Entrevista | Yanelys Nuñez: "Nos ha tomado tiempo salir de la dictadura, pero la disidencia no ha cesado ni cesará"
"El feminismo nos puede dar muchos recursos para relacionarnos, para cuidarnos como activistas, para que podamos resistir y combatir mejor al régimen".
Yanelys Núñez Leyva nació en La Habana el 11 de julio de 1989. Es Historiadora del arte y activista en favor de los derechos humanos; y desde ambos lugares ha desafiado abiertamente a la dictadura cubana dentro y fuera del país.
Yanelys comenzó a participar en proyectos artísticos independientes controversiales en unión al artista y actualmente preso político, Luis Manuel Otero Alcántara en 2014. Junto a él fundó el proyecto Museo de la Disidencia en Cuba en 2016. Y además encabezó en alianza con otros activistas y artistas independientes la campaña contra el Decreto 349, que restringía la libertad artística como una medida más del régimen para controlar las actividades culturales en el país.
Núñez llevó a cabo acciones de protesta a favor de la libertad de creación y organizó junto a otros artistas la #00 Bienal de La Habana, que fuera la primera bienal independiente de La Habana, un evento inclusivo y democrático celebrado en 2018 a raíz de la decisión del Ministerio de Cultura de posponer la decimotercera edición de la bienal oficial.
Fue una de las fundadoras del Movimiento San Isidro (MSI) en septiembre de 2018, un colectivo que sirvió de inspiración para la protesta de jóvenes artistas e intelectuales frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020, y para otras acciones cívicas.
En 2019 emigró a España a causa de la represión y la violencia política que recibió de manos de la Seguridad del Estado. Actualmente reside en Madrid como exiliada política desde donde continúa su activismo como una de las voces críticas femeninas de peso con las que cuenta la oposición cubana. Una voz válida en la denuncia de la violencia de género y la represión que sufren las mujeres en Cuba. Una voz que se ha impuesto a base de esfuerzo, pues el exilio, según nos cuenta, no es un camino de rosas.
Actualmente Yanelys es parte del equipo de redacción de la revista feminista Alas Tensas y coordinadora del Observatorio de Género de Alas Tensas (OGAT), desde el que realiza un trabajo medular para visibilizar la violencia de género que pervive en Cuba.
¿Cuáles han sido los mayores desafíos que has enfrentado como mujer y feminista exiliada de una dictadura contra la cual aún actúas?
Hay una manera específica en que la Seguridad del Estado intimida, hostiga, persigue y clasifica en dependencia de quién seas y de esto hay muchos testimonios y ejemplos, lamentablemente. Luego está el exilio, que es duro para todos porque significa adaptarse a un nuevo contexto, un contexto permeado de racismo. Conlleva aprender nuevos códigos de relaciones y encontrar trabajo para cubrir los gastos diarios. Por supuesto, es un proceso que no termina, pues no es solo la adaptación sino el aterrizar en la realidad. Después de cinco años siento que todavía estoy en Cuba, en el sentido de que mi trabajo está relacionado con Cuba, me preocupo por lo que pasa en Cuba y sigo haciendo activismo a favor de los derechos humanos de las cubanas y cubanos. Entonces el estar fuera del país y seguir tan pendiente es un desafío a nivel mental y personal.
Luego está el tema de la culpa. Lo he hablado en otras ocasiones... Ese pensamiento de si hice bien en irme, el tema de abandonar... Es un sentimiento como de luto, por lo menos así lo siento yo, aunque eso solo está en nuestra cabeza. Y lo siento así porque soy consciente de que somos pocos haciendo activismo y oposición de forma constante dentro de la isla y si construyes una familia de activistas pues hay que protegerla.
Los desafíos también van de explicar a mis conocidas feministas que la historia que tienen montada alrededor de lo que es Cuba no existe. Es bastante complicado. Creo que eso ha sido de lo más difícil para mí como feminista en crecimiento, en formación. En España hay causas feministas que son completamente distintas a las nuestras porque tienen más terreno ganado, pero al final, cuando conversamos y comparto mi realidad, muchas veces siento que soy incomprendida. Entonces ha constituido un reto conseguir alianzas, encontrar apoyos, sin sentirme violentada, sin que mi testimonio y sin que la realidad (porque esto no es cosa personal) no sean subvalorados.
Como coordinadora de OGAT, y teniendo en cuenta la difícil situación respecto a la violencia de género que se está viviendo en Cuba con más de 100 prisioneras políticas y un aumento del 150 % de los casos de feminicidio, ¿podrías contarme sobre las formas diferenciadas de las violencias de género que están presentes hoy en la isla, y cómo estas impactan la vida de las mujeres cubanas?
