Amarilis Muñiz Navarrete, la niña de Banes que no volvió a casa
La historia de Amarilis, la niña de 9 años desaparecida en Banes el 14 de abril de 1979, es la herida abierta de una familia y el espejo de una deuda institucional.
Aunque en la prensa ni en los medios oficiales se reflejan, en Cuba las desapariciones de mujeres y niñas han tomado posición como parte de la realidad y no precisamente en estos tiempos convulsos, cuando la malla de energía universal que nos conecta a todos se percibe localmente endeble y desalineada. Y aunque la gobernanza trate de difundir que nuestra sociedad es perfecta y está libre de los males propios de “los entornos neoliberales”, la realidad es otra: no se han erradicado nunca los crímenes relativos a la violencia hacia las mujeres y niñas, y la desaparición física es una manifestación palpable de ellos. Desaparición que muchas veces termina con la muerte de la desaparecida.
Cuando desaparece un ser humano, la devastación de la familia llega a límites insospechados. Aún más si es una niña quien ha salido de su casa y no regresa, como ungida por magia de la peor ralea. Esto conmueve y lacera el alma de los padres y de quienes habitan el círculo familiar.
La ansiedad se torna indescriptible y, pasados breves minutos, la desesperación acecha y entra a jugar su nefasto papel. Es entonces cuando sobrevienen las preguntas: ¿secuestro?, ¿abuso lascivo?, ¿asesinato? Se cortan las palabras en la garganta, pues no hay respuesta.
Del caso al que me referiré aún no existe una afirmación que consuele; solo hay evidencias que nos conducen a una familia herida en lo más profundo por semejante tipo de violencia. Sí, porque la desaparición física se tipifica dentro de los casos de violencia contra las mujeres, dados múltiples factores que demuestran que un por ciento notable —digamos, el 90 %— de las víctimas, si son encontradas, ya el o los captores les han cobrado la vida. Y cuando no se encuentra nunca la respuesta de dónde pudo ir a parar el cuerpecito endeble y tierno de una niña, aunque transcurran décadas, el dolor y el trauma perduran en el seno familiar.
Me voy a referir al triste y desgarrador caso de la desaparición de la niña de 9 años Amarilis Muñiz Navarrete, cuyo cumpleaños será el próximo 21 de noviembre.
El suceso
Corría el año 1979, nombrado como Año de la Victoria, año en que se desarrollaría en Cuba la VI Cumbre de los Países No Alineados. Eran aproximadamente las 3:30 de la tarde del 14 de abril y, en el poblado de Banes, Holguín, se respiraba la usual tranquilidad de una localidad pequeña.
Una de las hermanas de la niña, Mayda, estaba entrando al baño a ducharse y le echó una ojeada, mientras Margarita, la otra hermana, se mecía en una poltrona con su embarazo de 8 meses. Los demás estaban enfrascados en la rutina diaria. Amarilis salió a la panadería a buscar el pan con Rosita y otras dos amigas de su misma edad. La madre le entregó a Amarilis la libreta de racionamiento y les dijo que no demoraran, sin intuir la desgracia que sobrevendría en pocos minutos.
Esa fue la última vez que la vieron. En pocos minutos habrían regresado a la casa las demás niñas sin la compañía de Amarilis y, ante las preguntas obvias, no hubo respuesta. Nadie supo dónde se había quedado, nadie la vio conversar con nadie, nadie vio nada. Acto seguido, la familia se volcó de inmediato a la calle en la búsqueda infructuosa de la niña.
Los vecinos de la cuadra, y hasta de lugares más lejanos, se unieron en una exhaustiva exploración; alguien avisó a la policía y la tarde fue coronada, a las 6:30 p. m., con un apagón que dejó todo en tinieblas.
Pero esto no mermó el ímpetu del rastreo: palmo a palmo a lo largo y ancho de la geografía de Banes, por ambas riberas del río, tratando de encontrar aquella figurita delgada cuyos ojos nadie sabía decir qué realidad estaban mirando en ese momento. Buscaron más allá del barrio, indagaron con las niñas que regresaron, se fueron más allá del río y lo registraron en toda su extensión, en el pueblo y nada: ni rastro de la niña.
El sufrimiento familiar
Ya más entrada la noche, Margarita, la hermana embarazada, se puso de parto —un niño de ocho meses—, precipitado por el estrés y la desesperación que aumentaba cada minuto en que no la encontraban.
Durante días sucesivos, la familia, auxiliada por los amigos y demás pobladores, registró hasta los lugares más recónditos e insospechados. La familia de La Habana se unió a la búsqueda y repartieron fotos de la niña por todo el país, pero sin resultado alguno.
