María Magdalena Campos-Pons: cuando en el arte el cuerpo lo pone una negra

María Magdalena Campos-Pons es hoy un referente esencial para comprender el arte contemporáneo desde una perspectiva cubana y transnacional.

María Magdalena Campos-Pons, artista cubana.
María Magdalena Campos-Pons, artista cubana.

Y sigo sin saber qué culpa expío: si la de mi arte, la de mi raza o la de mi sexo.
Virginia Ramírez Abreu. Paráfrasis de una artista.

La más universal de los ochenta cubanos

María Magdalena Campos-Pons es una de las artistas más destacadas de la promoción de los 80 cubana. Es reconocida internacionalmente por una obra que abarca diversos medios, como la fotografía, la instalación, la performance, la pintura y el video. Su producción artística explora de modo continuo temáticas de identidad, memoria, migración y diáspora, dejando una significativa huella en el ámbito internacional.

No puedo dejar pasar el momento sin sumirme en la memoria que me sostiene en esta distancia tan anestesiante e infinita, y evocar el día en que conocí, a golpe de un tremendo impacto, su obra, y revivir —que para un desterrado es vivir— la fuerte impresión que quedó en mí, como referente visual y como la primera vez que veía en una artista cubana negra un nivel de expresión ajeno a cualquier tipo de racismo, rabia, y sí centrado en una propuesta conceptual otra, personalísima, y como hará hasta hoy, frontalmente enunciativa y rupturista.

En 1989, cuando cursaba el primer año de Historia del Arte en la Universidad de La Habana, se celebró la Tercera Bienal Internacional de Arte de La Habana. He de decir que los años 80, para todos los que iniciábamos el camino de convertirnos en intelectuales del cambio, fue algo así como los maravillosos años 20. He dicho en otras ocasiones que la capital cubana era un centro de ebullición para las artes plásticas. Y yo, mucho antes de entrar en la facultad, con ese amor que siempre he tenido hacia el arte —cuya razón quizá estribaba en que nunca fui artista—, ya había recorrido la primera y segunda Bienales con los artistas del momento y la compañía irrepetible del crítico y amigo Rufo Caballero.

Sin embargo, ese año la Facultad acogió una exposición bastante conflictiva en el entorno universitario, que cuestionaba el porqué de semejante “barbaridad contrarrevolucionaria”. Se trataba de la exposición Arte y Sexo, una muestra jugosa que se escoraba hacia los tabús y la ruptura de los mismos, con respecto a la sexualidad nacional, a su representación pública y a la hipocresía que rodeaban los temas relativos a este, uno de los quebrantamientos conceptuales e iconográficos, dentro de los muchos que promulgaba el arte de los 80 en Cuba al unísono con el arte internacional, en lo relativo al cuestionamiento de muchas regiones sociológicas nacionales, pero también —y ahí radica la vena sincrónica de la llamada por Rufo Caballero, Década Prodigiosa— del papel del arte como agente disuasorio, cuestionador y reconstructor de realidades nuevas, con nuevas iconografías y nuevos conceptos.

Justo en la primera planta, antes de entrar en la Galería Luis de Soto, que teníamos dentro de la Facultad, y encima del paso que separaba el vestíbulo de la galería, no más entrar, una pieza enorme, puedo decir que me abdujo. Era descomunal, una escultura blanda, la relación entre raza y sexo. Una relación interracial, donde la mujer llevaba el componente negro, en una confrontación social, de índole muy cubana, que per se asume con prejuicios este tipo de relación, mujer negra-hombre blanco, algo muy paradójico teniendo en cuenta la asiduidad de este tipo de relación, que se aviene al concepto mismo de cubanía y de una identidad nacional mestiza casi en el 70%.

Su propia colocación, en alto, que rompía el concepto de escultura para interactuar, uso preciso de este tipo de piezas, daba a esta obra un carácter de altar, la iniciación de un rito, cuando unas piernas negras se abrían, y una vagina vista a medias, pero enorme y excitada, era penetrada con una aureola de misticismo por un falo blanco que, diríamos, se hacía pequeño y vulnerable al ser admitido en la enormidad descolonizada y ahora dominante del sexo femenino negro.

Esta pieza constituyó para mí un acto de radical enfrentamiento, de liberación, al mostrarme de forma casi mística el poder femenino y el derecho no solo a la interracialidad del sexo, sino a todo tipo de relación sexual, adulta y consentida, que con esa pieza se liberaba por fin de mantenerse en la zona oscura del silencio. Una pieza que era en sí una lección en muchos aspectos, donde María Magdalena hacía un énfasis: “Mi coño es mío”.