Con respecto a los tipos de violencia de género, hay una importante violencia estructural que nace de la propia naturaleza del régimen, y es la imposibilidad de que las mujeres se organicen, se asocien, se auto convoquen o participen en la vida política y comunitaria del país. Es una violencia política que inhabilita o coarta todas las formas creativas de organización que podrían desarrollar las mujeres cubanas para resolver sus problemáticas, para actuar. Es esa una violencia que nos sigue lacerando después de 60 años, que además nos sigue impidiendo crecer y empoderarnos como mujeres. La imposibilidad de vivir en un país libre y democrático: esa es la principal violencia desde mi perspectiva.
Ahí están los testimonios de los familiares de los presos políticos, principalmente de madres, esposas e hijas que están dando, desde el primer minuto, la batalla porque liberen a sus seres queridos, y son las primeras hostigadas. Estos familiares no solo han sufrido interrogatorios, actos de repudio, amenazas a sus seres queridos dentro de las cárceles, sino que incluso han sido víctimas de agresiones físicas de parte de personas que son enviadas directamente por el gobierno cubano para amedrentarlos e intimidarlos, y eso es algo sumamente preocupante; una expresión genuina de la violencia política y de género que ejerce el Estado cubano contra las mujeres.
Existen otras problemáticas asociadas a la violencia de género, como el tema de las poblaciones más pobres que están completamente vulneradas porque las instituciones no hacen nada por ellas. Muchas de ellas son comunidades afrodescendientes o rurales, donde la mayoría de las veces no se tiene información sobre lo que está sucediendo en ellas a profundidad porque las instituciones no hacen estudios y si lo hacen no los muestran públicamente. Este ocultamiento no es gratuito y no se debe a que ellos, el Gobierno, no tengan las herramientas o no tengan el dinero, sino que no les interesa la vida de las mujeres porque han logrado vender una imagen perfecta de lo que sucede en Cuba, y ya con eso les basta.
Por eso es importante la desarticulación de ese montaje, de ese teatro que han armado sobre lo que es Cuba. Es importante que nosotras, desde donde estamos, incluso desde la propia Cuba, continuemos hablando sobre lo que pasa. Esa es una de las motivaciones de los observatorios independientes que cada vez están surgiendo más: de derechos culturales, de inseguridad alimentaria, de derechos sociales, de violaciones de derechos humanos, de violaciones en las academias, etc. Y todo eso es sumamente útil para desmontar el relato del régimen, y para saber realmente cuáles son las condiciones en las que están viviendo los ciudadanos cubanos y, sobre todo, las mujeres.
Viviste en carne propia la violencia política, la represión, y cuentas con un poderoso testimonio como activista y opositora sobreviviente a un régimen machista y desalmado como el cubano. ¿Qué acciones consideras más efectivas para apoyar a las mujeres que se encuentran pasando por situaciones semejantes ahora mismo en Cuba?
En cuanto a acciones efectivas siempre apelaré por construir lazos de amistad y de confianza, y no alianzas vacías para firmar un comunicado puntualmente. Es necesario construir, con las personas a nuestro alrededor, lazos verdaderos que nos ayuden a estar protegidas, que nos sostengan, y eso es algo que, por suerte, conseguí. Por eso me duele tanto que Luis Manuel Otero esté preso, porque Luis es mi familia, fue parte de esa familia que construí junto con Amaury Pacheco, con Iris Ruiz, con Sandor Pérez, con Michel Matos… En fin, una red que respondía cuando había un momento de agresión, cuando había que hacer un evento, cuando uno estaba triste o alegre. Lo importante es crear comunidad, crear lazos fuertes, porque estamos, como bien dices en la pregunta, frente a un sistema desalmado.
Recomiendo planes de seguridad que no consten en un papel, sino coordinados directamente con las redes de apoyo. ¿Qué sucede si me toman preso, si me interrogan, si me quitan el teléfono? Todo eso tiene que estar sobre la mesa como análisis de riesgo para que la persona actúe en consecuencia frente a una situación de estas.
Siempre debemos pensar que puede ocurrir algo inesperado. Eso no significa que uno no se divierta, pero vivir en el sistema cubano siendo activista significa que siempre se debe estar alerta, no se puede confiar, y menos ahora con un aumento de la criminalización y la persecución. Por supuesto que ese estado de alerta permanente pasa factura a nivel mental y físico, pero es necesario porque ellos, la dictadura, no descansan y tienen un ejército de troles y personas.
