Testimonio | Maquillaje de Fantasía

"Él dice que no entiende nada y no cree nada, que ahora mismo va a revisarme y si soy un travesti me va a entrar a piñazos. Yo empiezo a llorar mientras la moto pasa por un lugar despoblado..."

| Diversas | Vidas | 12/05/2023
Labios rosa fileteatods en azul y en forma de mariposa.
De la serie "Flores" Gessliam Suárez (Momo)

Eran las ocho de la noche en el semáforo de Diez de Octubre y Dolores, y yo hacía botella para llegar a Poey o al menos hasta La Palma y de allí llegar a Poey. Ese septiembre aún no abría la beca del ISA y estaba parando en casa de mi tía. Con el apuro no me quité el maquillaje de fantasía, así que mi cabeza era un árbol de navidad lleno de lucecitas y colores desafiantes con el pelo recogido en la nuca y alisado con gel.

Labios gruesos en forma de beso, con maquillaje de fantasía en azul y rosado.
De la serie «Flores». Imagen: Gessliam Suárez (Momo).

Recuerdo aquellos potes de gel, verdes o azules, yo usaba el del pote verde que era el más fuerte. Recuerdo el olor y la sensación del pelo duro como un casco quebradizo. En ese tiempo no me faltaba mi pomo de gel de dos cincuenta CUC aunque nunca tuviera un peso para tomar un taxi o una guagua.

Llevaba un rato en el semáforo y empezaba a caer la noche. La botella es una cajita de sorpresas; puedes llegar a tu destino en un solo viaje o de tramo en tramo y de carro en carro. Puedes esperar una hora, quince minutos o unos pocos segundos hasta que alguien te diga que sí. A veces montas en un camión, otras en un Lada, un BW o en moto: todo es válido para avanzar. Esa tarde noche yo no paraba nada. No entendía por qué la gente parecía evitarme.

En una de esas un tipo en una moto me dice que me monte. Subo enseguida. Con la roja puesta desde un almendrón le gritan:

«Oye, eso es un travesti».

El tipo me mira y dice ¡coño, bájate! Yo no me bajo y le digo que no soy un travesti, que soy una mujer y vengo de una función del teatro lírico. En ese tiempo trabajaba en el coro y hacíamos una opereta: El Murciélago de Strauss. Ese día de tanto grito mal dado había terminado ronca y mi voz, que normalmente es grave, ahora tenía más profundidad.

El tipo insiste que debo bajarme y yo que no sé por qué, no me bajo, insisto en decirle que está equivocado, que soy una mujer, mientras la roja cambia a verde y la moto comienza a moverse y en la marcha él, que me dice que sí soy un travesti, que eso no se le hace a un hombre. Bajamos por Dolores en plena discusión. Le muestro mi carnet, le digo que soy una mujer de veinticuatro años. El no parece mirar, solo sigue manejando y contesta que no me cree, que él no monta travestis y yo soy un fresco por montarme.

Le cuento que no tuve tiempo de quitarme el maquillaje de fantasía, que solo quiero llegar a La Palma. El hombre grita que soy un descarado. Seguimos avanzando esta vez por Porvenir. Saco un carnet del ISA y se lo pongo frente a los ojos. Él dice que no entiende nada y no cree nada, que ahora mismo va a revisarme y si soy un travesti me va a entrar a piñazos.

Labios en forma de beso con maquillaje azul y rosa.
De la serie «Flores». Imagen: Gessliam Suárez (Momo).

Yo empiezo a llorar mientras la moto pasa por un lugar despoblado de Porvenir y comienza a aminorar hasta parquear cerca de un puente. Lugar oscuro. Mire, mejor me voy, le digo y me bajo:

«Quédate ahí que voy a revisarte».

A estas alturas comprendo que ya no es importante lo que soy o no soy para ese hombre, sino el hecho de estar en un lugar como este.

Algo se conectó en su cabeza y no importa la coherencia, solo el disfrute de un poder, de una supuesta superioridad sobre mí. En ese punto descubro que estoy atrapada y me escapo corriendo. El hombre me sigue gritándome maricón, descarado, con las luces prendidas y una marcha lenta que le permite mantenerse a unos metros.

Labios rosa, en forma de mariposa, fileteados en azul.
De la serie «Flores». Imagen: Gessliam Suárez (Momo).

Veo a una pareja un poco más adelante y les pido ayuda. Una mujer y un hombre de unos cincuenta años que me miran sorprendidos en medio de la oscuridad. Les cuento todo rápidamente y sin parar de llorar, mientras el hombre en la moto acelera y se pierde no sin antes gritar por última vez que soy un travesti. La señora me ofrece una toallita húmeda y me dice que mejor me quite el maquillaje de fantasía. Llegamos a La Palma y allí tomo una guagua hasta el Ciro Frías.

En casa de mi tía nadie se entera de nada. Me baño y voy a acostarme, mientras todos en la sala disfrutan de Tras la huella.

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