Tácita Muta

Tácita Muta | Muñagorri: latencias de una joven artista

"Aunque toca temas importantes para el debate feminista actual como la emancipación sexual o el cuestionamiento de cánones estéticos, a ella no le interesan las declaraciones ni los mensajes concluyentes".

Lo carnal en Thaymet Muñagorri (Camagüey, 2001), literal y metafóricamente hablando, es fuente de empoderamiento. La conocí cuando era alumna de la Academia y desde sus primeros trabajos como estudiante de primer año era notable su avidez por el tema del cuerpo y la sexualidad, canalizada artísticamente a través de fotos y pinturas. De algún modo esto ya se insinuaba en un sencillo conjunto de temperas sobre cartulina realizado en 2016, donde parecía que los pigmentos se emplastaban como fluidos ácidos y obscenos sobre una superficie turbia.

Poco después empezaría a manifestar su interés por el sexo de forma más evidente (ya fuera en su dimensión orgánico-fisiológica o en la erótica y la simbólica) con cuadros que tanteaban lo pornográfico y donde desde las posturas exhibitivas de los cuerpos y los ángulos de visión hasta la composición y la gestualidad pictórica eran puestas en función de ese protagonismo donde, sin embargo, el sexo seguía siendo objeto de un juego de ocultación-mostración, como queriendo sondear, retar, señalar el tabú.

Luego de una serie de foto-collages digitales realizada a partir del material visual recopilado como parte de procesos anteriores, Thaymet ha incorporado a su estética y a su discurso el tema de la obesidad. Una latencia de trabajos anteriores que asoma ahora de forma más decidida y prominente en un cuestionamiento espontáneo y certero no sólo de los estereotipos de la belleza física femenina, sino de los del deseo y el placer erótico asociados a ella. Lienzos que traen al recuerdo las llamadas Venus Prehistóricas, pero subvierten el simbolismo fecundante de esas encantadoras figurillas de barro, piedra, hueso o marfil, en favor de la plasmación de un erotismo basto, profano… que no abandona del todo la dignidad de lo arcaico y que resulta creíble, cotidiano, real.

Ahora, y después de un conjunto de cuadros y fotos que muestran nuevas profundizaciones en el fetichismo carnal de su obra, Thaymet se involucra más explícitamente como objeto de un proceso artístico relacionado con la autopercepción: una exploración mental y física de sí misma donde observa los cambios de su cuerpo durante el adelgazamiento y exterioriza los aspectos psíquicos y sentimentales de su relación con él.

Aunque apenas comienza, el de Thaymet Muñagorri es un trabajo al que vale la pena seguirle la pista. Se intuye en él una pulsión sometida todavía a una especie de contención, de retención de recursos. El gusto hedonista, exhibicionista y sensual puede resultar aún un poco cohibido en algunas de sus piezas. Lo mismo que la plasmación de ese instinto de muerte y descomposición inherente a la exaltación de la carne, la belleza y el placer: el Tánatos freudiano.

Pero no todos los días encontramos a una artista tan joven hablando sobre estas cosas con esa determinación y autorreferencialidad convincente y legítima que encontramos en Thaymet. Pues, aunque toca temas importantes para el debate feminista actual como la emancipación sexual o el cuestionamiento de cánones estéticos, a ella no le interesan las declaraciones ni los mensajes concluyentes. Estos suelen ser, por eso mismo, limitados y frágiles. Tampoco parece pensar demasiado en modas políticas o constructos teóricos. Es sólo una muchacha de su lugar y su tiempo, que crea desde su auténtica personalidad: sus experiencias, sus dudas, afinidades, latencias... y una sinceridad que se vuelve comprensión y disfrute de sí. Como debe ser.