De ahí el que apueste por construir esas iniciativas fuertes, una resistencia fuerte. Y sí se puede hacer activismo, se ha hecho y se seguirá haciendo. Si el régimen lleva ahí 60 años, la oposición, la disidencia y los artistas disidentes han estado ahí también. Están los testimonios de los presos políticos que han sufrido prisión por más de veinte años, y eso sí es un verdadero calvario. Entonces, sí, nos ha tomado tiempo salir de la dictadura, pero la disidencia y el activismo no han cesado, ni cesarán.
Me niego a ser pesimista y a no tener fe. Tenemos todas las de ganar. Y frente a un exilio masivo, simplemente debemos construir nuevas redes, compartir, estar pendientes los que estamos afuera de las necesidades de los que están dentro, sobre el terreno. Es bastante duro estar sobre el terreno por el miedo a una agresión, a una detención, a un interrogatorio, a la vigilancia constante, a las multas, en fin.
Por eso debemos estar pendientes también de cosas prácticas como facilitarles teléfonos o alimentos a los activistas, pues sabemos que lo primero que hacen es expulsarte del trabajo, si no tienes casa, te expulsan de los alquileres, entonces hay que estar pendientes de la manera en que el régimen actúa contra los activistas, y responder cuando haya que responder no solo con proyectos, sino en la salvaguarda, en proporcionarles la mínima seguridad que se pueda en una isla con las características de Cuba.
Además, hay que poner las herramientas del feminismo sobre la mesa. El feminismo nos puede dar muchos recursos para relacionarnos, para cuidarnos como activistas. Son herramientas que deberían compartirse para que las mujeres puedan resistir y combatir mejor en plan bélico total, porque esto es directamente una guerra contra el régimen.
También recomiendo la denuncia. Es duro hacer activismo en Cuba, es muy duro, porque uno está siempre muy solo y mucho más frente a un contexto internacional que ha estado siempre muy cercano del régimen. Por tanto, mediante la denuncia se puede conseguir protección de organizaciones que no han sido tomadas por el régimen.
A propósito de la denuncia en redes sociales ante organismos internacionales o en campañas de visualización, ¿podrías profundizar un poco más en su importancia?
Una acción eficaz para el Movimiento San Isidro fue denunciar todo el tiempo en las redes sociales. Denunciar y anunciar con transparencia cuándo íbamos a hacer un evento. Publicar nuestros principios y qué nos movía y, por supuesto, establecer alianzas políticas con otras organizaciones internacionales que pueden elevar la problemática, los casos de arrestos, etc. Por eso es que apuesto siempre por la denuncia y nunca por permanecer callados, porque es eso exactamente lo que el régimen quiere: mantenerte hostigado, temeroso, con la falsa promesa de que, si no denuncias, te van a dejar tranquilo. Pero los testimonios a lo largo de la historia de la disidencia han demostrado que no es real, que el hostigamiento continúa con otras prácticas, de otras maneras.
Creo que las redes sociales son importantes porque es donde se tiene la mayor probabilidad de cambiar el relato del régimen, y que la denuncia llegue a muchas personas. Además, proporcionan un expediente de seguridad personal y permiten ejercer el derecho a la libertad de expresión. También es donde queda claro frente al mundo que, si te arrestan o te ocurre algo, es por una arbitrariedad del régimen. Por eso hay que ser claros cuando convocamos a una iniciativa, a una acción o a una manifestación pública; hay que hacerlo de manera pública y abierta para que los que se vean en la obligación de utilizar la fuerza frente a un acto cívico y pacífico sean ellos.
Entonces, sí, apelo siempre al uso de la denuncia en las redes sociales y ante los organismos internacionales, porque es hacer presión al régimen y también darle herramientas a la ciudadanía. Es el caso de las campañas de sensibilización en favor de los presos políticos, que son muy útiles para que se conozca quiénes están presos o cuáles son las violaciones a nivel de derechos humanos del régimen hacia estos ciudadanos. Se debe compartir sus historias de vida, pero también las de mujeres que viven en pobreza, las de ancianos que no tienen una pensión digna, etc.
Estas campañas son importantes porque ponen sobre la mesa problemáticas sociales que el gobierno no aborda y que nos ayudan a conocer lo que está sucediendo, a educar y a compartir información a la ciudadanía para que actúe, porque todas estas campañas invitan a la acción más allá de la mera información.