Fue la primera manifestación de feminismo beligerante y afirmativo en el arte cubano post 1959, una tendencia dentro del arte que se convertiría para mí no solo en campo de batalla, sino de investigación, hasta hoy. María Magdalena Campos-Pons, en su apertura sexual, abrió también para mí las mil y una vías del arte contemporáneo, hecho por y para la descolonización de las artistas, convirtiéndose en una tendencia programática y continua a la que Campos-Pons ha aportado, posiblemente, las mejores obras y propuestas en el ámbito internacional del arte contemporáneo.

Campos-Pons. Conceptualismo y multidisciplinariedad en el arte

María Magdalena Campos-Pons

Nacida en Matanzas, en 1959, María Magdalena Campos-Pons se alza como una figura clave en el arte contemporáneo internacional, profundamente arraigada en la historia de la isla y en la experiencia afrocubana. Su linaje, que se remonta a una bisabuela esclava nigeriana, la conecta directamente con los mecanismos de opresión y control que marcaron la industria azucarera cubana. Criada en La Vega, una comunidad cercana a Matanzas donde residían muchos descendientes de africanos esclavizados, Campos-Pons creció en un entorno permeado por la memoria de la esclavitud y la resiliencia cultural. A pesar de que entre 1959 y 1992 el Estado cubano prohibió las religiones, las comunidades afrodescendientes lograron preservar sus creencias y tradiciones espirituales. La influencia de una abuela sacerdotisa y un padre herbolario sumergieron a Campos-Pons en el universo de las prácticas sagradas. Y si bien no siguió el camino del sacerdocio, su obra rinde constante homenaje a la conexión esencial entre el espíritu y el cuerpo, un principio fundamental en la santería.

Campos-Pons estudió en el Instituto Superior de Arte de La Habana y posteriormente desarrolló su carrera en Canadá y Estados Unidos. Su experiencia como mujer afrodescendiente y migrante influye notablemente en su trabajo, el cual se distingue por la introspección y la indagación en sus raíces africanas, chinas y europeas, presentes en la cultura cubana y en su genealogía personal. Las obras de Campos-Pons abordan tanto la memoria personal como colectiva, así como las complejidades inherentes a la identidad cultural. Usa elementos autobiográficos y referencias a la santería, la historia colonial y las tradiciones africanas, combinando materiales y técnicas diversas que enriquecen la experiencia visual e intelectual del espectador. Su estilo experimental integra la fotografía Polaroid, el videoarte y la instalación, creando ambientes inmersivos que invitan a reflexionar sobre la condición humana y las vivencias de las personas migrantes. A través de su arte, Campos-Pons medita sobre la memoria de la esclavitud y la persistente influencia del pasado en el presente, ofreciendo una perspectiva conmovedora y profunda sobre la diáspora africana y la construcción de la identidad en un mundo globalizado.

Una vez graduada, participó activamente de los proyectos expositivos y tuvo la atención de crítica y estudiosos. Sus obras se enmarcan sobre todo en un diálogo étnico, y lo racial es su aspecto más destacado. Fue de las primeras artistas en exponer su obra a principios de la década prodigiosa, especialmente durante el primer lustro. Este período, el más conflictivo, sorpresivo e irreverente para los códigos oficiales, constituyó la punta de lanza de un proceso que sacudiría a la institución del arte en Cuba, hasta entonces cómodamente asentada.

Una zona considerable de la obra de esta artista es el abordaje de la problemática racial —rara avis en esos tiempos—, sumándole además la impronta de asumirlo desde una perspectiva femenina. Una de sus obras más notables, en mi criterio, fue la instalación TRA…, expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes durante la IV Bienal de La Habana (1991). La misma aludía desde su evocador título a términos como trata, tráfico, trampa, transculturación, tránsito, etc., y contenía un texto que refería a todos los padecimientos de la raza negra a partir de su llegada al Nuevo Mundo. Esta instalación, establecida con imágenes de negros hacinados en inmensos paneles de madera que simulaban barcos negreros, contenía fotografías en blanco y negro que acentuaban el tono dramático. Las imágenes definían las coordenadas conceptuales en las que se movía la artista. Esta idea principal en la obra de Magdalena cuestionó las relaciones entre diferentes razas, un tema clave en la sociedad cubana.

