Poesía coreana │ Dos poemas de Choi Young-mi
Con su poesía, Choi Young-mi hizo visibles los problemas más silenciados de la mujer en su país: el acoso sexual y el machismo arraigado que lo sostiene.

Dolor confuso
Ellos, apuntándome con un cuchillo,
no se atrevieron a tocar el más mínimo trocito de mi alma.
No sangré, no dejé caer mis lágrimas, pero
el dolor confuso es el más insoportable.
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A los cerdos
Para Young-Mi Choi.
Una tarde en la que estaba realmente agotada,
le di una perla a un cerdo.
Saltando de alegría, corrió hacia los otros cerdos
y presumió de haber conseguido mi perla.
Pero estaba rota.
Él no sabía que en mi cajón
duermen perlas más claras e impecables...
En mi casa, en una playa desierta, en una isla solitaria,
en lo profundo de un armario que no he mostrado a nadie,
hay perlas que cambian de color según el clima,
perlas que se asemejan al misterio del mar donde nací,
mil de ellas que esperan ser ensartadas…
La gente no sabe que la perla que él tiene
es una perla fea
que ni siquiera se puede vender en el mercado.
No me importa si se convierte en un juguete.
No me importa si los cerdos habladores
la mastican mientras beben.
Olvidé cuándo y dónde,
pero una tarde muy oscura y agotadora,
en una choza donde entré para resguardarme de la lluvia,
le di una perla
a un cerdo que me encontré por casualidad.
(No importa cómo se llama).
Estaba tan oscuro,
que no supe entonces que era un cerdo.
No me interesó saber quién era.
Solo me di cuenta vagamente
de que me habían robado del bolsillo.
Desde ese día, diez cerdos se me unieron
y me pidieron una perla a gritos.
Cuando fingí no oír,
esperaron en la esquina de mi casa,
y tras asegurarse de que no hubiera nadie,
llamaron a la puerta:
“Dame una perla.
Tú también tienes que darme una.
¡Debes!”
Empezaron con una petición cortés,
pero terminaron con exigencias descaradas.
Demasiado cansada, a regañadientes,
y temiendo que su reclamo despertara a mis vecinos,
le di una perla a un cerdo desconocido.
(Era una perla aún más fea).
A la mañana siguiente, incluso antes de que saliera el sol,
veinte cerdos gordos aparecieron en la puerta de mi casa.
Había entre ellos también lobos y zorros.
Esos animales feroces treparon por las paredes,
pisotearon las flores en el patio, volcaron las macetas,
rompieron las delicadas ramas de mis nometoques.
Algunos, sin asomo de vergüenza,
cantaron y bailaron sobre el jardín que no pude cuidar.
Entonces, los cerdos más fuertes
rompieron la puerta y entraron a la cocina
Se comieron mi pan y bebieron el vino
que había guardado para un día lluvioso.
Exprimiendo hasta la última gota dulce, su fiesta continuó.
Los lobos jóvenes eran crueles,
y los zorros viejos,
conociendo el camino del mundo, eran astutos.
Para proteger mis preciados tesoros,
luché y sangré.
A veces luché, otras veces cedí.
Cuando pidieron dos, les di una.
A veces los engañé con un collar de perlas falsas.
Pero no se retiraron.
Huí.
Corrí muy, muy lejos, donde no pudieran seguirme.
Pedí dinero prestado a mis amigos y viajé en tren y en barco.
Rompí las cartas que me enviaban y les colgué las llamadas.
Aun así, esos cerdos codiciosos no se rindieron.
Ahora, al regresar de mi largo viaje,
ya estoy vieja y enferma.
Ni siquiera tengo fuerzas para levantarme, pero
todavía me piden una perla,
una solo perla, por última vez...

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Desde la publicación en 1994 de su primer libro, A los treinta, la fiesta se acaba, Choi Young-mi sorprendió por la fuerza y la originalidad de su escritura, una obra crítica del espíritu conservador de la sociedad coreana que dio voz la generación más joven y vendió más de un millón de copias en solo un año. Su tercer libro, A los cerdos (2004), puso el dedo sobre uno de los problemas más silenciados que enfrentan las mujeres en su país: el acoso sexual y el machismo arraigado que contribuye a su perpetuación. En 2017, Young-mi publicó el poema “Monstruo”, que encendió el debate sobre la violencia de género y condujo a la formación del movimiento MeToo en Corea. Por su contribución a la defensa de los derechos de las mujeres, la ciudad de Seúl le otorgó en 2018 el Gran Premio de la Igualdad Sexual.
Acompañan a estos poemas de Choi Young-mi dos esculturas de Woo Hannah. Nacida en la ciudad de Daejeon, en 1988, Hannah hizo su maestría en Artes Visuales en la Universidad Nacional de Corea y es reconocida por sus instalaciones textiles a gran escala, con las que la artista desafía las nociones convencionales de la escultura. Con muestras en galerías y museos de varios países, su trabajo recibió en 2023 el Premio Frieze y en 2025 una residencia del Programa Internacional Estudio y Curaduría (ISCP), con sede en Nueva York. Sus piezas, inspiradas en las formas y texturas de la vida orgánica, intentan fijar las dicotomías del ciclo vital, disolviendo las fronteras entre lo vivo y lo muerto, lo masculino y lo femenino, y resaltando aspectos como la transformación constante de todo lo que existe, y la conexión del ser humano con el resto de los seres.
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