Poesía española | Tres poemas de Chantal Maillard
La poesía de Chantal Maillard parte del examen de las emociones para, desde lo íntimo, explorar aspectos universales de la existencia humana.
Llevo acostada largo tiempo...
Llevo acostada largo tiempo
en la orilla. Mis pechos
son colinas cubiertas de hoja seca.
Levanto la cabeza y me contemplo:
en mis muslos el vello a punto de ser vello,
me incorporo: la hierba a punto de ser hierba,
doy un paso y despierto al agua
a punto de ser agua,
se asusta un ave negra a punto de ser ave a punto
de ser negra...
Un resplandor me ciega:
el bosque me contempla, a punto de ser bosque,
a punto de ser tuya.
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¿Y donde está escondido tu tesoro, Hainuwele?
“¿Y donde está escondido tu tesoro, Hainuwele?”
me pregunta, burlona,
la más anciana del poblado.
Se refiere, lo sé, a lo que siempre buscan
los hombres cuando vuelven del combate.
Mi tesoro, contesto, es suave como el musgo, dulce
como leche de almendras,
tiene el frescor de los helechos
y sangra sin dolor hasta teñir de púrpura el crepúsculo
o para alimentar los cachorros de un tigre.
Mi tesoro no está escondido:
resplandece en el bosque como el oro,
mas sólo un hombre ciego
pudo hallar el camino que a él conduce.
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Anduve por el dorso de tu mano, confiada...
Anduve por el dorso de tu mano, confiada,
como quien anda en las colinas
seguro de que el viento existe,
de que la tierra es firme,
de la repetición eterna de las cosas.
Mas de repente tembló el universo:
llevaste la mano a tus labios
y bostezando abriste la noche
como una gruta cálida.
Llevabas diez mil siglos despertando
y el fuego ardía impaciente en tu boca.
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Estos poemas pertenecen al libro Hainuwele (1990), donde Chantal Maillard reescribe en clave poética el mito indonesio de la creación. Tanto la poesía como la prosa de Maillard parten del examen subjetivo de las emociones para, desde lo íntimo de la contemplación, explorar aspectos difíciles pero universales de la existencia humana. El dolor, la culpa, la crueldad y la muerte son temas recurrentes en sus libros, como también la empatía, la ternura, la maternidad y el lugar de la mujer en la sociedad.
Acompaña estos poemas de Chantal Maillard un fragmento de La bañista, obra de Élisabeth Vigée Le Brun que permite advertir su notable destreza para reflejar, a través del retrato, el carácter y el ánimo de las personas. Vigée Le Brun fue retratista de numerosas figuras de la aristocracia europea y ha sido considerada la mejor pintora del siglo XVIII.
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