A pesar de hablar de igualdad racial, a finales del siglo XX había un racismo escondido y muy profundo entre las personas. Así, desde un discurso puntual, Magdalena reflexionaba sobre un todo ontológico complejo y revelaba su vocación entre filosófica y estética. En este sentido sería necesario observar cómo su trabajo recurría a la instalación y al uso de materiales “innobles” para la obra de arte: tela, madera, encaje, intentando romper no solo un tabú social, sino también uno estético. Grandes penes negros, que penetraban inmensas vaginas; era la primera vez que se aludía de forma abierta a un tema espinoso, donde a su vez se rompía con una imaginería pacata y puritana, herencia de la doble moral colonial que padece la sociedad cubana.

Llevar explícitamente una relación sexual comprometida o dudosa a la galería en los ochenta fue algo que no solo realizó María Magdalena Campos-Pons, pero lograr establecer un cuestionamiento desde una postura femenina es un mérito innegable a su obra.

María Magdalena Campos-Pons

Este diálogo puntual, extraído de su propia vivencia, evoluciona rápidamente y su obra amplía su campo de intrusión. La raza se presenta entonces como un conflicto universal y, dentro de este tema, se establecen vínculos con discursos más amplios relacionados con los apartados sociales. Los discursos en este sentido se vuelven más complejos al discurrir por una serie de canales diversos y unívocos. Esto permite su análisis como hechos factuales, algo crucial a considerar. Se distancian del panfleto, sin asumir el tema con una actitud militante o agresiva, sino reflexiva y cuestionadora. También se alejan de la simulación para usarlos como estrategia en un fin de siglo que prefiere los discursos de los tradicionalmente “relegados”.

Magdalena es una artista que no ha parado de madurar en su continuo hacer, y sin embargo ha continuado trabajando sobre su discurso inicial: la relación a la raza y la historia social. Concebir este espacio de nuestra historia como discurso narrativo, hilvanar fragmentos en su relectura, desmontarlo en una acción descolonizadora, ha sido la ruta y la orientación constante de muchos creadores de nuestros pueblos. María Magdalena Campos-Pons, quien acepta el desafío que su alma y su pasado le reclaman, es una de ellos.

Campos-Pons focaliza su discurso hacia dos aristas que se funden: lo femenino y lo etnoracial. Representa metafóricamente múltiples experiencias de la diáspora africana, en un proceso que apela a la tradición oral y a la memoria, atribuyéndoles trascendencia a la experiencia individual, al Yo narrador y a la relación indisoluble con su genealogía materna. Sus protagonistas son mujeres negras que pertenecen a un mundo excluido, al cual durante años se le impidió aducir su imaginario, verbalizar su existencia, graficar sus modos de verse. La descomposición sociocultural en las sociedades africanas debido al mercado transatlántico provocó la fragmentación de las formas orales, gestuales e icónicas de acceder y transmitir la tradición. La memoria quedaría mutilada y registrada en parcelas silenciadas despojadas de poder; su traspaso se produciría entonces desde la exclusión. Magdalena también ha utilizado el arsenal sincrético legado por la enérgica cultura afrocubana, raigalmente entronizada en la sociedad, el etnos y la cultura cubana. Hay varias obras en las que elementos como formas o símbolos relacionados con el sexo o el placer cuentan con una importancia significativa y pueden ser vistos de manera negativa en contextos de sueños o fantasías eróticas. Desde una conciencia de que su obra puede al menos incidir en lo sociocultural y provocar una reflexión, Magdalena comenta la manera en que piensa y proyecta su trabajo:

Exploro la idea de que existe una regla que prohíbe o limita la vida erótica de las personas. Este concepto parece haber sido dejado atrás por el hombre moderno, pero en mi experiencia personal, sigue siendo un elemento histórico que está en constante conflicto. Para ello, selecciono diferentes representaciones culturales alrededor de esta problemática, dirigiendo mi investigación y, por tanto, mis propósitos artísticos hacia los análisis del lenguaje artístico y social desde la creencia de que la vida no puede separarse del arte, pues están su género y su finalidad.

Toda la iconografía utilizada, ya sea en la recuperación histórica de otras propuestas culturales (como el arte precolombino o europeo) o en la incorporación de elementos simbólicos de su reflexión metafórica, resalta o distorsiona ciertos aspectos de esta reflexión.

