Raúl Soublett: "Mientras me grababan me hacían sentir más vulnerable"
El comunicador Raúl Soublett relata cómo fue obligado a renunciar a su activismo públicamente y a acceder a un interrogatorio grabado, para que la Seguridad del Estado le permitiera salir de Cuba.
El monstruo cuando no tiene a quien asustar, hace hasta lo imposible por hacerlo. A veces no sabemos con exactitud qué puede hacer una bestia cuando se siente acorralada. Tal vez tengamos una ligera noción de lo que su instinto natural la puede llevar a hacer, pero nunca estaremos totalmente seguros. En ocasiones son muy predecibles, en otras no. ¡No me gusta subestimar! Lo que sí sé es que este animal salvaje está acorralado, no tiene casi aire, está expuesto, sediento de sangre, lágrimas y sufrimiento.
El pasado 28 de octubre expusieron a unos jóvenes periodistas del medio de prensa alternativo El Toque en el programa en la televisión nacional Razones de Cuba, donde proyectaron testimonios obtenidos bajo coacción, en interrogatorios con la Seguridad del Estado, por el simple hecho de informar. Situación que omite y manipula la prensa estatal, al declarar al inicio de su emisión que "los entrevistados que aparecen en ese material accedieron a declarar pública y voluntariamente".
El objetivo de esta trasmisión es criminalizar, difamar a todos los comunicadores que trabajan en medios independientes, pero también enviar un mensaje: el acoso a periodistas estará a la orden del día.
Forman parte de este linchamiento mediático las amenazas de posibles acusaciones por mercenarismo y/o cualquier otra sanción de carácter judicial. Esto no es periodismo, ni defensa de la soberanía, es represión, hostigamiento y violaciones de los derechos humanos.
Yo me sentí identificado con estos jóvenes y con otras tantas personas que han sufrido este tipo de violencia por parte de un estado que dice respetar nuestros derechos. Hacer este tipo de cosas solo demuestra el gran temor que tienen a los cambios que en Cuba se están sucediendo y que nadie los podrá detener. Están a la defensiva y al no poder convencer, toca imponer. Típico de las dictaduras.
Forzado al exilio
Llevo sufriendo acoso por parte de la Seguridad del Estado desde el 2017. Han usado diferentes métodos de violencia que cada vez se intensificaban más, al punto de conducirme a una autoagresión física. Al punto de sentir un miedo constante de un día amanecer en prisión, de que mis mayores temores fueran expuestos al mundo. Al punto de que mi salida de Cuba fuera de la peor manera. Sí, no fue un secreto que mis intenciones eran salir de Cuba. Quería hacerlo para reencontrarme con mi novio, el periodista Héctor Luis Valdés Cocho, quien también en este año fue forzado al exilio.
Como comenté en un post de Facebook que hice hace unos días en mi muro, tuve que cumplir cuatro pasos para que esa salida se concretara, por encontrarme regulado.
- Renunciar al activismo de forma pública a través de mis redes sociales.
- Anunciar la disolución de mi proyecto Alianza Afro-Cubana, y que dicho anuncio se leyera como algo voluntario.
- Entregar los equipos de trabajo con los cuales hacía producciones de videos y podcasts.
- Concederles un interrogatorio grabado ante cámaras de video donde tendría que “confesar” mis vínculos con organizaciones internacionales que trabajan en la defensa de los derechos humanos. Además debía decir que recibía fondos para la realización de proyectos y para viajes a eventos.
Recuerdo cómo montaron el set: yo sentado en un sofá y ellos frente a mí. Hacia mi rostro apuntaba una enorme cámara y me sentía esposado por un micrófono que me habían ubicado en un lugar de mi pulóver.
Eran muchas preguntas y tenía que contestarlas todas. Si me resistía no ganaba nada según ellos. Recuerdo cómo me decían que si no grababa el video, podría irme a mi casa tranquilamente, pero que habría consecuencias. No podría continuar con mis planes de salida del país y tendría que esperar pacientemente a que llegara el día en debía aparecer en un juzgado, acusado de mercenarismo.
