Jane Goodall: redefinir al ser humano

Jane Goodall trabajó sin descanso por la protección de los animales, fundó instituciones, denunció injusticias y nos enseñó a vernos de manera distinta.

| Vidas | 11/11/2025
Jane Goodall (1934-2025), etóloga y activista británica por los derechos de los animales.
Jane Goodall (1934-2025), etóloga y activista británica por los derechos de los animales.

Pocas personas han cambiado de una manera tan contundente la forma en que los humanos nos vemos a nosotros mismos. Acostumbrados a creer que la inteligencia, la sensibilidad y la creatividad son cualidades exclusivas nuestras, nos ha costado reconocer que otros animales también son capaces de sentir afecto, establecer relaciones sociales complejas, usar herramientas e incluso ir a la guerra unos contra otros. Jane Goodall es una de esas personas. Sus largos años de estudio sobre la vida de los chimpancés en su entorno natural, en las selvas de África, echó por tierra algunas de esas suposiciones y nos obligó a admitir que en realidad no somos tan excepcionales como nos gustaría ser, pero, sobre todo, que los animales merecen un trato más justo que el que habitualmente les damos.

El primer viaje a África

Jane nació en Londres, en 1934, y desde niña fue una soñadora. Un día su padre le regaló un chimpancé de peluche y esto, sin que entonces lo entendiera, marcó para siempre su destino. Aquel juguete y las historietas de Tarzán, que leía con avidez, alimentaron en ella una fascinación especial por la vida silvestre y los animales. Al terminar la escuela no matriculó en la universidad, sino que hizo un curso de secretaria y comenzó a trabajar.

Esos primeros años de su juventud forjaron su carácter y le enseñaron la importancia de la disciplina. Pero ella soñaba con otra vida y en 1957, a los 23 años, hizo sus maletas y se fue a Kenia. Allí contactó con el paleoantropólogo Louis Leakey. Jane quería aprender más sobre los animales y Leakey, que por entonces había desarrollado la hipótesis de que el comportamiento de los primates podía arrojar luz sobre la vida de los primeros humanos, estaba buscando un especialista que documentara las dinámicas sociales de los chimpancés en su propio entorno. Ella no tenía una formación académica, pero su curiosidad y su genuino interés llamaron la atención de Leakey, que decidió contratarla primero como secretaria y luego como investigadora.

En 1958, mientras conseguía el financiamiento para su investigación, Leakey envió a Jane de vuelta a Londres para que estudiara la anatomía y la conducta de los primates. “Si tú realmente quieres eso ―le aconsejó entonces su madre―, debes trabajar duro, tomar las oportunidades que se te presenten y nunca rendirte”. Jane estudió con dos de los especialistas más célebres en el campo de la primatología: Osman Hill y John Russell Napier. Y dos años después, en 1960, regresó a África, a lo que luego sería el Parque Nacional de Gombe Stream, en Tanzania.

Tonterías de mujer

Jane Goodall y una cría de chimpancé.
Jane Goodall y una cría de chimpancé.

Jane advirtió enseguida que cada chimpancé tenía una personalidad y un carácter únicos, así que decidió identificarlos con nombres propios en vez de usar números, como era la costumbre en los estudios científicos. Ese fue su primer descubrimiento importante y su primera ruptura con la tradición. Luego, en el mismo año 1960, vio que uno de los chimpancés, al que había bautizado como David Greybeard, utilizaba un delgado tallo de hierba para atrapar termitas: David cortaba el tallo, le quitaba las hojas e introducía la punta en el termitero hasta que las termitas comenzaban a subir por él, entonces lo retiraba y se las comía.

Este hallazgo echó abajo la suposición de que solo los humanos usaban herramientas. Cuando se lo informó a Leakey, él le envió de inmediato un telegrama donde reconocía la importancia de lo que había visto: “Ahora tendremos que redefinir las herramientas, redefinir al Hombre, o aceptar a los chimpancés como humanos”, escribió. Esa frase quedaría en los anales de la ciencia como un punto de giro en la historia de la antropología.

Pero el mundo científico se resistió a aceptar los descubrimientos de aquella joven sin una formación académica rigurosa. Sus métodos fueron tachados de poco científicos, y la idea de nombrar a los chimpancés o reconocer en ellos personalidades individuales les parecieron tonterías de mujer.

Para dar credibilidad al trabajo de Jane Goodall, y valiéndose de su propia reputación como antropólogo, Leakey logró que la admitieran en la Universidad de Cambridge para obtener un Doctorado en Etología, aunque antes no hubiese pasado por una licenciatura. A muy pocas personas se les había concedido esa dispensa. Este hecho fue la confirmación más clara del valor de las observaciones de Jane y del respeto que su mentor sentía por ella. Su doctorado fue, en esencia, el reconocimiento formal de su genialidad y una extraordinaria victoria de la intuición por encima de la rigidez académica.

Aquellos primeros descubrimientos no solo obligaron a reescribir los libros de biología, sino que forzaron a la gente a aceptar una verdad incómoda: que no somos tan diferentes del resto de los animales como hasta entonces creímos.

Los derechos de los animales

Escultura de Jane Goodall y David Greybeard en el Museo Field de Historia Natural, en Chicago.
Escultura de Jane Goodall y David Greybeard en el Museo Field de Historia Natural, en Chicago.

Pero su trabajo continuó revelando aspectos sorprendentes sobre los chimpancés: la complejidad de sus relaciones sociales, sus muestras de afecto, y también su terrible capacidad para la violencia: “Durante mis primeros diez años del estudio había creído que los chimpancés de Gombe eran, en su mayoría, más agradables que los seres humanos. Después hallamos que los chimpancés pueden ser brutales —que ellos, como nosotros, tenían un lado oscuro en su naturaleza”, escribió.

Con el tiempo, el enfoque de Jane Goodall se amplió. Al presenciar la devastación del hábitat de los chimpancés y el comercio ilegal de fauna, entendió que no bastaba con estudiar: había que actuar para proteger a los animales. Y su activismo no se detuvo en los primates. Una parte fundamental de su misión se centró en la denuncia del trato cruel a los animales de granja.

Jane sostuvo que los mismos métodos de observación sistemática que probaron la inteligencia y la sensibilidad de los chimpancés eran aplicables también a los cerdos, las vacas y las gallinas. “Los animales en granjas son mucho más concientes e inteligentes de lo que jamás imaginamos... merecen nuestro respeto. Y nuestra ayuda”, afirmó.

Su trabajo como etóloga, su incansable activismo por los derechos de los animales, y sus numerosos libros dedicados la educación tanto de niños y jóvenes como de los adultos, fueron una crítica moral a la forma en que los humanos utilizan su superioridad tecnológica para infligir dolor al resto de los seres vivos.

Jane Goodall miró siempre al futuro con optimismo. Durante años trabajó sin descanso para la protección de los animales, fundó y dirigió instituciones, impartió conferencias, denunció injusticias... Para ella, la apatía y la ignorancia eran la verdadera amenaza. El núcleo de su activismo ético puede sintetizarse en aquella frase con la que nos llamó a actuar responsablemente: “Lo que haces marca la diferencia, y tienes que decidir qué tipo de diferencia quieres marcar”.

Jane Goodall con el chimpancé de peluche que le regaló su padre.
Jane Goodall con el chimpancé de peluche que le regaló su padre.

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