Cuando la defensa de los derechos humanos olvida a los suyos: el caso de Eva

“El caso de Eva ilustra la necesidad de implementar políticas de no discriminación al interior de las organizaciones defensoras.”

| Opinión | 29/02/2024
mujer negra en sus 50, con mirada triste en un contexto de trabajo de oficina.
Imagen creada por la autora a partir de Midjourney.
Mi nombre es Eva, soy asilada política y llevo más de 15 años trabajando en la misma organización.
A lo largo de los años, he visto cómo mi rol ha cambiado de asistente ejecutiva a simplemente asistente, lo que me ha dejado sintiéndome subestimada y marginalizada. A pesar de mi experiencia y dedicación, me han relegado a un segundo plano, viéndome subordinada a colegas más jóvenes que, sin tener experiencia laboral previa, han sido contratados con salarios más altos y disfrutan de un trato preferencial en la toma de decisiones.
Me excluyen de reuniones y omiten información esencial para cumplir con mi trabajo. Esta situación me ha llevado a sentirme minimizada y subvalorada en mi lugar de trabajo. Mis esfuerzos y la habilidad para realizar tareas para las cuales estoy sobrecalificada parecen pasar desapercibidos, y eso ha desgastado mi motivación y mi fe en la organización.
Siento que han silenciado mi voz y que las humillaciones a las que me he enfrentado durante años han sido ignoradas. Además, el temor a perder mi trabajo, que representa la única estabilidad financiera para mi familia, me ha mantenido en silencio.
Este miedo se ve agravado por el agotamiento y la desesperanza que he acumulado con el tiempo. Me encuentro en una encrucijada, luchando por encontrar el equilibrio entre la necesidad de mantener mi trabajo y el deseo de ser valorada y respetada en mi entorno laboral.
Siento que he perdido mi vida dedicada a defender los derechos humanos, porque siento que no me respetan los míos.
Como estoy en edad de jubilación, ya no me queda otra que resignarme y aguantar.

Al interior de una organización que trabaja en la defensa de los derechos humanos, solemos dar por sentado que la justicia y la igualdad deberían ser el estandarte. Pero no siempre es así. La historia de Eva contrasta dolorosamente con estos ideales.

Después de más de 15 años dedicados a la causa, Eva, quien inició su camino como asistente ejecutiva, y segunda al mando de una reconocida organización cubana, hoy se encuentra en una situación que desdibuja los límites entre los principios que defiende y la realidad que vive dentro de un lugar que antaño consideró su hogar.

Sin embargo, el miedo a perder el empleo e intentando sobrevivir en el exilio, la ha mantenido en un silencio forzado. Este temor, alimentado por el agotamiento y la desesperanza acumulados, la ha llevado a un punto de resignación. A las puertas de la jubilación, Eva se enfrenta a la encrucijada de mantenerse en un entorno que ya no le brinda satisfacción ni reconocimiento, pero que es indispensable para su supervivencia económica.

El caso de Eva ilustra la complejidad de la lucha por el reconocimiento y la equidad dentro de las organizaciones que, paradójicamente, se dedican a defender estos mismos principios. Resalta la necesidad imperativa de revisar las políticas internas para asegurar que la justicia y el respeto sean una realidad para todos los miembros del equipo, sin importar su antigüedad o posición. La historia de Eva nos llama a reflexionar sobre la importancia de aplicar los valores de derechos humanos no solo en el trabajo externo de las organizaciones, sino también en sus dinámicas internas, garantizando un ambiente de trabajo donde todos se sientan valorados, respetados y sean parte integral de la misión que los une.

Después de años de servicio dedicado y de enfrentar un ambiente laboral cada vez más hostil, la situación de Eva alcanzó un punto crítico cuando, inesperadamente, le informaron que sus horas de trabajo serían reducidas a la mitad, con el consiguiente descenso en su salario. Esta drástica medida la obligaría a solicitar beneficios por desempleo, una perspectiva desalentadora que añadió una capa más de estrés y preocupación a su ya difícil situación.

Discriminación por edad

La historia de Eva no solo nos habla de lo difícil que puede ser ser mujer en un centro de trabajo, sino también de cómo se siente cuando parece que los años trabajados cuentan en tu contra. Imagina dedicarle años a tu trabajo, esperando que eso te dé un lugar seguro y respeto consecuentes a la labor que realizas, pero en vez de eso, a Eva la pasan por alto, no por falta de habilidades, sino por ser vista como “demasiado mayor”. Es como si, de repente, todo lo que has hecho ya no importara tanto, solo porque has sumado más cumpleaños. Esto no es justo. Todos merecemos ser valorados por lo que podemos hacer, no por cuántos años tenemos.

