Día internacional de la mujer

Foto: Héctor Yunier.

El odio a las mujeres está en todas partes.

Musimbi Kanyoro

Es impresionante constatar cómo usamos y abusamos de la palabra. Al convertirla en un comodín o en un “resuelve”, como llaman en Venezuela a lo que nos saca de apuros, soporta con estoicismo el manoseo cotidiano.

Esto a propósito del 8 de marzo, cuando entre alocuciones predecibles o promesas que no pasan del estado fetal, la multitud enardecida izó nuevamente hasta lo más alto del palo mayor a este “ángel del hogar” en que nos convirtieron a las mujeres las hipérboles cursis, y que me hace recordar las palabras de “Un señor muy viejo con unas alas enormes”, el cuento magistralmente melancólico escrito por García Márquez.

Al describir la extraña criatura aparecida en ese pueblo de pescadores, el autor alude a “sus alas de gallinazo, grandes, sucias y desplumadas” que “soportaban las infamias más ingeniosas con una mansedumbre de perro sin ilusiones”.

Encuentro una curiosa similitud entre los aleteos del “ángel del hogar” y los pataleos de “las alas de gallinazo” del protagonista del cuento. Claro que la metáfora se encarga de enlucir las alas femeninas cuando de la magna fecha se trata mimetizando a punta de flores, cajas de bombones o tarjeticas zalameras, el aguante secular que el autor de este manicomio nos encasquetó a manera de castigo desde que la pérfida Eva sedujo al inocente Adán.

Existen, entre otras, tiernas efemérides como el Día del Niño, utópicas como el Día de los Inocentes, oníricas como el Día del Sueño, miméticas como el Día de la Marioneta. Días de Protección al Consumidor, del Glaucoma, de la Sonrisa, de la Poesía… y en este conmovedor recorderis, como tributo a “lo que pudo haber sido y no fue”, el Día Internacional de la Mujer.

La susodicha celebración tiene, como Jano, doble cara. Una da pábulo a la hipocresía social que desde tiempos inmemoriales nos adorna y otra despilfarra tiempo, papel y palabras en el intento de darle su minuto de relumbrón a lo que permanecerá blindado entre polvo y telarañas el resto del año.

Muy honrada por lo que me toca en la conmemoración de nuestra fecha de nacimiento como “Mujeres trabajadoras en lucha por su participación en pie de igualdad con el hombre y su desarrollo íntegro como personas”, como reza alguna de las banales y repetitivas aseveraciones que proliferan aquende y allende.

El monumento a la incongruencia que constituye nuestro mundo, es la consecuencia de querer ver con un solo ojo y andar con una sola pierna. El Día de la Mujer seguirá siendo una utopía mientras exista este fabulario tan primitivo y al mismo tiempo tan ingenuo que llamamos machismo. No sabemos si reír ante lo patético de su cursilería o taparnos las narices ante el hedor de su perversidad. 

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