María Magdalena Campos-Pons

Otro dato para tener en cuenta y que permite evaluar el trabajo de esta artista para ubicarlo dentro de las tendencias más impactantes del arte contemporáneo, es el uso de su cuerpo como soporte conceptual, que da además a su obra un matiz de intimidad, alejado de relatos trascendentales que no le interesan. Busca lo emotivo, lo sentimental, la pertenencia: lo que puede atrapar y a lo que se le permite acceder. Su cuerpo, marcado explícitamente por el signo racial, será el tejido que permitirá acceder al conocimiento y recuperar el dato histórico. Es el receptáculo, el eje conductor para que fluya la memoria. ¿Quién soy en relación con los otros? Logrará la autorrepresentación como una articulación simultánea de un individuo (el sujeto de la enunciación y su historia personal alrededor del conflicto del “yo”) y un sujeto histórico (cuerpo político y social) que manipula signos y símbolos.

Después de mudarse a Estados Unidos en 1990, comenzó a trabajar en reinterpretar la historia de la migración del esclavo africano al continente americano y su conformación como un producto social multicultural y transcultural. Una de sus obras más interesantes del periodo es la instalación Spoken softly with Mama (1997). En ella, Campo-Pons desteje la historia familiar desde una visión femenina, recalcando el conflicto racial desde la pertenencia, además, a un género, tocando la doble marginación, en dos direcciones encontradas: el sentido cultural y el social. La pieza, que sin dudas pudiéramos ubicar en el territorio de las etnobiografías, es un fabuloso canto a la maternidad desde la dignidad que esta merece, un retrato familiar revelado a través de objetos domésticos usados para sobrevivir por generaciones de su familia. Estas mujeres trabajaban en casas de otras personas, lavando y planchando ropas que solo podían poseer en sus sueños y utopías. En ese deseo irrealizable, en ese diminuto espacio de frustración femenina, se detendrá la artista para subvertir aquella realidad y devolver una diferente, enaltecida, construida desde su imaginario, tal como la desearon aquellas mujeres en otros tiempos. Por eso, la artista sustituye los materiales ordinarios de las tablas de planchar por madera preciosa y telas traslúcidas, que también subrayan “la trascendencia de su labor y la innata fragilidad de las relaciones humanas”. Respecto a esta línea de trabajo, la propia artista ha dicho:

Estoy interesada en lo privado frente a lo público, el pequeño relato frente al gran relato en la vida cotidiana y la experiencia particular, lo insignificante para otros. Estoy utilizando las palabras de mi familia para registrarlas, una acción que solo ha sido destinada a los héroes.

La antológica: Behold (2023)

María Magdalena Campos-Pons

Todo el trabajo de María Magdalena se desarrolla fuera de Cuba, donde va incorporando a su discurso una serie de supuestos conceptuales que, como siempre, forman parte de su vivencia personal, pero que no deja de ser un espejo para un sinnúmero de mujeres y hombres atrapados en circunstancias de desarraigo, emigración, creencias, raza, sexualidad, género. Seguir su trabajo llevó parte de mi investigación sobre mujeres en el arte cubano, que no solo fue mi grado académico de PhD, sino la base de un libro que intentaba un primer abordaje histórico-artístico de la mujer y el arte cubano. Con lo cual mi análisis fue sucinto, aunque concluyente en cuanto a la valía de Campos-Pons como artista cubana internacional.

En 2023, el Brooklyn Museum de Nueva York realizó una muestra antológica de la obra de María Magdalena Campos-Pons, titulada BEHOLD, que al español se traduce como ¡MIRA!; un imperativo para hacer que el espectador sea capaz de leer el gran texto de sus principales preocupaciones y homenajes, como un acto de reflexión y catarsis. Una muestra única que recorre casi cuatro décadas de carrera artística.

A través de la performance y el simbolismo de la santería yoruba, Campos-Pons indaga la constante explotación de los afrodescendientes —especialmente mujeres e inmigrantes— en lugares como Matanzas (Cuba), Boston, Nashville (EE.UU.) y Padua (Italia). La colección abarca cerca de cuarenta creaciones que capturan los instantes más célebres de su trayectoria, al incluir tanto instantes icónicos como creaciones inéditas. De manera singular, la muestra contiene una colección de creaciones multimedia que se presentan por primera vez en tierras estadounidenses. A través de la danza simbólica de la santería de raíces yoruba, la artista se adentra en la investigación de los vestigios de la esclavitud. Así, revela cómo estas realidades se entrelazan profundamente con su propia narrativa familiar.

