decir que seré su esclavo?
—¡¿Esclavo?!, puede que sí, aunque preferiría enviarte de regreso junto a los lagartos, pero sería demasiado fácil volver a salir. Piensas demasiado, tal vez pueda hacer algo mejor, nada comparado al juego de los lagartos, conducirte al país de las puertas cerradas…
—¡¿Puertas cerradas?!— exclamé en lo que Argustia soltaba una carcajada.
—¡Sí!, allí de igual modo todo funciona como si fuese un juego. Las puertas existen. Mil puertas, dos mil puertas, millones, pero ninguna se abrirá a tu paso. Allí no vale la inteligencia, allí la mente no significa nada. Sólo hallarás preguntas… ¿quién eres? ¿A dónde vas? ¿De dónde vienes? ¿Quién te envía? ¿Por qué vistes así? ¿Quiénes son tus padres? ¿Has violado o matado a alguien? ¿Por qué hablas así? ¿Crees en la libertad? ¿Libertad? ¿Homosexual? ¿Bisexual? ¿Prostituta? ¿Nombre, apellidos? ¿Número de identidad?... Y cada vez que se abra una puerta volverá a cerrarse y preguntarán y preguntarán y no te dejarán tranquila hasta verte vencida.
—¡¿Piensa conducirme hasta ese lugar?!
—Para una desconocida que llega a mi castillo a deshacer mi juego, mi único juego, sería poco enviarte al país de las puertas cerradas. Es por eso, intrusa, que te condeno a la pena máxima, ¡la muerte!, ¡muerte a la intrusa!
Fueron las últimas palabras que escuché, cuando frente a mí vi una pequeña manigueta con un rótulo que anunciaba en letras rojas: EMERGENCIA, EN CASO DE SUCESOS ABSURDOS TIRE DE LA PALANCA, LA MENTE ESCOGERÁ SU DESTINO.
II
Caí en los brazos de Jaskin.
El me acaricia en lo que va entreabriendo mis piernas para destrozar mi ropa con sus cuernos. Su lengua humedece mis labios. Susurra mi nombre y sin temor me posee con dulces palabras.
Jaskin está dentro de mí, en mi boca, en mis manos, él gobierna mi existencia, habla de amor como nadie lo hace y me ayuda a olvidar el dolor que producen en mí el paso de los días y los años.
“El diablo es la muerte porque está en todas partes”. Pensé mientras la mente descubría nuevas emociones. Perversidades irrepetibles.
—Tus besos tienen el sabor de la vida— le dije, y sin despedirme me perdí entre un suave olor a incienso y una lejana melodía.
—¡Muerte a la intrusa! ¡Muerte! ¡Muerteeeeeeeeee!
Fueron las últimas palabras, cuando ante mí reapareció el anuncio: EMERGENCIA, EMERGENCIA, EN SITUACIONES EXTREMAS TIRE DE LA PALANCA, SU MENTE ESCOGERA UN DESTINO.
III
ASI SOÑÉ UN DIA QUE YO SUBÍA AL CIELO EN BUSCA DE DIOS, PERO NUNCA LO HALLÉ. Lo escribí bajo el dibujo donde parece que floto junto a la muerte.
Con los pies entumecidos me aventuré en una larga caminata. El camino era estrecho y estaba formado por pequeñas piedras verdes que con la claridad de la luna resplandecían bajo mi cuerpo. No tardé en escuchar una voz. Era una vieja horrenda que mostraba sus tetas al viento y removía gustosa una cacerola de donde emanaba un desagradable olor a carne podrida. Danzaba con torpeza acompañada por cuatro murciélagos que permanecían posados como estacas sobre sus hombros.
Cuando decidí escapar ya era demasiado tarde. En un abrir y cerrar de ojos con una rapidez increíble la vieja estaba a mi lado.
—Tienes rostro de Elfina, pareces hembra y no varón— dijo con voz soturna y acarició mi cabello.
—No soy un hada, yo…
—¡Ah, un humano real!— chilló y retrocedió asustada.
—No le haré daño… lo juro.
—Me agradan los humanos, pero los prefiero distantes, son tan perversos. ¿A qué has venido? ¿Acaso a realizar tú sueño?
—¿Podría ayudarme?
—¿Qué no podría hacer la fea Brujendú? ¿Cuál es tu sueño o tu deseo?
—Sólo quisiera encontrar a alguien.
—¿Encontrar? Eso es muy fácil, y más cuando el camino es tan estrecho. ¿A quién quieres encontrar?
—A alguien con quien poder hablar y que me entienda. Tal vez Dios pueda contarme sobre la gente.
—¡¿Dios?!— gritó la vieja y los murciélagos volaron despavoridos.
—¿Sabe dónde podrá estar?
—¿Es una planta? ¿Un animal? ¿Tiene poder? ¿Qué es Dios? Ningún humano como tú ha venido a buscar a ese sujeto.
—Según todos, él está en todas partes y…
—¡Oh, me estoy quedando ciega!— Gritó y simuló estar llorando— Me temo que no podré ayudarte.
Y escuchando sus palabras, le di la espalda y me adentré en el camino. Ella cantaba.
Ya lejos, dejé de escuchar el eco de su voz que se disolvía en el aire. Y mi cuerpo se hundió entre las piedras.
IV
La guerra y el hambre son la muerte, porque están en todas partes. Le confesé al niño que encontré en el vacío. Un niño sin lengua y sin piernas al que llamé futuro porque no tenía nombre. Él descansó sobre mi pecho y tristemente se lo tragó la tierra.
V
—¡Es increíble!... ¿Cómo ha podido este animal llegar a nuestro mundo?— dijo una voz.
—¡Es la primera vez que sucede algo parecido!— exclamó una segunda voz.
