Hilma af Klint: Pintura espiritual y feminismo
Una mirada crítica a la espiritualidad y el empoderamiento femenino presentes en la obra de una artista visionaria pionera del arte abstracto: Hilma af Klint.
Poco antes de morir en un accidente de tráfico, Hilma af Klint (Solna, Suecia, 26 de octubre de 1862- Danderyd, Suecia, 21 de octubre de 1944) dejó estipulado en su testamento que ninguna de sus pinturas se mostrasen hasta, al menos, veinte años después de su muerte. Estaba convencida de que la humanidad de su época no comprendía su obra artística y espiritual. Y tenía razón.
Ya en 1906 Hilma af Klint había pintado grandes cuadros abstractos. Lo hizo antes que Kandinski y Mondrian, considerados por la crítica tradicional como los pioneros de esta corriente artística. ¿Pudo Kandinski haber visto las pinturas de Klint y quedar impresionado al punto de seguir el camino abierto por la desconocida mujer sueca? Esto es imposible saberlo, pues ningún registro arroja datos al respecto, por lo que la anticipación temporal de Hilma constituye uno de los grandes misterios de la historia del arte.
Cuando el dueño del estudio en donde se acumulaban mil 200 pinturas, un centenar de escritos y 26 mil páginas de notas presionó al sobrino de la pintora para que sacara todo aquello de allí o lo tiraría directamente a la basura, este obedeció con desgano. Lo hizo más por complacer el último deseo de su "tía loca" que por considerar que aquel cúmulo de "rarezas" tuvieran algún valor.
Afortunadamente, el sobrino no solo guardó las obras. En un momento de lucidez, que muchos analistas consideran inducido por los entes supraterrenos tan próximos a su tía Hilma, donó los cuadernos y manuscritos de la artista a la Biblioteca Nacional de Suecia con el fin de preservar su legado.
Hilma af Klint, pionera del abstraccionismo
Hay algo importante y definitivo que no hemos de olvidar: Hilma af Klint era mujer, y soltera, es decir, independiente. Mujer soltera, independiente, cultivada y espiritista. Demasiado para muchos. Intolerable.
Fue en los años 80 cuando un grupo de artistas descubrieron las obra de af Klint y comenzaron su difusión por encima del criterio de envarados académicos reacios a reconocer en la artista su condición de pionera del abstraccionismo.
En 1986 se realizó la primera exposición pública de sus pinturas en Los Ángeles, Estados Unidos, hecho que marcó el comienzo del reconocimiento internacional al trabajo de la pintora.
Este reconocimiento no ha sido unánime. En 2012, por ejemplo, cuando algunas de sus obras se expusieron en el parisino museo Pompidou obtuvieron un tibio recibimiento. Lo mismo que en 2013, al mostrarse en el Modern Museet de Estocolmo, o en las Serpentine Galleries de Londres…
El MoMA se negó a incluir piezas de af Klint entre sus fondos de arte abstracto, probablemente porque su origen ocultista les pareció, a diferencia de las influencias freudianas del surrealismo, algo vergonzoso. Tampoco ayudó que Hilma Af Klint llegaba casi “sin historia”. Durante toda su vida solo se había preocupado de pintar “en serio” lo que vibraba en su interior, ¿acaso es necesario algo más?, rechazando en su día las propuestas de publicistas que la invitaron a construirse una caricatura de sí misma para llamar la atención.
Sin embargo, la particular obra de la artista integra ya las colecciones permanentes de importantes templos del arte como el Museo de Arte Moderno de Estocolmo, el Museo Guggenheim de Nueva York y el Museo de Arte Moderno de San Francisco.
La familia de Hilma af Klint: Arte y espiritualidad
La familia de Hilma af Klint fue una de las más influyentes en la escena artística y espiritual de Suecia en el siglo XIX. Su padre, Victor af Klint, era un capitán de la marina sueca y su madre, Mathilda Sonntag, una pianista y cantante de ópera a la que la música relajaba, pues poseía un temperamento áspero y conservador.