Además, el tema del dinero que Eva y tantos otros enfrentan, donde por alguna razón, el trabajo de una persona se valora menos en el cheque de pago, es otro gran problema. No tiene sentido que Eva, con toda su experiencia, gane menos que alguien nuevo. Eso no solo le dice a Eva que su trabajo durante todos estos años vale menos, sino que también le pega duro a su bolsillo y a su ánimo. Es hora de que las organizaciones se pongan las pilas para asegurar que todos reciban un trato y un pago justos.

Soluciones y consejos para Eva

Ante la reducción de jornada laboral y salario, en un contexto donde se respeten los derechos laborales, es crucial que Eva busque asesoramiento legal para entender sus derechos y las posibles acciones a emprender. Es importante que se informe sobre la legislación laboral vigente en su lugar de residencia y la protección ante cambios unilaterales en las condiciones de trabajo.

Aunque las interacciones previas pueden haber sido desalentadoras, es importante que Eva intente un diálogo abierto y constructivo con la dirección o recursos humanos sobre su situación, expresando sus preocupaciones y buscando soluciones conjuntas.

Considerar la búsqueda de oportunidades o de empleo en otras organizaciones puede ser un paso hacia un ambiente más valorativo y respetuoso, donde se reconozca su experiencia y dedicación.

Construir y apoyarse en una red de colegas, amigos y familiares que puedan ofrecer apoyo emocional y, posiblemente, asesoramiento profesional durante este tiempo.

Medidas de protección y buenas prácticas organizacionales

La organización debió haber implementado políticas claras y efectivas de igualdad y no discriminación, asegurando un trato justo para todos los empleados, independientemente de su antigüedad, género o cualquier otra característica.

Establecer canales de comunicación abiertos y seguros donde los empleados puedan expresar sus preocupaciones sin temor a represalias.

Fomentar y ofrecer programas de desarrollo profesional y capacitación que permitan a los empleados como Eva seguir creciendo y aportando a la organización.

Implementar un sistema de evaluación de desempeño transparente y justo que reconozca el trabajo y la contribución de cada empleado.

Contar con mecanismos de mediación y resolución de conflictos para abordar de manera efectiva las situaciones de descontento o malentendidos laborales.

Pasos a seguir

Para Eva, el camino a seguir implica evaluar sus opciones legales y profesionales, buscar un diálogo constructivo con la dirección y considerar nuevas oportunidades que reconozcan su valía y experiencia. Para la organización, es crucial revisar sus políticas y prácticas laborales para crear un ambiente de trabajo más inclusivo, equitativo y respetuoso, donde situaciones como la de Eva no vuelvan a ocurrir. Este caso subraya la importancia de alinear los valores defendidos externamente con las prácticas internas, asegurando que los principios de derechos humanos se vivan dentro de la misma organización.

La situación de Eva no solo es un reflejo de las prácticas laborales injustas, sino que también subraya la persistente discriminación de género en el ámbito laboral, especialmente en organizaciones que deberían ser baluartes de la igualdad. La relegación de Eva, una mujer dedicada y experimentada, a roles menos significativos en favor de colegas más jóvenes, predominantemente hombres, pone de manifiesto una dinámica de género preocupante que va en contra de los principios fundamentales de igualdad y justicia.

Debemos reconocer que las barreras que enfrentan las mujeres en el lugar de trabajo, como la discriminación salarial, la falta de oportunidades de avance y el acoso, son reflejo de desigualdades de género más amplias. Estas prácticas no solo desvalorizan las contribuciones de las mujeres, sino que también perpetúan estereotipos de género y mantienen estructuras de poder desiguales. La historia de Eva es un llamado a la acción para que las organizaciones revisen críticamente sus políticas y prácticas a través de un lente de género, asegurando un ambiente laboral donde las mujeres sean valoradas equitativamente, reconocidas por sus aportes y libres de discriminación. Implementar medidas proactivas para promover la igualdad de género y empoderar a las mujeres en todos los niveles de la organización es esencial para construir espacios de trabajo verdaderamente inclusivos y justos.

Este texto, que se apoya en la historia de ficción de Eva a partir de experiencias reales, forma parte de “Me siento bien. Manual de seguridad emocional para defensores DDHH y sus organizaciones”, en proceso de edición, de Lia Villares, cuyo borrador puede consultarse aquí.

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