Háblame sobre las acciones en las que has participado desde OGAT y el Museo de la Disidencia para incidir en la postura de organizaciones internacionales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o el Parlamento europeo, acerca de la necesidad de exigir responsabilidades en materia de derechos humanos al régimen de La Habana.
He asistido en los últimos meses de manera virtual y presencial a algunos encuentros internacionales. Entre ellos, y de los más significativos, las Pre-sesiones del Examen Periódico Universal en agosto de 2023, donde desde OGAT tuvimos la posibilidad de hablar con misiones permanentes, de poner sobre la mesa el tema de los feminicidios y la violencia de género en Cuba, con otras organizaciones de la sociedad civil, organizaciones con las que luego hemos podido formar coaliciones que parten de estos encuentros.
Por eso es tan importante esta política de incidencia, porque no solo compartimos la realidad cubana a las delegaciones, a las misiones permanentes, a políticos, diplomáticos…, sino también que nos conocemos entre las organizaciones de la sociedad civil. Al final, son espacios de encuentro, de debate, de compartir ideas y perspectivas. De ahí nacen iniciativas como la coalición de trece organizaciones para presentar un informe sobre el derecho a asociación en Cuba, que recientemente entregamos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su sesión 189.
El Museo de la Disidencia de en Cuba ya tiene algunos añitos; ha pasado por distintas etapas y ahora está tratando de reactivarse. Es una plataforma a la que le tengo cariño, pues es una idea de Luis Manuel Otero Alcántara, y que hemos desarrollado entre ambos. Además, tiene mucha potencialidad y por eso la sigo tomando de la mano.
A la hora de exigir responsabilidades al régimen de La Habana en materia de derechos humanos, todas estas acciones parten del fin común de exigir también a las instituciones internacionales que apliquen los mecanismos que tienen a su alcance para denunciar, sancionar, boicotear al régimen para no ser sus cómplices, porque al final este régimen es una dictadura. Y la presión es a las instituciones con las que la dictadura tiene alianzas, que son instituciones de países y gobiernos que dicen defender los derechos humanos, pero mantienen relaciones diplomáticas o de índole económica con Cuba. Entonces, la presión es, por supuesto, para el régimen, pero se hace en conversación, en denuncia, en instancias que deben responder a la sociedad civil y a los derechos humanos. Es una presión doble y que siempre ha existido, porque el exilio ha trabajado fuertemente en este aspecto.
No quiero pecar de exceso de optimismo, pero sí creo que el régimen está en las últimas y solamente hay que empujarlo. El 11 de julio, el 27 de noviembre y todo lo que han inspirado las Damas de Blanco, la UNPACU, la Mesa de Diálogo de la Juventud Cubana, FANTU, el Movimiento de Opositores por una Nueva República (MNOR), el Movimiento San Isidro, entre muchas otras, así lo han demostrado. Tenemos una Cuba preparada para el cambio, que necesita el cambio, que quiere el cambio. Confío en eso, aunque, por supuesto, sé que habrá muchos problemas, como en todo proceso de transición, pero nosotros estamos preparados, solo tenemos que insistir más. Estos eventos, estas participaciones nos ayudan a estar preparados, nos enseñan cómo son los procesos de diálogo con diplomáticos, con países y nos preparan como sociedad civil.
¿Cómo visualizas la Cuba futura?
A veces es difícil ser optimista pero para seguir trabajando como activista, tengo que serlo. Entonces saco fuerzas y sigo pensando que el cambio está cercano, que va a venir pronto. Es duro, y más para los presos políticos y sus familiares. Es un momento terrible para Cuba, no solo por la comida —hambre siempre hemos tenido, unos más que otros, eso está claro—, sino por lo que se ha vivido después del 11 de julio, cuando un país entero salió a las calles, mientras la violencia desproporcionada e irresponsable que se ejerció contra el pueblo fue terrible. Esto nos da la medida de lo que es capaz el régimen, y eso es lo que más me asusta. Son tiempos bastante tremendos para quien tiene a un familiar en prisión.
Hay una frase que le escuché a Amaury Pacheco una vez y que se me quedó grabada: “Este tiempo está a la altura de nuestras fuerzas”. Esta es una frase que siempre tengo conmigo, porque aunque a veces nos entristezcamos, aunque a veces nos supere la realidad, aunque sintamos que esta experiencia de más de 60 años no terminará, sé que podemos seguir resistiendo para alcanzar lo que queremos que es el fin de la dictadura, y la construcción de una nación honesta y próspera.
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