Hilma fue la cuarta hija del matrimonio af Klint. Con sus tres hermanas mayores: Anna, Mathilda y Hermina, creció en aquel hogar que valoraba el arte y la música. Desde una edad temprana, af Klint mostró habilidades artísticas y recibió clases de dibujo y pintura en la Real Academia de las Artes de Estocolmo.
La familia también se interesaba por la comunicación con el mundo espiritual. Victor af Klint fue un miembro activo de la Sociedad Teosófica de Suecia participando regularmente en sesiones espiritistas. Mientras que Mathilda Sonntag se comunicaba con los espíritus a través de la música utilizando sus influencias con fines curativos.
En 1876, la familia sufre una tragedia cuando Anna, la hermana mayor, muere de tuberculosis a los 10 años. Asistir a la agonía de su hermana, al desgarro del cuerpo, enfrentarse al insondable misterio de la muerte, influyó notablemente en la conciencia de la joven Hilma. La pérdida de Anna la llevó más tarde a explorar en su obra temas como la vida, la muerte y la trascendencia del alma y su evolución en mundos invisibles al ojo humano.
Vida privada de Hilma af Klint
Siguiendo la estela de sus padres, Hilma af Klint desarrolló sus dones de médium para establecer comunicación con sus guías espirituales, de los que, según afirmó más tarde, recibía mensajes directos durante agotadoras sesiones espiritistas. Estos dictámenes la llevaron a crear su obra y a desarrollar un lenguaje visual plagado de signos, símbolos y conceptos abstractos de gran colorido y belleza.
Hilma, Mathilda y Hermina viajaron a París para estudiar arte en la Académie Colarossi en 1882. En París, Hilma fue discípula del famoso pintor francés Gustave Moreau y acudió también a la prestigiosa Academia de la Grande Chaumière, institución en la que aprendió al detalle las técnicas y estilos convencionales de la pintura. En París también conoció a Anna Cassel, otra artista que se convertiría en su amiga más cercana y en su compañera de trabajo. Luego de graduarse en 1887, Hilma y Anna regresaron juntas a Estocolmo y fundaron allí su propio estudio en donde trabajaron infatigablemente durante años.
Aunque la vida privada de Hilma af Klint es casi desconocida se sabe que nunca se casó y que no tuvo hijos. Algunos investigadores especulan que mantuvo una relación amorosa con Anna Cassel, aunque confiesan desconocer si esta fue platónica o romántica. En ciertos artículos, otras personas conjeturan amoríos con Thomasine Andersson, una enfermera que cuidaba a su madre…
La relación con Anna Cassel
Fuera del tipo que fuese y tampoco esto viene al caso, la relación con Anna Cassel dio sus frutos artísticos y el estudio se convirtió en un interesante centro de trabajo creativo que fluía de manera independiente a la vida oficial de los circuitos artísticos de la animada Estocolmo, una ciudad activa pero conservadora y excluyente.
"Una nueva investigación muestra que Anna Cassel fue, de hecho, cocreadora de algunas de las obras más conocidas de af Klint, incluida la destacada serie Pinturas del Templo"
Hilma af Klint no trabajó sola su obra. Para la realización de algunas piezas fundamentales contó con la ayuda definitiva de Anna. En el libro Anna Cassel: La saga de la rosa, queda claro que la colaboración entre ellas fue mucho más profunda de lo que se conocía anteriormente. Una nueva investigación muestra que Anna Cassel fue, de hecho, cocreadora de algunas de las obras más conocidas de af Klint, incluida la destacada serie Pinturas del Templo.
Aquellas mujeres desafiaron a todo un mundo que jugaba a ignorarlas, pero que, de forma solapada, tomaba notas censurando la temeridad de las rebeldes, vistas como ovejas descarriadas del gran rebaño femenino, como criaturas extrañas que se negaban a quedarse en casa criando hijos, tejiendo a crochet y complaciendo a sus maridos.