Su trabajo, además, expone las dificultades de vivir en varios lugares a la vez: residir y trabajar en una ciudad conservando, al mismo tiempo, un fuerte vínculo emocional con otra, siempre tratando de establecer una conexión pese a la distancia. Su conceptualización operativa se distingue por un desplazamiento bifurcado: el traslado forzado de los esclavos africanos a otras regiones geográficas y su propio exilio. Dentro de este marco, la artista rendirá homenaje a diversas vivencias: los sistemas corporales, la fuerza generadora de la maternidad, el agotamiento intrínseco al viaje del migrante, el legado persistente del trabajo forzado y doméstico —que continúa generando la riqueza del mundo occidental—, la esclavitud impuesta a sus progenitores yorubas en el siglo XIX y el papel de sus antepasados asiáticos como trabajadores contratados en los ingenios azucareros cubanos.

Así, con las propuestas más repetidas temáticamente en su trabajo, Campos-Pons crea nuevos hilos conductores en la madeja de esta macro exposición —que recoge décadas de coherente trabajo—, aspectos también importantes, imbricándolos al hacer de siempre, en diálogo con el clima constante —o extremo— de sus alrededores, los efectos de la supremacía blanca, el colonialismo, el capitalismo racial, la devastación del cambio climático y los desastres de la pandemia.

María Magdalena Campos-Pons

Con relación al uso de materiales y de técnicas durante toda su carrera, como queda presente en BEHOLD, vemos lo que la artista ha recalcado muchas veces, volviendo —a mi entender— a asumir la coherencia cuidadosa e hilvanante de cada obra y exposición en su gran relato artístico. Desde el inicio, mantuvo un interés por las posibilidades expresivas que ofrecen los materiales. Cada material que emplea, ya sea vidrio, metal, azúcar, madera, pigmentos o cuerpos, posee un significado profundamente arraigado en su educación, su familia y las tradiciones en las que fue educada. Sin embargo, también trabaja de manera intuitiva, con un profundo cuidado y respeto. Los materiales poseen una presencia que comunica. Trata a cada uno como un colega en el diálogo, y esa relación se convierte en un componente integral de la narrativa.

Esto es constante en la elaboración no solo matérica de su obra, si no en la concreción conceptual, donde nada escapa a un significado y donde todo fluye en función de una semántica que conlleva siempre a la polisemia, eso sí guiada, y alusiva a sus preocupaciones narrativas. De ahí que esta muestra antológica sea la mejor para concretar la valiosa trayectoria de la internacional María Magdalena Campos-Pons. Pero es algo que la conforma, no de su educación artística, sino de su relación afectiva, discursiva, con elementos materiales, que, desde niña, con ese duende creativo que la envolvía, establecía y se convirtieron en un hábito de diálogo y de resignificación al confrontarlos o fundirlos en la obra misma. No hay snobismo alguno, sería imposible que existiera en una artista que lleva su historia ontológica en la piel, en la sangre, en la configuración de su espiritualidad y la capacidad de generar raíces en diferentes geografías, aún enfrentando todo esto como conflictivo, que en ella deviene impulso creativo, desmontaje de los relatos únicos imperantes e inoperantes desde la posmodernidad y la concreción de obras muy elaboradas, muy acabadas, pero al tiempo, abiertas al continuo de su historia personal.

A través de la familia y la escuela, adquirió la noción de que los materiales poseen una presencia expresiva interna, y esta conciencia se ha mantenido a lo largo de su trayectoria. Su trabajo reciente prosigue con esta investigación: la memoria, la sanación y una poética de conexión a través de la tierra, el idioma y el linaje. Cada material que ella utiliza posee un significado profundo, fundamentado en las historias y tradiciones que ha conocido desde su infancia. Residiendo en Estados Unidos, primero en Boston y hoy en Nashville, lleva consigo su tierra natal, y la dislocación provocada por la migración. Su memoria la eleva a un estado de reverencia. Por esta razón, su obra está repleta de símbolos, elementos como el azúcar, las flores y el vidrio. Estos representan conexiones entre diferentes lugares, así como entre el pasado y el presente. Las plantas, por ejemplo, como el hibisco, la heliconia y la caña de azúcar, trascienden su función botánica y emergen como elementos significativos en la cultura. Estas especies vegetales actúan como portadoras de memoria cultural y simbolizan la resistencia y la supervivencia. Ella misma ha trazado este tipo de conexiones, cuando le preguntan por la diversidad de materiales y elementos presentes en cada uno de sus trabajos.

