Domésticas en Cuba. Casas de Tarará

| Vidas | 10/02/2018
Mujer cuentapropista vende manzanas en cuba
Foto: Francis Sánchez.

Como de un pueblo fantasma parecen ciertas calles de la exburguesa Tarará, al este de La Habana. Muchas casonas de veraneo para los ricos de los 50 ahora duermen el sueño de la herrumbre y el abrazo de la maleza, que, en algunos casos, ha decidido hacer su lenta vida en los techos y paredes.

Este es el barrio (aislado, frente a una buena playa, con tantos amplios patios) que mejor podría contar este país. Cuba.

Las casas que dejaron atrás los ricos fueron expropiadas con la Revolución. Sirvieron como hospedajes en Palacio de los Pioneros. Más tarde fueron albergues para planes solidarios internacionalistas como el de los niños enfermos por el desastre de Chernobil. Ahora todo el lugar está en manos de los militares cubanos.

Del idealismo proletario al monopolio verde olivo.

Sonia, una camarera que atiende 6 casas, de dos pisos cada una, me dice que es para llorar la de construcciones que se han perdido. Hablamos frente a una de las casas que limpia, de una diplomática búlgara.

—Yo vivo acá desde niña, muy cerca, y fui pionera en el Palacio, después trabajé cuando le dieron la mitad de Tarará a Cubanacán y la otra mitad a los enfermos por la radiación nuclear.

La búlgara, con un español machucado, saluda desde el portal de su casa a Sonia.

—Yo vivo de las propinas —me cuenta mientras agita una mano—, porque si no… Bueno, acá hay algunos extranjeros, y eso ayuda. Esta misma se alquiló con su Internet y el carrón ese que ves ahí, porque donde único le permiten vivir a los diplomáticos que vienen a Cuba es en las casas de la empresa Palco o en las de la empresa Cimex.

Cimex, desde 2009, quedó responsable de la atención a extranjeros. Luego, cuando Gaesa, el conglomerado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la absorbió, los diplomáticos pasaron a ser “atendidos” directamente, aunque quizá sin saberlo, por el ejército.

Buen dinero, easy money.

En buena lid, acepta Sonia, los militares no son responsables de la faz abandonada de Tarará. Son, simplemente, los herederos de una villa fantasía venida a menos. De lo que sí son responsables los militares es de su salario: 250 pesos cubanos (10 dólares al cambio), más 10 cuc, mensualmente.

—Eso es un robo —le digo.

—Eso es un robo —me dice.

Mal dinero, hard money.

Las piernas, los brazos, la columna, la vista de Sonia. Todo lo ha hecho añicos el trabajo en Tarará. Trapeando el vómito de alcohol en las casonas, bajando sacos de basura en los que tintinean fábricas de botellas, pagando vasos rotos luego de los festines.

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