Me dijeron que este tipo de cosas ya les había ocurrido a otras personas, que incluso encuentros similares habían sucedido días previos al mío y que ellos habían cumplido con su palabra. Trataban de calmarme diciéndome que no me preocupara, que no lo iban a divulgar. Siempre y cuando yo no continuara en el activismo una vez habiendo salido de Cuba.
También me dijeron que como plus, podría seguir entrando y saliendo tranquilamente de Cuba.
En medio de mi deseo por no caer en prisión consentí en grabar, aunque sabía perfectamente a lo que me exponía. Sabía que no se podía confiar en quien te violenta. Incluso recuerdo que pensé que, terminando de grabar, utilizarían esas imágenes para un proceso en mi contra.
Me dijeron que si no consentía al interrogatorio grabado tendría que esperar pacientemente a que llegara el día en debía aparecer en un juzgado, acusado de mercenarismo.
Recuerdo que detenían la grabación cuando mis palabras no eran las que ellos querían escuchar. Percibía cómo el tono de voz de ellos (el represor Guillermo, un jefe y el que grababa) aumentaba para así hacerme sentir con más miedo, más vulnerable.
Recuerdo cómo conformaban las oraciones y me hacían repetirlas. Siempre había una pausa cuando intentaba evitar decir algo que no quería decir, que era algo falso. Me sentía en un callejón sin salida.
Urgencia de principios democráticos ante el acoso a periodistas
Por esos días quería que la tierra se abriera y me tragara. Ni siquiera tenía el valor de hablarlo con alguien. ¡Tenía miedo!
Ya después tuve el valor de denunciar lo que me había ocurrido. No me podía permitir seguir viviendo el resto de mi vida bajo amenaza, chantajeado.
En diversas partes del mundo existe la prensa independiente, así como los activistas que defienden los derechos humanos, y no es un delito aplicar a fondos que no vienen de dinero turbio sino de contribuyentes, que se auditan, que son públicos.
En países democráticos no es un delito participar en eventos financiados por una organización política o social. Esto solo se considera un crimen en lugares oscuros, dominados por el totalitarismo. Cuba es uno de ellos y por tanto personas como nosotras, sin poder alguno contra una maquinaria agresiva, no tenemos cómo defendernos.
Ellos saben perfectamente que, sin recursos, es muy difícil y hasta imposible hacer activismo, periodismo, arte y mucho más cuando estamos en un país que controla todas las formas de entrada económica que pueda tener una persona.
Muchos hemos puesto nuestros cuerpos bajo esa herramienta represiva y hemos sido violentados física y psicológicamente. El acoso a periodistas en la isla se extiende por más de 60 años.
Exilio en Panamá
Confieso que a pesar de estar en un país extranjero, donde no conozco a más de 5 personas, a pesar de caminar y expresarme libremente, no dejo de sentir temor. No puedo evitar tener pesadillas. Aún fuera de mi casa, ese monstruo que usa un disfraz para aparentar lo que no es, sigue haciendo daño.
Estamos todos sufriendo el desastre de un sistema obsoleto, inhumano, acosador, violento, que se niega a la realidad, que te lleva al límite, a huir, por el solo hecho de no querer seguir callados, de no querer seguir repitiendo consignas vacías, como “Patria o Muerte”, cuando ni derecho a morir tranquilos tenemos.
Toda mi solidaridad con cada una de las personas, sean periodistas, activistas, madres, hijos, familias de presos políticos, personas exiliadas, vecinos, incluso con los muertos, que han sido expuestos en los medios de desinformación, manipulación, generadores de odio y miedo de Cuba.
Ellos están aterrados, por eso cargan con estas sistemáticas campañas difamatorias contra personas inocentes. Yo mientras tanto esperaré mi turno tomando una taza de café escuchando a nuestra reina, Celia Cruz.
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