Lo que no se olvida (“My diary”)
“El acoso de la policía, las detenciones en los años 90 por travestirme, el bullying, los maltratos verbales, el desprecio de una sociedad sumida en la cultura del abuso al diferente; son experiencias que están impregnadas en mi cuerpo”.
En el transcurso de mi vida me he propuesto de forma consciente crecer como ser humano, y no calcar lo que en algún momento de mi existencia recibí de otras personas, que solo ofrecieron rechazos y críticas hacia mí por ser parte de la comunidad LGBTIQ+.
Para conseguirlo he tenido y tengo una lista mental que me ha acompañado desde siempre y que hoy se las comparto. En ella hay puntos que considero importantes y que, en muchas ocasiones, me han sido útiles para sentirme bien conmigo mismo.
- Perdonar a aquellas personas que me ignoran por intolerancia, perdonar a los que sin conocerme me juzgan y censuran, perdonar a los y las que me han lastimado con sus acciones. Perdonar, siempre perdonar.
- Entender que nada en la vida funciona con la rapidez que uno quisiera, como tampoco se convierte en realidad lo que a veces se sueña.
- Ponerme en la piel del otro y comprender que todos y todas no procesamos las situaciones de la vida de la misma manera.
- Ser resiliente y sobreponerme a todo lo negativo que pueda presentarse en el camino de mi vida, aunque a veces me parezca que no podré salir del dolor.
- Escuchar, entender, dejar fluir, ser espiritual y libre.
- Darme la posibilidad de amar, aunque no me amen, y ser cursi sin que me importe la opinión de los otros.
- Vivir mis apegos emocionales y darle a ese proceso el tiempo necesario para saber que soy especialmente sensible y que cuento con la capacidad de experimentar con libertad mis sentimientos sin importar cuanto tiempo puedan estar presente dentro de mí, y no soltar nada en contra de mi voluntad.
- No reprimir mis deseos ni pensamientos, y decir con sinceridad lo que siento y pienso.
- Aferrarme a lo que quiero, manifestarlo, y en mi mente transformarlo e intentar traerlo a una realidad que podría ser posible.
- Olvidar todo lo negativo del pasado y del presente.
El punto diez siempre ha sido y es, el más difícil de asimilar, porque para mí olvidar ciertas cosas se me hace complicado.
¿Cómo poder olvidar que durante gran parte de mi vida en Cuba, por ser una persona gay no binaria- andrógina, pasé por momentos muy tristes? El acoso de la policía, las detenciones en los años 90 por travestirme, el bullying en la escuela, los maltratos verbales, el desprecio de una sociedad sumida en la ignorancia, en la cultura del abuso al diferente; son experiencias que están impregnadas en la memoria de mi cuerpo.
La dictadura cubana desde hace sesenta y tres años no ha hecho nada para que la situación de la comunidad LGBTIQ+ mejore. Ni nos ha permitido asociarnos, ni hacer activismo independiente, ni reunirnos, ni manifestarnos para defender nuestros derechos. Tampoco nos ha protegido con refugios o ayudas económicas para personas de la comunidad LGBTIQ+ en situación de calle, algo a lo que se deben enfrentar en mayor medida las personas trans.
Lo que sí han hecho es recluirnos en campos de concentración, y no permitirnos autorepresentarnos, ni autoorganizarnos.
Tengo muchos recuerdos aún muy vívidos en la memoria de los abusos que sufrí en Cuba. Recuerdo las noches de los años noventa, una época en la que solía vestir con ropas femeninas para ir al Vedado. Era muy jovencito, confieso que no lo hacía con mucha frecuencia porque siempre he tenido una intuición muy desarrollada y en esas salidas nocturnas advertía cierto peligro, que por supuesto viví teniendo experiencias desagradables con hombres que en sus posturas de machos-alfa me acosaban en espacios públicos.
Por aquel tiempo entendí lo complicado y difícil que era parecer y comportarse como "una chica". Por periodos de tiempo fui descubriendo la naturaleza humana y sus bajos instintos, como también conocí lo que era una celda de una estación de policía por tan solo frecuentar alguna que otra zona del Vedado que eran prohibidas para las personas gais. Esos espacios, donde sin dudas había prostitución también era un espacio propio, donde podías conversar y encontrarte a gusto. Algunos de ellos eran el cine Yara, el Coppelia y toda esa parte céntrica de La Habana que principalmente los fines de semana solía ser muy concurrida.
Estar vestido con prendas que no correspondían con el sexo asignado era muy mal visto, tanto por la sociedad como por el Estado. Salir a la calle como "chica" se convertía en un acto de valor y rebeldía. Yo lo hacía porque me gustaba verme con ropas femeninas, y solía sentirme más atractivo con maquillaje y falda. Y como siempre he ejercido mi libertad de experimentar pues ahí estaba yo las noches que me apetecían por toda la Rampa vestida de "mujer".
Nunca entendí el motivo de la represión sistemática contra personas gays, mujeres trans y travestis, si solo querían estar en paz y divertirse sin hacer daño a nadie.
Lo cierto es que muchas mujeres trans, travestis, y personas gays sufrieron aquellas crudas experiencias. No olvido como teníamos que salir corriendo para evitar los carros de patrulla, y en algunos días específicos de la semana funcionaban unos camiones que hacían recogida en la zona, y todas íbamos a parar al calabozo, y además nos imponían multas por supuestos escándalos públicos y al día siguiente en la mañana nos soltaban.
Han transcurrido muchos años desde entonces, y mi situación dio un gran giro porque ahora estoy exiliado en España. La realidad ahora es otra, pero no dejo de pensar en todas esas mujeres trans, travestis y gais que aún están dentro de esa isla maldita donde aún siguen recibiendo los palos de la vida, por tan solo ser diferentes.
En la actualidad no quiero y no puedo dejar de solidarizarme con todas esas personas con las cuales me identifico, necesito hacerles saber que a pesar de la lejanía y de las circunstancias que me hicieron marcharme de Cuba, sigo teniendo presente el dolor de cada una en mi propia piel, porque viví la experiencia.
Hoy he realizado este pequeño video, donde no están todas las que tendrían que estar, pero espero sirva de algún modo para que sepan que estoy aquí, y que siempre, mientras cuente con vida compartiré mi sentir y dolor por todo lo que hemos pasado a través de la historia. Una historia que simplemente nos ha condenado por el hecho de querer ser como somos, y sobre todo, por nuestra necesidad ser valoradas y valorados como seres humanos que solo desean sentirse verdaderamente libres.
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