Hilma Af Klint: “Mi trabajo debe representar un paso hacia lo desconocido, hacia lo divino, y debo confiar en mis guías espirituales para lograrlo”
Hacia 1896 la artista se unió a un grupo de espiritualistas conocido como De Fem ("Las cinco"). Desde 1896 hasta 1907, el grupo se reunió todos los viernes celebrando sesiones espiritistas en las que establecían contacto con espíritus y líderes espirituales a través de una medium, generalmente la propia Hilma. En esta comunidad las mujeres pudieron explorar sus capacidades intelectuales y espirituales sin la influencia ni tutela de los hombres.
Durante esta etapa Af Klint comienza a trabajar en una serie conocida como "La Gran Obra" compuesta por más de 1900 pinturas, dibujos y esbozos abstractos.
Como artista, Af Klint vivió casi siempre una doble vida. En la llamada vida “diurna” firmaba cuadros "normales" para vivir, buen ejemplo de esto son sus pinturas para el instituto veterinario, o sus paisajes u otras piezas decorativas. Durante las jornadas “nocturnas”, las más intensas, la artista trabajaba de manera secreta en la creación de su obra de origen espiritual.
En 1882 Hilma af Klint tiene un importante punto de inflexión en su carrera artística pues comienza a recibir mensajes e instrucciones de los espíritus a través de la escritura automática, método en el que se escribe compulsivamente en estado de trance. Estos mensajes la llevaron a perfeccionar su arte y a desarrollar su propio lenguaje visual. Hilma trabajó febrilmente en la elaboración de una serie a la que denominó "Los diez mayores”. Consideradas hoy como el primer conjunto de pinturas abstractas del mundo, estas pinturas, basadas en las visiones que había recibido durante sus sesiones espiritistas, representaban conceptos ajenos al constructo social de la época, como la dualidad, el género y su evolución, transmitiendo al espectador un sentimiento profundo, grandioso y atemporal.
"Las pinturas del templo": la unión indisoluble de lo masculino y lo femenino
Entre trances y susurros, siguiendo siempre los dictámenes de los espíritus que la instruían sobre qué pintar y cómo hacerlo, Hilma aseguraba que recibía directamente los mensajes creativos de un ser espiritual identificado como “Amaliel”, la artista creó otra serie de obras abstractas y simbólicas conocidas como "Las pinturas del templo".
En estas “pinturas del templo”, elaboradas entre 1906 y 1915, se ahonda en la unión indisoluble de lo masculino y lo femenino que da lugar a lo andrógino. Estas piezas maestras son una combinación única de arte, color y espiritualidad y marcan un antes y un después en cuanto a tendencias, conceptos y estilos.
En una época en que la sociedad sueca era altamente patriarcal, la exploración de Hilma af Klint en la dualidad, la igualdad y la fusión de géneros constituyó un acto profundamente subversivo y radical.
Las ciencias ocultas en la Europa del siglo XIX y principios del XX
Desde mediados del siglo XIX y hasta principios del XX las teorías espiritistas, espiritualistas o espíritas ocupaban un lugar destacado en la vida cotidiana enfrentando batallas contra algunos sectores sociales descreídos y más apegados al racionalismo, o contra grupos religiosos que veían en ellas manifestaciones diabólicas a las que tocaba combatir.
Europa era un hervidero donde el interés por las ciencias ocultas se manifestaba de mil maneras y donde los límites entre ciencia, arte y ocultismo eran realmente confusos. Lo cierto es que la creencia en los espíritus y en su influencia sobre nuestros actos existe desde que el hombre razonó por primera vez sobre el sentido de su existencia.
Con la enunciación por parte del francés Allan Kardec de su doctrina espiritual en su famosa obra El libro de los espíritus, en el que se aseguraba la existencia de una dimensión habitada por almas desencarnadas e inmortales, el fenómeno de los espiritistas y sus relaciones con los seres del más allá alcanzó mucha más fuerza y una intensidad casi paroxística.