—¡A callar! ¿No creen que pueda ser peligroso?— preguntó una tercera.
—¡¿Peligroso?! ¿Crees que un andrajo como ese podría causarnos algún daño? Ni siquiera es exótico— se escuchó a la segunda.
—Pero es diferente— volvió a decir la primera voz.
—Podemos hacerle cambiar— apuntó la tercera.
—¿Creen que podamos? Dudó la primera.
—Cambiará, cambiará, o no lo dejaremos vivir en paz— sentenció la segunda voz.
Al abrir los ojos me vi ante tres flores enormes con rostros humanos revestidos por gruesas hojas y tallos erectos que emergían de la tierra. Flores enrarecidas que al verme junto a ellas temerosas se escondieron bajo los pétalos.
—No teman, no les haré daño— les dije, y lentamente una a una fueron descubriéndose.
—¿Quién eres?— preguntó una de las flores.
—Me llamo Remix.
—Eres un ser extraño, Remix, y en Jomby todo lo diferente nos perturba. Sólo si deseas cambiar podemos aceptarte— dijo otra.
—No las entiendo— confesé acercándome.
—Se nos prohíbe hablar con animales diferentes, todos en Jomby pensamos de igual manera, tú eres un desconocido y ni siquiera llevas un pétalo sobre la cabeza. Con seguridad tus ideas han de oponerse a las nuestras.
—Respetaré sus ideas, pero aún sigo sin entender.
—Lo ves, ni siquiera entiendes, eso demuestra que eres un animal carente de inteligencia.
—Lo que no puedo entender es cómo siendo tan diferente una de la otra han de pensar del mismo modo. Si alguna de las tres dijera que el cielo es verde, ¿las tres afirmarán lo mismo?
—¡Lo afirmamos!— dijeron a coro.
—Pero el cielo no es verde sino rojo— dijo una de ellas.
—¡Sí, sí, tan rojo como un tomate!— afirmó otra empinándose para mirar al cielo.
—¡No es cierto!— Exclamó otra de las flores y me sonrió maliciosa— el cielo es azul.
—¡¿Te opones a lo que pensamos?!— gritó histérica una de las flores.
—¡¿Estás loca?! ¿Cómo puedes contrariarnos?
—Sólo ha pensado por sí misma— dije y extendí mi mano para acariciar a una de ellas.
—¡Oh! ¡¿Qué has hecho?! ¡Qué vergüenza! ¡Has tocado mi pétalo número siete! ¡¿Cómo puedes ser tan atrevido?! Atentas contra la moralidad. Bien podría escupir mi veneno sobre tu rostro.
—Lo siento, no sabía, es sólo un pétalo.
¡¿No sabías?! ¡Es mi pétalo número siete, nadie debe tocar ese pétalo! ¿Qué dirán todos? Durante años mi moral ha sido intachable. ¿Cómo puedes destruirla?
¡Nadie puede tocar ese pétalo! ¡Oh, es una desgracia, ni siquiera mi madre cuando vivía pudo hacerlo! ¿Qué dirán mis amigas? ¡Durante años mi moral ha sido intachable!... ¡Mereces la muerte! ¡La muerte! ¡Muerteeeeeeeeee!
Escuchando los gritos condenatorios di un salto…
VI
Los hombres no son hombres sino animales idiotas que están en todas partes— le dije al tipo que llevaba puesta una careta con la figura de Humphrey Bogart, y que al parecer era el guardia de aquella puerta donde se anunciaba en un espléndido cartel: SÓLO PARA HOMBRES.
Al cruzar por su lado miré a sus piernas con disimulo y me detuve sorprendido al ver aquella trompa gelatinosa que se enredaba por los muslos. La cabeza caía en silencio sobre la tierra.
Casi grito cuando alguien me tiró hacia adentro y cerró la puerta. Allí todos trastocaban su verdadera identidad con máscaras y unos a otros se manoseaban con descaro.
Cerré los ojos para olvidar las imágenes.
Y sólo escuché a mí alrededor palabras y preguntas…
—¿Vienes a comer?
—¿Por qué no traes máscara?
—¿No te da vergüenza?
—¡Eres un sucio… un sucio!
—¿Cómo puedes atreverte a ser así?
—¡Eso no es amor!
—¡Y viene sin máscara…! ¡¿Cómo ha podido entrar?!
—Sólo si deseas cambiar podemos aceptarte.
—¡Oh, ha tocado mi pétalo número siete!
—¡Intrusa! ¡¿Acaso no tienes lengua?!
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera…!
Y me inventé una escalera muy alta y subí, subí uno a uno los escalones que se me hacían interminables y hasta llegar al final no me detuve.
Los hombres son la muerte porque están en todas partes.
Dije, y me lancé al vacío.
En la caída encontré a Jaskin. Él me tomó en sus brazos y sin miedo me beso en los labios. Cuando quise despertar, no pude, y la lucha fue en vano, porque ya nos había tragado la tierra.
Nonardo Perea
(La Habana, 1973). Narrador, artista visual y youtuber. Cursó el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso del Ministerio de Cultura de Cuba. Entre sus premios literarios se destacan el “Camello Rojo” (2002), “Ada Elba Pérez” (2004), “XXV Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios” (2003- 2004), y “El Heraldo Negro” (2008), todos en el género de cuento. Su novela Donde el diablo puso la mano (Ed. Montecallado, 2013), obtuvo el premio «Félix Pita Rodríguez» ese mismo año. En el 2017 se alzó con el Premio “Franz Kafka” de novelas de gaveta, por Los amores ejemplares (Ed. Fra, Praga, 2018). Tiene publicado, además, el libro de cuentos Vivir sin Dios (Ed. Extramuros, La Habana, 2009).
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