Las postrimerías
La policía no desplegó protocolo alguno —carecía de él— y también le faltó el interés para “jugarse el todo por el todo”, menos aún por tratarse de una familia signada como “desafecta” por su forma de pensar. Mientras los días y las noches transcurrían, la familia quedó sumida en el sufrimiento y, tiempo después, les fue comunicado que el caso había sido cerrado porque no habían encontrado a la niña.
Los meses y años posteriores transcurrieron en total vacío e incertidumbre. Entretanto, los familiares consultaron adivinas, recurrieron a todo tipo de indagaciones, y la niña seguía desaparecida. Producto del estrés, madre y padre fallecieron al poco tiempo, y las hermanas quedaron con el legado de la eterna búsqueda, más otras desgracias que acontecieron en la familia Muñiz Navarrete debido al estrés en que se hallaban sometidos.
Luego, al pasar los años, sucedieron situaciones muy raras: una de ellas, cuando alguien avisó que había un panadero que estaba casi al morir y decía que llamaran a la familia, que él sabía algo sobre la niña. Visitaron al hombre y, desvariando, dijo de un lugar donde habrían de encontrar el cadáver. Sin apoyo policial —pues para esa época el caso estaba ya cerrado—, se dirigieron al lugar indicado, excavaron el área y no encontraron nada. El hombre falleció a los pocos días.
Otro suceso conmocionó a las hermanas y demás familiares cuando ya no vivían en Banes. Ya habían pasado como tres décadas desde la desaparición de Amarilis y alguien llamó a la familia diciéndole que Amarilis había venido a Cuba con un grupo de alemanes y estaba hospedada en el hotel Pasacaballos. Hacia allá se dirigieron todos con la esperanza de finalmente encontrarla. Llegaron al lugar y el grupo de alemanes estaba allí, pero Amarilis Muñiz Navarrete nunca llegó a ese lugar.
Todas estas anécdotas indican parte de la zozobra que ha vivido el conglomerado familiar, que —dicho sea— es muy unido y se mantiene a la espera de, aunque sea, una señal que les ofrezca una respuesta sobre la niña que se perdiera una tarde tranquila en un trayecto de menos de 100 metros desde su casa, en Banes.

Transcripción de la alerta en el periódico Juventud Rebelde
NIÑA DESAPARECIDA
La Policía Nacional Revolucionaria investiga la desaparición de la menor AMARILYS NUÑEZ NAVARRETE, natural de Banes, provincia de Holguín, quien desapareció a unas cuadras de su domicilio.
La niña tiene 10 años de edad, tez blanca, pelo y ojos negros y una verruga en el lado izquierdo del labio superior.
Cualquier persona que conozca de alguna menor con similares características, deberá comunicarlo a la unidad más cercana del Ministerio del Interior.
La actualidad con una biografía inconclusa
Las hermanas, sobrinos, tíos, primos, todos, recuerdan con mucho vacío y desolación este suceso como el primer día. Cada año celebran su cumpleaños con alabanzas a Dios y oraciones por su reencuentro. Como entramos en la era digital, se auxilian de internet y de las redes sociales para promover su recordación y su búsqueda, aún sin resultados.
La organización femenina cubana FMC, desde siempre, se ha mantenido al margen de la solución de este caso y tampoco ha apoyado en nada a la familia.
Al paso del tiempo, el hecho se ve cada día más impreciso e intangible de resolver, aunque siempre les queda una luz de esperanza que les dice que, al menos, algún día tendrán alguna respuesta. Pero la herida aún sangra; no hay consuelo, no hay palabra capaz de explicar lo que pasó aquel día, porque nadie lo sabe. Lo menos que podemos hacer ante tanta impotencia, ante los avatares del destino, es hacerlo visible, dar a conocer estos casos, porque nuestra sociedad no es perfecta. Como tantas otras, en ella pululan también seres deleznables capaces de herir, acosar, asesinar, violar; en fin, ensombrecer la vida de otros. Por todo ello hay que hablar, denunciar, y hacer lo que muchas veces no hacen las instituciones.
Voces de un duelo abierto
Transcribimos a continuación algunos de los comentarios de la página de la red social Facebook de la hermana de Amarilis, Muniza Maydelin, relativos al suceso de la desaparición de Amarilis. Los comentarios hablan por sí solos y evidencian cómo, y a pesar de los años, cuando no se cierra una desaparición, no se cierra una herida; no se puede acceder al duelo, que es algo tan necesario. Permanecen sin acceder al duelo, que es sanador, no solo la familia, sino toda una comunidad. Por discreción, se omitieron los nombres completos de los hablantes.
Titular de la publicación
Un día como hoy, 14 de abril, nos robaron de nuestro hogar a mi hermanita más pequeña, Amarilis. Vivíamos en Banes, Holguín, Cuba. ¿Aún no sabemos qué pasó, dónde está? ¿Quién fue el monstruo que lo hizo?

