“Tenía que salir de mi casa”: una mujer cubana que dio un tirón de puerta
El espacio privado y su visualización desde los imaginarios femeninos es un aspecto fascinante de los estudios de género. A medida que ingreso en este terreno me doy cuenta de que existe efectivamente una (re)construcción de estos imaginarios, que, en Cuba, como país eminentemente patriarcal, se evidencia a cada paso de la mujer en su entorno.
En varios espacios que frecuento he escuchado la frase “quiero salir de mi casa”. Podría pensarse que quien lo dice está presa en su jaula de cristal o que no la dejan salir (todavía existen casos de mujeres a las que los hombres no las dejan salir de sus casas, en Cuba), y aquí viene mi asombro: son mujeres que tienen solvencia económica, y que ahora trabajan en el sector estatal, pero que laboraban en el sector de los cuentapropistas, o sector privado dentro del espacio de su propio hogar. No me fue difícil seguir observando atentamente las diferentes conversaciones, como quién no quiere las cosas, y llegar a descubrir a una de esas mujeres, pues la tenía muy cerca: ella es Aliusa Aguilar Rosales, abogada de profesión, aunque lo ejerció poco tiempo, y que ahora se desempeña como directora del Centro de Promoción Literaria “Juan Clemente Zenea” de la ciudad de Bayamo.
Aliusa, te he escuchado varias veces decir: “Tenía que salir de mi casa”, en realidad he tratado de entenderte y quizás hasta lo haga, pero en realidad qué sientes al decirlo una y otra vez.
Estuve en el sector de los cuentapropistas, o sector privado, durante 17 años; era manicurista y peluquera, y me ganaba en un día lo que me gano ahora en un mes, pero el lugar donde tenía mi negocio era mi propio hogar. Te puedes dar cuenta de que no es nada equitativo, pero me siento bien, y te lo repito: tenía que salir de mi casa, me ahogaba, y no era precisamente para establecer relaciones, porque llega el momento que las clientas son parte de tus relaciones afectivas, incluso hoy, todavía son mis amigas; pero salir era importante.
¿Consideras que la casa te estaba lastrando tu futuro y tu desenvolvimiento social como mujer?
Te dije que me relacionaba, pero tenía que cambiar los temas de conversación más allá del interés propio del oficio; las tareas cotidianas son un círculo vicioso, la vida se detiene, es realizar tu trabajo, pero estar directamente vinculada a la cocina y a los quehaceres domésticos. Hacía mi trabajo de peluquera, y a la vez tenía que estar pendiente de todas las tareas y problemas de la casa, y eso, créeme, va cansando y cansando hasta que llega el momento que no lo resistes; a muchas de nosotras nos ha pasado y aunque el dinero es más que si trabajas en el sector laboral estatal, no significa nada porque te ahogas y no respiras. Créeme es una posición que muchas personas no entienden, pero que llega a desesperar a toda hora.
O sea, que cumplías con el rol de trabajadora y con el rol doméstico a la vez; eras la llamada “mujer orquesta” cubana.
Sí, era así, y al principio no me quejaba, pero fueron pasando los años hasta llegar a 17 y me dije que tenía que cambiar las cosas. Yo hacía los quehaceres de la casa con placer, a todas las mujeres cubanas nos enseñan desde pequeñas lo que tenemos que hacer en la casa y se lo hacía todo a mi esposo. Él manejaba el carro de la familia y también sustentaba gran parte de la economía, y, aunque me fue infiel, eso influyó, pero no determinó mi decisión final de abandonar mi trabajo como cuentapropista y salir a la calle, pues estar rodeada de personas no significa, muchas veces, que estés acompañada o seas reconocida por la sociedad; se necesitan otras cosas para librarte de una vida repetitiva hasta el cansancio.
¿Consideras ventajosa tu posición social ahora?
Me río con tu pregunta porque otras personas me la han hecho; no con esas palabras, pero sí con el mismo significado. Me siento bien, ahora salgo de mi casa todas las mañanas, veo personas caminando… conversando… todo me gusta cuando estoy fuera de mi casa… llego al trabajo y me enredo en los problemas propios de los escritores y sus actividades, he aprendido mucho con ustedes. Ahora los quehaceres domésticos pasaron a un segundo plano, no estoy ahí para ver si los muebles están sucios o la cocina con las vasijas del desayuno sin fregar; eso no me importa, no me molesta porque salgo por la mañana y regreso por la tarde, y muchas veces con otras preocupaciones propias del trabajo, pero no las que tenía por estar constantemente encerrada. Vivo con mi hijo de 18 años y estoy divorciada, o sea que hasta esa libertad la logré, ya no tengo un hombre a cargo.
¿Y la economía?
Sabía que venía esa pregunta. La economía ni por asomo es la misma, y eso sí me lo he sentido, como decimos los cubanos, me lo he sentido en las costillas y más allá, pero te diré: cuando una se llena, me refiero a la comida, no importa si lo haces con pan solo o con jamón, nada se compara con la libertad de ser una misma, de sentirse una mujer reconocida socialmente.
En Cuba la mujer es reconocida a nivel social, pero en su contexto privado…
La culpa la tiene la educación patriarcal. Cuando una es pequeña te enseñan a eso, a ser mujer para los hombres, para complacer, y aunque te digan que no eres discriminada es mentira: sí lo eres y a todas horas, por la educación que recibes. Por ejemplo, en la escuela no te dicen cuándo puedes ser o no discriminada, no te dicen lo que tienes que hacer para tomar decisiones propias; en el trabajo el jefe te discrimina, muchas son acosadas sexualmente, y si el jefe es mujer, la situación se pone más fea porque, no sé, esta mujer asume la jefatura con más dureza; debe ser por la propia educación que recibimos.
Bueno, entonces, como el personaje de Nora en Casa de muñecas, de Ibsen, ¿tú le diste un tirón a la puerta de tu casa y decidiste salir a la luz?
Vi un documental en el que hablaban sobre el significado de ese tirón de puerta; pues sí, la tiré y todos los días la tiro, creo que ya no regreso a trabajar en la casa, que Dios me perdone, pero sería la última opción, al menos así la veo yo.
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