Ada Bezos, otra poeta cubana que muere en el destierro

Ada Bezos murió después de vivir casi seis décadas en el exilio. Su libro “Cuba en verso: La isla entre rejas” es el testimonio de su dolor por el impacto del régimen en la sociedad cubana.

| Escrituras | 16/10/2023
Foto de la escritora cubana Ada Bezos
Ada Bezos (Camagüey, Cuba, 1948 - Miami, EEUU, 2023).

El pasado 6 de octubre de 2023, a la edad de 75 años, Ada Bezos falleció después de vivir casi seis décadas en el exilio. Ada Bezos fue una escritora cubana nacida en Camagüey en 1948. Salió de Cuba en 1966 y se graduó en la Universidad de Maryland. A lo largo de su carrera, se desempeñó en el campo del Desarrollo Internacional en Washington DC. En 2010, recibió el Premio Internacional de Poesía “Yo soy mujer” de Mujeres Poetas Internacionales en la República Dominicana. En 2014 fue galardonada con el premio “Décima al Filo” en Cuba.

“Otra poeta cubana que muere en el destierro”, señaló la nota de Betania, la casa editorial que acompañó su obra, dentro de la que destaca el poemario Cuba en verso: La isla entre rejas (2011, 2012 y 2021) y Evoluciones flagrantes (Betania, 2023).

Cuba en verso: La isla entre rejas. cuenta también con una edición en inglés: Cuba in verse: The Island Behind Bars (2018). Este poemario es un recuento de hechos tan significativos en la historia del castrismo en Cuba como el primero de enero de 1959, los tribunales revolucionarios, los juicios sumarísimos y los fusilados y encarcelados por décadas o que murieron después de huelgas de hambre en prisión debido a su oposición al régimen de Castro. El libro también aborda sucesos específicos como el crimen del remolcador “13 de marzo” en 1994 y denuncia los campos de concentración en Cuba (UMAP) que existieron desde 1964 hasta aproximadamente 1968.

Ada Bezos apeló a la poesía como arma para hacer visible el impacto del régimen en la sociedad cubana a lo largo de seis décadas. Veintitrés poemas con treintainueve fotos complementan la narrativa de Cuba en verso: La isla entre rejas, y enriquecen el contenido de un poemario que es a la par un testimonio adolorido y manifiesto.

En el puño cerrado*

Este poema tiene raíces en el período de gran crisis económica que comenzó en el año 1990, y que fue nombrado Período Especial. También está inspirado en el escrito publicado en el Blog Los hijos que nadie quiso, de Ángel Santiesteban, con título, “El Tesoro”, fechado el 7 de octubre de 2010.

Era el Período Especial
no “especial” por su grandeza.
El brutal, total colapso
de un sistema en dependencia.

De Moscú engavetaban
ineficiente, obsoleta,
teoría que Marx y Lenin
proclamaron como cierta.
Y la nueva economía,
estatal estaba en quiebra.
La Reforma Agraria era
sin incentivos, funesta.

Era el Período Especial
“especial” por su miseria…
Algo tenían que llamarle
―charlatanes de quimeras―
apelando a las verbosas
demagogias de la Sierra
valorizándole un título
de indignidad encubierta.

Ahora vendrán tiempos duros.
La opción cero que se acerca:
cero comida, ni ropa
cero nada, ¡nada apenas!

Las cuotas que por libretas
impusieron los sesentas
ahora parecían lujos,
comparadas con la quiebra.

El picadillo de soya,
incorporado a la dieta,
o de cáscara molida
de plátanos, si se encuentran.

Agua con azúcar prieta
del desayuno la ofrenda.
Se empezaron a perder
los gatos de las aceras.

Alguna lata vencida
de carne rusa era fiesta,
o de sardina de Albania,
era manjar de excelencia.

En todas las capitales
se mantenían chiqueras.
Desde cerdos hasta pollos
viviendo en las bañaderas.

Un día se oyó un relato,
y del cual testigos quedan:
un hombre mayor, que inmóvil
en el umbral, en la acera,
su cabeza casi hundida
entre los brazos, sin fuerza.
Desplomado cual muñeco
de trapo, yacía en vela.

Protegía en su puño
contra su pecho, cual prenda,
algo que era tan precioso
que no osaba darle rienda.

Tanto tiempo se mantuvo,
en tan inusual inercia
que alguien que pasó indagó:
¿Qué le pasa? ¿Qué lo apena?

Estaba tan débil ya
sus palabras eran huecas.
Lo ayudaron a pararse,
a sostenerse, apenas,
para que entrara a su casa
su esposa esperando inquieta.

Y en susurro confesó
la verdadera epopeya.
Llevaba días comiendo
arroz solo, ―que él no cuenta;
pero su infeliz mujer
ya no podía, era vieja…
No le pasaba el tragar
los pocos granos que quedan.

Que salió desesperado
forrajeando adonde fuera,
y un buen alma le ofreció,
el último, el último que les queda.
Y de su puño agrietado
lo expuso como una perla…

Era un huevo de gallina,
un huevo, era la prenda.

*Tomado de Cuba en verso: La isla entre rejas, de ediciones Betania.

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