Hilma Af Klint: “La obra que estoy haciendo aquí es para la humanidad y para el futuro, no para mí misma y mi tiempo”
En 1908, Hilma y sus compañeras de grupo organizaron una exposición de arte exclusivamente femenina con el objetivo de mostrar al mundo la capacidad artística de las mujeres. Aunque no fue un sonado éxito, el grupo se afianzó en el panorama artístico sueco plantando cara al machismo y la desidia imperantes y generando temor en ciertos círculos culturales y periodísticos que optaron por un silencio crudo y una calculada indiferencia.
"Al ver sus trabajos, Steiner afirmó fascinado que harían falta cincuenta años más para que la obra de Hilma fuera comprendida"
En 1908 la pintora también conoció a Rudolf Steiner, secretario general de la sección alemana de la Sociedad Teosófica y fundador de la antroposofía. Al ver sus trabajos, Steiner afirmó fascinado que harían falta cincuenta años más para que la obra de Hilma fuera comprendida. Las palabras de Steiner afectaron profundamente a la artista.
Hilma af Klint se replanteó su enfoque y dejó su estudio para meditar y cuidar de su madre ciega.
Durante cuatro años hizo una pausa en su trabajo y se ocupó con esmero de una Mathilda Sonntag que cantaba, desvariaba y hablaba con criaturas espaciales.
En 1914, Hilma regresó al arte e intentó una vez más presentar sus abstractos en una exposición de la Asociación de Artistas de Estocolmo, pero fue rechazada por el comité de selección. A pesar de esto, continuó exhibiendo sus trabajos en pequeñas exposiciones y presentaciones privadas sin que ni su productividad ni su ánimo decayesen, consciente de que su arte podría ser utilizado en el futuro como herramienta para la evolución espiritual. Podemos visualizar a esta mujer de 1.50 metros de estatura cargando sus carpetas de pinturas y bocetos por toda la ciudad perseguida por un enjambre de chismes y chascarrillos. La vemos altiva e iluminada por el conocimiento que da el haber penetrado en aquello que a la mayoría de los seres nos está vedado.
Hilma un filme de Lasse Hallström
La mayor parte de la obra de Hilma, permaneció desconocida durante largas décadas. Hoy en día es reconocida por uno de las mejores artistas abstractas del mundo occidental.
Hilma af Klint: “La vida es una farsa si no se sirve a la verdad”
Hilma af Klint experimentó una y otra vez el ninguneo social y la discriminación de género en su vida y carrera. Esto la llevó a unirse a grupos femeninos que luchaban por la igualdad de sus derechos en Suecia centrándose en cuestiones como el derecho al voto, la paridad salarial y el acceso a la educación superior.
El asunto de af Klint pone en evidencia la ingratitud del mundo del arte hacia las mujeres manifestado en el bloqueo, el borrado parcial o absoluto de sus obras, el robo de las mismas por parte de maridos, parientes o colegas envidiosos y resentidos, y el abuso físico y psíquico. Casos como el de la pintora italiana Artemisia Gentileschi, primera mujer en hacerse miembro de la Accademia di Arte del Disegno de Florencia, quien fue violada por su maestro a los 18 años, Camille Claudel, la amante de Auguste Rodin, a quien no se le dio crédito por su obra hasta después de su muerte, o el de la propia Hilma af Klint dan fe de esto.
Existen muchas historias de vida que no merecen quedar en el olvido. El proceso de reivindicación y justicia es largo y doloroso. Si no hurgamos en los pliegues infinitos de la historia el dolor de muchas víctimas no podrá ser, al menos, descubierto, mostrado y resarcido, aunque sea de manera simbólica.
El sufrimiento es un maestro esencial al que hemos de escuchar para no cometer una y otra vez los mismos errores. Desgraciadamente, buena parte de los humanos están condenados al olvido, la ignorancia y la repetición. Y no hay felicidad en la ignorancia, solo vacío.
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