Comentarios (más pertinentes)
J. F. Dios, me recuerdo de ese caso que nunca se resolvió.
H. N. Sí, prima, abuela Chila siempre decía que no quería morirse sin saber qué pasó. Qué lástima que en aquel tiempo y lugar no había las técnicas especiales de hoy; si no, creo que aún estuviera con nosotros.
C. B. Entre cielo y tierra no hay nada oculto. Algún día se sabrá y habrá justicia.
M. P. Fueron momentos, días, meses muy duros de búsqueda y espera. Muy tristes.
M. L. D. S. Eso fue una monstruosidad. Yo recuerdo perfectamente ese caso: fue muy triste y doloroso para todos.
R. P. S. Recuerdo ese caso; fue muy triste y, más triste aún, cuando hasta el día de hoy no se sabe nada al respecto. ¿Cómo es posible que una personita tan pequeñita pueda desaparecer de esa forma?
M. B. Terrible eso. También a otra niña de los Navarrete la desaparecieron. Lo sentimos mucho por todos.
T. T. Cómo olvidarlo. Yo tenía 8 añitos.
D. F. Sí. Así es; aún todos los banenses recordamos ese fatídico día. Es triste no saber qué sucedió, ¿dónde está? Si está con Dios, que le dé mucha paz.
N. S. Dios mío, cuánto lo siento. Dios permita que donde quiera que esté se encuentre bien.
I. M. Nunca se me olvida ese día.
J. C. Olvidar, nunca, a nuestra primita. Donde se encuentre, que Dios la cuide.
J. A. Tristes momentos del pueblo banense.
L. V. Malos recuerdos: la búsqueda de esa niña. Por Dios, y pensar que nunca se supo nada de ella.
A. Z. Aunque solo conozco la historia porque me la contaron, nunca he entendido cómo puede pasar esto en un pueblo tan chiquito y que todo el mundo se conoce. Todos los banenses nos sentimos con una mezcla de dolor y desesperanza por la falta de justicia. Me uno al inmenso dolor de los familiares y amigos.
A. V. Q. Imposible de olvidar. Era yo muy pequeña, pero siempre recuerdo las conversaciones de mi familia y las personas del barrio. Es imposible de olvidar: éramos vecinos de sus padres y hermanos.
G. T. Fueron días terribles; pero no días: años, todos los que han pasado. Buscamos sin descanso y, donde nos daban una esperanza, allá íbamos, sin importar dónde ni las dificultades. Pero digo una vez más que esa maldad tendrá justicia. Dios es grande, poderoso y justo.
M. T. V. P. Recuerdo el dolor de aquellos días. Yo era una niña y recuerdo las fotos de ella con anuncios de búsqueda. Donde quiera que esté, Dios la cuide.
I. R. ¿Cómo olvidarlo? El pueblo de Banes se paralizó; todos estábamos en la calle, nadie tenía cabeza pa’ hacer nada. Mi esposo participó en la búsqueda por días; fueron hasta Antillas con la tía de la niña y su esposo a ver a una señora llamada la “muerta viva”, que aseguraban que adivinaría el paradero de la niña, y aseguró que regresaran a la casa, que al llegar la niña estaría allí, pero todo fue inútil.
H. V. No se puede olvidar; fueron días muy tristes. Mi hija tenía casi 4 años y se traumatizó por mucho tiempo. Todavía pedimos a Dios por ella.
M. P. A. Cuánto dolor. Días sin consuelo. Aún sin respuesta; solo Dios sabrá.
H. A. T. R. Cómo olvidar aquel día, mija. Todavía hablamos de ese suceso.
M. S. Me recuerdo perfectamente. Ella estaba en la escuela José A. Saco con mi hija. Tristes momentos se vivieron en Banes: el pueblo se fue a la calle a buscarla. Nunca apareció. Muy triste, en especial para su familia, que nunca supo qué pasó.
J. A. Se cumplen 40 años. Mi hijo nació dos días después a consecuencia de ese lamentable hecho. Fue intensa la búsqueda. Agradecidos a mi pueblo, yo y la familia Muñiz, pero seguimos esperando un milagro.
J. G. P. Los que vivimos esos terribles días nunca vamos a olvidarlos: estábamos en shock, porque nunca antes se había vivido algo así.
E. R. M. F. Esa niña la buscamos donde quiera. Niños, viejos, ancianos: no quedó una persona en Banes que no la buscara. Fue un dolor que sufrió el pueblo entero.
Y. F. Qué dolor es haber perdido a un ser querido y no tener respuesta si vive aún.
J. J. A. M. Mi madre me contó que todo el pueblo ayudaba a la familia en la búsqueda, pero la policía no apareció para ayudar en eso. Solo vinieron tiempo después para decirles que cerraban el caso por no haber respuesta.
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