“Mujeres hablando de sí mismas”

"El despertar feminista, como cualquier otro despertar de la conciencia, es traumático y disruptivo... Siempre será difícil oponerse al espíritu de una época y nuestra época es patriarcal y autoritaria."

03/10/2024
Detalle de la obra "El ombligo del mundo", 2022. Imagen: Danay Nápoles.
Detalle de la obra "El ombligo del mundo", 2022. Imagen: Danay Nápoles

Quizás por entonces no me hubiera llamado a mí misma feminista, pero era 2022 y estaba a punto de abandonar el país, como buena parte de mi generación, cuando me vi envuelta en una situación de acoso en la Universidad de La Habana a través de mi ex pareja. La circunstancia era tan bizarra que parecía ficción. Más de una persona me recomendó que escribiera sobre eso y ficcionara un poco, que cambiara los nombres. Me dije: el día que decida escribir sobre eso será claro como el agua. Esperé que la ira y el desamor se aplacaran un poco y lo redacté con lujo de destalles. A ese texto le siguió otro, publicado en esta revista sobre mi experiencia abortando en Cuba. Pronto llegaron más, donde partía de mi intimidad para llegar a un fenómeno social al que me interesaba diseccionar. Me dije: de todas formas, lo personal es político, y me dejé poseer por la primera persona.

Tuve que salir de Cuba para acceder a la literatura hecha por mujeres que no estaban el programa de mi carrera y de casi ninguna otra en la enseñanza superior. A raíz de aquel primer texto llegó la culpa autorreferencial: sentía vergüenza por haber hecho de dominio público una parte de mi vida. Perdí amistades cercanas a aquella relación, también algunos lectores (casi todos hombres mayores de 50 años) que preferían las reseñas de arte con aspiraciones académicas de una veinteañera, a escritos que incitaban a un Me too en la isla y que, según ellos, estaban llenos de resentimiento y roña. Esta última, se ha vuelto mi palabra predilecta.

"Me concilié con la idea de que el dolor, la vergüenza y la impotencia ante la impunidad eran emociones que se podían reciclar y convertirse en material para la escritura".

Hablar sobre mi vida también me trajo sorpresas gratas. Hice vínculos muy estrechos con mujeres que decidieron escribirme contándome sus experiencias sobre el acoso universitario, sobre el aborto y sobre la normalización del consumo de antidepresivos sin prescripción médica en Cuba. En aquella época un amigo me regaló una suscripción al New Yorker para alentar mis deseos de escribir. Descubrí artículos de opinión y autoras que utilizaban sus propias vivencias como medio para la denuncia: Christine Angot, Vanessa Springora, Vivian Gornick. Exponían sin pudor su intimidad y la de quienes les rodeaban, justo como lo hacían autores a los que yo había crecido leyendo. No aspiraban a ser la Beatriz de Dante o el Lotte del joven Werther. Habían renunciado a ser la musa, el objeto del deseo del escritor de alma atormentada. Con voces diferentes, fuera del estilo engolado del típico narrador masculino, hablaban de sí mismas y de paso, desnudaban el pacto machista que encubre la violencia e incluso la pedofilia en varios sectores de la sociedad, incluido el mundillo de la literatura.

Me concilié con la idea de que el dolor, la vergüenza y la impotencia ante la impunidad eran emociones que se podían reciclar y convertirse en material para la escritura. Reemplacé sororidad y empatía (dos términos que empelaba mucho) por estado punitivo o justicia restaurativa.

Supe entonces que una de las premisas del feminismo literario es deconstruir los mitos que sostienen nuestra educación sentimental y hacen que el mismo patrón de violencia —en cualquiera de sus variantes— se reproduzca generación tras generación. Leyendo a la escritora y periodista peruana Gabriela Wiener descubrí que a esa manera de contar e interpretar el mundo con perspectiva de género y estilo militante se le llama periodismo feminista.

"El despertar feminista, como cualquier otro despertar de la conciencia, es traumático y disruptivo".

El despertar feminista, como cualquier otro despertar de la conciencia, es traumático y disruptivo. Está muy lejano a ser un proceso meramente intelectual o de incorporación de ciertos términos lingüísticos. Siempre será difícil oponerse al espíritu de una época y nuestra época es patriarcal y autoritaria. Sobre todo, en Latinoamérica donde cada dos horas una mujer es asesinada, persisten los estigmas alrededor del feminismo. Por eso, no es un fenómeno aislado que la élite intelectual cubana dispersa por el orbe, rechace este tipo de escrituras. Es preciso colocarse a media altura de los hombres y no alzar demasiado la voz, para encajar en un canon que desde el Grupo Orígenes ha destinado a las mujeres a un segundo plano.

Spoiler alert: estas trabas institucionales, esta resistencia patriarcal, amenazarán con ponerle moldes a tu feminismo y en la mayoría de los casos terminarás cediendo a ellas por encajar en un sitio en una oportunidad laboral, porque hay cuentas que pagar. Lo digo apuntándome a mí misma que muchas veces no he podido escapar de modular mi discurso para una plataforma u otra. Sin embargo, hay que guardar y a veces ocultar —ya sea como un relicario o como una daga— aquello que una quiere denunciar en su obra, su investigación o reportaje. Pensar que esa información en ese proyecto encontrará su cauce y que encuentra trabas precisamente porque este es el contexto en que debe desarrollarse y no otro. En lo personal me ha ayudado pensar que la verdad debe salir a flote, con todo el revuelo y las consecuencias que traiga.

Si has leído hasta aquí entenderás la felicidad que me produce iniciar esta columna en una plataforma crucial para la historia de los feminismos en mi país como Alas Tensas. Mi proceso como feminista se encuentra en reformas constantes, ha tenido temporadas de fervor y otras de desencanto, pero no cambiaría el vuelco que la perspectiva de género ha dado a mi percepción del arte y del ejercicio de la crítica.

"El feminismo cambiará drásticamente tu forma de relacionarte con los demás y, por supuesto, tus relaciones sexo afectivas."

Una columna requiere cierto nivel de compromiso, algo que dada la intensidad de mis juicios se ha extraviado un poco de mi vida. Un detalle sobre el que no he ahondado es que el feminismo cambiará drásticamente tu forma de relacionarte con los demás y, por supuesto, tus relaciones sexo afectivas. Revisarás los vínculos de las mujeres de tu familia y desarrollarás un sexto sentido para la violencia incluso en su fase de gestación. Conductas y expresiones de los hombres que antes hubieses pasado por alto, ahora te crearán un ruido tremendo. Lo más probable es que ocurra algo así como una purga en tus vínculos cercanos: una rebelión de los afectos.

Todo despertar trae implícito una época de soledad por atravesar. Así que dos veces al mes encenderé la lámpara de noche para teclear sobre lo más underground, mainstream y post de la escena en Madrid, una crítica de arte con perspectiva de género, una investigación sobre el trabajo sexual o sobre las comunidades de artistas emigrantes que voy conociendo. Pre-textos para conectar con ese otro imaginario que, para mí, sigue siendo el sentido de la escritura. Si llegaste hasta aquí, gracias, y ojalá estemos en contacto.

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(La Habana, 1997). Performer y crítica de arte. En su obra manipula el archivo para desmontar narrativas de violencia política o de género. Su obra El Hit aborda la implicación de Diego A. Maradona en una red de explotación sexual en la isla. Es Máster en Performance y Cultura visual por el Museo-Centro de Arte Reina Sofía y egresada de la carrera de Teatrología del Instituto Superior de Arte (ISA). Sus obras han sido exhibidas en México, Perú, Alemania y España.