Referente esencial del arte contemporáneo

María Magdalena Campos-Pons

Mencionaremos a modo de ejemplo algunas de las piezas de esta exposición, muy alabadas por la crítica y donde se mantienen temáticas, relatos y materiales comunes a toda la obra de Campos-Pons.

En la serie “Rise of the Butterflies” (2021), la artista enfatiza como elemento central las manchas oculares presentes en las mariposas. Estas manchas, al imitar grandes ojos, operan como un mecanismo de disuasión frente a los depredadores. La obra es un homenaje a Breonna Taylor, quien fue asesinada en 2020 en su residencia por agentes de la policía de Louisville.

En las obras que integran acuarela y fotografía, así como en una serie de móviles de vidrio soplado caracterizados por su vibrante colorido —todas realizadas durante la pandemia del Covid—, Campos-Pons se propone brindar un sentido de protección a las mujeres negras. Esta intención se manifiesta a través de la inclusión de exuberantes flores de gran tamaño y ojos que simbolizan una vigilancia omnipresente. Los móviles, que la artista ha denominado “tristeza en movimiento”, fueron elaborados en colaboración con la Fondazione Berengo de Murano, de Italia. Los componentes de la obra consisten en imágenes abstraídas de lágrimas y ojos, específicamente el ojo alerta y el ojo testigo. Cada orbe está hecho en vidrio soplado, material que se genera a partir del aliento vital.

Podemos también apuntar a un tipo de piezas realizadas por María Magdalena, que han evolucionado pero que mantienen significados emocionales y de identidad muy afines, y son piezas además dotadas de una gran belleza. Cordón Umbilical (1991), una instalación de doce fotografías que Campos-Pons realizó cuando salió de Cuba, en las que aparecen los vientres y brazos de su madre y sus hermanas en Cuba unidos por un cordón rojo cubierto de tierra. Arriba, una foto de la abuela María conecta directamente con África.

Cordón Umbilical pinta con precisión el entramado matrilineal de la creadora. A lo largo de una rectilínea, contemplamos doce retratos en blanco y negro: seis de torsos con cruces pintadas, seguidos por seis de brazos con la mano izquierda extendida; un hilo que se despliega desde cada imagen los entrelaza. Estas fotografías revelan a las damas de la familia de la creadora. En Cuba, los lazos se tejen a través de la mano izquierda, conocida como “la mano del corazón”. En su creación, Campos-Pons eleva al cielo las múltiples narrativas y culturas que emanan de las entrañas de su familia.

En De las dos aguas (2007), que forma parte de la serie “Polaroids”, la artista utiliza un doble autorretrato como recurso para aludir a los desplazamientos marítimos de esclavos y balseros cubanos. En posición erguida, frente a un fondo azul intenso que evoca las aguas cristalinas del Caribe, Campos-Pons sostiene una embarcación de madera tallada que alberga a cuatro figuras, símbolo de los millones de personas desplazadas y autoexiliadas, así como de las deidades yorubas, específicamente Yemayá y Oshun, quienes se conciben como protectoras divinas de los migrantes.

Obras desnudas, con pintura ritual, instalaciones. En fin, una producción imparable de quien me atrevo a aseverar es la artista más fecunda, multidisciplinar, talentosa y cuestionadora de todos los relatos neocoloniales sobre raza, sexo, identidad y género. Su obra constituye una profunda reflexión sobre la historia, el desarraigo y la reconstrucción identitaria.

Artista completísima, es hoy un referente esencial para comprender el arte contemporáneo desde una perspectiva cubana y transnacional en todas las tendencias que trabaja, y una de las mayores exponentes de lo antropológico cultural en el desarrollo y teorización del y hacia el Arte. La década de los 80 dio muchas grandes poéticas, pero a mi modo de concebir el arte y la vida, es María Magdalena Campos-Pons quien sin duda se coloca en la cima de la visibilidad, el gesto y el éxito artístico, superando incluso a quienes han hecho de su arte un coto de referencias y confluencias, internacionalizándose por las oportunas y malditas circunstancias, como decía Virgilio Piñera, “del agua por todas partes”.

6 de noviembre, 2025. En Vigo.

María Magdalena Campos-Pons

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